En la noche del 19 de mayo de 1.992, con la presencia de funcionarios del Conac y la Gobernación del Distrito Federal, fueron entregadas en comodato las antiguas instalaciones de la Lotería de Caracas, ubicadas en el sector Artigas de la parroquia San Martín, a la Fundación Cultural Paraíso San Martín y Teatro San Martín.
“Ese acto, importante para el desarrollo cultural de la comunidad de esa zona caraqueña, no fue reseñado por la mayoría de los medios de comunicación, pero 16 años después todo ha cambiado y el Teatro San Martín de Caracas se ha convertido en algo más que el ateneo del suroeste y ahora es un factor de desarrollo para esas nuevas generaciones de teatreros que han logrado proyectarse dentro y fuera del país e incluso ganar premios, no sólo de dramaturgia sino de actuación”.
Quien así habla, con papeles en mano como para que no quede duda alguna, es el periodista y dramaturgo Gustavo Ott (Caracas, 1963), actual director general de esa institución. “Hasta ese momento, las instalaciones, eran edificaciones abandonadas. La comunidad contemplaba a esos espacios, unos 4.010 metros cuadrados de infraestructura levantada en 1945, como áreas de extrema peligrosidad y varios actos criminales ocurridos en los alrededores lo confirmaban de manera dramática. En la noche, esa zona permanecía oscura, y los peatones preferían cruzar la calle antes que tener que pasar frente a ese centro de delincuencia y basura, en pleno cruce de las avenidas San Martín y Washington”.
Puntualiza que, en enero de 1992, el grupo Textoteatro, residente en el área del Paraíso y San Martín, introdujo un plan apoyado por las asociaciones de vecinos más activas de la zona para el rescate de estos edificios. “El proyecto abarcaba siete puntos, todos como consecuencia de una sola idea: esas instalaciones debían ser un centro cultural, abierto permanente y proporcional a las exigencias culturales de una colectividad que, desde Antímano hasta San Juan, encierra más dos millones de habitantes. Nació entonces el proyecto del Teatro San Martín de Caracas (TSMC). Un espacio inédito que ahora forma parte de la tradición de esta comunidad”.
Recuenta que ya en 1993 se inauguró la sala Principal del TSMC con capacidad para 450 espectadores en lo que antes era la sala de sorteos de la Lotería, y al año siguiente se abrió la sala Textoteatro, construida en lo que antes fuera la taquilla de la Lotería, para 100 espectadores.
“Las personas que integran la dirección del TSMC son artistas de las distintas vertientes del teatro. Algunos colaboran de forma desinteresada, sin percibir honorarios profesionales. Otros han aceptados sueldos mínimos porque les anima el espíritu de colaboración, desprendimiento y entrega a uno de los pocos proyectos de la ciudad cuyos costos de nomina no superan el 25 por ciento del presupuesto total”, apunta Ott, quien es acompañado en sus tareas por Maria Brito, David Villegas, Jesus Gutiérrez y Christian Hernández. “Actualmente los recursos económicos vienen del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, pero en el 2006, PDVSA recuperó todo el frente del teatro y áreas externas”.
PROGRAMAR
“En el TSMC aprendimos que más difícil e importante que las transformaciones realizadas en la planta física, más vital que todo el rescate de lo que ya existía, era programar, porque eso le da personalidad y confianza a un espacio teatral. Que el público sepa que siempre está abierto. Y que lo que se presenta posee un nivel de calidad. La taquilla es entonces un elemento determinante en el presupuesto general, porque se logra la atracción indiscutible de espectadores”.
La programación del TSMC es lo más amplia, como lo demuestran el número de grupos y espectáculos que han visto en sus escenarios. “En 16 años han abierto el telón casi 400 espectáculos producidos por más de 100 grupos nacionales y foráneos. Ensayan en las instalaciones alrededor de 32 elencos de teatro y danza de la ciudad. Se otorgan de manera gratuita las instalaciones y los equipos y el personal están disponibles para los eventos organizados por instituciones privadas y publicas”.
“La línea del TSMC ha sido muy clara desde el principio: apoyo al autor nacional, responsable no sólo del discurso de la época sino también de la convocatoria de espectadores. Los dramaturgos venezolanos en el TSMC poseen la más alta atención de público, más que los extranjeros o clásicos”.
INDEPENDENCIA
Y puntualiza que el TSMC es quizás la única instalación destinada a los grupos independientes de Caracas. Su ubicación, la forma en que fue creada y la manera en que obtiene sus recursos, le ha permitido mantenerse fuera de los centros de poder y de las políticas trazadas por otros entes. “Preservarlo en esta línea no es sólo una forma de contribuir a su correcto funcionamiento -sin ser peso presupuestario de ninguna institución- sino que al mismo tiempo ayuda a la expansión del teatro independiente y la aparición de nuevos grupos y artistas que en otras instalaciones no tendrían opción de probarse sobre la escena. En fin, es de todos, lo cual lo ha convertido en muy poco tiempo en punto de referencia de la actividad profesional independiente de la ciudad, a la par del Ateneo de Caracas o del Celarg. El alma del TSMC es su actividad diurna, más que la programación teatral o de eventos nocturnos. En las tardes, ofrece talleres, especialmente para niños, y en algunos casos funciona como guardería para los niños de las zonas. La oferta es amplia y los costos meramente simbólicos”.
“Ese acto, importante para el desarrollo cultural de la comunidad de esa zona caraqueña, no fue reseñado por la mayoría de los medios de comunicación, pero 16 años después todo ha cambiado y el Teatro San Martín de Caracas se ha convertido en algo más que el ateneo del suroeste y ahora es un factor de desarrollo para esas nuevas generaciones de teatreros que han logrado proyectarse dentro y fuera del país e incluso ganar premios, no sólo de dramaturgia sino de actuación”.
Quien así habla, con papeles en mano como para que no quede duda alguna, es el periodista y dramaturgo Gustavo Ott (Caracas, 1963), actual director general de esa institución. “Hasta ese momento, las instalaciones, eran edificaciones abandonadas. La comunidad contemplaba a esos espacios, unos 4.010 metros cuadrados de infraestructura levantada en 1945, como áreas de extrema peligrosidad y varios actos criminales ocurridos en los alrededores lo confirmaban de manera dramática. En la noche, esa zona permanecía oscura, y los peatones preferían cruzar la calle antes que tener que pasar frente a ese centro de delincuencia y basura, en pleno cruce de las avenidas San Martín y Washington”.
Puntualiza que, en enero de 1992, el grupo Textoteatro, residente en el área del Paraíso y San Martín, introdujo un plan apoyado por las asociaciones de vecinos más activas de la zona para el rescate de estos edificios. “El proyecto abarcaba siete puntos, todos como consecuencia de una sola idea: esas instalaciones debían ser un centro cultural, abierto permanente y proporcional a las exigencias culturales de una colectividad que, desde Antímano hasta San Juan, encierra más dos millones de habitantes. Nació entonces el proyecto del Teatro San Martín de Caracas (TSMC). Un espacio inédito que ahora forma parte de la tradición de esta comunidad”.
Recuenta que ya en 1993 se inauguró la sala Principal del TSMC con capacidad para 450 espectadores en lo que antes era la sala de sorteos de la Lotería, y al año siguiente se abrió la sala Textoteatro, construida en lo que antes fuera la taquilla de la Lotería, para 100 espectadores.
“Las personas que integran la dirección del TSMC son artistas de las distintas vertientes del teatro. Algunos colaboran de forma desinteresada, sin percibir honorarios profesionales. Otros han aceptados sueldos mínimos porque les anima el espíritu de colaboración, desprendimiento y entrega a uno de los pocos proyectos de la ciudad cuyos costos de nomina no superan el 25 por ciento del presupuesto total”, apunta Ott, quien es acompañado en sus tareas por Maria Brito, David Villegas, Jesus Gutiérrez y Christian Hernández. “Actualmente los recursos económicos vienen del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, pero en el 2006, PDVSA recuperó todo el frente del teatro y áreas externas”.
PROGRAMAR
“En el TSMC aprendimos que más difícil e importante que las transformaciones realizadas en la planta física, más vital que todo el rescate de lo que ya existía, era programar, porque eso le da personalidad y confianza a un espacio teatral. Que el público sepa que siempre está abierto. Y que lo que se presenta posee un nivel de calidad. La taquilla es entonces un elemento determinante en el presupuesto general, porque se logra la atracción indiscutible de espectadores”.
La programación del TSMC es lo más amplia, como lo demuestran el número de grupos y espectáculos que han visto en sus escenarios. “En 16 años han abierto el telón casi 400 espectáculos producidos por más de 100 grupos nacionales y foráneos. Ensayan en las instalaciones alrededor de 32 elencos de teatro y danza de la ciudad. Se otorgan de manera gratuita las instalaciones y los equipos y el personal están disponibles para los eventos organizados por instituciones privadas y publicas”.
“La línea del TSMC ha sido muy clara desde el principio: apoyo al autor nacional, responsable no sólo del discurso de la época sino también de la convocatoria de espectadores. Los dramaturgos venezolanos en el TSMC poseen la más alta atención de público, más que los extranjeros o clásicos”.
INDEPENDENCIA
Y puntualiza que el TSMC es quizás la única instalación destinada a los grupos independientes de Caracas. Su ubicación, la forma en que fue creada y la manera en que obtiene sus recursos, le ha permitido mantenerse fuera de los centros de poder y de las políticas trazadas por otros entes. “Preservarlo en esta línea no es sólo una forma de contribuir a su correcto funcionamiento -sin ser peso presupuestario de ninguna institución- sino que al mismo tiempo ayuda a la expansión del teatro independiente y la aparición de nuevos grupos y artistas que en otras instalaciones no tendrían opción de probarse sobre la escena. En fin, es de todos, lo cual lo ha convertido en muy poco tiempo en punto de referencia de la actividad profesional independiente de la ciudad, a la par del Ateneo de Caracas o del Celarg. El alma del TSMC es su actividad diurna, más que la programación teatral o de eventos nocturnos. En las tardes, ofrece talleres, especialmente para niños, y en algunos casos funciona como guardería para los niños de las zonas. La oferta es amplia y los costos meramente simbólicos”.
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