Ian Gibson (Irlanda, Dublín, 1939), periodista, escritor e investigador consumado, entregó su más reciente libro Caballo azul de mi locura/ Lorca y el mundo gay, lujoso texto de la editorial Planeta, con 466 páginas y numerosas fotografías de colección. Estamos seguros que su histórica actividad no ha concluido y no es extraño que durante próximos días aparezca con otro texto sobre Federico García Lorca (1898-1936), ese gran poeta del amor que se enfrentó a una sociedad machista e intolerante, y que por eso las hordas franquistas lo fusilaron y no entregaron su cadáver o lo hicieron desaparecer para exacerbar así más su venganza. Todo un legendario personaje cuyas piezas teatrales se conocieron en Caracas, a mediados del siglo XX, gracias al pionero Alberto de Paz y Mateos, valioso artista republicano que se escapó de la post guerra para apuntar el desarrrollo de las artes escénicas venezolanas.
Sobre la homosexualidad de García Lorca no había secretos en la España republicana y él tampoco se preocupaba en ocultarla o disfrazarla, y pese a que las costumbres de la época rechazaban abiertamente tal conducta sexual, no le caían a piedras, especialmente en las grandes ciudades, pero aun así al bardo lo perseguían públicamente desde los periódicos y revistas del bando derechista y reaccionario, y cuando esos intelectuales y periodistas pudieron pasarle factura lo hicieron, ignorando sus éxitos literarios, dentro y fuera de la nación, o con unas críticas deleznables. Todo eso creó un clima diabólico que precipitó aquel desenlace fatal.
Gibson investigó o escarbó en toda la obra de García Lorca para resaltar su estética homoerótica, como diría el crítico venezolano Rubén Monasterios, y recogió testimonios escritos o personales de la gente que asegura haberlo conocido y además dieron fe de lo que hacia o deshacía con su sexo, además de las desazones de sus romances fugaces o atormentados.
Este libro aporta, pues, una documentación clave para descifrar algunos de sus textos, especialmente la pieza El público, además de su poesía. Es una especie de texto de cabecera para hurgar en su teatro y hacer brotar lo mejor de su estética. Ya nadie tendrá que trabajar sobre la base de chismes, sino con certeza, lo cual, como es obvio, ayudará a la creación escénica y al trabajo actoral inclusive.
Gibson, que se ha especializado no solo en la literatura garcialorquiana, sino en todo el contexto literario y artístico hispano donde surgió, creció y se desarrolló tal paladín de la mejor España. Tal como lo escribe en las páginas 379 y 380, un fragmento que aquí reproducimos porque es rotundo y explica todo su libro:
-La obra de Lorca, hoy de irradiación mundial, no existiría si no fuera por su condición de marginado sexual, por su identificación, profundamente cristiana, con todos los que sufren, con todos los que se sienten excluidos o rechazados. Fue una criatura en el fondo dolorida que puso sus excepcionales dones al servicio de los demás con la esperanza de una sociedad más justa. No es correcto que se le siga negando su homosexualidad. Hace poco Jesús Generelo, coordinador de Educación de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), aludió a tal “silencio” en un comentario sobre la asignatura Educación para la Ciudadanía, tan combatida por las derechas de este país. “Hay que trabajar en todas las materias-dijo-, como en Literatura, donde la mayoría de las clases se pasa de puntillas por la homosexualidad de Federico García Lorca o de Oscar Wilde, cuando es casi imposible entender buena parte de su obra si no se explica su identidad sexual”.
Y remató Gibson, afirmando que es “casi imposible… o imposible del todo. Repito que ello no es justo. Y añado que es obtuso, pusilánime y contraproducente. Es hora ya de aceptar al poeta en su compleja y fascinante integridad. Sólo así se le honrará como merece. Sólo así será posible dar un justo valor a versos como éstos, escritos a los veintidós años:
Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante
Quiero lanzar mi grito,
Sollozando de mí como el gusano
Deplora su destino.
Pudiendo del hombre, Amor inmenso
Y azul como los álamos del río,
Azul de corazones y de fuerza,
El Azul de mí mismo,
Que me ponga en las manos la gran llave
Que fuerce al infinito…
Con Gibson se puede estar de acuerdo o no con su rotunda afirmación sobre la obra garcialorquiana, pero nadie podrá negar su extraordinario aporte para esclarecer la historia total de un artista, además de los orígenes de su estética, que amó a su tierra y a su gente, como pocos lo han hecho y mostrado.
¿Y donde están los restos de Federico García Lorca? ¿Se los dieron a sus familiares y estos los sepultaron en secreto para evitar sórdidas peregrinaciones? Estas y otras preguntas serán respondidas algún día y hasta es posible que Ian Gibson escriba otro texto sobre el dramaturgo que hacia obras a partir de la historia de su gente, sin importarle las consecuencias, como pergeñó La casa de Bernarda Alba.
Sobre la homosexualidad de García Lorca no había secretos en la España republicana y él tampoco se preocupaba en ocultarla o disfrazarla, y pese a que las costumbres de la época rechazaban abiertamente tal conducta sexual, no le caían a piedras, especialmente en las grandes ciudades, pero aun así al bardo lo perseguían públicamente desde los periódicos y revistas del bando derechista y reaccionario, y cuando esos intelectuales y periodistas pudieron pasarle factura lo hicieron, ignorando sus éxitos literarios, dentro y fuera de la nación, o con unas críticas deleznables. Todo eso creó un clima diabólico que precipitó aquel desenlace fatal.
Gibson investigó o escarbó en toda la obra de García Lorca para resaltar su estética homoerótica, como diría el crítico venezolano Rubén Monasterios, y recogió testimonios escritos o personales de la gente que asegura haberlo conocido y además dieron fe de lo que hacia o deshacía con su sexo, además de las desazones de sus romances fugaces o atormentados.
Este libro aporta, pues, una documentación clave para descifrar algunos de sus textos, especialmente la pieza El público, además de su poesía. Es una especie de texto de cabecera para hurgar en su teatro y hacer brotar lo mejor de su estética. Ya nadie tendrá que trabajar sobre la base de chismes, sino con certeza, lo cual, como es obvio, ayudará a la creación escénica y al trabajo actoral inclusive.
Gibson, que se ha especializado no solo en la literatura garcialorquiana, sino en todo el contexto literario y artístico hispano donde surgió, creció y se desarrolló tal paladín de la mejor España. Tal como lo escribe en las páginas 379 y 380, un fragmento que aquí reproducimos porque es rotundo y explica todo su libro:
-La obra de Lorca, hoy de irradiación mundial, no existiría si no fuera por su condición de marginado sexual, por su identificación, profundamente cristiana, con todos los que sufren, con todos los que se sienten excluidos o rechazados. Fue una criatura en el fondo dolorida que puso sus excepcionales dones al servicio de los demás con la esperanza de una sociedad más justa. No es correcto que se le siga negando su homosexualidad. Hace poco Jesús Generelo, coordinador de Educación de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), aludió a tal “silencio” en un comentario sobre la asignatura Educación para la Ciudadanía, tan combatida por las derechas de este país. “Hay que trabajar en todas las materias-dijo-, como en Literatura, donde la mayoría de las clases se pasa de puntillas por la homosexualidad de Federico García Lorca o de Oscar Wilde, cuando es casi imposible entender buena parte de su obra si no se explica su identidad sexual”.
Y remató Gibson, afirmando que es “casi imposible… o imposible del todo. Repito que ello no es justo. Y añado que es obtuso, pusilánime y contraproducente. Es hora ya de aceptar al poeta en su compleja y fascinante integridad. Sólo así se le honrará como merece. Sólo así será posible dar un justo valor a versos como éstos, escritos a los veintidós años:
Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante
Quiero lanzar mi grito,
Sollozando de mí como el gusano
Deplora su destino.
Pudiendo del hombre, Amor inmenso
Y azul como los álamos del río,
Azul de corazones y de fuerza,
El Azul de mí mismo,
Que me ponga en las manos la gran llave
Que fuerce al infinito…
Con Gibson se puede estar de acuerdo o no con su rotunda afirmación sobre la obra garcialorquiana, pero nadie podrá negar su extraordinario aporte para esclarecer la historia total de un artista, además de los orígenes de su estética, que amó a su tierra y a su gente, como pocos lo han hecho y mostrado.
¿Y donde están los restos de Federico García Lorca? ¿Se los dieron a sus familiares y estos los sepultaron en secreto para evitar sórdidas peregrinaciones? Estas y otras preguntas serán respondidas algún día y hasta es posible que Ian Gibson escriba otro texto sobre el dramaturgo que hacia obras a partir de la historia de su gente, sin importarle las consecuencias, como pergeñó La casa de Bernarda Alba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario