Julio César Mármol fue un hombre feliz. Y lo decimos ahora, porque así lo enseñó Sófocles, por intermedio del corifeo de su Edipo rey, ya que “no se debe considerar feliz a un ser humano, hasta que éste haya traspasado el umbral de la muerte, sin desventura alguna”.
Nacido en Maracaibo el 17 de mayo de 1937 y fallecido el 26 de enero de 2010, a consecuencia de un edema pulmonar, era, sin lugar a dudas, un zuliano feliz, no solo por haberse casado con Luz y procrear a Julio César, María Cristina, Mélida y Linda, y mantener un hogar en paz y con todos sus vástagos entregados también a labores creativas. Como profesional fue destacado escritor, o guionista, de telenovelas y de cine y, por si fuera poco, laboró como director cinematográfico, además de haber incursionado, con éxito, en el canto lírico, y hasta llegó a lucirse como actor de carácter.
Hizo lo que siempre se propuso y era un hombre feliz como lo demostró, cinco días antes de su muerte, al asistir a un acto para festejar los 30 años de su más exitosa telenovela, Estefanía, creada partir de una inolvidable vivencia personal: seis meses de cárcel, cuando tenia 16 años, por participar en una protesta estudiantil contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez; gracias a un tío militar logró salir de las garras de la Seguridad Nacional y su jefe Pedro Estrada, la policía represora del siniestro régimen. Exiliado viajó a Europa para alejarse de tan desagradable experiencia soportada. Allá aprendió cine en los mismos estudios de Cinecitá, en Roma, y trabajo como asistente de dirección en grandes películas, como Ben-Hur, y estudio ópera en la romana Academia de Música de Santa Cecilia. Comenzaba así una nueva y definitiva vida, creativa todo el tiempo.
Actor de Chalbaud
Román Chalbaud recuerda que a principios de los años sesenta llevó su película Cuento para mayores a un festival italiano, en Sestri Levante, pero antes se detuvo unos días en Roma. Ahí conoció a Julio César Mármol, “quien era siete años menor que yo y muy amigo de José Ignacio Cabrujas, se criaron en Catia y estudiaron en el mismo liceo, y ambos estuvieron presos por haber desafiado al régimen castrense. Lo metí en mi caravana culturosa y junto al escenógrafo Guillermo Zabaleta me los llevé al evento cinematográfico, pero además pasamos por el Festival de Spoleto, donde Luchino Visconti presentaba su versión de la ópera La Traviata, con los vestidos de El gatopardo. Nació así entre nosotros una amistad de varias décadas. Regresé a Venezuela y años más tarde a él lo nombraron jefe de promociones de RCTV, en su mejor etapa, cuando era baluarte para la televisión cultural. Después de que Mármol dirigió su primer largo, Los días largos, a mi se ocurrió meterlo en el telefilme que Cabrujas había escrito, para RCTV, sobre la batalla de Carabobo. Y no había, ni hubo, otro actor para caracterizar mejor el general José Antonio Páez. Unos cuarenta años después, más o menos, cuando estábamos rodando mi película Zamora, tierra y hombres, y al primer actor Gustavo Rodríguez se le ocurrió rechazar el personaje de Páez que le había asignado la Villa del Cine, la productora cinematográfica del Estado venezolano, recordé a Mármol y lo volví a llamar otra vez. Ya tenía la edad para el personaje. Hizo gloriosamente su trabajo, como nadie jamás podía haberlo caracterizado. En dos ocasiones libró, pues, con éxito sus batallas encarnando al gran héroe de Carabobo”.
Julio César Mármol, agrega Chalbaud, escribió sus propias novelas, como Sangre azul, Estefanía y La fiera, entre otras A mediados de los ochenta trabajó para Venezolana de Televisión, haciendo equipo nuevamente con Cabrujas en la telenovela La dueña, inspirada en El Conde de Montecristo. También materializó su proyecto de La mujer sin rostro, inspirada en Los miserables, de Víctor Hugo. Regresó a RCTV en los 90 para escribir otro de sus grandes éxitos: El desprecio. Además realizó una novela de Leonardo Di Caprio en Estados Unidos de América.
“Finalmente, trabajó en mi más reciente película, aún sin estrenar, Días de poder, donde hizo a Eduardo Matheus. Pero mucho antes lo había dirigido en la ópera Doña Bárbara, con libreto de Isaac Chocrón sobre el original de Rómulo Gallegos; ahí materializó a un Juan Primito cantante, pues era un firme tenor profesional, durante más de 20 años. No queda duda alguna que fue un hombre feliz, hizo lo que quería, triunfó y disfrutó de su familia”.
Épico
Era un maracucho de alma y corazón. Y se crío en un campo petrolero, cuenta la poetisa Mharía Vásquez Benarroch, y eso marcó para siempre su visión de la vida, colocándolo siempre del lado de los pobres, los desvalidos y los trabajadores, llenándolo de historia de una Venezuela campesinas que se tornaba en un país industrial, y que luego servirían de base para la escritura de La fiera, y su posteriori y exitosísima versión Pura Sangre. Con Estefanía rompió para siempre con el estilo de Delia Fiallo y reiteró su amor irrestricto por la democracia. Admirador de Gallegos, a quien consideraba indispensable, era un lector agudo y consecuente, leyendo más de dos libros a la vez y al menos tres en una semana. Cabrujas siempre decía:”yo soy el callejero, a mi me interesa la calle, la gente, el barrio, pero Julio César es el clásico, a él le interesan las grandes historias, es épico por naturaleza”.
Nacido en Maracaibo el 17 de mayo de 1937 y fallecido el 26 de enero de 2010, a consecuencia de un edema pulmonar, era, sin lugar a dudas, un zuliano feliz, no solo por haberse casado con Luz y procrear a Julio César, María Cristina, Mélida y Linda, y mantener un hogar en paz y con todos sus vástagos entregados también a labores creativas. Como profesional fue destacado escritor, o guionista, de telenovelas y de cine y, por si fuera poco, laboró como director cinematográfico, además de haber incursionado, con éxito, en el canto lírico, y hasta llegó a lucirse como actor de carácter.
Hizo lo que siempre se propuso y era un hombre feliz como lo demostró, cinco días antes de su muerte, al asistir a un acto para festejar los 30 años de su más exitosa telenovela, Estefanía, creada partir de una inolvidable vivencia personal: seis meses de cárcel, cuando tenia 16 años, por participar en una protesta estudiantil contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez; gracias a un tío militar logró salir de las garras de la Seguridad Nacional y su jefe Pedro Estrada, la policía represora del siniestro régimen. Exiliado viajó a Europa para alejarse de tan desagradable experiencia soportada. Allá aprendió cine en los mismos estudios de Cinecitá, en Roma, y trabajo como asistente de dirección en grandes películas, como Ben-Hur, y estudio ópera en la romana Academia de Música de Santa Cecilia. Comenzaba así una nueva y definitiva vida, creativa todo el tiempo.
Actor de Chalbaud
Román Chalbaud recuerda que a principios de los años sesenta llevó su película Cuento para mayores a un festival italiano, en Sestri Levante, pero antes se detuvo unos días en Roma. Ahí conoció a Julio César Mármol, “quien era siete años menor que yo y muy amigo de José Ignacio Cabrujas, se criaron en Catia y estudiaron en el mismo liceo, y ambos estuvieron presos por haber desafiado al régimen castrense. Lo metí en mi caravana culturosa y junto al escenógrafo Guillermo Zabaleta me los llevé al evento cinematográfico, pero además pasamos por el Festival de Spoleto, donde Luchino Visconti presentaba su versión de la ópera La Traviata, con los vestidos de El gatopardo. Nació así entre nosotros una amistad de varias décadas. Regresé a Venezuela y años más tarde a él lo nombraron jefe de promociones de RCTV, en su mejor etapa, cuando era baluarte para la televisión cultural. Después de que Mármol dirigió su primer largo, Los días largos, a mi se ocurrió meterlo en el telefilme que Cabrujas había escrito, para RCTV, sobre la batalla de Carabobo. Y no había, ni hubo, otro actor para caracterizar mejor el general José Antonio Páez. Unos cuarenta años después, más o menos, cuando estábamos rodando mi película Zamora, tierra y hombres, y al primer actor Gustavo Rodríguez se le ocurrió rechazar el personaje de Páez que le había asignado la Villa del Cine, la productora cinematográfica del Estado venezolano, recordé a Mármol y lo volví a llamar otra vez. Ya tenía la edad para el personaje. Hizo gloriosamente su trabajo, como nadie jamás podía haberlo caracterizado. En dos ocasiones libró, pues, con éxito sus batallas encarnando al gran héroe de Carabobo”.
Julio César Mármol, agrega Chalbaud, escribió sus propias novelas, como Sangre azul, Estefanía y La fiera, entre otras A mediados de los ochenta trabajó para Venezolana de Televisión, haciendo equipo nuevamente con Cabrujas en la telenovela La dueña, inspirada en El Conde de Montecristo. También materializó su proyecto de La mujer sin rostro, inspirada en Los miserables, de Víctor Hugo. Regresó a RCTV en los 90 para escribir otro de sus grandes éxitos: El desprecio. Además realizó una novela de Leonardo Di Caprio en Estados Unidos de América.
“Finalmente, trabajó en mi más reciente película, aún sin estrenar, Días de poder, donde hizo a Eduardo Matheus. Pero mucho antes lo había dirigido en la ópera Doña Bárbara, con libreto de Isaac Chocrón sobre el original de Rómulo Gallegos; ahí materializó a un Juan Primito cantante, pues era un firme tenor profesional, durante más de 20 años. No queda duda alguna que fue un hombre feliz, hizo lo que quería, triunfó y disfrutó de su familia”.
Épico
Era un maracucho de alma y corazón. Y se crío en un campo petrolero, cuenta la poetisa Mharía Vásquez Benarroch, y eso marcó para siempre su visión de la vida, colocándolo siempre del lado de los pobres, los desvalidos y los trabajadores, llenándolo de historia de una Venezuela campesinas que se tornaba en un país industrial, y que luego servirían de base para la escritura de La fiera, y su posteriori y exitosísima versión Pura Sangre. Con Estefanía rompió para siempre con el estilo de Delia Fiallo y reiteró su amor irrestricto por la democracia. Admirador de Gallegos, a quien consideraba indispensable, era un lector agudo y consecuente, leyendo más de dos libros a la vez y al menos tres en una semana. Cabrujas siempre decía:”yo soy el callejero, a mi me interesa la calle, la gente, el barrio, pero Julio César es el clásico, a él le interesan las grandes historias, es épico por naturaleza”.
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