CAICEDO: La casa está vacía, mi Mariscal.
MARISCAL: Quédese tranquilo, Caicedo, que aquí todo es tan verde, que la muerte no se hace presente nunca.
CAICEDO: De todas formas le diré al recluta que cuida los animales, que esté pendiente.
MARISCAL: Ah, negro, para desconfiado.
CAICEDO: Le prometí al Libertador que llevaría sano y salvo a mi Mariscal. “Ni un rasguño”, me advirtió mi general Bolívar. Prefiero que me cocinen vivo, antes de caer en manos de ese señor por algo que le pasara a usted. ¡Seguro mató a confianza!
MARISCAL: Quédese tranquilo, Caicedo, que aquí todo es tan verde, que la muerte no se hace presente nunca.
CAICEDO: De todas formas le diré al recluta que cuida los animales, que esté pendiente.
MARISCAL: Ah, negro, para desconfiado.
CAICEDO: Le prometí al Libertador que llevaría sano y salvo a mi Mariscal. “Ni un rasguño”, me advirtió mi general Bolívar. Prefiero que me cocinen vivo, antes de caer en manos de ese señor por algo que le pasara a usted. ¡Seguro mató a confianza!
Así comienza la pieza Toñito, de Néstor Caballero (Anzoátegui, 1953), llevada a los escenarios de Guanare y Caracas por la Compañía Nacional de Teatro y la Compañía Regional de Portuguesa, bajo la memorable dirección de Carlos Arroyo, durante las temporadas de 2004 y 2005.
Dividido en dos escenas, Toñito recuerda que Antonio José de Sucre estaba destinado, por su talento y liderazgo, a salvar la Gran Colombia y prolongar así las ideas revolucionarias de Simón Bolívar. Pero fue asesinado –uno de los tantos magnicidios cometidos en este continente- el 4 de junio de 1830, a los 35 años, en las montañas de Berruecos, cerca de Pasto, la Nueva Granada, la actual Republica de Colombia.
En Toñito, Sucre agoniza, porque ha recibido los disparos de la traición, de los que no querían a Bolívar, de los que no querían la Gran Colombia, de los que le afectaba la unidad y preferían la división, donde reinaban sus intereses. Ahí Sucre muestra sus afectos, amores, dolores, en fin en la vida de uno de nuestros libertadores.Es la vida de un hombre que no tuvo infancia. Que deseaba al final de sus días refugiarse, ajeno a la batalla y al dolor en los brazos de su Mariana y Teresita. Su grandeza como hombre, su humildad y destreza n la batalla, su afecto y amor a Bolívar, no le permitieron cumplir sus deseos y allí quedó huérfano en la oscura selva de Berruecos “Desvalido, una mariposa negra, grande aleteaba en su boca. Hormigas. Tenía hormigas en las manos. Qué niño se veía, hasta parecía que se le habían quitado todas las arrugas. La cara la tenía lisita... muy blanca… Qué huérfano se veía”.´
Es una obra que estremece las entretelas de los latinoamericanos porque recuerda como comenzó a cambiar la ruta social y política que había marcado y conducido Bolívar y la aparición de una serie de caudillos regionales quienes con otras banderas impusieron un incipiente imperialismo, heredado de las monarquías europeas y revitalizado por el liberalismo instalado en Estados Unidos y con la complicidad de las castas dominantes en las ex colonias hispanas en América.
Dividido en dos escenas, Toñito recuerda que Antonio José de Sucre estaba destinado, por su talento y liderazgo, a salvar la Gran Colombia y prolongar así las ideas revolucionarias de Simón Bolívar. Pero fue asesinado –uno de los tantos magnicidios cometidos en este continente- el 4 de junio de 1830, a los 35 años, en las montañas de Berruecos, cerca de Pasto, la Nueva Granada, la actual Republica de Colombia.
En Toñito, Sucre agoniza, porque ha recibido los disparos de la traición, de los que no querían a Bolívar, de los que no querían la Gran Colombia, de los que le afectaba la unidad y preferían la división, donde reinaban sus intereses. Ahí Sucre muestra sus afectos, amores, dolores, en fin en la vida de uno de nuestros libertadores.Es la vida de un hombre que no tuvo infancia. Que deseaba al final de sus días refugiarse, ajeno a la batalla y al dolor en los brazos de su Mariana y Teresita. Su grandeza como hombre, su humildad y destreza n la batalla, su afecto y amor a Bolívar, no le permitieron cumplir sus deseos y allí quedó huérfano en la oscura selva de Berruecos “Desvalido, una mariposa negra, grande aleteaba en su boca. Hormigas. Tenía hormigas en las manos. Qué niño se veía, hasta parecía que se le habían quitado todas las arrugas. La cara la tenía lisita... muy blanca… Qué huérfano se veía”.´
Es una obra que estremece las entretelas de los latinoamericanos porque recuerda como comenzó a cambiar la ruta social y política que había marcado y conducido Bolívar y la aparición de una serie de caudillos regionales quienes con otras banderas impusieron un incipiente imperialismo, heredado de las monarquías europeas y revitalizado por el liberalismo instalado en Estados Unidos y con la complicidad de las castas dominantes en las ex colonias hispanas en América.
Caballero muestra las diversas etapas de la infancia, la juventud, la adultez de Antonio José y culmina materializándolo convertido en el militar que firmó la derrota del imperio español, aquel 9 de diciembre de 1824, en el campo de Ayacucho. Ejemplar triunfador que enfáticamente advertía a sus soldados y oficiales que “la victoria no da derechos”, para impedir así los desmanes contra los vencidos y la población civil que no les era afecta. Vislumbraba así las guerras civiles que asolarían después campos y ciudades de la naciente Latinoamérica y especialmente su adorada Venezuela.
Técnicas
Explica Caballero que todo su teatro sobre personajes históricos lo ha escrito después de un proceso de investigación sobre todo del ciclo vital del personaje a través de lo económico, de lo político, de las finanzas, de lo militar, de lo social y de los diálogos y costumbres de la época. Luego, en ese moldura, viene la historia dramatúrgica en sí, el argumento encuadrado en todos los hitos reales y dialécticos que componen al personaje viviendo en un momento histórico preciso. Interviene luego la imaginación, el conocimiento de la escena, la poesía y sobre todo visitar el alma de la persona para convertirlo en dramaturgia, en arte. Todo eso está presente en Toñito, el cual construyó tras la lectura del libro De mi propia mano, que la Biblioteca Ayacucho realizó con la correspondencia del Mariscal Antonio José de Sucre, y de varias biografías sobre el personaje histórico quien fue fiel a sus principios y por esa razón lo liquidaron las nacientes oligarquías de Santafé de Bogota y Quito.
Encuentro imaginario
Técnicas
Explica Caballero que todo su teatro sobre personajes históricos lo ha escrito después de un proceso de investigación sobre todo del ciclo vital del personaje a través de lo económico, de lo político, de las finanzas, de lo militar, de lo social y de los diálogos y costumbres de la época. Luego, en ese moldura, viene la historia dramatúrgica en sí, el argumento encuadrado en todos los hitos reales y dialécticos que componen al personaje viviendo en un momento histórico preciso. Interviene luego la imaginación, el conocimiento de la escena, la poesía y sobre todo visitar el alma de la persona para convertirlo en dramaturgia, en arte. Todo eso está presente en Toñito, el cual construyó tras la lectura del libro De mi propia mano, que la Biblioteca Ayacucho realizó con la correspondencia del Mariscal Antonio José de Sucre, y de varias biografías sobre el personaje histórico quien fue fiel a sus principios y por esa razón lo liquidaron las nacientes oligarquías de Santafé de Bogota y Quito.
Encuentro imaginario
Del excelente texto original de Caballero hemos tomado este fragmento, el cual retrata a los dos personajes claves de nuestra historia en una escena que nunca se dio,pero que en el teatro si es posible.
BOLÍVAR: ¿Es que acaso alguna vez le he tratado mal, Antonio José?
TOÑITO: No, mi General.
BOLÍVAR: ¿Acaso no he sido un padre para usted, un hermano, un amigo?
TOÑITO: Muy cierto, mi General.
BOLÍVAR: ¿Acaso no he cuidado sus glorias tanto o más que las mías?
TOÑITO: Sí, mi General.
BOLÍVAR: ¿Entonces por qué carajo me hace eso?
TOÑITO: Cosas de Mariana, no fui yo.
BOLÍVAR: ¿Cómo es la vaina? Me va a decir, usted, que al vencedor de Ayacucho lo domina su mujer.
TOÑITO: Para esas cosas, me temo que sí.
BOLÍVAR: Pues no, no, y no. Yo tenía que haber sido el padrino de su hija, no otro, y menos el general Flores. No ha aprendido nada, Antonio José, nada. ¡Nada! ¿Yo no le enseñé que a las mujeres hay que contradecirlas? Si dicen sí, es no. Antonio, Antonio. Esa mujer suya, con cara de yo no fui, se le va a montar encima. ¡Le van a poner la pata en el pescuezo, Mariscal! Se lo digo yo, que si me descuido, Manuelita me pone bridas, freno y gríngolas.
TOÑITO:(ríe) Bridas, freno y gríngolas.
BOLÍVAR: Ah, y todavía se ríe.
TOÑITO: Es que a usted se le ocurren unas cosas.
BOLÍVAR: ¿Cosas? Menuda cosa. Darle como padrino a su hija, a otro que no soy yo. Seguramente que el próximo hijo que tenga, tampoco me lo dará para que lo apadrine. No, qué va. Pero por qué me lo iba a dar. ¿Quién es ese Bolívar? ¿Qué se cree? Sí, ya sé que no soy nadie en su estima.
TOÑITO: No es verdad. Jamás vuelva a decir eso.
BOLÍVAR: ¡Usted me falló, Antonio José!
TOÑITO: Nunca fui bueno para esos asuntos sociales. Mariana es la que se ocupa de esas cosas. Mariana con sus compromisos de familia, usted sabe. Yo, yo soy malo para esos asuntos, pero fíjese que el nombre de la niña lo escogí yo.
BOLÍVAR: Gran cosota. Ajá, a ver, ¿y cómo se llama la susodicha? ¿Florcita? Sí, debe ser Florcita por el general Flores.
TOÑITO: Teresa. Le puse Teresa en honor a su primera esposa, a su más caro y único amor. Teresa como su Teresa.
BOLÍVAR: Pero el próximo lo apadrino, Antonio José. Lo apadrino yo. Es una orden.
TOÑITO: No, mi General.
BOLÍVAR: ¿Acaso no he sido un padre para usted, un hermano, un amigo?
TOÑITO: Muy cierto, mi General.
BOLÍVAR: ¿Acaso no he cuidado sus glorias tanto o más que las mías?
TOÑITO: Sí, mi General.
BOLÍVAR: ¿Entonces por qué carajo me hace eso?
TOÑITO: Cosas de Mariana, no fui yo.
BOLÍVAR: ¿Cómo es la vaina? Me va a decir, usted, que al vencedor de Ayacucho lo domina su mujer.
TOÑITO: Para esas cosas, me temo que sí.
BOLÍVAR: Pues no, no, y no. Yo tenía que haber sido el padrino de su hija, no otro, y menos el general Flores. No ha aprendido nada, Antonio José, nada. ¡Nada! ¿Yo no le enseñé que a las mujeres hay que contradecirlas? Si dicen sí, es no. Antonio, Antonio. Esa mujer suya, con cara de yo no fui, se le va a montar encima. ¡Le van a poner la pata en el pescuezo, Mariscal! Se lo digo yo, que si me descuido, Manuelita me pone bridas, freno y gríngolas.
TOÑITO:(ríe) Bridas, freno y gríngolas.
BOLÍVAR: Ah, y todavía se ríe.
TOÑITO: Es que a usted se le ocurren unas cosas.
BOLÍVAR: ¿Cosas? Menuda cosa. Darle como padrino a su hija, a otro que no soy yo. Seguramente que el próximo hijo que tenga, tampoco me lo dará para que lo apadrine. No, qué va. Pero por qué me lo iba a dar. ¿Quién es ese Bolívar? ¿Qué se cree? Sí, ya sé que no soy nadie en su estima.
TOÑITO: No es verdad. Jamás vuelva a decir eso.
BOLÍVAR: ¡Usted me falló, Antonio José!
TOÑITO: Nunca fui bueno para esos asuntos sociales. Mariana es la que se ocupa de esas cosas. Mariana con sus compromisos de familia, usted sabe. Yo, yo soy malo para esos asuntos, pero fíjese que el nombre de la niña lo escogí yo.
BOLÍVAR: Gran cosota. Ajá, a ver, ¿y cómo se llama la susodicha? ¿Florcita? Sí, debe ser Florcita por el general Flores.
TOÑITO: Teresa. Le puse Teresa en honor a su primera esposa, a su más caro y único amor. Teresa como su Teresa.
BOLÍVAR: Pero el próximo lo apadrino, Antonio José. Lo apadrino yo. Es una orden.
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