El trabajo y el talento que le pone a lo que hace, colocan a Luis Fernández en un lugar importante del teatro vernáculo, provocando la natural envidia de los mediocres que no hacen nada,sino medrar. |
Luis Fernández
insiste en convertirse en otro zar del teatro venezolano y lo hace con densos montajes
para atrapar espectadores y agriarles la cena a los periodistas y críticos en
general, pero con el reconocimiento de la audiencia. Ya lo hizo, durante las temporadas de 2012 y 2013, con High
de Matthew Lombardo, trepidante drama sobre drogas, aberraciones sexuales y
el rol hipócrita de la Iglesia Católica. Y ahora acaba de adaptar, coproducir, actuar
y dirigir Chicago, el musical, rocambolesca
saga de unas mujeres delincuentes, programado en el Teatro Teresa Carreño,
teniendo a Eduardo Marturet como director de la Simón Bolívar Big Band Jazz.
Como él
lo considera, Chicago, el musical muestra como
es la ambición y el ansia de gloria de gente sin talento que recurre al
escándalo y al titular de prensa sensacionalista para figurar. Aborda el tema, siempre
vigente, del periodismo sin ética, basado
en el chisme diario, y expone en última instancia lo vergonzosa que es la
especie humana cuando esta alienada por el capital. Advierte, como lo dice su
personaje Billy Flynn (al cual encarna de gran manera), que el mundo es un
circo. “Hay que darle al público un show que genere histeria y se olvidarán de
sus miserias. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Y todo
esto además con el mejor sarcasmo, con música maravillosa y mucho brillo”.
Ambientada durante la época de la
Ley Seca, cuando estaba prohibido vender bebidas alcohólicas en
Estados Unidos (1920 y 1933), Chicago, el musical es
una comedia, con canciones y coreografías de John Kander y Fred Ebb,
libreto de Bob Fosse y el propio Ebb; debutó en Broadway en 1975 y
se mantuvo en cartelera hasta 1977. Pero desde 1996 prosigue en el
circuito teatral de Nueva York. Está basada en la obra teatral homónima, de la
periodista Maurine Dallas Watkins, quien se inspiró en crímenes que ella reseñó
para The Chicago Tribune. Su argumento, en síntesis, es una muestra
de la corrupción del sistema judicial y al concepto de "criminales
estrellas”. ¡Pero ideológicamente es otra cosa!
Muestra como es la sociedad
estadounidense y las de otros países. No deja títere con cabeza y en
ocasiones se torna misógina, pero final todo resulta ser
un circo, pues el marido cornudo de una de las protagonistas es un clown, a quién
el público venezolano identificó humorísticamente con Popy, el payaso aquel de RCTV, felizmente encarnado por Basilio
Álvarez.
De las actuaciones hay que resaltar
a la ya legendaria Natalia Martínez y a la señora Mirtha Pérez, que cantó y
actuó como nunca.
Catherine Pintos y Alfredo Pereira
son los coreógrafos responsables de un puñado de artistas del movimiento quienes
pudieron conmover a la audiencia por su virtuosismo, a pesar que les correspondió
hacerlo sobre una escenografía no apta precisamente para bailar.
En síntesis, es el fastuoso
espectáculo que creó el director Fernández lo único que hizo atractiva aquella representación de un texto que
ideológicamente está superado o al menos en Venezuela se lucha para mandarlo al
museo de la historia, por la dignificación que aquí se ha propuesto de las
mujeres y por la cual ellas batallan intensamente.
2 comentarios:
Bravo, Edgar... Gracias por mantenernos al día a los que estamos lejos...
Bravo, Edgar... Gracias por mantenernos al día a los que estamos lejos...
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