Llegó a Colombia detrás de un amor y se quedó por amor al teatro, su gran pasión. La conocimos en el rumboso Cali de los años sesenta, cuando acompañaba a Enrique Buenaventura, durante los prolegómenos del TEC. La volvimos a disfrutar en el viejo Ateneo de Caracas de los años setenta con su actuación en el memorable montaje I took Panamá, de Luis Alberto García, donde se revela como Estados Unidos había despojado a Colombia de su istmo. Y desde entonces nunca más le perdimos la huella, mucho menos cuando en 1988 hizo llave común con Carlos Giménez (Rosario, 1946/Caracas, 1993) para crear su Festival Iberoamericano de Bogotá, el cual, con el paso del tiempo, se convirtió en el más importante del continente y uno de los mejores del mundo, a pesar que trataron de saboteárselo los disociados que no quieren el progreso colombiano.
La volvimos a ver, por ultima vez, el año pasado, en la sala Anna Julia Rojas, cuando vino para tomarle el pulso al espectáculo Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, dirigido y protagonizado por Luis Fernández y Mimí Lazo. Le gustó tanto aquello, que durante este 2008 Venezuela participó en su festival bogotano, precisamente con una obra que denuncia a gobiernos genocidas y perseguidores de todos aquellos que desentona de las políticas oficiales. El éxito de los artistas criollos fue ejemplar. O sea que Fanny Mikey (Buenos Aires, 1930/Cali, 16 de agosto de 2008) también cuidó de la escena venezolana, a su manera. ¡Gracias!
Ahora esa extraordinaria mujer, actriz, directora, dramaturgista y gerente cultural -importante especialidad que no se estudia en ninguna universidad- se fue de gira... y solamente retorna en el Dia del Juicio Final. Dejó atrás una huella de 49 años de actividad cultural por Colombia y allá, en reconocimiento, la despidieron desde el Capitolio Nacional, donde se hacen las leyes que rigen al ex virreinato, por donde desfilaron sus espectadores, no los millones que tuvo, sino los que pudieron aceptar que ya no estaría trabajando más para hacerlos reír ante los malos tiempos o amar desenfadadamente a los que tienden una mano amiga o te dan una oportunidad para trabajar.
Como el gran Moliere, murió después de hacer una representación, pero en Cali, sí, la ciudad donde recomenzó su vida. Se despidió desde el escenario del Teatro Jorge Isaac con Perfume de arrabal y tango, espectáculo con un elenco de bailarines profesionales y un montaje con rojos, azules y negros, donde ella fungía de presentadora y de alma del montaje. Lo había producido y creado para festejar sus 60 de vida artística y no lo hizo más. Le fallaron los riñones y eso fue fatal. ¡Que cosa es el destino!
Ahora sus biógrafos podrán enumerar lo que hizo, enseñó y dejó. Todos coincidirán en que ahora la vida cultural colombiana será un poco aburrida, porque se marchó esa pelirroja que hizo del teatro un pan para las almas de millones de colombianos. “Cada vez que muere un artista, desaparece un guerrero de la paz”, reza su público huérfano.
La volvimos a ver, por ultima vez, el año pasado, en la sala Anna Julia Rojas, cuando vino para tomarle el pulso al espectáculo Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, dirigido y protagonizado por Luis Fernández y Mimí Lazo. Le gustó tanto aquello, que durante este 2008 Venezuela participó en su festival bogotano, precisamente con una obra que denuncia a gobiernos genocidas y perseguidores de todos aquellos que desentona de las políticas oficiales. El éxito de los artistas criollos fue ejemplar. O sea que Fanny Mikey (Buenos Aires, 1930/Cali, 16 de agosto de 2008) también cuidó de la escena venezolana, a su manera. ¡Gracias!
Ahora esa extraordinaria mujer, actriz, directora, dramaturgista y gerente cultural -importante especialidad que no se estudia en ninguna universidad- se fue de gira... y solamente retorna en el Dia del Juicio Final. Dejó atrás una huella de 49 años de actividad cultural por Colombia y allá, en reconocimiento, la despidieron desde el Capitolio Nacional, donde se hacen las leyes que rigen al ex virreinato, por donde desfilaron sus espectadores, no los millones que tuvo, sino los que pudieron aceptar que ya no estaría trabajando más para hacerlos reír ante los malos tiempos o amar desenfadadamente a los que tienden una mano amiga o te dan una oportunidad para trabajar.
Como el gran Moliere, murió después de hacer una representación, pero en Cali, sí, la ciudad donde recomenzó su vida. Se despidió desde el escenario del Teatro Jorge Isaac con Perfume de arrabal y tango, espectáculo con un elenco de bailarines profesionales y un montaje con rojos, azules y negros, donde ella fungía de presentadora y de alma del montaje. Lo había producido y creado para festejar sus 60 de vida artística y no lo hizo más. Le fallaron los riñones y eso fue fatal. ¡Que cosa es el destino!
Ahora sus biógrafos podrán enumerar lo que hizo, enseñó y dejó. Todos coincidirán en que ahora la vida cultural colombiana será un poco aburrida, porque se marchó esa pelirroja que hizo del teatro un pan para las almas de millones de colombianos. “Cada vez que muere un artista, desaparece un guerrero de la paz”, reza su público huérfano.
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