Las nuevas generaciones de teatreros venezolanos, como las que integran al grupo Kabré Teatro de Caracas, fundado y dirigido por Wilfredo Tortosa en el año 2002, ha “desempolvado” El juego de Mariela Romero (Caracas, 1948) y tras “romper” la estructura original de la pieza exhiben un exótico y creativo espectáculo en el espacio del Grupo Actoral 80, en el sótano 1 del edificio San Martín de Parque Central.
El juego, premiado en 1976 por la oficina de Prevención del Delito del Ministerio de Justicia, plasma en escena la violencia que se esconde o se maquilla en las lúdicas manifestaciones de la infancia, y para eso lleva a escena a dos “niñas”, o dos “niños”, que realizan las más insólitas tareas físicas, al tiempo que se lanzan líneas o textos preñados de ternura, de humor y, por supuesto, de refinada procacidad verbal. Todo eso convierte el escenario en un cóctel teatral en el que se va de la violencia al sadismo, sin dejar por fuera el morbo y lo grotesco.
Ver esta versión 2008 de El juego, después que haber degustado su estreno en la Sala Rajatabla, de los años setenta, según la puesta en escena que hizo Armando Gota para las actrices Martha Velazco y Mariela Romero, nos permite ponderar, una vez más, las excelencias del texto que aún conserva las claves de la violencia infantil, porque fueron bien escritas y la sociedad venezolana no ha cambiado nada, sino todo lo contrario, ya que las cargas atávicas de las familias se han incrementado, a pesar de que han pasado más 30 años, o sea unas dos generaciones, por lo menos, y eso es consecuencia de los programas violentos de la televisión, ya que ese instrumento comunicacional se ha transformado en una barata niñera, con toda la perversidad que ahí se muestra, para la infancia.
Y aquí es muy importante citar al director Tortoza quien asegura que “hace algún tiempo cuando empezaba a transitar por los derroteros del teatro, vi en la sala Rajatabla El juego, dirigido por Armando Gota y escrito por Mariela Romero, no diré que me marcó, como muchos dicen, pero si visualice la crueldad de los niños con los niños, cuando están castigados por una tremendura o a solas, jugando sus juegos fantasiosos e imaginativos, emulando el mundo de los adultos, ellos no tienen limites ni tiempo al ejecutarlos, de allí mi lectura de este texto”,esa es la explicación o el pretexto que da el director para hacer actualmente temporada con esa pieza.
Una de las novedades de este espectáculo, calificable de experimental, es que Tortosa ambientó su montaje en una especie de parque infantil japonés, con una madre que incluso usa kimono y otros aderezos propios de las mujeres de esa lejana nación.
Su trabajo es teatralmente “violento”, como mana del texto, y utiliza muy bien las bajas estaturas de sus actores y actrices para lograr ese agresivo y asombroso ritual que exige la autora. Y el cual se materializa por la entrega de Zammy Giménez, Karlina Fernández, Emilshen Acevedo, Carlos Ortega, Eliseo Pereira, Nadeska Armano y la cantante Yamilé.
El juego, premiado en 1976 por la oficina de Prevención del Delito del Ministerio de Justicia, plasma en escena la violencia que se esconde o se maquilla en las lúdicas manifestaciones de la infancia, y para eso lleva a escena a dos “niñas”, o dos “niños”, que realizan las más insólitas tareas físicas, al tiempo que se lanzan líneas o textos preñados de ternura, de humor y, por supuesto, de refinada procacidad verbal. Todo eso convierte el escenario en un cóctel teatral en el que se va de la violencia al sadismo, sin dejar por fuera el morbo y lo grotesco.
Ver esta versión 2008 de El juego, después que haber degustado su estreno en la Sala Rajatabla, de los años setenta, según la puesta en escena que hizo Armando Gota para las actrices Martha Velazco y Mariela Romero, nos permite ponderar, una vez más, las excelencias del texto que aún conserva las claves de la violencia infantil, porque fueron bien escritas y la sociedad venezolana no ha cambiado nada, sino todo lo contrario, ya que las cargas atávicas de las familias se han incrementado, a pesar de que han pasado más 30 años, o sea unas dos generaciones, por lo menos, y eso es consecuencia de los programas violentos de la televisión, ya que ese instrumento comunicacional se ha transformado en una barata niñera, con toda la perversidad que ahí se muestra, para la infancia.
Y aquí es muy importante citar al director Tortoza quien asegura que “hace algún tiempo cuando empezaba a transitar por los derroteros del teatro, vi en la sala Rajatabla El juego, dirigido por Armando Gota y escrito por Mariela Romero, no diré que me marcó, como muchos dicen, pero si visualice la crueldad de los niños con los niños, cuando están castigados por una tremendura o a solas, jugando sus juegos fantasiosos e imaginativos, emulando el mundo de los adultos, ellos no tienen limites ni tiempo al ejecutarlos, de allí mi lectura de este texto”,esa es la explicación o el pretexto que da el director para hacer actualmente temporada con esa pieza.
Una de las novedades de este espectáculo, calificable de experimental, es que Tortosa ambientó su montaje en una especie de parque infantil japonés, con una madre que incluso usa kimono y otros aderezos propios de las mujeres de esa lejana nación.
Su trabajo es teatralmente “violento”, como mana del texto, y utiliza muy bien las bajas estaturas de sus actores y actrices para lograr ese agresivo y asombroso ritual que exige la autora. Y el cual se materializa por la entrega de Zammy Giménez, Karlina Fernández, Emilshen Acevedo, Carlos Ortega, Eliseo Pereira, Nadeska Armano y la cantante Yamilé.
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