sábado, agosto 23, 2008

Cervezas y pastelitos de queso

Es larga la historia de la agrupación Rajatabla. Arrancó en el antiguo Ateneo de Caracas, durante la noche del 28 de febrero de 1971, con el evento músico-poético Tu país está feliz, creado por Carlos Giménez a partir el poemario homónimo de Antonio Miranda, además de la música de Xulio Formoso. Y ya es tan intensa y recargada de curiosas anécdotas, que los investigadores del futuro no lo van creer, especialmente, cuando saboreen las peripecias vividas por la segunda generación, o sea después de la muerte de su fundador (28 de marzo de 1993).
Con Francisco Alfaro al frente, para sobrevivir y mantener activa a la institución, especialmente, durante las difíciles y prolongadas jornadas de la primera década del siglo XXI, ellos y ellas han tenido que vender cervezas y pastelitos de queso, entre otros pasapalos, en improvisada taguara, instalada en el patio trasero del galpón que el Estado armó como sede provisional para las actividades ateneístas (durante el régimen de Luis Herrera Campins), mientras culminaba el edificio sobre el terreno de la derruida Quinta Ramia, donde ahora funciona, desde 1983, el Ateneo que preside, nominalmente, María Teresa Castillo.
Con las ganancias que deja la susodicha taguara y unos cuantos “denarios” provenientes del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el Rajatabla de Alfaro, que continúa en ese galpón, ahora maquillado por La Estancia-Pdvsa, ha organizado, durante este difícil y coyuntural año 2008, un monumental festival con cuatro nuevos autores venezolanos, seleccionados en peculiar concurso, el cual ahora prosigue con La jaula big shop, de Héctor Castro, tras haber mostrado Los dioses del sur de Vicente Lira y Contacto de Carmen García Vilar, y ha de culminar con José Amindra de Roberto Azuaje, durante el ultimo trimestre
“Con esto sólo pretendemos promover y llevar a la cartelera la nueva dramaturgia del siglo XXI, cosa que debe preocuparnos e interesarnos a todos los teatreros”, es la sobria explicación que da Alfaro a todo ese esfuerzo humano y al gasto financiero respetable, o mejor dicho a esa inmensa e invalorable inversión por el futuro del teatro nacional, que por supuesto sí lo tiene y para eso se trabaja ahora. ¡Y nosotros somos testigos!
País burdel
No es la primera vez que a Venezuela se la metaforiza en el teatro como un burdel o un bar de mala muerte ocupado por un batiburrillo de prostitutas, afeminados, borrachos y otros símbolos carnales de la economía, el aparato militar y el parapeto religioso. Ya Román Chalbaud lo hizo con El pez que fuma y después siguió La revolución de Isaac Chocrón, Rodolfo Santana enseñó su Baño de damas, Ibrahim Guerra hizo lo propio con A dos cincuenta la cuba libre y hasta José Simón Escalona se atrevió con su tropical Caligula. Y citamos esas piezas por ser las más destacadas, pero hay más obras donde el país es mostrado como un campamento petrolero donde machos y hembras sacian sus “bajos instintos” en medio de arroyos de ron, cervezas o wiskies, a la par que se emborrachan con los ritmos musicales de moda, especialmente salsa, boleros y baladas de despecho.
Gracias a la manifiesta libertad de creación que ha imperado en este país, desde los tiempos de El Benemérito, el teatro es tribuna pública para analizar exhaustivamente la conducta de sus habitantes, mostrarlos desnudos, en todos los sentidos, y ver así como sufren, aman y sueñan. Con las obras citadas se puede hacer un sensacional cóctel donde sociólogos, antropólogos y hasta psiquiatras interpretarían lo que pasó y ocurre en este país.
Y para sumarse a los aportes de esos cinco autores, llega Héctor Castro (entre sus ancestros figura el legendario general Cipriano Castro) con su contemporánea pieza La jaula big shop. Ahí retoma espacios y personajes creados por otros dramaturgos, pero los lleva a exacerbados niveles del grotesco o del esperpento hasta que termina por agotar al más paciente de los espectadores, como lo pudimos comprobar el pasado miércoles en un ensayo para la prensa.
No hay nada que asombre en La jaula big shop, pues todo se ha visto antes. Lo importante e interesante es su historia calcada de la realidad que Castro (Santa Teresa del Tuy, 1949) no sólo vio sino que tambien vivió en su población natal, donde funcionaba un monumental mall o “centro comercial” dedicado a los vicios etílicos y carnales, donde todo un pueblo vivía, trabajaba y por ende disfrutaba de aquel antro, que el dramaturgo rotuló como La jaula big shop.
La nueva jaula
Volveremos para ver La jaula big shop y disfrutarla más reposada y con menos gritos y sus personajes asentados. Mientras tanto hay que recordar que ahí participan, bajo la dirección de José Sánchez, Gerardo Luongo, Yurahy Castro, Rossana Hernández, Wolmar Coronado, Freddy Buitrago, Elvis Chaveinte, Vicente Peña, Flor Colmenárez, Ignacio Marchena, Jhonny Torres, Carlos Núñez, Miriam Pareja y Pedro Pineda. Las funciones para este nuevo “burdel teatral” serán, en la Sala Rajatabla, de jueves a sábado a las 8:00 PM y los domingos a las 6:00 PM.


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