No es novedoso que el teatro aborde la temática bélica, pero sí resulta muy satisfactorio que la dramaturga venezolana Karin Valecillos haya colaborado con cuatro minitextos sobre las carnicerías humanas de esos conflictos, tal como lo exhibe el estrujante espectáculo multidisciplinario Cuentos de guerra para dormir en paz, que el grupo Tumbarrancho presenta en el Ateneo de Caracas.
El trabajo de Valecillos es encomiable al crear cuatro miniobras enfocadas en las sagas íntimas de las víctimas de diversos conflictos: Grita Kassandra revela la historia de dos hermanas, que en medio de la separación de Yugoslavia sobreviven refugiándose en la ficción de la telenovela venezolana Kassandra, pero el fratricidio las asecha. Un chiste de las Malvinas es la paranoica reflexión de dos excombatientes de las Malvinas y sus conflictos contra sus demonios. Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini es la muerte en vida de miles de desplazados colombianos que abandonan involuntariamente sus terruños y la lucha cotidiana en un país extraño para construir un mañana incierto. Eso les ocurre en Ecuador y en esta Tierra de Gracia, pero ocasiones van hacia Europa o Estados Unidos, para hablar de aquello habría que escribir no una sino una docena de miles de piezas, porque sus cuentos hacen hueco en los estómagos de quienes las escuchan. El Medio Oriente es de Carúpano para allá ubica a venezolanas y venezolanos en el centro de una guerra lejana que sí afecta a todos los seres humanos.
Y el quinto acto es un video, El brillo, sobre “los zamuros” o enterradores de las víctimas de una guerra cualquiera, escrito, dirigido y editado por Jesús Carreño y Rober Calzadilla. Este no satisfizo por problemas técnicos no superados. Tenía que haber sido cuidado mucho más y además utilizar el color para acentuar el horror de esas hecatombes. Esto, por supuesto, que se puede mejorar y subirle su nivel de calidad, aunque ahí las tecnologías son más complejas y costosas.
En Cuentos de guerra para dormir en paz se detecta –y lo exaltamos- no sólo la abierta repulsión de sus artistas hacia los horrores de los conflictos bélicos, sino un afán de romper las estéticas convencionales que sofocan al teatro criollo. Y por eso incursionan ahora con una combinación de lo audiovisual (un video) y la música en vivo. Una evidente y positiva manifestación del talento artístico congregado en esa agrupación, de la cual esperamos más y mejores eventos teatrales. El acierto y el error serán sus lenguajes perennes hasta que logren la consagración o la fama. ¡Y después volverán a empezar... si sobreviven!
Ahí participan: Nathalia Paolini, Patrizia Fusco, Indira Jiménez, Giovanny García, Rober Calzadilla, Jesus Carreño, Elvis Chaveinte, Jesús Carreño y Ramphis Sierra, además de los músicos Abiram Brizuela, Ana Elba Domínguez, Adriana Hernández, Andre Ziri-Castro y Beiteth Briceño, todos bajo la dirección de Jesús Carreño y con la producción general de Patrizia Fusco
Pero este montaje no habría sido posible sin la hermosa entrega de todos sus histriones ahí involucrados, especialmente el acto relacionado con los desplazados colombianos, Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini, donde Giovanny García e Indira Jiménez bailan una cumbia en medio de su tragedia. Ahí el humor y la risa se transforman en ira y violencia ante el desatino que impera en las fronteras con Ecuador y Venezuela, las más importantes y las más criticas, donde lo que sucede es superior a lo que refleja la escena misma. ¡Y uno hasta lagrimea por no poder hacer nada verdaderamente contundente!
El trabajo de Valecillos es encomiable al crear cuatro miniobras enfocadas en las sagas íntimas de las víctimas de diversos conflictos: Grita Kassandra revela la historia de dos hermanas, que en medio de la separación de Yugoslavia sobreviven refugiándose en la ficción de la telenovela venezolana Kassandra, pero el fratricidio las asecha. Un chiste de las Malvinas es la paranoica reflexión de dos excombatientes de las Malvinas y sus conflictos contra sus demonios. Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini es la muerte en vida de miles de desplazados colombianos que abandonan involuntariamente sus terruños y la lucha cotidiana en un país extraño para construir un mañana incierto. Eso les ocurre en Ecuador y en esta Tierra de Gracia, pero ocasiones van hacia Europa o Estados Unidos, para hablar de aquello habría que escribir no una sino una docena de miles de piezas, porque sus cuentos hacen hueco en los estómagos de quienes las escuchan. El Medio Oriente es de Carúpano para allá ubica a venezolanas y venezolanos en el centro de una guerra lejana que sí afecta a todos los seres humanos.
Y el quinto acto es un video, El brillo, sobre “los zamuros” o enterradores de las víctimas de una guerra cualquiera, escrito, dirigido y editado por Jesús Carreño y Rober Calzadilla. Este no satisfizo por problemas técnicos no superados. Tenía que haber sido cuidado mucho más y además utilizar el color para acentuar el horror de esas hecatombes. Esto, por supuesto, que se puede mejorar y subirle su nivel de calidad, aunque ahí las tecnologías son más complejas y costosas.
En Cuentos de guerra para dormir en paz se detecta –y lo exaltamos- no sólo la abierta repulsión de sus artistas hacia los horrores de los conflictos bélicos, sino un afán de romper las estéticas convencionales que sofocan al teatro criollo. Y por eso incursionan ahora con una combinación de lo audiovisual (un video) y la música en vivo. Una evidente y positiva manifestación del talento artístico congregado en esa agrupación, de la cual esperamos más y mejores eventos teatrales. El acierto y el error serán sus lenguajes perennes hasta que logren la consagración o la fama. ¡Y después volverán a empezar... si sobreviven!
Ahí participan: Nathalia Paolini, Patrizia Fusco, Indira Jiménez, Giovanny García, Rober Calzadilla, Jesus Carreño, Elvis Chaveinte, Jesús Carreño y Ramphis Sierra, además de los músicos Abiram Brizuela, Ana Elba Domínguez, Adriana Hernández, Andre Ziri-Castro y Beiteth Briceño, todos bajo la dirección de Jesús Carreño y con la producción general de Patrizia Fusco
Pero este montaje no habría sido posible sin la hermosa entrega de todos sus histriones ahí involucrados, especialmente el acto relacionado con los desplazados colombianos, Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini, donde Giovanny García e Indira Jiménez bailan una cumbia en medio de su tragedia. Ahí el humor y la risa se transforman en ira y violencia ante el desatino que impera en las fronteras con Ecuador y Venezuela, las más importantes y las más criticas, donde lo que sucede es superior a lo que refleja la escena misma. ¡Y uno hasta lagrimea por no poder hacer nada verdaderamente contundente!
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