Para completar las 100 funciones de su estrujante espectáculo ¡Ay Carmela!, el grupo Skena se exhibe en el Ateneo de Caracas con una versión del texto de José Sanchís Sinisterra, adelantada por el director Armando Álvarez y los actores Tania Sarabia y Basilio Álvarez. Ahí se reitera ante los espectadores, una vez más, que los vivos no asimilamos las lecciones de los muertos de tantas guerras. No aprendemos nada de lo sucedido y por eso se gestan más y más conflictos y las conflagraciones continúan.
No es ¡Ay Carmela! un panfleto para exaltar tal o cual ideología. Fue escrita para marcar el 50 aniversario de la guerra civil española, para que se reflexionara y se recordaran las dos muertes de todos los ahí sacrificados. “Primero los matan y luego se les olvida", como dijera el autor. Es un poético homenaje para los que perecieron y es por eso que sus dos personajes, Paulino y Carmela, modestos actores de variedades, resucitan en el viejo teatro Goya de Belchite para mostrar lo que hacían horas antes de ser fusilados por los embrutecidos combatientes, quienes no comprendieron que esa pareja de artistas querían únicamente la paz entre todos los nacidos en la península ibérica. Y por eso los fusilaron, porque nadie quería escuchar la voz pura de dos comediantes que predican un mensaje de amor, sino aplaudir una diatriba contra el rival, más nada.
Por eso es necesario y conveniente revisar la historia, analizar minuciosamente sus acontecimientos, para impedir que retornen las matanzas. Es importante recordarlas, para que no vuelvan a resurgir. Nadie puede olvidar que la guerra española terminó el 1 de abril de 1939, con un saldo de millón y medio de victimas y la imposición de un tiránico régimen que se mantuvo hasta el 20 de noviembre de 1975 y después evolucionó hacia una monarquía democrática, impulsada por una sociedad moderna que mira hacia adelante, sin olvidar el espejo retrovisor.
Este espectáculo ha cambiado, para bien. Esta más preciso en sus actuaciones y en especial su discurso, el cual ha sido depurado y ha alcanzando una mayor interacción y organicidad con los intérpretes, aumentando así la verdad de la pieza y la contundencia del montaje. No hay desperdicio de palabras ni de gestos. Basilio y Tania juegan con el humor y además hacen sus aportes como artistas que son y logran así darle mayor contemporaneidad, además de acriollarla, sin que ellos se den cuenta, pero así lo nota el público, que sí sabe de que le hablan y lo que pasó con la historia, especialmente cuando se conoce que la escriben los vencedores y no los vencidos y además humillados.
La puesta en escena, sobria, sin mayores recursos escenográficos, salvo un telón, un banco y tres banderas (España, Alemania e Italia), está más fluida, porque hay mayor comunicación entre los actores y la audiencia.¡Pocas veces hemos visto esto en Caracas!
Lamentamos que al final que no se organicen miniforos o conversaciones entre el público y los actores, y mucho cuando es una pieza política.La interacción del cómico y su espectador ayuda mucho a ese acto de comunión que es el teatro.
No es ¡Ay Carmela! un panfleto para exaltar tal o cual ideología. Fue escrita para marcar el 50 aniversario de la guerra civil española, para que se reflexionara y se recordaran las dos muertes de todos los ahí sacrificados. “Primero los matan y luego se les olvida", como dijera el autor. Es un poético homenaje para los que perecieron y es por eso que sus dos personajes, Paulino y Carmela, modestos actores de variedades, resucitan en el viejo teatro Goya de Belchite para mostrar lo que hacían horas antes de ser fusilados por los embrutecidos combatientes, quienes no comprendieron que esa pareja de artistas querían únicamente la paz entre todos los nacidos en la península ibérica. Y por eso los fusilaron, porque nadie quería escuchar la voz pura de dos comediantes que predican un mensaje de amor, sino aplaudir una diatriba contra el rival, más nada.
Por eso es necesario y conveniente revisar la historia, analizar minuciosamente sus acontecimientos, para impedir que retornen las matanzas. Es importante recordarlas, para que no vuelvan a resurgir. Nadie puede olvidar que la guerra española terminó el 1 de abril de 1939, con un saldo de millón y medio de victimas y la imposición de un tiránico régimen que se mantuvo hasta el 20 de noviembre de 1975 y después evolucionó hacia una monarquía democrática, impulsada por una sociedad moderna que mira hacia adelante, sin olvidar el espejo retrovisor.
Este espectáculo ha cambiado, para bien. Esta más preciso en sus actuaciones y en especial su discurso, el cual ha sido depurado y ha alcanzando una mayor interacción y organicidad con los intérpretes, aumentando así la verdad de la pieza y la contundencia del montaje. No hay desperdicio de palabras ni de gestos. Basilio y Tania juegan con el humor y además hacen sus aportes como artistas que son y logran así darle mayor contemporaneidad, además de acriollarla, sin que ellos se den cuenta, pero así lo nota el público, que sí sabe de que le hablan y lo que pasó con la historia, especialmente cuando se conoce que la escriben los vencedores y no los vencidos y además humillados.
La puesta en escena, sobria, sin mayores recursos escenográficos, salvo un telón, un banco y tres banderas (España, Alemania e Italia), está más fluida, porque hay mayor comunicación entre los actores y la audiencia.¡Pocas veces hemos visto esto en Caracas!
Lamentamos que al final que no se organicen miniforos o conversaciones entre el público y los actores, y mucho cuando es una pieza política.La interacción del cómico y su espectador ayuda mucho a ese acto de comunión que es el teatro.
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