“El teatro es la manera más apasionada de comunicar algo, de generar preguntas y no respuestas. Hoy es un producto que ha conquistado un público y el cual cada día no solamente ha ganado una nueva audiencia si no a creadores y empresarios interesados en él. Sin embargo, aún estamos muy lejos de tener una plataforma como la de México y Argentina, muy especialmente por el déficit en infraestructuras y productores profesionales”.
Así piensa Marcos Purroy (Caracas, 15 de mayo de 1964), quien actualmente presenta, en el Ateneo de Caracas, su obra Hollywood Style, donde participan los actores Gonzalo Velutini, Daniela Alvarado, Luciano D´Alessandro y Luis Gerónimo Abreu, bajo la dirección de Daniel Uribe.“El teatro es la manera más apasionada de comunicar algo, de generar preguntas y no respuestas. Hoy es un producto que ha conquistado un público y el cual cada día no solamente ha ganado una nueva audiencia si no a creadores y empresarios interesados en él. Sin embargo, aún estamos muy lejos de tener una plataforma como la de México y Argentina, muy especialmente por el déficit en infraestructuras y productores profesionales”.
Su prolegómeno sucedió en un Festival de Teatro Breve que realizaban en Petare, a finales de 1987. Ahí participó con su Taima y fue premiado como autor. “Pero con Príncipe de medianoche, dirigida por Inés Muñoz Aguirre en 1988, hice mi primera incursión profesional; gracias a ese montaje y una versión que yo dirigí, es cuando Carlos Giménez me invita a participar en el Festival de Directores para el Nuevo Teatro en 1989. Participé con El desertor y así comenzó mi carrera, es decir hace 20 años”.
-¿Cuántas piezas escritas y representadas?
-Todo lo escrito ha sido mostrado. Con Taima debuté y después vinieron: Príncipe de medianoche, El desertor, Anatomía de un viaje, Mariposas sobre tu vientre, La peste del insomnio, Fingers Dedos de Goma, Lobo rojo, 900 Pánico, Cor-de-Rosa, Camino al Pasapoga, Vestidas para escapar, Todo o nada en la Sociedad de Damas y Hollywood Stilye. Son 14, por ahora, y tengo en la gaveta a 800-Paloma y Casting Express.
-¿Durante los últimos 20 años para que ha utilizado el teatro?
-Para lo único que sirve es para comunicar y generar catarsis. Pero no es fácil, porque el camino de nuestro teatro es como el de un carrito de la montaña rusa. Cuando se llega arriba hay que estar preparado para volver a bajar, tomar varias curvas y volver a subir. Pero vale la pena y creo que vamos rumbo a estabilizar ese carrito.
-¿Cuál es la situación actual del teatro criollo?
-Estamos tratando de salir de la terapia intensiva luego de haber gozado de muy buena salud a finales de los ochenta y comienzos de los noventa. La recuperación ha sido lenta, pero estamos saliendo. El factor político ha destruido las agrupaciones existentes por falta de una política cultural y ha creado nuevos proyectos que no tienen las bases necesarias para permanecer en el tiempo. Nos hemos convertidos en un “vente tú” para formar nuestros elencos y son pocas las agrupaciones que mantienen una nómina de actores. La desaparición de los grupos ha traído como consecuencia lo que llamo “la dictadura del actor”. Nuestro teatro ha pasado por tres “dictaduras” muy bien diferenciadas, primero fueron los dramaturgos (Chocrón, Cabrujas, Chalbaud, Santana, etcétera), cuando la audiencia iba al teatro para ver la última creación de los autores, pero el director y el actor eran complementos; después llegaron los directores (Giménez, Peterson, Costea, Ulive, Escalona y Gené, entre otros); todos los que iban al teatro ansiaba ver con qué sorprenderían, para ver la puesta en escena, no importaba la dramaturgia y el que mandaba era el director; ahora vivimos la del actor, únicamente interesa el histrión (Mimi, Viviana, Elba, Luis, Daniela, etcétera.); antes de producir cualquier proyecto lo primero que se discute es el elenco, luego la obra que se ajuste a ese actor o actriz y por último el director.
“Para el futuro nos espera la dictadura del productor y será allí cuando logremos tener una estructura donde el teatro será negocio. Serán esos productores los que construirán salas privadas en donde las producciones podrán estar por años, garantizando así, una plataforma laboral para todos los hacedores de esta profesión”, asegura Marcos Purroy, casado hace 21 años y padre de un varón y una hembra.
-¿Tiene compromiso social el teatro venezolano?
-Sí, definitivamente, y debería ser mayor. No como un elemento para catequizar o imprimir ideologías, si no para generar preguntas.
-¿Ha superado el teatro la muerte de Giménez y de otros artistas?
-Estamos en eso. La geografía teatral ha cambiado y creo que si Carlos o Cabrujas resucitaran serían otros, no los que conocimos en aquel entonces. Porque, seguramente, se sentarían un rato, se tomarían un café y luego se levantarían para reinterpretar al país y tratar de retratarlo en sus creaciones. Porque, definitivamente, tenemos otra Venezuela.
-¿Hasta cuando drogas y desarraigo en su teatro, lo pregunto por Fingers y Hollywood Style?
-Fue casual que mis piezas tocaran esa temática. La historia de Hollywood… se basa en un actor que se “cargó” y cayó preso por buscar ese sueño de la fama. Comencé a improvisar con dos comediantes que querían escapar del país y armé esta pieza que luego fue censurada. El teatro está lleno de perdedores, y estaban allí, en nuestra realidad del día a día, y esa es la tarea del dramaturgo: retratar a la sociedad de su tiempo. Igual pasó con Fingers, basada en los 4000 venezolanos que estaban detenidos en el exterior por ser mulas del narcotráfico. Para 1997, había en Caracas un local en donde reclutaban a universitarios para usarlos como correos del narcotráfico, así que escribí y dirigí la pieza hacia esa audiencia. Fue una experiencia maravillosa porque logramos producir preguntas en esa audiencia que había vivido en carne propia lo que ocurría en la obra. Tal cual como ocurre en Hollywood Style, el público nunca se imagina el final y termina lleno de preguntas.
lleno de preguntas.
Así piensa Marcos Purroy (Caracas, 15 de mayo de 1964), quien actualmente presenta, en el Ateneo de Caracas, su obra Hollywood Style, donde participan los actores Gonzalo Velutini, Daniela Alvarado, Luciano D´Alessandro y Luis Gerónimo Abreu, bajo la dirección de Daniel Uribe.“El teatro es la manera más apasionada de comunicar algo, de generar preguntas y no respuestas. Hoy es un producto que ha conquistado un público y el cual cada día no solamente ha ganado una nueva audiencia si no a creadores y empresarios interesados en él. Sin embargo, aún estamos muy lejos de tener una plataforma como la de México y Argentina, muy especialmente por el déficit en infraestructuras y productores profesionales”.
Su prolegómeno sucedió en un Festival de Teatro Breve que realizaban en Petare, a finales de 1987. Ahí participó con su Taima y fue premiado como autor. “Pero con Príncipe de medianoche, dirigida por Inés Muñoz Aguirre en 1988, hice mi primera incursión profesional; gracias a ese montaje y una versión que yo dirigí, es cuando Carlos Giménez me invita a participar en el Festival de Directores para el Nuevo Teatro en 1989. Participé con El desertor y así comenzó mi carrera, es decir hace 20 años”.
-¿Cuántas piezas escritas y representadas?
-Todo lo escrito ha sido mostrado. Con Taima debuté y después vinieron: Príncipe de medianoche, El desertor, Anatomía de un viaje, Mariposas sobre tu vientre, La peste del insomnio, Fingers Dedos de Goma, Lobo rojo, 900 Pánico, Cor-de-Rosa, Camino al Pasapoga, Vestidas para escapar, Todo o nada en la Sociedad de Damas y Hollywood Stilye. Son 14, por ahora, y tengo en la gaveta a 800-Paloma y Casting Express.
-¿Durante los últimos 20 años para que ha utilizado el teatro?
-Para lo único que sirve es para comunicar y generar catarsis. Pero no es fácil, porque el camino de nuestro teatro es como el de un carrito de la montaña rusa. Cuando se llega arriba hay que estar preparado para volver a bajar, tomar varias curvas y volver a subir. Pero vale la pena y creo que vamos rumbo a estabilizar ese carrito.
-¿Cuál es la situación actual del teatro criollo?
-Estamos tratando de salir de la terapia intensiva luego de haber gozado de muy buena salud a finales de los ochenta y comienzos de los noventa. La recuperación ha sido lenta, pero estamos saliendo. El factor político ha destruido las agrupaciones existentes por falta de una política cultural y ha creado nuevos proyectos que no tienen las bases necesarias para permanecer en el tiempo. Nos hemos convertidos en un “vente tú” para formar nuestros elencos y son pocas las agrupaciones que mantienen una nómina de actores. La desaparición de los grupos ha traído como consecuencia lo que llamo “la dictadura del actor”. Nuestro teatro ha pasado por tres “dictaduras” muy bien diferenciadas, primero fueron los dramaturgos (Chocrón, Cabrujas, Chalbaud, Santana, etcétera), cuando la audiencia iba al teatro para ver la última creación de los autores, pero el director y el actor eran complementos; después llegaron los directores (Giménez, Peterson, Costea, Ulive, Escalona y Gené, entre otros); todos los que iban al teatro ansiaba ver con qué sorprenderían, para ver la puesta en escena, no importaba la dramaturgia y el que mandaba era el director; ahora vivimos la del actor, únicamente interesa el histrión (Mimi, Viviana, Elba, Luis, Daniela, etcétera.); antes de producir cualquier proyecto lo primero que se discute es el elenco, luego la obra que se ajuste a ese actor o actriz y por último el director.
“Para el futuro nos espera la dictadura del productor y será allí cuando logremos tener una estructura donde el teatro será negocio. Serán esos productores los que construirán salas privadas en donde las producciones podrán estar por años, garantizando así, una plataforma laboral para todos los hacedores de esta profesión”, asegura Marcos Purroy, casado hace 21 años y padre de un varón y una hembra.
-¿Tiene compromiso social el teatro venezolano?
-Sí, definitivamente, y debería ser mayor. No como un elemento para catequizar o imprimir ideologías, si no para generar preguntas.
-¿Ha superado el teatro la muerte de Giménez y de otros artistas?
-Estamos en eso. La geografía teatral ha cambiado y creo que si Carlos o Cabrujas resucitaran serían otros, no los que conocimos en aquel entonces. Porque, seguramente, se sentarían un rato, se tomarían un café y luego se levantarían para reinterpretar al país y tratar de retratarlo en sus creaciones. Porque, definitivamente, tenemos otra Venezuela.
-¿Hasta cuando drogas y desarraigo en su teatro, lo pregunto por Fingers y Hollywood Style?
-Fue casual que mis piezas tocaran esa temática. La historia de Hollywood… se basa en un actor que se “cargó” y cayó preso por buscar ese sueño de la fama. Comencé a improvisar con dos comediantes que querían escapar del país y armé esta pieza que luego fue censurada. El teatro está lleno de perdedores, y estaban allí, en nuestra realidad del día a día, y esa es la tarea del dramaturgo: retratar a la sociedad de su tiempo. Igual pasó con Fingers, basada en los 4000 venezolanos que estaban detenidos en el exterior por ser mulas del narcotráfico. Para 1997, había en Caracas un local en donde reclutaban a universitarios para usarlos como correos del narcotráfico, así que escribí y dirigí la pieza hacia esa audiencia. Fue una experiencia maravillosa porque logramos producir preguntas en esa audiencia que había vivido en carne propia lo que ocurría en la obra. Tal cual como ocurre en Hollywood Style, el público nunca se imagina el final y termina lleno de preguntas.
lleno de preguntas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario