El sector privado de la economía venezolana no acostumbra realizar inversiones en el ámbito del espectáculo artístico o el show bussines cultural, ese que no lucra, ese que capacita o forma al público. Sus voceros, para justificar semejante indiferencia, aseveran que “esos gastos no son rentables” y “el Estado no condona, no deduce nada, o es muy poco lo que toman en cuenta”. Pero conocemos de empresas o de multimillonarios que sí dan colaboraciones o donaciones a instituciones foráneas, como museos, agrupaciones de ballet o de teatro, especialmente en Nueva York o en Miami, “porque les fascina la publicidad en inglés”. Son los que todavía visualizan a Venezuela como “un campamento petrolero, más nada” y quienes creen que “los beneficios del arte moderno tienen que ser degustados en otras latitudes”.
Todo no está perdido. Hay excepciones, como es el caso de dos venezolanas millonarias, con ojos y corazones de auténticas mecenas, quienes aportaron sus bolívares para la erección del emporio Trasnocho Cultural en el estacionamiento subterráneo de un centro comercial del este caraqueño. A ocho años de haber sido puesto en marcha, hay que reconocer las consecuencias positivas de la creación de tal empresa, tanto para artistas y espectadores que realizan o degustan espectáculos y otros eventos ahí presentados o programados. Un proyecto cultural privado que ha desarrollado talentos y acrecentado sensibilidades y conocimientos. Sin embargo, la actividad cultural, que no es crematística y exige constantes y costosos insumos, demanda una mayor participación de ciudadanos o empresarios pudientes, como ocurre en otros países, ya que no siempre los Estados y sus gobiernos están en condiciones de cubrir.
Y ahora, sin pretender celebrar tal acontecimiento, el cual es un histórico aporte de mecenazgo criollo para el desarrollo de la comunidad, el teatrero Moisés Guevara -es director de Espacio Plural y de Teatro Trasnocho, salas del Trasnocho Cultural- ha puesto en escena la comedia Educando a Rita, de Willy Russell, actuada por Alejo Felipe y Catherina Cardozo. Es un teatro social que llega ante un público educado o adiestrado en esos espacios, los cuales eran estacionamientos para vehículos de los contertulios de ese centro comercial.
¡Más vale tarde que nunca y gracias a la Internet se vence a las sombras! Es lo primero que podemos decir de Educando a Rita, pieza que internacionalizó e hizo millonario a su autor, Willy Russell (Whiston, Merseyside, Reino Unido, 23 de agosto de 1947), un hijo de obreros que primero montó una peluquería para mujeres y después fue a la universidad hasta convertirse en autor teatral de prestigio, además de ser compositor, guionista e incursionar en la novelística.
Educando a Rita, publicada en 1980 y llevada al cine tres años después, no fue su primera ni única pieza, pero lo hizo famoso. Ahí se muestra como una humilde mujer, peluquera de profesión, y con serios problemas de convivencia con su marido -la quiere preñar para amarrarla con la prole- le da un cambio definitivo a su existencia, al recibir unos cursos de literatura en una inglesa universidad abierta, llegando incluso a cambiarle la vida a su profesor, un borrachito estresado que no tenia una brújula para orientarse en los años de vida que le quedaban. Una especie de american dream pero con cultura de por medio.
En síntesis, Russell es un predicador, con éxito, de la libertad para la educación; aupador de progresistas políticas educativas para adultos; fanático de la básica educación abierta y de la educación a distancia; un importante producto del movimiento generado a partir de modernas teorías, tal como se hizo en la Open University desde 1969. En otras palabras, el ex peluquero es un verdadero revolucionario inglés. Un dramaturgo que utiliza mitos, como el de Pigmalión y Galatea, pero aquí los corporiza a la inversa.
Sin lugar a dudas, Educando a Rita, más allá de su metáfora oportuna para el actual contexto venezolano, es una comedia deliciosa que exalta el poder de la educación y el aprendizaje en seres inteligentes y capaces de cambiar o de retroceder si se equivocan, seres excluidos que luchan y triunfan. Es, para decirlo y suscribirlo con palabras ajenas, “un viaje hacia el autodescubrimiento, un cuento de hadas con final abierto, un documental social”.
Tercer montaje
Moisés Guevara vive y disfruta su cuarta década como pocos en esta alocada Caracas. En Trasnocho Cultural había exhibido Pequeños crímenes conyugales y Salieri, pero ahora se supera notablemente como puestista con su placentero espectáculo Educando a Rita, apuntalado en las excelentes caracterizaciones de la peluquera que quiere educarse (Catherina) y el aburrido profesor Fleming (compleja responsabilidad de Alejo Felipe). Asombrosa pareja de comediantes que materializan, con mucha ternura, además de trepidante ritmo, sus nada fáciles personajes. Los gastos del montaje han sido cubiertos por la institución “En el acto producciones”.
Todo no está perdido. Hay excepciones, como es el caso de dos venezolanas millonarias, con ojos y corazones de auténticas mecenas, quienes aportaron sus bolívares para la erección del emporio Trasnocho Cultural en el estacionamiento subterráneo de un centro comercial del este caraqueño. A ocho años de haber sido puesto en marcha, hay que reconocer las consecuencias positivas de la creación de tal empresa, tanto para artistas y espectadores que realizan o degustan espectáculos y otros eventos ahí presentados o programados. Un proyecto cultural privado que ha desarrollado talentos y acrecentado sensibilidades y conocimientos. Sin embargo, la actividad cultural, que no es crematística y exige constantes y costosos insumos, demanda una mayor participación de ciudadanos o empresarios pudientes, como ocurre en otros países, ya que no siempre los Estados y sus gobiernos están en condiciones de cubrir.
Y ahora, sin pretender celebrar tal acontecimiento, el cual es un histórico aporte de mecenazgo criollo para el desarrollo de la comunidad, el teatrero Moisés Guevara -es director de Espacio Plural y de Teatro Trasnocho, salas del Trasnocho Cultural- ha puesto en escena la comedia Educando a Rita, de Willy Russell, actuada por Alejo Felipe y Catherina Cardozo. Es un teatro social que llega ante un público educado o adiestrado en esos espacios, los cuales eran estacionamientos para vehículos de los contertulios de ese centro comercial.
¡Más vale tarde que nunca y gracias a la Internet se vence a las sombras! Es lo primero que podemos decir de Educando a Rita, pieza que internacionalizó e hizo millonario a su autor, Willy Russell (Whiston, Merseyside, Reino Unido, 23 de agosto de 1947), un hijo de obreros que primero montó una peluquería para mujeres y después fue a la universidad hasta convertirse en autor teatral de prestigio, además de ser compositor, guionista e incursionar en la novelística.
Educando a Rita, publicada en 1980 y llevada al cine tres años después, no fue su primera ni única pieza, pero lo hizo famoso. Ahí se muestra como una humilde mujer, peluquera de profesión, y con serios problemas de convivencia con su marido -la quiere preñar para amarrarla con la prole- le da un cambio definitivo a su existencia, al recibir unos cursos de literatura en una inglesa universidad abierta, llegando incluso a cambiarle la vida a su profesor, un borrachito estresado que no tenia una brújula para orientarse en los años de vida que le quedaban. Una especie de american dream pero con cultura de por medio.
En síntesis, Russell es un predicador, con éxito, de la libertad para la educación; aupador de progresistas políticas educativas para adultos; fanático de la básica educación abierta y de la educación a distancia; un importante producto del movimiento generado a partir de modernas teorías, tal como se hizo en la Open University desde 1969. En otras palabras, el ex peluquero es un verdadero revolucionario inglés. Un dramaturgo que utiliza mitos, como el de Pigmalión y Galatea, pero aquí los corporiza a la inversa.
Sin lugar a dudas, Educando a Rita, más allá de su metáfora oportuna para el actual contexto venezolano, es una comedia deliciosa que exalta el poder de la educación y el aprendizaje en seres inteligentes y capaces de cambiar o de retroceder si se equivocan, seres excluidos que luchan y triunfan. Es, para decirlo y suscribirlo con palabras ajenas, “un viaje hacia el autodescubrimiento, un cuento de hadas con final abierto, un documental social”.
Tercer montaje
Moisés Guevara vive y disfruta su cuarta década como pocos en esta alocada Caracas. En Trasnocho Cultural había exhibido Pequeños crímenes conyugales y Salieri, pero ahora se supera notablemente como puestista con su placentero espectáculo Educando a Rita, apuntalado en las excelentes caracterizaciones de la peluquera que quiere educarse (Catherina) y el aburrido profesor Fleming (compleja responsabilidad de Alejo Felipe). Asombrosa pareja de comediantes que materializan, con mucha ternura, además de trepidante ritmo, sus nada fáciles personajes. Los gastos del montaje han sido cubiertos por la institución “En el acto producciones”.
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