En el Teatro San Martín de Caracas –única sala alternativa y comunitaria del suroeste- comenzó la temporada 2009 con la reposición del espectáculo 80 dientes, 4 metros y 200 kilos, ejerplarmente escrito y bien dirigido por Gustavo Ott y con las precisas actuaciones de Rubén León, David Villegas, José Gregorio Martínez, Carolina Torres, Leonardo Gibbs, Jennifer Morales e Ima Sumak Carhuarapay.
Ganadora del Premio Internacional Tirso de Molina de Dramaturgia 1998, 80 dientes, 4 metros y 200 kilos no es otra cosa que “una épica expresionista sobre la culpa, el béisbol y el lenguaje”, la cual materializa la agridulce saga de tres liceístas en la urbe caraqueña de 1975 y culmina, allende las fronteras, en las postrimerías del siglo XX, en varias urbes estadounidenses. Ese trío purga un crimen no admitido o un homicidio fortuito, el cual se convierte en algo más que la sombra de la culpa que los arropa. Todos luchan, infructuosamente, por materializar sus modestos sueños existenciales y terminan transformados en guiñapos de un sistema social que no les dio mayores alternativas para crecer, sino meterse a jugar béisbol en las Ligas Mayores y fracasar por no reunir los exigentes requisitos y exhibir un ridículo average; al burdo tráfico de las drogas sicotrópicas o a la delincuencia común y corriente. Sobre ellos está el peso de tres décadas perdidas en medio de una sociedad irresponsable, insensible y nada solidaria, especie de metafórico monstruo con 80 dientes,4 metros y 200 kilos que los devora.
No es una comedia esta pieza de Ott, con la cual el Teatro San Martín de Caracas está festejando sus 16 años de labores útiles. Ahí, con una historia triple y dentro de un contexto musical y preñado de sueños, se propone una reflexión sobre el destino de un gran segmento de las nuevas generaciones, que están atrapadas por el monstruo de la publicidad engañosa y creen que la felicidad esta en tener dinero más nada, aunque para ello haya que violentar todas las normas morales y buscar los oficios que oferten las mayores ganancias económicas.
La pieza esta escrita para ser llevada al cine, utilizando los conceptos del Dogma que predican y aplican, desde 1995, los daneses Soren Kragh-Jacobsen, Kristian Levring, Lars von Trier, y Thomas Vinterberg, o sea con “un presupuesto bajo, en un pequeño país y sin un trípode”, como aquí lo hace Alberto Arvelo con éxito.
En esta ocasión, Ott ha logrado una más consistente puesta en escena, utilizando la música pop de los 70 y 80, tanto la latina y la gringa, para crear las rumbosas atmosferas donde se desenvuelven los personajes, trágicos hombres que no logran crecer y se consumen públicamente y ante la indiferencia del colectivo donde se mueven, tanto el estadounidense como el criollo.
Rubén León, David Villegas, José Gregorio Martínez, Carolina Torres, Leonardo Gibbs, Jennifer Morales e Ima Sumak Carhuarupay son los intérpretes, pero el peso duro del montaje lo tienen Villegas, Martínez y Gibbs, aunque la performance de Morales llega, en momentos, a eclipsar a los tres caraqueños crápulas que son devorados por sus remordimientos.
Ganadora del Premio Internacional Tirso de Molina de Dramaturgia 1998, 80 dientes, 4 metros y 200 kilos no es otra cosa que “una épica expresionista sobre la culpa, el béisbol y el lenguaje”, la cual materializa la agridulce saga de tres liceístas en la urbe caraqueña de 1975 y culmina, allende las fronteras, en las postrimerías del siglo XX, en varias urbes estadounidenses. Ese trío purga un crimen no admitido o un homicidio fortuito, el cual se convierte en algo más que la sombra de la culpa que los arropa. Todos luchan, infructuosamente, por materializar sus modestos sueños existenciales y terminan transformados en guiñapos de un sistema social que no les dio mayores alternativas para crecer, sino meterse a jugar béisbol en las Ligas Mayores y fracasar por no reunir los exigentes requisitos y exhibir un ridículo average; al burdo tráfico de las drogas sicotrópicas o a la delincuencia común y corriente. Sobre ellos está el peso de tres décadas perdidas en medio de una sociedad irresponsable, insensible y nada solidaria, especie de metafórico monstruo con 80 dientes,4 metros y 200 kilos que los devora.
No es una comedia esta pieza de Ott, con la cual el Teatro San Martín de Caracas está festejando sus 16 años de labores útiles. Ahí, con una historia triple y dentro de un contexto musical y preñado de sueños, se propone una reflexión sobre el destino de un gran segmento de las nuevas generaciones, que están atrapadas por el monstruo de la publicidad engañosa y creen que la felicidad esta en tener dinero más nada, aunque para ello haya que violentar todas las normas morales y buscar los oficios que oferten las mayores ganancias económicas.
La pieza esta escrita para ser llevada al cine, utilizando los conceptos del Dogma que predican y aplican, desde 1995, los daneses Soren Kragh-Jacobsen, Kristian Levring, Lars von Trier, y Thomas Vinterberg, o sea con “un presupuesto bajo, en un pequeño país y sin un trípode”, como aquí lo hace Alberto Arvelo con éxito.
En esta ocasión, Ott ha logrado una más consistente puesta en escena, utilizando la música pop de los 70 y 80, tanto la latina y la gringa, para crear las rumbosas atmosferas donde se desenvuelven los personajes, trágicos hombres que no logran crecer y se consumen públicamente y ante la indiferencia del colectivo donde se mueven, tanto el estadounidense como el criollo.
Rubén León, David Villegas, José Gregorio Martínez, Carolina Torres, Leonardo Gibbs, Jennifer Morales e Ima Sumak Carhuarupay son los intérpretes, pero el peso duro del montaje lo tienen Villegas, Martínez y Gibbs, aunque la performance de Morales llega, en momentos, a eclipsar a los tres caraqueños crápulas que son devorados por sus remordimientos.
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