El exitoso Miguel Ferrari tiene mucho que contar sobre cómo hacer cine en Venezuela |
La cifra se hace cada vez más
pequeña respecto a los costos reales de producción, incluso si una película se
filmara ahora mismo con ese monto. Pero de aquí a tres, seis o doce meses que
salga un primer adelanto, ¿qué? Lo más probable es que al ritmo de la
inflación, al final de ese lapso no alcance ni para cubrir la comida en un set
de treinta personas durante sesenta días de rodaje.
En Siete Filmes nos estamos
haciendo la misma pregunta que se hacen todas las productoras y creadores del
cine nacional: ¿qué hacer con ese dinero y nuestro sueño de un largo de
ficción? Estas son las siete propuestas que hemos venido extrayendo desde hace
un mes, de las rebanadas de cabeza que estamos haciendo para inventar formas de
arroparnos hasta donde llega la cobija.
1. Vamos a calmarnos
Nos dimos cuenta de que lo
primero es dejar de decir, como Juan Carlos Pelotudo, que “es imposible”. Clerks (1994) costó veintisiete mil dólares y recaudó
3.151.130; Eraserhead (1977) costó veinte mil dólares y recaudó siete
millones; El proyecto de la Bruja de Blair (1999) costó veinte mil
dólares y recaudó doscientos cuarenta y ocho millones; Actividad paranormal
(2007) costó quince mil dólares y recaudó ciento noventa millones. Por supuesto
que es posible, no solo hacer buenas películas de ficción de bajo presupuesto,
sino películas muy exitosas en público, crítica y recaudación, producidas con
menos de la mitad de lo que está dando el CNAC (sacándolo al dólar que lo
saques).
Claro que no todos somos David
Lynch, y el truco del found footage no sirve para todo, pero lo cierto
es que sí se puede. Lo que queda es: ¿cómo? Seguimos dándole la vuelta, pero lo
que no tiene duda es que:
2. Pongámonos a trabajar rápido
Frente a estos ejemplos, no
faltaron las objeciones en Siete Filmes: “claro, pero eso es en países sin una
inflación como la de aquí”. Y es verdad, tenemos una doble dificultad: trabajar
con pocos recursos, y tener la flexibilidad presupuestaria y la astucia para
adaptarnos a los (grandes) cambios que haya en el presupuesto desde que nos
aprueben el proyecto y vayamos al rodaje. Esto nos obliga a tener una historia
lo suficientemente sólida para que tenga un excelente resultado en las
condiciones de producción que sean. Eso nos llevó a la tercera propuesta.
3. Escribamos una tremenda historia
Entre los ejemplos de
películas con poco presupuesto y mucho éxito no metimos a la madre de todas,
que fue El Mariachi (1991), de Róbert Rodríguez, que costó siete mil
dólares y recaudó dos millones de dólares. Todo el making de esa película tiene mucho que enseñarnos sobre
cómo hacer una gran pieza con las uñas, pero fundamentalmente hay un factor que
la sostiene de principio a fin, que es una buena historia. Una película de
acción protagonizada por un pobre mariachi. Como decía Rodríguez en una entrevista en 1993:
“Me gustaría decirle a
mucha gente, especialmente a los jóvenes, que si quieren hacer una película y
no tienen mucho dinero pueden hacerla, y buena, si la historia es buena”.
4. Si baja el limón, hagamos ceviche de sardinas
La conclusión es evidente: en
lugar de rebanarnos la cabeza pensando en el presupuesto promedio del CNAC,
deberíamos estar es creando y escribiendo esa gran historia. Pero el asunto con
la historia de Rodríguez es que no es cualquier buena historia, sino una que
podía hacerse, y se fue haciendo, con lo que él tenía más a la mano: no utilizó
actores, y trabajó con las locaciones que pudo conseguir sin pagar.
La misma creatividad que hemos
tenido que emplear para atravesar la crisis de poder adquisitivo personal que
estamos pasando, hay que aplicarla al cine. ¿Qué hay en Venezuela, en nuestra
ciudad, en el pueblo de nuestros viejos, en nuestra calle, en nuestra casa, en
nuestro círculo de amistades, para hacer una buena historia? Hay que partir de
ahí para bajar esos presupuestos.
5. Convirtamos la dificultad en una ventaja
Como dijo el poeta, solo lo
difícil es estimulante. Pero fuera de toda intensidad, la verdad es que la
limitación presupuestaria nos lleva a enfrentar la realización cinematográfica
fuera de los parámetros establecidos por la industria. No sabemos exactamente
qué resultado va a tener eso, pero estamos obligados a crear un camino, si no
nuevo, por lo menos distinto, para completar un largo de ficción. Como dijo el
gurú Rodríguez: “Cuando no tienes mucho dinero estás forzado a estimular la
inventiva, y eso, y no otra cosa, es la magia y el arte de hacer películas”.
6. Busquemos otras tetas
No solo en Venezuela: el cine
latinoamericano sigue dependiendo del subsidio estatal, y de reformas
proteccionistas, análogas a la ley venezolana de Cine. Pero hay que empezar a ver eso como una base
apenas, que sea en la medida de lo posible mucho menos que la mitad del
financiamiento total. Para su fenómeno de taquilla, No se aceptan
devoluciones, el mexicano Eugenio Dérbez tuvo el financiamiento estatal.
Pero sumó a Videocine, el Grupo Financiero Imbursa, socios, colaboración con
gobierno local, la compañía Adelbrije cine y video, y su propia empresa,
Fulano, Mengano y Asociados.
En un ejemplo más desesperado,
Robert Rodríguez consiguió la mitad del presupuesto para El Mariachi,
prestando su cuerpo para experimentos médicos durante un mes, durante el que
escribió el guión, y reclutó al hombre de la camilla de al lado para trabajar
en su película. Siete Filmes estuvo averiguando para copiarnos, pero la
industria farmacéutica aquí no es tan fuerte. Igual estamos pensando otras
alternativas.
7. Dejemos de ver el cine como un gasto
Como ya comentábamos en otro
artículo, en el
paradigma de Hollywood, todo nuestro cine está en la liga del cine
independiente, en el sentido de que ni se acerca a tener una rentabilidad
proporcional a las superproducciones de la industria gringa. Pero no hay forma
de que eso empiece a cambiar, si no dejamos inmediatamente de ver el cine como
un gasto, y concebirlo como la inversión riesgosa que es, abierta a un retorno
del tamaño del riesgo asumido.
Después de todo, si una
producción promedio en España es de 2,6 millones de euros, de trescientos mil
dólares en Perú y cincuenta mil dólares en Venezuela, ¿quién está menos lejos
de recuperar lo invertido en taquilla?
Colectivo Siete Filmes
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