viernes, octubre 14, 2016

¿Cómo hacer cine en Venezuela?

El exitoso Miguel Ferrari tiene mucho que contar
sobre cómo hacer cine en Venezuela
 ¿Qué hacer? (con el último presupuesto promedio estimado por el CNAC para un largo de ficción) Cuarenta y seis millones setecientos once mil ciento setenta bolívares con catorce centavos es el último promedio de presupuesto para un largometraje publicado por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía.
La cifra se hace cada vez más pequeña respecto a los costos reales de producción, incluso si una película se filmara ahora mismo con ese monto. Pero de aquí a tres, seis o doce meses que salga un primer adelanto, ¿qué? Lo más probable es que al ritmo de la inflación, al final de ese lapso no alcance ni para cubrir la comida en un set de treinta personas durante sesenta días de rodaje.
En Siete Filmes nos estamos haciendo la misma pregunta que se hacen todas las productoras y creadores del cine nacional: ¿qué hacer con ese dinero y nuestro sueño de un largo de ficción? Estas son las siete propuestas que hemos venido extrayendo desde hace un mes, de las rebanadas de cabeza que estamos haciendo para inventar formas de arroparnos hasta donde llega la cobija.
1. Vamos a calmarnos
Nos dimos cuenta de que lo primero es dejar de decir, como Juan Carlos Pelotudo, que “es imposible”. Clerks (1994) costó veintisiete mil dólares y recaudó 3.151.130; Eraserhead (1977) costó veinte mil dólares y recaudó siete millones; El proyecto de la Bruja de Blair (1999) costó veinte mil dólares y recaudó doscientos cuarenta y ocho millones; Actividad paranormal (2007) costó quince mil dólares y recaudó ciento noventa millones. Por supuesto que es posible, no solo hacer buenas películas de ficción de bajo presupuesto, sino películas muy exitosas en público, crítica y recaudación, producidas con menos de la mitad de lo que está dando el CNAC (sacándolo al dólar que lo saques).
Claro que no todos somos David Lynch, y el truco del found footage no sirve para todo, pero lo cierto es que sí se puede. Lo que queda es: ¿cómo? Seguimos dándole la vuelta, pero lo que no tiene duda es que:
2. Pongámonos a trabajar rápido
Frente a estos ejemplos, no faltaron las objeciones en Siete Filmes: “claro, pero eso es en países sin una inflación como la de aquí”. Y es verdad, tenemos una doble dificultad: trabajar con pocos recursos, y tener la flexibilidad presupuestaria y la astucia para adaptarnos a los (grandes) cambios que haya en el presupuesto desde que nos aprueben el proyecto y vayamos al rodaje. Esto nos obliga a tener una historia lo suficientemente sólida para que tenga un excelente resultado en las condiciones de producción que sean. Eso nos llevó a la tercera propuesta.
3. Escribamos una tremenda historia
Entre los ejemplos de películas con poco presupuesto y mucho éxito no metimos a la madre de todas, que fue El Mariachi (1991), de Róbert Rodríguez, que costó siete mil dólares y recaudó dos millones de dólares. Todo el making de esa película tiene mucho que enseñarnos sobre cómo hacer una gran pieza con las uñas, pero fundamentalmente hay un factor que la sostiene de principio a fin, que es una buena historia. Una película de acción protagonizada por un pobre mariachi. Como decía Rodríguez en una entrevista en 1993:
“Me gustaría decirle a mucha gente, especialmente a los jóvenes, que si quieren hacer una película y no tienen mucho dinero pueden hacerla, y buena, si la historia es buena”.
4. Si baja el limón, hagamos ceviche de sardinas
La conclusión es evidente: en lugar de rebanarnos la cabeza pensando en el presupuesto promedio del CNAC, deberíamos estar es creando y escribiendo esa gran historia. Pero el asunto con la historia de Rodríguez es que no es cualquier buena historia, sino una que podía hacerse, y se fue haciendo, con lo que él tenía más a la mano: no utilizó actores, y trabajó con las locaciones que pudo conseguir sin pagar.
La misma creatividad que hemos tenido que emplear para atravesar la crisis de poder adquisitivo personal que estamos pasando, hay que aplicarla al cine. ¿Qué hay en Venezuela, en nuestra ciudad, en el pueblo de nuestros viejos, en nuestra calle, en nuestra casa, en nuestro círculo de amistades, para hacer una buena historia? Hay que partir de ahí para bajar esos presupuestos.
5. Convirtamos la dificultad en una ventaja
Como dijo el poeta, solo lo difícil es estimulante. Pero fuera de toda intensidad, la verdad es que la limitación presupuestaria nos lleva a enfrentar la realización cinematográfica fuera de los parámetros establecidos por la industria. No sabemos exactamente qué resultado va a tener eso, pero estamos obligados a crear un camino, si no nuevo, por lo menos distinto, para completar un largo de ficción. Como dijo el gurú Rodríguez: “Cuando no tienes mucho dinero estás forzado a estimular la inventiva, y eso, y no otra cosa, es la magia y el arte de hacer películas”.
6. Busquemos otras tetas
No solo en Venezuela: el cine latinoamericano sigue dependiendo del subsidio estatal, y de reformas proteccionistas, análogas a la ley venezolana de Cine. Pero hay que empezar a ver eso como una base apenas, que sea en la medida de lo posible mucho menos que la mitad del financiamiento total. Para su fenómeno de taquilla, No se aceptan devoluciones, el mexicano Eugenio Dérbez tuvo el financiamiento estatal. Pero sumó a Videocine, el Grupo Financiero Imbursa, socios, colaboración con gobierno local, la compañía Adelbrije cine y video, y su propia empresa, Fulano, Mengano y Asociados.
En un ejemplo más desesperado, Robert Rodríguez consiguió la mitad del presupuesto para El Mariachi, prestando su cuerpo para experimentos médicos durante un mes, durante el que escribió el guión, y reclutó al hombre de la camilla de al lado para trabajar en su película. Siete Filmes estuvo averiguando para copiarnos, pero la industria farmacéutica aquí no es tan fuerte. Igual estamos pensando otras alternativas.
7. Dejemos de ver el cine como un gasto
Como ya comentábamos en otro artículo, en el paradigma de Hollywood, todo nuestro cine está en la liga del cine independiente, en el sentido de que ni se acerca a tener una rentabilidad proporcional a las superproducciones de la industria gringa. Pero no hay forma de que eso empiece a cambiar, si no dejamos inmediatamente de ver el cine como un gasto, y concebirlo como la inversión riesgosa que es, abierta a un retorno del tamaño del riesgo asumido.
Después de todo, si una producción promedio en España es de 2,6 millones de euros, de trescientos mil dólares en Perú y cincuenta mil dólares en Venezuela, ¿quién está menos lejos de recuperar lo invertido en taquilla?

Colectivo Siete Filmes

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