Antonio y Luigi en los camerinos de su Franz y Albert.
El colofón de
aquel encuentro fue a media luz y con
música poco audible salvo para los dos caballeros que trataban de iniciar un
baile, que podría ser tango, vals o danza judía, sin preocuparse del qué dirán
de los contertulios del elegante salón literario de Berta
Fanta, en Praga, donde tenían no menos de 90 minutos intentando conocerse.
Lo más seguro es
que ese científico alemán Albert Einstein le haya dado una clase perfecta al
escritor checoslovaco Franz Kafka - empeñado en aprender a bailar como fuera- durante
la tarde de ese primaveral día de abril de 1911, porque quiso hacerlo y había surgido una amistad por encima de complejas
sensibilidades y otras humanas diferencias.
Nunca se supo si
Albert (Ulm,13.03.1879) y Franz (Praga,03.07.1883) volvieron a encontrarse o si fue verdad que se
conocieron, lo único cierto es que ahora, gracias a la magia del dramaturgo argentino Mario Diament (Buenos Aires, 17.04.1942),
esos caballeros históricos transformados en personajes teatrales volvieron a verse para dialogar sobre sus
existencias y nuevamente cerraron los 90
minutos de su reencuentro –ahora en el Trasnocho Cultural –con su insólita
danza para asombrar y conmover al publico caraqueño, además de instruirlo.
Franz y Albert en Caracas
No es frecuente encontrar
en los escenarios venezolanos una pieza basada en entes históricos
contemporáneos y menos de las proporciones del escritor Kafka y el físico Einstein.
Pero ese espectáculo se estrenó y hace temporada como Franz y Albert en el Trasnocho Cultural, muy bien dirigido por Luigi
Sciamanna, quien además actúa y hace pareja con Antonio Delli, en un correcta producción
de Queiroz Publicidad.
Es por todo eso
que recomendamos al público que pretende digerir mejor aquellos 90 minutos de
diálogos nada frívolos, una rápida revisión en la web de las biografías de tan
importantes personaje históricos, a quienes el escritor Diament ha materializado para su ficción teatral y los hace
participar en una interesantísima charla sobre la proximidad de las guerras, el
judaísmo, el sionismo, el avasallante desarrollo tecnológico y la posible destrucción
del mundo por la irrupción de artefactos de destrucción masiva.
Diament, el mismo
que ha escrito obras sobre Bolívar y San Martin, Lou Salomé y Nietzsche, Martin
Heidegger y Hannah Arendt, se leyó unas cuantas biografías y textos de Kafka y Einstein, hasta obtener la materia mágica o ese barro que le permitió crear sendos personajes:
el obscuro y genial, además de receloso y paranoico
escritor y el exitoso y optimista, además
de distendido y bonachón, otro crédulo
en las bondades socialismo, el gran científico,
autor de la teoría de la relatividad y quien
cambió para siempre los conceptos de tiempo, espacio y movimiento, además de contribuir
a la teórica desintegración del atomo y su posterior aplicación bélica. ¡Un
pecado que él nunca se perdonó!
Ni banal ni elemental
No es banal ni elemental
el contenido del diálogo teatral de Kafka y Einstein, ya que el
dramaturgo se encargó de construir cada uno los personajes con características
muy marcadas, especialmente al escritor repleto de dudas acerca de la
naturaleza humana y su angustia por la
imposibilidad de una justicia verdadera, como lo refleja a lo largo de sus cuentos y escritos, además de la taras creadas por la presencia de su padre
que le fomentaron un espantoso pesimismo acerca de su futuro personal y además de la
sobrevivencia de la humanidad.
Einstein, para
Diament, luce exitoso y optimista con respecto a la sociedad naciente del
progreso y la ciencia posibles en el siglo XX, además se muestra fascinado por
las maravillas del universo que ha ido descubierto no solo con los ojos sino
con la razón científica. Es, como se ha dicho, un jugador de la magia de salón
y hasta ensaya pasos de baile con gracia y soltura, como lo hace finalmente con
el desvalido Kafka.
En síntesis, son
dos personajes simpáticos dentro de la densa complejidad de sus características,
dos seres que no podían sospechar jamás lo que les pasaría a ellos ni a la
humanidad con dos guerras mundiales y
la irrupción de apocalípticos artefactos atómicos brotados de los conocimientos
sobre la desintegración del atomo y la salvaje aplicación de la ley de la
relatividad.
El espectáculo es
placentero de principio a fin por la dinámica
de sus diálogos y por el talento histriónico de Sciamanna y Delli, quienes
entablan una competencia para hacer digerible
todo ese cumulo de situaciones, unas sacadas de la sórdida literatura del mismo Kafka y otras de los complejos planteamientos
de la física moderna.
No hay duda del gran
aporte de Sciamanna a la dinámica del espectáculo, especialmente su kafkiano
final cuando el mismo Kafka se le monta a caballo a Einstein para relatarle y
sofocarlo con sus tragedias y sus miedos, antes de pedirle que le enseña a
bailar.
Advertimos, pues, a los lectores, eventuales espectadores
que Franz y Albert es teatro culto,
ese que no tiene desperdicio en ninguna de sus palabras y sus acciones. Es como
un espectacular crucigrama de sólidos conocimientos, de esos que se adquieren
no solo en las aulas sino en la vida misma, especialmente cuando hay pasión por
la lectura de grandes autores. ¡Enhorabuena para los productores!
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario