A 21 años de su mutis hay que revisar el teatro de este brillante caraqueño. |
Murió vivo y lo sobrevive su
vastísima obra, además de su hijo Diego, concebido con su esposa Isabel
Palacios. Nació el 17 de julio de 1937 en Caracas y le falló el corazón en
Porlamar, el 21 de octubre de 1995. Era José Ignacio Cabrujas Lofiego,
vitriólico y original intelectual que amó demasiado a esta Tierra de Gracia y
quien sí enseñó las claves de su método, cabrujiano, para interpretarla. Lo
recordamos para que nadie, inteligente y además patriota, lo borre de sus
agendas y menos en este año cuando se cumplen 21 años de su desaparición
física.
¿Si estuviese vivo y próximo a cumplir sus primeros 80 años, se habría
definido entre ser chavista o escuálido, o vivir exiliado como escritor en
Miami o en Ciudad de México, o ser simplemente un flamante y severo crítico de
la Quinta República? Estamos seguros que no hubiese sido indiferente ante lo
que ha ocurrido desde 1999.
A quienes les interese auscultar su credo político y deducir de ahí cuál
sería su comportamiento ciudadano, les recomendamos revisar algunos de sus
textos teatrales (tiene más de 15) y detenerse precisamente en el melodrama El
día que me quieras (1978), leerlo detenidamente y deducir qué proponía al
pueblo venezolano, siempre dispuesto a luchar por un proceso revolucionario. Y
si la lectura resulta aburrida, como suele ocurrir con la literatura dramática,
no queda sino esperar que otra vez Hector Manrique remonte ese espectáculo, logrado
según la puesta en escena que le hizo para la temporada del 2005, el maestro
Juan Carlos Gené.
El día que me quieras puede “leerse” como un melodrama de mujeres angustiadas en una
Caracas sometida a un poder tiránico -transcurre en 1935 y desde Maracay manda
el Benemérito- y cuyas vidas son alteradas para siempre porque las visita de
improviso el legendario Carlos Gardel en su casa de La Pastora. Y ellas además
descubren que el comunista Pío Miranda no lo es a conciencia, pero si es un
chulo, quien sin piedad ha engañado, durante diez años a su enamorada María
Luisa Ancizar, y además nunca la tocado más allá de lo permitido, porque la
biología no le funciona sino en esa histórica Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas.
HONESTIDAD REVOLUCIONARIA
¿Qué quiso predicar Cabrujas? Que un verdadero revolucionario no es
mentiroso jamás y lucha siempre por su ideología porque está plenamente
convencido de ella y no porque quiere medrar, y además no abusa de la buena fe
de quienes lo aman o creen en él. En síntesis: es el deber ser de un
revolucionario venezolano, no sólo en el año 1935 sino para siempre.
Hay, por supuesto, otras “lecturas” posibles, pero todas tienen un denominador común: la honestidad de un revolucionario nunca puede ser puesta en tela de juicio. En síntesis: Cabrujas si creía en un proceso de necesarios y profundos cambios sociales, pero los mismos tenían que contar con hombres y mujeres convencidos y no por simple moda.
Hay, por supuesto, otras “lecturas” posibles, pero todas tienen un denominador común: la honestidad de un revolucionario nunca puede ser puesta en tela de juicio. En síntesis: Cabrujas si creía en un proceso de necesarios y profundos cambios sociales, pero los mismos tenían que contar con hombres y mujeres convencidos y no por simple moda.
¿Y por qué Cabrujas metió a Gardel en esa diatriba contra los supuestos
revolucionarios? Algunos afirman que lo hizo para respetar el origen del cuento
familiar que lo impulso a pergeñar su sainete o su melodrama, otros apuntan que
es para derrumbar esos mitos de la farándula que sirven para adormecer a las
multitudes y hacerlas soñar en otros mundos supuestamente mejores. Sea lo que
sea, la presencia de esa gran estrella latinoamericana es un viento fresco que
anima a los personajes encerrados de esa casona de La Pastora, un teatro que
prosigue convocando multitudes en esta Tierra de Gracia y donde se le exhiba.
Por supuesto que también es posible una lectura plana, esa que ayuda a
la digestión y que no exige mayores complicaciones, pero estamos seguros que
ese tipo de espectadores ya no existe en este país, después de largos 400 años
de sufrida y constante vida teatral.
ESCUELA PARA LA TV
Difícilmente las nuevas generaciones de dramaturgos venezolanos podrán escribir o copiar a José Ignacio Cabrujas, pero sí hay un amplio grupo de guionistas de televisión que aprendieron de su maestro y ahora así lo demuestran. Eso lo dice el escritor y crítico Alí Rondón, quien asevera que dejó una escuela en correspondencia con el nivel de expectativas que genera la telenovela en estos tiempos. Cabrujas sostenía a pie juntillas que ese género latinoamericano por excelencia debía hacerse cada día mejor sin necesidad de transformarse en “maestrica de escuela”.
Se explayaba al decir que había llegado la hora de acabar con tantos agobios (la protagonista quedaba ciega, la arrollaba un carro, después la ponían presa). Insistía en que la audiencia también quería ver algo ameno, querían verse en términos de una gracia y un humor. Recomendaba enfatizar la construcción de un galán que tuviera tanto peso como la heroína de la historia., y que se le diera mayor peso a las subtramas secundarias para que no todo recayera sobre la historia de amor. Esa especie de decálogo suyo incluido en Y Latinoamérica inventó la telenovela (2002) finalizaba con la idea de subirles el nivel de exigencia a los actores, hacerles ver que éstos debían interiorizar, profundizar y emocionarse más al momento de construir sus personajes para un espacio dramático tan importante.
Difícilmente las nuevas generaciones de dramaturgos venezolanos podrán escribir o copiar a José Ignacio Cabrujas, pero sí hay un amplio grupo de guionistas de televisión que aprendieron de su maestro y ahora así lo demuestran. Eso lo dice el escritor y crítico Alí Rondón, quien asevera que dejó una escuela en correspondencia con el nivel de expectativas que genera la telenovela en estos tiempos. Cabrujas sostenía a pie juntillas que ese género latinoamericano por excelencia debía hacerse cada día mejor sin necesidad de transformarse en “maestrica de escuela”.
Se explayaba al decir que había llegado la hora de acabar con tantos agobios (la protagonista quedaba ciega, la arrollaba un carro, después la ponían presa). Insistía en que la audiencia también quería ver algo ameno, querían verse en términos de una gracia y un humor. Recomendaba enfatizar la construcción de un galán que tuviera tanto peso como la heroína de la historia., y que se le diera mayor peso a las subtramas secundarias para que no todo recayera sobre la historia de amor. Esa especie de decálogo suyo incluido en Y Latinoamérica inventó la telenovela (2002) finalizaba con la idea de subirles el nivel de exigencia a los actores, hacerles ver que éstos debían interiorizar, profundizar y emocionarse más al momento de construir sus personajes para un espacio dramático tan importante.
LE AGREGARON UNA S
El verdadero apellido de José Ignacio no es Cabrujas sino Cabruja. La ese (s) se la agregó el legendario periodista Lorenzo Batallan (España 28 de Octubre de 1925/ Caracas 24 de Diciembre de 1914) tras verlo en un montaje del Teatro Universitario de la UCV y redactar la respectiva reseña. Nunca aclaró porque lo hizo y el afectado tampoco reclamó y lo uso públicamente hasta el día de su muerte.
Batallan fue también el que apodó a Chalbaud, Chocrón y Cabrujas como “La Santísima Trinidad”, los artífices de El Nuevo Grupo, monumental empresa productora que durante 20 años (1968-1988) hizo el mejor teatro de texto venezolano.
El verdadero apellido de José Ignacio no es Cabrujas sino Cabruja. La ese (s) se la agregó el legendario periodista Lorenzo Batallan (España 28 de Octubre de 1925/ Caracas 24 de Diciembre de 1914) tras verlo en un montaje del Teatro Universitario de la UCV y redactar la respectiva reseña. Nunca aclaró porque lo hizo y el afectado tampoco reclamó y lo uso públicamente hasta el día de su muerte.
Batallan fue también el que apodó a Chalbaud, Chocrón y Cabrujas como “La Santísima Trinidad”, los artífices de El Nuevo Grupo, monumental empresa productora que durante 20 años (1968-1988) hizo el mejor teatro de texto venezolano.
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