La obra sigue en temporada en el teatro Nacional, sábados y domingos, a las 5PM |
La Compañía
Nacional de Teatro (CNT), liderizada por Alfredo Caldera, tomó los espacios teatrales
que ordenó construir el presidente general Cipriano Castro, el 11 de junio de
1905, en la caraqueña esquina de
Cipreses, para mostrar la conmovedora versión escénica que Ibrahim Guerra logró
del texto El pez que fuma, del emblemático cineasta, dramaturgo y director,
Román Chalbaud, la cual podrá ser disfrutada por el público durante las
funciones de las 5:00 de la tarde, los sabados y los domingos, hasta mediados
del venidero mes de abril, en el teatro Nacional.
MONTAJE 2017
De esta manera, ha
comenzado el proceso de relanzamiento de la institución fundada por el Gobierno
Nacional en el 22 de mayo de 1982, después de haberla exhibido tres veces en el
Teatro Teresa Carreño y dos en el Teatro de la Opera de Maracay, hasta tenerla a punto para el público caraqueño, con el susodicho
montaje de El pez que fuma, cuyo director Guerra no se quedó con el texto
original que Román Chalbaud estrenó en octubre de 1968,y el cual ya había sido representado
en cinco producciones anteriores, sino que lo versionó para su nueva materialización
escénica, conservando personajes y recreando además incluso situaciones y
acciones complementarias, hasta concretar así una puesta en escena espectacular
que acentúa una visión humanística conflictiva para una Venezuela que,
innegablemente, ha evolucionado durante los últimos 50 años y busca
desesperadamente un mejor destino. Nada frívola es esta pieza cuyos personajes representan
a prostitutas, borrachos, chulos y delincuentes presos, además de unos falsos
bachaqueros que son verdaderamente policías y un modesto profesor de primaria.
Pero, y hacemos
énfasis en esto, el director Guerra propuso y logró, gracias al artista Armando
Zullo, un dispositivo escenográfico que combina la cárcel y el burdel donde se desarrolla
el montaje. A la usanza del gran
director Carlos Gimenez (Rosario, Argentina, 1946-Caracas, 1993), hizo construir
una estructura escénica de tres pisos –hierro y madera -que combina los dos
atmósferas y los dos espacios donde se gestan y se desencadenan, durante 120
minutos, las patéticas acciones de este trepidante melodrama, al tiempo que
involucra a los espectadores gracias al efecto visual de una monumental puerta,
que reproduce una gran rockola.
El director Guerra, creador del hiperrealismo
teatral venezolano con su histórico montaje de A 2,50 la cubalibre (1982), ahora
“mete conceptualmente” a la platea y los dos palcos en esa monumental caja rectangular de la
cárcel y el burdel, de 10 por 11 metros, y lo hace participar a nivel conceptual
y sensorial en todo lo que ahí pasa, incluso en las fantasías orgias que se “realizan”,
con una cortina musical de tangos, rancheras y boleros como Uno, Hasta
el último trago, Preso, El día de mi suerte y En el
juego de la vida, interpretados por José
Alfredo Jiménez, Daniel Santos y Hector Lavoe, entre otros. Un montaje, pues,
que estremece a la audiencia porque es visual, auditivo y sensorial, además de
erótico, innegablemente. Un espectáculo que va más allá de una comedia criolla
o de un sainete estructuralmente, un show teatral con observaciones sociológicas
profundas.
La pieza termina
con el reemplazo de gerentes y dueños, el nuevo amante, sobreviviente, se
desposa con una meretriz que está preñada y parirá pronto, para proseguir así
con los servicios de El pez que fuma.
CUENTO Y ACTORES
La saga
de El pez que fuma, que transcurre principalmente en la tarde-noche caraqueña del 10 de
octubre del año 1968, y días siguientes es, pues, un próspero bar de copas y
prostíbulo, administrado por La Garza, quien confía en su amante de turno,
Dimas, para que deposite las ganancias en el banco; pero este es un
dilapidador del dinero ajeno y además la engaña con otras meretrices, como La
colombiana del burdel “El canario”. Desde la cárcel, Tobías, ex amante de La
Garza, conspira, y le manda un “Judas” (Juan), quien se encarga de emponzoñar
todo y enamorar a la patrona del burdel. Dimas no se deja sustituir tan
fácilmente y mata, sin querer, a la codiciada damisela; termina en la cárcel y
deberá resolver su conflicto con Tobías. Pero el argumento es más denso,
pues Chalbaud presenta a un exótico personaje, especie de astrónomo aficionado,
quien sueña, junto con su compinche, Ganzúa, un discapacitado, en viajar a los
espacios siderales, para lo cual se han inscrito en una cofradía. Son,
los únicos personajes puros, por así decirlo, quienes anhelan conocer otros países
y otros mundos, menos caóticos, más allá del burdel. Una esperanza en
lontananza sideral.
Los encargados de
darle vida a esta importante obra son Francis Rueda, quien interpreta el
personaje principal de La garza (la dueña del local), El Profesor (Luis Domingo
Gonzalez), Tobias (Ludwig Pineda), Dimas
(Jesús Hernández), Robin (Arturo Santoyo), Juan (Francico Aguana), Marlene
(Maria Alejandra Tellis), Ganzúa (Citlalli Godoy), Batman (Keudy López), Bagre (Andy
Pérez), Jacinto (Jean Manuel Pérez), Selva María (Marcela Lunar), Muñeco (Ángel Pelay) y la argentina (Aura
Rivas), además de un coro de no menos de 20 actores y actrices.
Hay que subrayar
que salvo algunos actores ya veteranos en las lides teatrales, el resto del
elenco lo integran una valiosa nueva generación, gente que en los próximos años deberán hacer el mejor teatro
venezolano posible porque están adiestrados y además recibirán instrucción especial.
Debemos resaltar, entre veteranos y nuevos, a Francis como esa Doña Bárbara que es La Garza, Luis
Domingo, Ludwig y Aura
Rivas como la sufrida hetaira apodada La argentina, y los jóvenes Arturo, Francisco (ojo con este gran prospecto actoral), Maria
Alejandra , Citlalli, Keudy, Andy (un pivote
del montaje), Jean Manuel recreando al amadamado pianista, Marcela (quien se queda con Juan, el nuevo
chulo del burdel) y Ángel (uno los clientes de aquel lupanar).
Es una muestra de que el teatro nacional sí tiene futuro y artistas en
formación.
OBSERVACIONES
Chalbaud escribió sobre personajes que habitan o visitan un burdel,
en este caso El pez que fuma,
porque son sitios donde se drenan
pasiones y se tratan de conseguir por horas ese amor que se sale no solo por la
boca. “Hay muchos sueños o anhelos que ahí se forjan o que naufragan. El poder
y el amor son las dos grandes pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy
bien marcado o definido. El teatro es un espectáculo y los venezolanos son muy
inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo reitero yo que tengo más
de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine, además de la
televisión”.
Por supuesto que debemos resaltar que en la versión de Guerra se amplía la crítica del espectáculo a
la situación de la mujer en el amor, en las relaciones familiares y en la
prostitución por necesidad, al tiempo que cuestiona la conducta de un maestro
de escuela, que fallece en
una cama del prostíbulo durante una noche loca, precipitando el epilogo de esa
fiesta lúdica y erótica que es la pieza de principio a fin, especie de mini
carnaval que se desarrolla dentro un espacio que a su vez funge de cárcel.
El público puede disfrutar de los personajes y sus acciones lúdicas
y cargadas de erotismo, una característica de esta producción, pero además
puede ir más allá y buscarle significados a los personajes, como la
dueña-gente del burdel, quien, como dice el director Guerra, “es mujer de sino trágico,
que sucumbe a sus propios deseos y a sus pasiones. Vista así, sí podría decirse
que es en sí misma un contexto de lujuria, de mando, y, a la vez, que de
entrega, de posesión. Regenta, ordena, y a la vez la vencen sus pasiones.
Siente pena, pero puede ser dura, severa. Frágil en su piedad, resulta trágica,
porque sabe que tiene una finalidad mortal que delimita su existencia”. Símbolo
de un país donde las mujeres llevan el control de los hogares y asume el rol de
los hombres cuando estos escapan o se hacen al lado y se asumen como inquilinos
de sus propios hogares.
La obra demarca un contexto histórico y social, pero no recrea la historia patria. Se desarrolla
dentro de su propia circunstancia argumental. Ese espacio-tiempo es dentro de
una Venezuela resplandeciente por el brillo petrolero, que vive la abundancia,
la riqueza y el derroche. Hay muchísimas señales en la pieza, de que pudiera
pensarse que se trata de una recreación firme de una situación país. En el
tráfico de influencias, en el ejercicio del poder a través del sexo, de las
relaciones y tratos sobre colchones desvencijados y manchados de sangre seca.
Todas podrían identificar a una Venezuela que luce corrompida, sin historia. En
este sentido, si se puede decir que la obra marca un momento histórico y
advierte que algo puede pasar en algún momento o ya está pasando, como comenta
el versionista y director Ibrahim Guerra.
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