jueves, marzo 16, 2017

Carcel y burdel en "El pez que fuma" 2017

La obra sigue en temporada en el teatro Nacional, sábados y domingos, a las 5PM
La Compañía Nacional de Teatro (CNT), liderizada por Alfredo Caldera, tomó los espacios teatrales que ordenó construir el presidente general Cipriano Castro, el 11 de junio de 1905,  en la caraqueña esquina de Cipreses, para mostrar la conmovedora versión escénica que Ibrahim Guerra logró del texto El pez que fuma, del emblemático cineasta, dramaturgo y director, Román Chalbaud, la cual podrá ser disfrutada por el público durante las funciones de las 5:00 de la tarde, los sabados y los domingos, hasta mediados del venidero mes de abril, en el teatro Nacional.
MONTAJE 2017
De esta manera, ha comenzado el proceso de relanzamiento de la institución fundada por el Gobierno Nacional en el 22 de mayo de 1982, después de haberla exhibido tres veces en el Teatro Teresa Carreño y dos en el Teatro de la Opera de Maracay, hasta tenerla  a punto para el público caraqueño, con el susodicho montaje de El pez que fuma, cuyo director Guerra no se quedó con el texto original que Román Chalbaud estrenó en octubre de 1968,y el cual ya había sido representado en cinco producciones anteriores, sino que lo versionó para su nueva materialización escénica, conservando personajes y recreando además incluso situaciones y acciones complementarias, hasta concretar así una puesta en escena espectacular que acentúa una visión humanística conflictiva para una Venezuela que, innegablemente, ha evolucionado durante los últimos 50 años y busca desesperadamente un mejor destino. Nada frívola es esta pieza cuyos personajes representan a prostitutas, borrachos, chulos y delincuentes presos, además de unos falsos bachaqueros que son verdaderamente policías y un modesto profesor de primaria.
Pero, y hacemos énfasis en esto, el director Guerra propuso y logró, gracias al artista Armando Zullo, un dispositivo escenográfico que combina la cárcel y el burdel donde se desarrolla el montaje.  A la usanza del gran director Carlos Gimenez (Rosario, Argentina, 1946-Caracas, 1993), hizo construir una estructura escénica de tres pisos –hierro y madera -que combina los dos atmósferas y los dos espacios donde se gestan y se desencadenan, durante 120 minutos, las patéticas acciones de este trepidante melodrama, al tiempo que involucra a los espectadores gracias al efecto visual de una monumental puerta, que reproduce una gran rockola.
 El director Guerra, creador del hiperrealismo teatral venezolano con su histórico montaje de A 2,50 la cubalibre (1982), ahora “mete conceptualmente” a la platea y los dos palcos  en esa monumental caja rectangular de la cárcel y el burdel, de 10 por 11 metros, y lo hace participar a nivel conceptual y sensorial en todo lo que ahí pasa, incluso en las fantasías orgias que se “realizan”, con una cortina musical de tangos, rancheras y boleros como Uno, Hasta el último trago, Preso, El día de mi suerte y  En el juego de la vida, interpretados por  José Alfredo Jiménez, Daniel Santos y Hector Lavoe, entre otros. Un montaje, pues, que estremece a la audiencia porque es visual, auditivo y sensorial, además de erótico, innegablemente. Un espectáculo que va más allá de una comedia criolla o de un sainete estructuralmente, un show teatral con observaciones sociológicas profundas.
La pieza termina con el reemplazo de gerentes y dueños, el nuevo amante, sobreviviente, se desposa con una meretriz que está preñada y parirá pronto, para proseguir así con los servicios de El pez que fuma.
CUENTO Y ACTORES
 La saga de El pez que fuma, que transcurre principalmente   en la tarde-noche caraqueña del 10 de octubre del año 1968, y días siguientes es, pues, un próspero bar de copas y prostíbulo, administrado por La Garza, quien confía en su amante de turno, Dimas, para que deposite las ganancias en el banco; pero este es un dilapidador del dinero ajeno y además la engaña con otras meretrices, como La colombiana del burdel “El canario”. Desde la cárcel, Tobías, ex amante de La Garza, conspira, y le manda un “Judas” (Juan), quien se encarga de emponzoñar todo y enamorar a la patrona del burdel. Dimas no se deja sustituir tan fácilmente y mata, sin querer, a la codiciada damisela; termina en la cárcel y deberá resolver su conflicto con Tobías. Pero el argumento es más denso, pues Chalbaud presenta a un exótico personaje, especie de astrónomo aficionado, quien sueña, junto con su compinche, Ganzúa, un discapacitado, en viajar a los espacios siderales, para lo cual se han inscrito en una cofradía.  Son, los únicos personajes puros, por así decirlo, quienes anhelan conocer otros países y otros mundos, menos caóticos, más allá del burdel. Una esperanza en lontananza sideral.
Los encargados de darle vida a esta importante obra son Francis Rueda, quien interpreta el personaje principal de  La garza  (la dueña del local), El Profesor (Luis Domingo  Gonzalez), Tobias (Ludwig Pineda), Dimas (Jesús Hernández), Robin (Arturo Santoyo), Juan (Francico Aguana), Marlene (Maria Alejandra Tellis), Ganzúa (Citlalli Godoy), Batman (Keudy López), Bagre (Andy Pérez), Jacinto (Jean Manuel Pérez), Selva María (Marcela Lunar),  Muñeco (Ángel Pelay) y la argentina (Aura Rivas), además de un coro de no menos de 20 actores y actrices.
Hay que subrayar que salvo algunos actores ya veteranos en las lides teatrales, el resto del elenco lo integran una valiosa nueva generación, gente que en los próximos   años deberán hacer el mejor teatro venezolano posible porque están adiestrados y además recibirán instrucción especial. Debemos resaltar, entre veteranos y nuevos, a  Francis  como esa Doña Bárbara que es La Garza, Luis Domingo,  Ludwig  y  Aura Rivas como la sufrida hetaira apodada La argentina, y los jóvenes Arturo, Francisco  (ojo con este gran prospecto actoral),   Maria Alejandra , Citlalli,  Keudy, Andy (un pivote del montaje), Jean Manuel recreando al amadamado pianista,  Marcela (quien se queda con Juan, el nuevo chulo del burdel)  y  Ángel (uno los clientes de aquel lupanar).  Es una muestra de que el teatro nacional sí tiene futuro y artistas en formación.
OBSERVACIONES
Chalbaud  escribió sobre personajes que habitan o visitan un burdel, en este caso El pez que fuma, porque  son sitios donde se drenan pasiones y se tratan de conseguir por horas ese amor que se sale no solo por la boca. “Hay muchos sueños o anhelos que ahí se forjan o que naufragan. El poder y el amor son las dos grandes pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy bien marcado o definido. El teatro es un espectáculo y los venezolanos son muy inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo reitero yo que tengo más de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine, además de la televisión”.
Por supuesto que debemos resaltar que en la versión de Guerra  se amplía la crítica del espectáculo  a la situación de la mujer en el amor, en las relaciones familiares  y en la prostitución por necesidad, al tiempo que cuestiona la conducta de un maestro de  escuela,    que fallece en una cama del prostíbulo durante una noche loca, precipitando el epilogo de esa fiesta lúdica y erótica que es la pieza de principio a fin, especie de mini carnaval que se desarrolla dentro un espacio que a su vez funge de cárcel.
 El público puede disfrutar de los personajes y sus acciones lúdicas y cargadas de erotismo, una característica de esta producción, pero además puede ir más allá y buscarle significados a los personajes, como   la dueña-gente del burdel, quien, como dice el director Guerra, “es mujer de sino trágico, que sucumbe a sus propios deseos y a sus pasiones. Vista así, sí podría decirse que es en sí misma un contexto de lujuria, de mando, y, a la vez, que de entrega, de posesión. Regenta, ordena, y a la vez la vencen sus pasiones. Siente pena, pero puede ser dura, severa. Frágil en su piedad, resulta trágica, porque sabe que tiene una finalidad mortal que delimita su existencia”. Símbolo de un país donde las mujeres llevan el control de los hogares y asume el rol de los hombres cuando estos escapan o se hacen al lado y se asumen como inquilinos de sus propios hogares.
La obra demarca un contexto histórico y social, pero no   recrea la historia patria. Se desarrolla dentro de su propia circunstancia argumental. Ese espacio-tiempo es dentro de una Venezuela resplandeciente por el brillo petrolero, que vive la abundancia, la riqueza y el derroche. Hay muchísimas señales en la pieza, de que pudiera pensarse que se trata de una recreación firme de una situación país. En el tráfico de influencias, en el ejercicio del poder a través del sexo, de las relaciones y tratos sobre colchones desvencijados y manchados de sangre seca. Todas podrían identificar a una Venezuela que luce corrompida, sin historia. En este sentido, si se puede decir que la obra marca un momento histórico y advierte que algo puede pasar en algún momento o ya está pasando, como comenta el versionista y director Ibrahim Guerra.


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