¡Ganamos
todos! Sí, es así. Artistas, público e institución coproductora salieron
beneficiados con la organización y realización del Tercer Festival de Jóvenes
Directores Trasnocho. Evento desarrollado, entre el 13 de enero y el 12 de
marzo de 2017, en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural de Caracas, con la
participación de ocho espectáculos teatrales liderizadas por Johnny Romero
(24), Greymar Hernández (30), Pedro Indriago (24), Juan Bautista (28), Carlos Fabian
Medina (24), Axel Valdivieso (20), Rafael Barazarte (23) y Jesús Navas (25).
CUATRO PIEZAS VENEZOLANAS
Como
vimos cada uno de los montajes podemos referirnos y exaltar la totalidad de la valiosa
y ejemplar capacidad de producción de los ocho directores y sus respectivos
equipos técnicos y artísticos. Dan envidia, más allá de cualquier valoración
estética posible, esos montajes como Casa
de sangre y cenizas, Adiós a todos,
Recordando con ira, De alta, Tom en la granja, El
triciclo, Comegato y Cría de canguros. Son innegables pruebas
de una monstruosa capacidad de trabajo y de entrega profesional, pruebas de que
el teatro de este país otra vez va por buen camino ya que tiene mujeres y
hombres que si creen en lo que hacen, más allá de matices ideológicos que
puedan tener, son muestra de eso que nos
han querido devaluar y rematar: la
venezolanidad por encima de las artificiales divisiones, la venezolanidad que ha
costado, y seguirá costando, mucha sangre y muchas lágrimas, pero también mucho
trabajo colectivo, que es la gran enseñanza. Ganó el país y para reiterarlo con
un solo concepto: ganó la patria.
El venezolano
José Gabriel Núñez escribió Casa de sangre
y cenizas, inteligente y barroco alegato contra el fascismo y la homofobia
por intermedio de un fantástico viaje al reciente pasado venezolano. El director
Romero así lo entendió y luchó para darle vida a la densidad de esa obra y entregarle
al público una lectura fácil y aleccionadora. Juan Carlos Lira cumplió a cabalidad
en su siniestro rol de Faustino Alvarado.
El
español Luis García–Araus presto su pieza Adiós
a todos para que la directora Hernández
trabajara la materialización del agudo
drama social de una familia venezolana, donde la droga destruye las relaciones
filiales y propicia el abandono del padre y el alcoholismo de la madre,
afectado a un menor que debe aventurarse en otro núcleo familiar menos agresivo.
Es el espectáculo más conmovedor por su cruda temática. Resaltamos la actuación
de Karlina Fernández como el cuasi abandonado Miguel.
Recordando con ira, del
británico John Osborne, mostró un complejo conflicto de clases sociales que pone
a prueba la sobrevivencia de dos parejas que luchan para amarse por encima de agudas
crisis económicas en una sociedad que no da tregua. Un texto que el director Indriago
trató de materializar para convencer a la audiencia. John González fue el histrión
más favorecido con su performance.
De alta,
del venezolano Palencia, plasma las dificultades existenciales de un joven con
HIV, quien, tras un intento de suicidio por un amor no correspondido, debe
asumir que está solo y elegir lo que debe hacer con su vida. Difícil texto por
su temática y mucho más porque el director Bautista altera la secuencia de la
ecuación dramática aristotélica, un experimento nada despreciable que reta al
público. Irving Gutiérrez y Fernando Azpúrua hacen sobrevivir a sus complejos
personajes.
Se
estrena en Venezuela la impactante pieza de amor homosexual Tom en la granja del canadiense Michel
Marc Bouchard, donde la homofobia logra complicar la vida de un publicista que
ha perdido a su pareja y pretende refugiarse en la familia campesina del difunto
amante. El director Medina da muestras de ser un director ambicioso y valiente,
quien se apoya en las convincentes performances de lo actores Gabriel Agüero,
Elvis Chaveinte y Haydée Faverola. Es, para nosotros, el espectáculo más
logrado.
El triciclo es
la menos importante pieza del español Fernando Arrabal porque su absurdo está superado
por los franceses y el director Valdivieso no logró venezolanizar completamente
la anécdota ni a los personajes, aunque contó con actores versados como Adolfo
Nitoli, Rafael Monsalve y Eulalia Siso.
El venezolano Gustavo Ott, quien experimenta
con la estructura dramática y tiene algunos aciertos, propone en Comegato una reflexión sobre la
violencia refinada de unos ladrones de niños y como sus contradicciones
existenciales los lleva a la ruina de sus proyectos. El diredtor Barazarte no
tuvo miedo a la audacia de la técnica del dramaturgo y construyó una puesta en escena
atractiva, contando con el desenfado de sus comediantes: Ana De Sousa, Eduardo
Pinto y Luis Ernesto Rodriguez. Es un espectáculo que conmueve por su verismo
escénico.
Y la
perla del Festival es la obra Cría de
canguros de la venezolana Karin Valecillos, quien aborda, sin miedo y con
mucho cariño, el drama de los venezolanos que estudian o analizan la
posibilidad de autoexiliarse. El director Navas contó con un buen cuarteto de
cómicos que disfrutaron de sus personajes, un tanto jugados dentro de la
filosofía vitalista de Albert Camus, como son Graciela Augusta Rodríguez, Luis
Palmero, Aquiles Herrera y Claudia Rojas, todo eso en medio de la música
caribeña que fluye y estimula sus venas. Es un espectáculo que obliga a pensar
en el ostracismo, el exilio y el autoexilio, tres palabras que anuncian la
soledad del ser humano que se atreva.
FUTURO QUE SE VIENE
Estos
ocho trabajos pueden mejorar y alcanzar niveles insospechados de calidad,
lamentablemente sus hacedores trabajaron contra el tiempo y superando la
carencia de recursos económicos, pero lograron demostrar sus talentos y cumplieron
así sus compromisos. Todos son, pues, ganadores, aunque solo dos se llevan
trofeos o premios, cosas del teatro, pero todos tienen talento y calidad de
trabajo, dignos de mejor suerte.
Por
supuesto que la competencia solo tiene dos premios: sendas temporadas de tres
semanas para dos de los ocho puestistas con sus espectáculos. Pero más allá de
esos jóvenes y sus conjuntos victoriosos está el innegable e invalorable hecho
artístico de que el teatro venezolano cuenta ahora con otros nuevos ocho
directores de escena, quienes trabajarán siempre para enriquecer a la cultura
teatral nacional. Así lo soñamos y así lo creemos. ¡Suerte muchachos!
Y
para Trasnocho Cultural solo puede haber felicitaciones por creer en el nuevo
talento teatral y por correr ese monumental riesgo. Va por el camino del viejo
Ateneo de Caracas y del Rajatabla que fundó y comandó Carlos Giménez, además
del histórico Nuevo Grupo. ¡Así también se hace patria!
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