La boda en San Juan ,años 70. |
Rodolfo
Santana gustó, amó y fue amado por las mujeres como muy pocos varones de
su generación lo consiguieron, desde su madre Aura Salas, que le hacía las muñecas
de trapo para sus piezas teatrales, hasta Valentina Quintero que le descubrió Venezuela,
pasando por Gladys Rodríguez, su primera esposa y madre de Roberto, y Camille Carrión
que fue su musa. Lo recordamos ahora porque en San Juan de Puerto Rico alistan la
publicación de la que sería su última obra, una especial compilación de cartas
de amor.
Diario
de amor/Cartas de amor de Rodolfo Santana con comentarios de Camille Carrión, es, pues, una publicación, de unas 300 páginas
que reúne no menos de 200 misivas y fotos del dramaturgo (Caracas; 25 de octubre de 1944/Guarenas, 21 de
octubre de 2012), que su musa boricua ha querido hacer conocer.
Cuenta que se llama Camille Carrión. “Soy puertorriqueña,
madre, actriz, productora de teatro y televisión e instructora de meditación,
ayurveda y yoga. He tenido una vida privilegiada. Tuve dos padres que me adoraron
y me apoyaron siempre y una familia que me ha rodeado de amor. Mi hija es la
hija que toda madre desearía tener y nuestra especial relación es lo más importante y
preciado que tengo en mi vida. En mi trabajo he tenido grandes éxitos y he
tenido la dicha de poder ganarme bien la vida haciendo lo que más me apasiona.
Y como si todo
esto fuera poco, he sido amada intensamente por hombres maravillosos”.
“Han sido cuatro las relaciones importantes en mi vida. Tres de ellas
culminaron en matrimonio. Mi primer esposo fue Gabriel Suau, español, padre de
mi hija Paloma y gran ser humano al que siempre querré y estaré agradecida…
sobretodo porque me dio lo que más valoro en este mundo. Mi segundo marido fue Rodolfo
Santana, dramaturgo y escritor venezolano. El tercero fue Glenn Monroig, puertorriqueño,
cantante y compositor talentosísimo con quien viví durante 22 años, 12 de ellos
casados. Mi última pareja fue José Gilberto Molinari (Moli), reconocido
publicista y director de teatro. Nuestra relación surgió de la amistad y de un
antiguo noviazgo. Aunque a punto de casarnos nunca lo hicimos. Gracias a Dios
he podido transmutar el amor y la pasión que sentí hacia todas estas personas
tan importantes en mi vida por un cariño entrañable que les tendré hasta el fin
de mis días”.
“Mi segundo marido, Rodolfo y yo nos conocimos bajo unas circunstancias
difíciles. Él vivía en Venezuela y no tenía mucho dinero y yo estaba recién divorciada,
sola, con una hija de 2 años residiendo en Nueva York. Nos enamoramos
perdidamente en esa ciudad y durante los siguientes 18 meses
tuvimos que mantener ese amor vivo mediante cartas, llamadas y visitas esporádicas”.
“Es preciso recordar que para esa época (1974) no existía el internet,
ni Skype, ni email. Las llamadas telefónicas internacionales eran carísimas y
para lograr comunicación con un país extranjero había que llamar a la
operadora, dar el número que querías conseguir, y luego sentarte a esperar a
que te llamara de vuelta y te comunicara si es que estaba la persona… Si no
estaba, no había manera de que supiera que habías llamado… no existían aún las
máquinas para dejar mensajes en el teléfono”.
“Así que las cartas eran nuestra forma principal de comunicación.
Tratábamos de escribirnos todos los días… a mano o a máquina. Y cuando digo
máquina, digo máquina de escribir. No existían las computadoras ni las
impresoras caseras. Si querías hacer copia de algo usabas papel carbón. Si te equivocabas,
hacías una tachadura y seguías, porque si no, había que volver a empezar”.
“Confieso que recuerdo esos tiempos con nostalgia. Poder comunicarse instantáneamente con cualquier persona, no importa
dónde esté y hasta poder verla mientras le hablamos es algo maravilloso y
milagroso que nos ha traído este nuevo siglo, pero la ilusión y la esperanza
que sentía al abrir el buzón todos los días, la decepción si estaba vacío o la
enorme alegría al encontrar en él la carta (o cartas) que esperábamos, le daba a la
vida una intensidad que no compara con una llamada en Facetime”.
“Siempre guardé sus cartas. Primero, porque como era escritor me
parecía históricamente importante conservarlas, pero sobre todo por lo hermosas
que eran. Las conservé casi todas y al finalizar la relación las puse (cerca de
200) en una caja de zapatos que almacené en un armario y olvidé. Nuevos amores,
mudanzas muchas, y cada vez, la caja se trasladaba de un lado a otro sin que
las cartas se releyeran. Con los años pasaron a estar agarradas por una banda
de goma para poder acomodarlas mejor entre los álbumes de fotos y los recuerdos
que se iban acumulando en cajas y gavetas. Pero nunca se me ocurrió releerlas”.
“Y ya ni me acordaba que las tenía. Hacía tiempo que no las veía y en
mi última mudanza no recuerdo haberlas empacado. Un día recibí una llamada de
mi prima Cecilia para decirme que entre una serie de cajas con libros de mi
madre que yo le había enviado había encontrado una caja mía llena de fotos y recuerdos.
Como estaba segura me interesaría
recuperarlas y me la había enviado por correo”.
“Llegó la caja y la abrí con mucha curiosidad. Gracias a Dios no se
perdió. Tenía todos los recortes de cuando protagonicé “Sonrisas y lágrimas”
(Sound of Music) en España y Puerto Rico, muchas fotos importantes y… las
cartas de Rodolfo”.
“Por curiosidad escogí una al, azar para leerla y recordar aquellos
tiempos y…entonces agarré otra y otra y otra… no podía parar de leer. De repente
a mis 70 años alguien me estaba enamorando de nuevo. Leí sus cartas y me volví
a sentir joven e ilusionada. ¡Recordé tantas cosas! ¡Reviví tantas sensaciones!”
“Y me di cuenta que estas cartas tienen un gran valor. No solo para mí
sino para el mundo literario. Rodolfo fue un escritor reconocido no solamente
en Venezuela sino en muchos países donde montaron sus obras y publicaron sus libros.
Obtuvo una gran cantidad de premios por sus trabajos. El teatro de Rodolfo por
lo general consistía de obras serias, profundas, oscuras, de contenido social y
político. Pero este Rodolfo de mis cartas de amor solamente lo conocía yo… Este
Rodolfo romántico, ilusionado, apasionado, supersticioso, con un gran sentido
del humor y una imaginación sin límites, era desconocido”.
“Y comencé a considerar la posibilidad de publicar sus cartas. Fue una
decisión difícil. Sobre todo, porque equivalía poner a la vista pública una
serie de intimidades que por lo general se mantienen privadas. El sexo jugó una
parte muy importante en nuestra relación y de repente publicar todo lo que pasó
entre nosotros me llenaba de pudor”.
“Consideré omitir los segmentos sexuales más fuertes, pero eso hubiera
truncado la parte más importante de nuestra relación y sus cartas habrían
quedado a medias. No podía hacerle eso. O las publicaba como estaban o las
guardaba nuevamente y mi Rodolfo enamorado quedaría escondido para siempre”.
“Decidí preparar el libro y entregárselo a algunas amistades queridas
que respeto por sus conocimientos literarios a ver qué opinaban acerca, no solamente
del contenido sexual, sino también de lo interesantes que le pudieran resultar
estas cartas a alguien que no tuviera un interés personal en el romance. Por
necesidad las cartas tienden a ser un poco repetitivas, aunque él hacía lo
indecible por mantenerme interesada creando personajes y tejiendo sus “mil y
una noches” a mí alrededor. Todas las personas que leyeron el libro estuvieron
de acuerdo en que lo debía publicar y me dieron una gran cantidad de consejos y
ayuda. A todos les estoy muy agradecida por el tiempo y el amorque le dedicaron”.
Y aquí están. Tal y como él las escribió. Estas cartas que me han
vuelto a enamorar. Que me han hecho
sentir que nuevamente tengo 29 años y alguien me ama y me desea de esa manera.
Y pienso en las vueltas que da la vida. ¿Por qué las releí ahora? ¿Por qué no
hace diez o quince años cuando él estaba aún vivo? Tal vez, si hubiera releído sus cartas
entonces, me hubiera vuelto a enamorar como lo he hecho ahora; quizás nos
hubiéramos amado nuevamente y ¿quién sabe? posiblemente mis cuidos y el amor
hubieran evitado que falleciera…”
“Pero fue ahora. A mis 70 años. Este regalo lo he recibido ahora y lo
comparto con ustedes. A las mujeres les sugiero que se imaginen en mi lugar y
que vivan vicariamente lo que sentía yo al leer sus palabras tan llenas de
pasión… Son las palabras que toda mujer desea que le diga su enamorado. A mí me
las dijeron y es ahora que verdaderamente las sé apreciar. A los hombres les
sugiero que las lean y aprendan cómo hablarle a una mujer para volverla loca de
amor y pasión. Cómo compartir todo lo que sienten en vez de encerrarse en un
“no me ocurre nada” o en un “tú sabes ya lo que siento… no tengo por qué
decírtelo a cada momento”.
“Tuve grandes problemas. Primero el de su letra, que es muy difícil de
entender, y luego el hecho de que nunca fechó sus cartas. He tenido que
reconstruir todo lo que sucedió y como no tengo buena memoria no ha sido tarea
fácil”.
“La historia es él quien la cuenta él, a través de sus cartas. Solo me
inserto en letra oscura para clarificar un poco lo que estaba sucediendo, ya
que las cartas mías, aunque sé que él las guardaba, no creo que aún existan”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario