En los años 1981 y
1993 hicieron “mutis por el foro” dos artistas teatrales importantes para las
artes escénicas criollas. El primero era
Marco Antonio Ettedgui y el otro fue el “pirata del sur”, como lo apodaron sus
rivales, Carlos Giménez, esteta y gerente sin igual, fundador y productor de los los ocho Festivales Internacionales Teatro de Caracas y del grupo Rajatabla, menguada institución que ahora gerencia una sala ubicada en el patio trasero de Unearte.
Nosotros, sobre Giménez,
pudimos "confeccionar" sendos librs con recortes de prensa y una serie de documentos
suyos, así como un conjunto de cartas personales y textos para conferencias, los cuales hemos publicado con los títulos Carlos Giménez: Tiempo y Espacio y Carlos Giménez: Antes y Después.
Pero el nombre de Marco
Antonio Ettedgui puede que no sea muy popular en nuestros tiempos. Quienes sí
tienen conocimiento sobre él, suelen recordarlo como aquel hombre joven que
murió cuando la joven Julie Restifo, por accidente, lo mató durante la
representación de Eclipse en la casa grande, obra
teatral de Javier Vidal en la Sala Rajatabla (Caracas, 1981), durante un lamentable suceso con la baqueta de un fusil napoleónico que lo atravesó.
Otros conocen a Ettedgui
por haber sido un destacado dramaturgo y actor venezolano. “Él tenía una
conexión con las artes plásticas, performance, arte corporal, video, y radio;
una mezcla muy compleja con un conocimiento del hecho escénico tal, a pesar de
ser tan joven”.
Ettedgui nació en
Caracas durante 1958. Estudió Comunicación Social, carrera que relacionó con el
teatro. Fue columnista del diario El
Universal en la sección cultural, desde 1980. También fue columnista de El Carabobeño y de la revista Sunshine.
Así se expresó
Carlos Dimeo, un intelectual venezolano-argentino quien tiene, precisamente, un
doctorado en Ciencias Sociales Mención Estudios Culturales de la Universidad de
Carabobo, sobre Ettedgui. Su amor hacia el teatro lo llevó a realizar una
investigación que tardó cuatro años en terminar para plasmarla, tiempo después,
en el libro Marco Antonio Ettedgui: Poéticas teatrales Pos (t) modernas:
Sacralización y Carnavalización / Dialogismo y Polifonía”.
Sin embargo, Marco
Antonio Ettedgui, a pesar de haber comenzado en el teatro cuando tenía 17 años,
se codeó con estos dramaturgos a tal punto de “rejuvenecer” al teatro
venezolano. “Gracias a Ettedgui se marcó una vanguardia en Venezuela,
transformando al país en el frente del movimiento cultural de Latinoamérica”,
expresó Dimeo.
El libro de Dimeo,
estructurado como cuaderno de bitácora en el contenido de las páginas, se
adentra a la teoría y discusión epistemológica que sistematiza la producción de
Ettedgui dentro de su trayectoria en eventos, acciones, y piezas teatrales,
elementos que expanden un análisis de las poéticas y textos que se convierten
en sacralización, ritualización y carnavalización (dos de ellos expuestos en el
título de la obra).
Dimeo explica que
para Ettedgui el tiempo y espacio como relación dentro de una escena no se refiere
a un tiempo y un espacio “que pudiéramos llamar concreto o histórico”, según su
visión y posterior definición, sería “mítico y mágico”, tal afirmación le da
cabida a lo irreal en el teatro.
Dimeo afirma
que todo esto permite enlazar el teatro
de Ettedgui con el simbolismo, las vanguardias históricas y también con la
dimensión idealista que representan los rituales ancestrales del teatro
latinoamericano puesto que le hacen frente a la visión realista y objetivista
del mundo a través de una trinchera suprasensible que se aleja de la realidad
circundante.
Dimeo plantea que
el teatro venezolano merece ser difundido y más aún si se trata de
Ettedgui debido a que estuvo en la punta de la vanguardia teatral del país y
Latinoamérica, tanto así, que en Argentina, Colombia y México, utilizan hoy en
día el vídeo, la proyección de imágenes, el doblaje y el uso del cuerpo humano
como objeto de representación dentro de las obras, propuestas provenientes de
su creatividad, las cuales fueron llevadas por él en su época “a una perfección
inusitada”.
Dimeo confesó haber
sentido su presencia cuando creyó que la investigación pudo haber fracasado.
“No soy místico, quizás fue a través de tus textos y obra, pero tuve una
conexión”.
Quedan,pues, tres libros para que las memorias de Ettedgui y Giménez no se las lleve el tiempo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario