Nicolás Curiel
Los muertos que vos
matáis, gozan de buena salud, dice la conseja popular y lo recordamos ahora para
referirnos sobre Nicolás Curiel, artista clave en la historia del teatro venezolano,
especialmente el caraqueño.
“El teatro es
transcripción de la vida, espejo de la naturaleza, como enseña (Shakespeare),
pero ese reflejo fiel se logra a través de medios específicos: no fabricando
una realidad falsa sino haciendo haciéndola más real aun destacando su esencia
gracias al prestigio del arte. Sobre la escena nada de superfluo, sólo lo
estrictamente necesario al actor: el tablado por dónde camina, los trajes con
que se viste, la silla o el banco en que se sienta, la mesa en que escribe, y
la luz: el juego del día y de la noche”.
Así lo escribió, el
director Nicolás Curiel en el programa de mano de su espectáculo Don
Juan Tenorio, de José Zorrilla, el cual a las nueve de la noche del martes
9 de abril de 1957 relanzó al Teatro Universitario de la Universidad Central de
Venezuela, en el Aula Magna. ¡Historia pura!
Ahí comenzó el TU su
aporte para el desarrollo de las artes escénicas a lo largo de los siguientes
años. Después fue absorbido por la burocracia y convertido en otro grupo
estudiantil más, pero su aporte original nadie se la niega, tal como lo reitera
su “fundador” Nicolás Curiel.
De ese primer
montaje se hicieron cinco funciones a sala llena, pero la primera
representación fue un gran mitin, donde, entre los tres mil espectadores,
estaban agazapados unos, maquillados otros, los más destacados líderes de la
resistencia contra el régimen del general Marcos Pérez Jiménez. "Teníamos
seis meses tratando de realizar este montaje, pero el coronel Damián, que era
quien maneja la seguridad de la UCV, no me dejaba ante los problemas políticos
que estaban desmoronando la dictadura. Nos pusieron miles de trabas para
impedir que se mostrara. Hasta que al final se hizo y la oposición lo convirtió
en un mitin extraordinario de rechazo a la tiranía. Era un montaje desprovisto
de su religiosidad característica y se convirtió en una denuncia del abuso del
poder, por lo cual el público coreaba ‘Ve-ne-zue-la’ cada vez que la heroína
era estrujada por el odioso comendador”.
De ese primer
espectáculo solamente se hicieron cinco funciones en Caracas y después fueron
de gira al interior, tras lo cual Nicolás (el hijo mayor de Humberto y Carmen
Acosta de Curiel) impuso el TU no sólo en la geografía nacional sino que cruzó
las fronteras, dándole positivos titulares de prensa y reivindicando al teatro
criollo.
Salió de ahí, en
1968, a consecuencia del Mayo francés y sus efectos en la Venezuela de
entonces. Hizo unos 40 montajes. Ahí se formaron actores, actrices y directores
como José Ignacio Cabrujas, Herman Lejter, María Cristina Lozada y Gustavo
Rodríguez entre otros más. Además capacitó a los espectadores, porque sin ellos
no existe el teatro como tal.
Nicolás, de familia
coriana, admite que él pertenece a “la generación del culito abrillantado, la
cual se vino a la capital y no quiso saber más de su pueblo”, hace algunos fue años noticia porque el gobierno de Francia le concedió “una alta
condecoración”: Officier de l’ordre des arts et des
lettres, como se lo comunicó el ministro de Cultura y
Comunicaciones de la República Francesa, Renaud Donnedieu de Vabres. ”Me la
dieron por mis largos 60 años de actividad teatral, la cual comencé aquí, en el
Liceo Fermín Toro, con Alberto de Paz y Mateos, trabajando en unos entremeses
de Cervantes y con la pieza Donde está la marca de la cruz de
Eugene O´Neill, en 1948, para después proseguir en Francia con Gordon Craig y
Jean Luis Barrault, como lo historió mi alumna Erubí Cabrera”.Nicolás, que no
niega sus simpatías y militancia con el socialismo bolivariano, recibió otro homenaje
por parte de la Compañía Nacional de Teatro y para ello el director Eduardo
Gil, de esa época del siglo XXI, organizó una especie de lectura dramatizada del
espectáculo Yo, Bertold Brecht, el cual posteriormente fue “teatralizado” debidamente para abrir la
temporada 2008 de la CNT.
”Ese montaje lo hice yo durante la
cuarta república, precisamente cuando la democracia de Betancourt se puso a
matar estudiantes y guerrilleros sin contemplaciones. Era una especie de
cóctel, el cual no duraba más de una hora y diez minutos. Ahí yo hacía una
especie de biografía teatral de Brecht, usaba algunos de sus poemas y
fragmentos de las canciones y los textos de su pieza La ópera de tres
centavos. Yo estaba en escena y encarnaba a Brecht y leía sus textos,
mientras que Freddy Galavís, Alberto Sánchez, Álvaro de Rosson, Elizabeth
Albahaca y Lucía Guitlitz (mi compañera de vida y madre de mis dos hijos)
contestaban con algunos fragmentos. El lema nuestro era que ‘la violencia se
combate con la violencia' pero lo nuestro era el teatro y su metralla
ideológica”.
Fue aventado de la Universidad Central de Venezuela por efectos y
defectos de aquel mayo francés de 1968, hábilmente sazonados con las rencillas
de la izquierda criolla. Así el Teatro Universitario (TU) perdió a Nicolás
Curiel, su máximo esteta y nunca más esa institución logró recuperarse, pero ya
él había logrado incendiar la bucólica pradera de las artes escénicas criollas,
generando un positivo movimiento crítico entre la audiencia y aupando a las
nuevas generaciones de actores, actrices, escritores y técnicos que ahí se
formaron y se multiplicaron, como José Ignacio Cabrujas, Gustavo Rodríguez,
María Cristina Lozada, Herman Lejter, Alberto Sánchez y Eduardo Gil, entre
otros.
En la saga del TU, que arrancó en la década de los 40 (ya existe un valioso
aporte historiográfico dejado por Erubí Cabrera), se recuerda como Don Juan Tenorio, de
José Zorrilla, estrenado a las nueve de la noche del martes 9 de abril de 1957,
en el Aula Magna, relanzó a ese Teatro Universitario de la UCV, lo cual se
conocería después como la “era Curiel”. Con ese montaje se hicieron cinco
funciones a sala llena, pero su debut se transformó en un gran mitin, donde,
entre los casi tres mil espectadores, estaban agazapados unos o maquillados
otros, destacados líderes de la resistencia contra el régimen del general
Marcos Pérez Jiménez. ¡Arte contra el poder!
Tenía seis meses tratando de mostrar su
espectáculo, pero el coronel Damián, que era quien maneja la seguridad de la
UCV, no lo autorizaba ante los serios problemas políticos que estaban
desmoronando la dictadura. Le pusieron miles de trabas para impedir que se
escenificara. Hasta que se hizo y la oposición lo convirtió en un mitin
extraordinario de rechazo a la tiranía. Era una creación, desprovista de su
religiosidad característica, que se convirtió en denuncia del abuso del poder,
por lo cual el público coreaba “Ve-ne-zue-la” cada vez que la heroína era
estrujada por el odioso comendador.
Con ese montaje se fue de gira al interior, tras
lo cual el hijo mayor de Humberto y Carmen Acosta de Curiel impuso al TU no
sólo en la geografía nacional sino que logró cruzar fronteras, mereciendo
positivos titulares de prensa que reivindicaron al teatro criollo. ¡La cultura
concede victorias sin sangre y sin pólvora!
Ese teatrero, nacido en el 23 de abril de 1928,
el progenitor de los cineastas Sergio y Miguel Curiel, identificado con la
cédula 249.058, realizó 40 montajes con el TU. Con su versión escénica de Los siete pecados capitales,
basada en textos de Bertold Brecht y Kurt Weill, marcó su retirada hacia
delante.
Nicolás Curiel, a sus 92 años (aun sin cumplir)
de activa vida, todavía no se ha jubilado, porque los teatreros como él
únicamente hacen el mutis para “algo definitivo”.
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