RODOLFO IZAGUIRRE
El último de los hijos de Pablo y
Tula Tosta de Izaguirre no vaciló jamás al trocar la solemnidad de las leyes ni
la pesadez de los códigos jurídicos por la liviandad de los sueños y las
fantasías posibles que, desde hace más de una centuria, el cine deposita en una
alba pantalla. Esa decisión existencial la sopesó y la asumió para siempre,
hace ya más de medio siglo, después de convencer a su familia -para ese
entonces vivía en una caraqueña casona de Pescador a Cochera- que su destino
era estudiar derecho y nada mejor que hacerlo en París, porque el gobernante de
turno, el fascista ordinario de Marcos Pérez Jiménez, había cerrado la
Universidad Central de Venezuela. Ingresó a la Sorbona y al cabo de un año
torció el camino que iba desde su cuarto de estudiante a las adustas aulas,
porque se metió en una casa inmensa, al norte de la Ciudad Luz, donde estaba la
Cinemateca Francesa. “Ingresé a una cinemateca y nunca más salí de ahí, eso
cambió para siempre mi vida. Me convertí en crítico y ensayista sobre esa gran
expresión estética que se derivó del experimento de los hermanos Lumière, en
aquel París del 28 de diciembre de 1895”.
La cara de Rodolfo Izaguirre se trasforma siempre al relatar, por enésima vez,
cómo comenzó su carrera de ensayista y exegeta del cine y además novelista de
su amada Venezuela, porque él, a sus largos 80 años no es sino eso: un
intelectual con obra propia, además de ser el orgulloso progenitor, junto con
la ex bailarina Belén Lobo, compañera de toda una vida, de Rázhil, Boris y
Valentina.
Después de participar activamente en
la creación de agrupaciones literarias izquierdistas, como Sardio, se dedicó de
lleno, entre 1968 y 1988, a la dirección de la Cinemateca Nacional, la cual,
tras ser fundada por Margot Benecerraf en 1966, se transformó en el epicentro
de un intenso y apasionante proceso de formación de futuros cineastas y de los
indispensables espectadores. ”Ella, Margot, se retiró para dedicarse a
materializar su sueño de hacer un largometraje sobre esa gran pieza literaria
de Gabriel García Márquez que es La cándida Eréndira y su abuela
desalmada, utopía que nunca alcanzó”.
No podía ser Rodolfo un burócrata más
y así se lo dijo a Simón Alberto Consalvi, presidente el Inciba, cuando le
ofreció el cargo y lo puso ahí para que “la Cinemateca marchara bien, cosa que
no era fácil ya que el cine nunca había estado en los planes de ningún
gobierno, no era asunto de Estado, no figuraba en los planes culturales de
ningún gobierno. Hasta ese entonces el cine no interesaba a los gobernantes
decimonónicos, más preocupados por las tradicionales bellas artes”.
Pero las pasiones por el cine en el ámbito gubernamental han cambiado y Rodolfo
lo advierte con abierta alegría, porque el cine y el desarrollo de una
cinematografía nacional sí hacen parte de los planes del Estado y del actual
gobierno.
Está asombrado por lo que está
haciendo la Villa del Cine, con Lorena Almarza a la cabeza, y espera ver cada
uno de los 19 proyectos que ahí se gestan. “El primer cine cubano de la
revolución es un buen modelo a seguir”. Recuerda que la primera frase que
pronunció Lenín, cuando triunfa la revolución bolchevique: “De todas las artes,
el cine es la más importante”. Y como consecuencia de ello es que Stalin ordena
rodar películas donde él era un personaje principal, encarnado por diestros
actores, mientras que el nefasto Hitler se interesaba más por los documentales.
Le parece magnífico que se hagan muchas películas, porque así el actor se
foguea y el cineasta aprenda. “Nadie se debe preocupar por la ideología, porque
toda la cinematografía del mundo está ideologizada. Bienvenida sea la Villa del
Cine”.
Lamenta no tener estadísticas sobre todas las películas que ha visto, “si
hubiese sido pelotero quizás tendría esos récords”, pero se ufana de lo que
hizo a lo largo de dos décadas en la Cinemateca Nacional, ya que ha escuchado,
a viva voz, como es que centenares de personas acudieron a ver tal o cual
largometraje y salieron cambiadas para siempre. Muchos pichones de cineastas
ahí tomaron sus decisiones y pudieron escoger que hacer de ahí en adelante.
“Les pasó lo mismo que a mí, cuando me sumergí en aquella casona parisina y
abandoné todo lo que hasta entonces había soñado con el derecho. Me torcí por
el cine”.
Tecnología
Rodolfo Izaguirre (Caracas, 9 de
enero de 1931) tiene ensayos como Historia sentimental del cine
americano, La belleza de lo imposible, Acechos de la
imaginación, El cine venezolano y numerosos artículos
publicados en varias enciclopedias nacionales e internacionales, además de la
novela Alacranes, clave dentro del desarrollo de la ficción urbana.
Posee además una obra inconmensurable, sus programas de difusión
cinematográfica, durante largas tres décadas en la Radio Nacional de
Venezuela: El cine mitología de lo cotidiano. Él, insiste, que el
avance del cine no es tanto por el talento de los cineastas, sino una
consecuencia del desarrollo de la ciencia cinematográfica. “La tecnología es lo
que ha hecho que el cine evolucione. Y los cineastas venezolanos ya están en la
capacidad de utilizar esa tecnología, como lo han demostrado y el público se
los ha reconocido”. Advierte que la crítica cinematográfica sí ha ido
desapareciendo de los periódicos venezolanos, pero el cyber espacio ya está
habitado por jóvenes críticos, quienes además utilizan las técnicas que los
impresos no les permiten usar
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario