Rosa María Rappa, periodista y ahora dramaturga.
¿Por qué y para qué el teatro?, le preguntamos a la periodista Rosa María Rappa,
finalista del Premio Nacional de Dramaturgia Apacuana, que organizara la Compañía
Nacional de Teatro, y donde logró convencer al jurado con Los papeles
de Charo, su ópera prima.
Rappa dice que descubrió en la
teatralidad el elemento que le hacía falta a su idea del periodismo acercándose
a la gente. “El asunto es que con ella también encontré que las libertades
creativas son un compromiso muy serio con las historias que pretendo contar,
más si ellas pertenecen a mi propio acervo existencial. Así que la dramaturgia,
algo que tarde o temprano se iba a manifestar, me está resultando un terreno de
impresionantes oportunidades para interpretar y dar sentido al análisis de la
vida, de la mano de personajes que tienen cosas que decir, urgencias que
manifestar en realidades alternas que se me antojan útiles para hacer mi propia
representación del mundo real en un contexto de valoraciones y querencias
líquidas”.
“Si me explico a mí misma el porqué,
es irrefutable encontrarme en la memoria de una adolescente que leyó a Federico
García Lorca, Luigi Pirandello y William Shakespeare con mucha atención y
plenitud lúdica. Sin saberlo entonces, se fue gestando el espíritu disruptivo
que luego conocí del teatro en mis prácticas de periodismo cultural, hace ya
unas tres décadas atrás. Si se quiere, la dramaturgia llegó luego de un andar
largo y me sorprende con la curiosidad intacta de la muchachita que se
reconocía a sí misma como narradora de historias sensibles.
¿Cuántas obras hasta ahora?
Los papeles de Charo es mi primera obra. Fue producto de mi paso por el Diplomado de
Escritura de Textos Teatrales realizado en Unearte en 2018, bajo la tutela de
César Rojas y Carlota Martínez y el acompañamiento de excelentes escritores,
algunos incluso con una experiencia ya probada en el campo de la escritura para
teatro. Así, esta obra fue escribiéndose en una vivencia nutritiva y profunda,
a la par de interesantes disertaciones sobre la teatralidad, el sentido
creativo y la estructura dramática como ejes de discusión permeable a los
proyectos literarios.
“Mientras esto ocurría en el plano
académico, en lo personal vivía una etapa de trabajo psicoanalítico como
terapia de superación de un par de duelos que estaba confrontando en aquel
momento: la muerte de mi padre y el retiro en mi vida de quien fuera mi pareja
hasta ese momento. Los papeles de Charo es una
recreación muy personal de un personaje y un episodio en su vida del que yo
tenía mucho que aprender: Rosario Conde Picavea, la primera esposa de Camilo
José Cela, a quien el laureado escritor había dejado por una mujer mucho más
joven que ella y que él”.
¿Cuál la temática y la
argumentación?
El episodio de la entrega del
Premio Nobel de Literatura en 1989 fue para mí la excusa para que Charo hablara
sobre su propia estima, la reflexionara y defendiera entre un mar de posiciones
y prejuicios que fueron -aún son- el lastre de muchas mujeres que se casaban
bajo el lema del "hasta que la muerte los separe", pero que requerían
la firma de su padre o esposo para respirar o abrir una cuenta en el
banco.
“Rosario Conde y Camilo José Cela
formaron un matrimonio durante 45 años, tiempo en que no solo construyeron una
familia y hogar, sino una estrecha relación de dependencia artística en la que
la mujer cumplió el rol de primera lectora y mecanógrafa del célebre escritor
español, la dadora de toda la contención emocional y psicológica, el anclaje en
la vida física que permitiera al autor de La familia de Pascual Duarte dedicarse
a la escritura, la promoción de sus obras y el padrinazgo de autores emergentes
perseguidos por la censura del entonces régimen franquista.
“El matrimonio tuvo un hijo, a quien
llamó Camilo José, como el padre. Éste, a su vez, tuvo una hija, que fue bautizada
como Camila. La impronta del padre y abuelo dejaba cual marca de agua
un sello familiar denotativo de la fuerte presencia Cela en la vida de todos.
¿Y qué pasaba con Charo? Un tanto antes de que la Academia Sueca otorgara el
Premio Nobel de Literatura 1989, Camilo José Cela decidió abandonar el hogar
para cumplir un proyecto de nueva vida amorosa con una periodista 42 años más
joven que él”.
“Charo se quedó con el hogar medio
vacío, aunque acompañada por su hijo, nuera, nieta y un sinfín de borradores,
manuscritos, machotes y páginas compuestas de la revista literaria Papeles
de Son Armadans que marcó un espacio de sobrevivencia en la
pujante literatura en una fracción importante de la historia española. Se quedó
como había vivido, oculta por las intensidades lumínicas del escritor y su
atractivo temperamento artístico. Existían, sin embargo, muchas historias
ocultas que el dolor de la partida hizo que surgieran”.
“El resultado fue un texto que para mí
es hermoso, pues sus diálogos significan la esencia de mi propia rendición y
renacimiento. Escribirlo dolió, pero también acarició mi alma. Con Los
papeles de Charo no solo vivo ahora la alegría del
reconocimiento con la mención honorífica que el jurado del Concurso Apacuana de
la Compañía Nacional de Teatro tuvo la delicada intención de premiar, sino que
también alcancé el ascenso a categoría Asociado como docente de la Unearte, en
noviembre de 2018. Haberlo escrito, en muchos sentidos, fue una salvación”.
¿Qué está preparando?
Resulta que me siento ahora muy
cómoda escribiendo en términos dramáticos, por lo que estoy trabajando
simultáneamente en tres nuevas obras, cada una representando pasiones que me
mueven irremediablemente: la danza, el periodismo y la música. La primera de
ella ya tiene título: El baile del sujeto quieto, y
estará bastante distante de la introspección que significó escribir Los
papeles de Charo, aunque también se sustenta en un rol tan personal
como el de ser una espectadora sensible y curiosa frente a la danza que se
representa en escenarios teatrales. Si todo marcha como lo espero, este texto
formará parte de mi tesis doctoral que estaré presentando en Unearte en el
segundo trimestre de 2020.
“Estoy muy interesada en explorar
cómo las historias reales o imaginarias pueden ser descubiertas desde sus
teatralidades, como un punto de partida hacia un teatro que quiero sea muy
cercano al espectador. El público es mi foco de interés, pensando en él no solo
como aquel que se sienta en actitud de supuesta pasividad en la butaca de una
sala teatral, sino también en el lector que llega a esta estructura dramática
desde la experiencia que brinda el texto en su naturaleza pura”.
¿Y cómo ha combinado el periodismo y
el teatro?
Tu pregunta curiosamente me hace
recordar una conversa que sostuve, hace ya algunos años, con el dramaturgo
venezolano Gustavo Ott: simplemente, es imposible notar la diferencia. Ya lo
decía Ott cuando confesaba que sin el periodismo no tendría mucho que escribir.
Ahora entiendo su postura, pues Los papeles de Charo pudo
ser una crónica o incluso una semblanza sobre un personaje olvidado y vital al
mismo tiempo. Su escritura ocurrió, como siempre pasa, luego de una intensa
actividad de investigación periodística en dos direcciones: una externa marcada
por los hechos históricos y otra profunda venida de mi proceso psicoanalítico.
Al final, en el teatro como en el periodismo, contamos historias desde un punto
de vista que siempre, irremediablemente, será único y personal.
“Así que por lo pronto, lo llevo muy
bien. Una alianza maravillosa, sin la que no podría haber logrado la escritura
de Los papeles de Charo. El teatro y el periodismo comparten el
misterio de lo humano como motivo y razón de existencia. Imposible -tenía razón
Ott- separarlos”.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario