miércoles, mayo 06, 2020

Chocrón bolivariano


"¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!"
(Juramento en Monte Sacro, de Roma, 15.08.1805)
 A un año del mutis del dramaturgo Isaac Chocrón Serfaty (Maracay,1930-Caracas,2011) su familia elegida lo recordó y lamentó su ausencia, especialmente, porque desde Buenos Aires vino un avión con un singular montaje de su amada pieza Simón (1983), la cual hizo una breve temporada en la sala 1 del Celarg, pero con la promesa de regresar, como lo expresaron los integrantes del Colectivo S&V de Hotel Bauen Cooperativa de Trabajo, afiliados a la  Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (Facta).
Fabián Pierucci, productor del espectáculo, dijo  que el  mensaje de Simón es de comunión y de libertad compartida. “Nosotros creemos profundamente en la libertad vinculada al destino del pueblo que necesita de una decisión en colectivo para poder llevar una vida a plenitud. Cualquier ser humano puede sentirse identificado con las decisiones de los personajes de Simón y  con sus visiones que influyeron muchísimo en nuestros destinos como países latinoamericanos”.
Los deseos para representar la obra nacieron cuando el colectivo sureño se dio a la tarea de "buscar una obra que tuviera que ver con el imaginario latinoamericano”. Leyeron Simón y quedaron  maravillados “al descubrir a una persona, el joven Bolívar, que empieza a enfocarse en lo político y cómo eso le da una perspectiva distinta a su propia vida", reiteró Pierucci.
MONTAJE SUREÑO
 Sin miedo alguno, todo lo contrario, el colectivo argentino asumió la puesta en escena del texto chocroniano y lograron sacarlo adelante  con criterios  muy profesionales y muy bien definidos, especialmente los actorales, y buscando, todo el tiempo, a lo largo de los cuatro miniactos, la dulzura de dos amigos, de edades diferentes, y subrayando el espíritu libertario que los animaba.
El trabajo visto aquí en Caracas (desde 1983 hemos contemplado varias e interesantes puestas en escena) fue conmovedor, porque nos hizo recordar toda la historia de esa obra y visualizar a los actores que la hicieron, inolvidables seres desenfadados, como Fausto Verdial y Héctor Moreno Guzmán-quienes disfrutaron hasta más no poder ese momento tan trascendental para la historia del continente americano, mostrándolo con alegría contagiosa.
El montaje de aquellos comediantes argentinos, aplaudido hasta la saciedad por los  caraqueños que acudieron al Celarg, no desmerece en nada ante  los que aquí se había exhibido antes. Incluso, podíamos decir, que el espectáculo visitante tenía mucha más alegría fresca y desenfadada, y lucía desbordado de ese humor inteligente tan característico de los intérpretes argentinos.
De verdad, que Fernando Martín, en su rol del maestro Simón Rodríguez, se apoderó con su puntillosa  actuación de los tres  primeros miniactos, mientras que el joven  Carlos González, como el lánguido e  irresoluto Bolívar, se deje notar, pero al final, cuando decide lo que hará con su vida, se arrodilla para su legendario juramento en el Monte Sacro y crece de tal manera que se apodera de la escena para así resaltar   y recordar la grandeza de su gesta que recién comenzaba, sin sospechar todas las amargas vicisitudes que viviría después, porque era un simple hombre y no un Dios para advertirlo. ¡La gloria y la ignominia lo esperaban! Ver, pues, a dos sólidos artista foráneos metidos en la piel de esos venezolanos históricos, fue una gran satisfacción y una grata mirada al pasado para reveer a los ausentes.
ENTRE PARÍS Y  ROMA
Sin el ayer no existe el hoy y mucho menos el mañana. Recordamos esto porque Isaac, a instancias de José Ignacio Cabrujas y en ocasión del Bicentenario del Natalicio de Simón Bolívar, escribió  Simón. El Nuevo Grupo la estrenó  en Caracas, el 3 de marzo de 1983, en la Sala Juana Sujo (ahora desaparecida).  Fausto Verdial interpretó a   Simón Rodríguez  y   Flavio Caballero  encarnó a  Bolívar, dirigidos por Cabrujas. Se realizaron 75 funciones y la vieron no menos de  3446 espectadores. Ahí el dramaturgo reveló, de manera didáctica los precisos mecanismos dramáticos que usa un hombre, con una vida cómoda y resuelta, para internarse en los sinuosos laberintos de la lucha política y entregar toda su vida hasta liberar a varios pueblos de América Latina. Sigue con exactitud la historia bolivariana del período que va de abril 1804, en París,   al 15 de agosto de 1805, día en que realiza el juramento en el Monte Sacro de Roma. Se trata de un laborioso y prolijo recorrido que transcurre siguiendo los movimientos de la Sinfonía Eroica, de Beethoven, los cuales, con sus acordes poderosos, subrayan, a más de 200 años de distancia, como pudo haber sido la encarnizada lucha de un hombre con su destino. El joven Simón Bolívar se encuentra en la Ciudad Luz (1804) con su maestro Simón Rodríguez, convertido en Samuel Robinson, y entablan conversaciones en diferentes oportunidades sobre ellos y sobres sus ideas de libertad, conversaciones que terminan en la Ciudad Eterna (1805) con el juramento en el Monte Sacro. Este encuentro histórico es ficcionado con mucho humor y además permite que el dramaturgo deje aflorar las pasiones de los personajes, fieles a sí mismos, a sus principios y a sus sueños más tarde hechos realidad. Chocrón Serfaty es todo un escritor bolivariano y amante de su patria, como lo demuestra también en Asia y el Lejano Oriente, gran texto de denuncia sobre las corruptelas políticas capaces de hacer naufragar a un país.
Esa producción argentina de Simón contó con las actuaciones de Carlos González (Simón Bolívar) y Fernando Martín (Simón Rodríguez). Música: EroicaHeroica  de Ludwing W. Beethoven. Piano: Sergio Milman. Arreglos musicales: Sergio Milman y Juan Manuel Costa. Dirección Musical:Luis Sticco. Coordinación de Producción: Fernando Martín y Fabián Pierucci. Iluminación: Miguel Solowej. Vestuario: Nené Murúa. Escenografía: Carlos Di  Pasquo. Dirección: Marcelo Mangone. 
Un testimonio para la historia vernácula de su teatro.¿Quien se atreve en este momento? 


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