Levy Rossell Daal,valiso artista venezolano. |
Al cumplirse el segundo
año de su mutis, hay que recordar que Levy Rossell fue en los años 60 del siglo
XX “la gran esperanza blanca” del teatro
venezolano. Había llegado de Nueva York y tras exhibir su inolvidable
espectáculo músico teatral Vimazoluleka, en el Aula Magna y el Ateneo de Caracas, se le abrieron todos los
caminos para convertirse en el gran director o en el gran pontífice de la
escena criolla. Pero no fue así. Fue intensa su lucha existencial y tenía casi
siempre el viento en contra, pero dejó huella.
Aquel joven no era
fácil de manipular o de comprar, tenía ideas propias y además era cultor de lo
criollo, tampoco era de roscas ni cofradías. Tenía, conceptos personales que no
negoció, algo raro en esta compra y venta en que se ha convertido no sólo la
cultura venezolana. Más de 20 piezas escritas y montadas, ocho mil actores y
actrices a quienes capacitó y centenares de representaciones teatrales desde
1961, dentro y fuera de Venezuela, son parte de la cédula artística que ahora,
en esta incierta centuria XXI, ostentaba con orgullo el teatrero Levy Rossell
Daal, nacido en Coro el 23 de abril de 1945 y fallecido en esta Caracas, aquel
25 de abril de 2018.
Debutó con su Vimazoluleka - híbrido de teatro y música,
escrito a los 16 años- en el viejo Ateneo, a mediados de 1966. Y desde entonces
no dejó de trabajar profesionalmente con lo que aprendió de maestros como César
Rengifo, Nicolás Curiel, Alberto Castillo Arráez, Eduardo Fernández Salomón y
Joe Chaiquin.
Explicó que con su Vimazoluleka intentaba
ser una caja de trucos donde hay oculta una idea total y universalista. Llena
de innumerables pequeños momentos que transcurren vertiginosamente y son los
que le dan su propia personalidad. Debe ser entendida como marco de referencias
que permite una rica interpretación. Los personajes líderes de la acción son
máscaras grotescas que esconden el dolor de ser ellos en una existencia
alienada y solitaria, tratando de interceptar a los otros en su incomunicación.
Son uno y mil al mismo tiempo, sumergidos en un aburrimiento agobiante que los
obliga a hacer contacto y divertirse, burlándose de quienes viven tal
situación, con mentiras fabulosas para crear una gran caricatura que escapa de
la realidad para evitar así la confrontación
Levy no se quejaba,
pero cuando podía exclamaba: “He pasado unos años difíciles, porque se hacen
festivales y nunca me invitan, hay proyectos enormes y con buenos prepuestos y
nunca me llaman. Lo que he podido hacer ha sido con el apoyo de la gente que
siempre ha creído en mí y en mis iniciativas. Pero no ha sido fácil, desde que
fui presidente de Fundarte hasta estos momentos. Arte de Venezuela, mi
institución cultural, todavía existe, pero no tiene subsidio ni ningún tipo de
apoyo oficial, aunque eso viene desde hace mucho tiempo. Yo ni siquiera he
podido recibir la pensión del IVSS”.
A raíz de esa
entrevista, y por supuesto yo no revelo quien se le hizo, alguien lo llamó y
fue incluido en la lista de pensionados del IVSS para saldar esa deuda con un
creador que no se hizo rico ni robó. ¡Bonito detalle!
Él admitía que su
camino artístico había sido largo y con trampas que incluso lo arrinconaron y
hasta lo maltrataron. Aguantó con dignidad y no le debe nada a nadie y está en
paz con su conciencia. Él todavía era una gran carta para el desarrollo del
teatro criollo, si le daban los apoyos necesarios, porque ganas de trabajar si
tenía, pero sin trigo o sin maíz no se pueden hacer ni panes ni arepas.
Al parecer, las
semillas que como autor, actor, director y docente sembró en todos los confines
de Venezuela durante las últimas cuatro décadas comenzaron a dar frutos o al
menos reconocimientos que aunque no llenan el estómago si alimentan, y
bastante, al espíritu. Y por eso que, en la sala de conciertos de Unearte, la
agrupación Sentimiento Escénico remontó su pieza Caracas...¡Urgente!, un espectáculo que no superó los
75 minutos, sobre un grupo de jóvenes, entre quienes no ha habido más relación
que una presentación y un hola, se encuentran en el vacío de una matriz, donde
al despertar comenzaran a desenvolverse con mucha ingenuidad, una
exteriorización de sentimientos y motivaciones profundas hacia una realidad
implacable y coincidente con cualquier tiempo y lugar.
Caracas...
¡Urgente! fue estrenada en
1972 con jóvenes como Guillermo y Marielena Dávila, Arístides Aguiar, Perla
Vonasek, Carlos Mata y hasta el mismo Levy. Era un obra premonitoria sobre los
cambios que sufriría la sociedad venezolana, los cuales ahora son correctamente
subrayados por los interpretes Eliécer Mantilla, Andreina Suárez, Saymond
Jonat, Alfonzo Lamus, Julio César Marcado, Yesenia Quintero, Rusbeth Ordóñez y
Yilmar Barrera, contando además con la égida musical de Jomar Daboin Ruiz y
Carlos Cacique, bajo la dirección general de Idelson Sojo. ¡Un homenaje al
maestro con mucho cariño!
Levy inventó el
fonema "Vimazoluleka”, utilizando las dos primeras
palabras de los nombres de sus íntimos compañeros de estudio del Liceo
Aplicación. Quería exaltar esa amistad y bautizar su ópera prima, compuesta de
dos actos o 16 escenas, nueve canciones y tres situaciones de puesta en escena.
Esos amigos desaparecieron cuando hizo 39 funciones en el Ateneo de Caracas
(1966), pasó al auditorio de Ingeniería y finalmente alcanzó seis semanas en
la Aula Magna de la UCV. ¿Por qué? Nunca recibió respuesta.
Viajó a Nueva York y allá también la escenificó durante cinco meses. En 1968
regresó para escribir y montar y además educar con las artes escénicas a miles
de compatriotas, tarea que lo hizo feliz, imbatible e indomable.
No hay que olvidar que a pesar de
muchos contratiempos pudo regentar una sala en el sótano 1 de Parque Central,
construida bajo sus indicaciones por el Centro Simón Bolívar; pero durante el
gobierno del presidente Jaime Lusinchi la entregó porque no pudo cancelar el
condominio.
Se refugió en La Guaira para trabajar
con las comunidades más pobres, pero el deslave de 1999 lo sacó y lo aventó
hacia Caracas y otras poblaciones para ganarse al diario yantar. Siete años
después, otra generación de actores y productores, en un acto paradójico que
sólo se da en el mundo de las artes, lo homenajeó y colocó su nombre a ese
mismo espacio donde trabajó intensamente en épocas pretéritas. Aceptó hacer un
intenso taller de lectura dramatizada con sus 17 obras. Fue su segundo debut,
porque todos, hasta sus eternos rivales, le volvieron a mirar y desde entonces
es novedad hasta para los medios de comunicación. ¡La vida te da sorpresas!
Nunca se propuso ser "un niño
mimado de Caracas", como lo llamó Rubén Monasterios, ni tampoco un
niño genio, ya que a los 21 años entró en guerra frontal contra esa gente que
suponía que su ascenso era programado. Sí hubo un momento en que se puso a revisar
para qué servía todo lo que había hecho en los años 60 y 70, porque en los 80
fue empleado público y lo hizo como para detener su carrera, que arrancó a los
13 años como alfabetizador. Jamás persiguió el éxito y su única cuenta o deuda
es con Dios. ¡Alabado sea!
Larga y compleja ha sido la historia
de la producción, su complejo rodaje y la accidentada posproducción de la
película Vimazoluleka, la ópera prima cinematográfica de Levy
Rossell Daal, cuyo estreno se planificó en varias salas venezolanas. Y, por si
fuera poco, iniciaba otro proyecto fílmico donde también participaría su
hermana Belkys Rossell Daal, la diseñadora. Su vida no fue
estéril. Dejó obras y una historia de luchas: su odisea como artista venezolano,
a la espera de que se le haga un documental o un texto alusivo.
Yo lo conocí en Cali
cuando presentó el espectáculo Amoroso en el teatro Municipal
de la capital vallecaucana, a mediados de 1968. Y ni él ni yo sospechábamos lo
que nos pasaría después. ¡Fuimos amigos!
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