domingo, mayo 03, 2020

Para no olvidar a Rodolfo Santana


El dramaturgo Rodolfo Santana Salas, fallecido el 21 de octubre de 2012, a los 68 años, a consecuencia de la diabetes, vinculaba la escritura a la aventura y creía que los seres humanos deben asumir la vida como un viaje, con naufragios irremediables y lo afirmaba porque la historia está repleta de héroes viajeros, con sus descubrimientos y combates. Escribía teatro porque no pudo ser Hilary para escalar  el Jomlunga, o el Everest; mucho menos Marco Polo o Charles Limberg.
“Y eso mismo ocurre con la ficción, porque el hombre es monotemático con la aventura y desde niños, al igual que Ulises, preparamos la embarcación para buscar la Itaca personal”, así nos lo dijo hace 25 años cuando ya había escrito no menos de 8O obras, la mayoría publicadas y representadas, porque por algo es que a Santana se le consideraba el dramaturgo venezolano más prolífico de Venezuela.
Nacido en Caracas el 25 octubre de 1944 y criado entre Guarenas y Petare, Santana es además uno de los pilares del movimiento cinematográfico criollo, lo que ocurre es que su trabajo fue de libretista o guionista y los créditos se los llevaron los directores o los actores, y los reales se los guardaron unos pocos. El cine le modificó sus conceptos temáticos, rítmicos y estructurales de su teatro. Hasta en el lenguaje buscó imágenes teatrales que se sostenían como un primer plano o un travelling. Las transiciones entre estructuras escénicas las manejó con la fluidez de las disolvencias. Y la influencia del ritmo cinematográfico estaba muy marcada en cuanto a síntesis de las imágenes y su diversidad.
ENTREMÉS PREMONITORIO
Sobre sus orígenes teatrales, cuenta que se desposó a los 19 años, el 22 de noviembre de 1963, el día que asesinaron a John F. Kennedy, con Gladys Rodríguez. Treinta y cuatro años después recuperó tal magnicidio en una obra llamada El asesinato público como diversión pública.
Contaba Rodolfo que precisamente en 1963, Aníbal Guerrero, director de cultura de Petare, le preguntó: ¿Sabes de teatro? Dijo que sí, porque conocía al dedillo los trágicos griegos, el Siglo de Oro Español, los autores isabelinos y muchas obras de dramaturgos latinoamericanos. Lo nombraron director de Teatro de la Casa de Cultura y comenzó a organizar grupos en los barrios petareños, barriadas nacientes, donde el polvo flotaba; sin agua ni electricidad. Se sumergió en las necesidades abrumadoras de unos invasores que rehuían el campo donde cultivar era miserable.
Trabajó el entremés El mancebo que casó con mujer brava, de Miguel de Cervantes, en versión de Alejandro Casona. Cuando lo presentó, en una zona que ahora es La Urbina, recibieron una lluvia de tomates y piedras, y al protagonista, un muchacho vestido de riguroso clásico, le gritaban “Peter Pan marico”. No se detuvo ante el desastre. Investigó fríamente el por qué las piedras y los tomates: sencillamente no entendían al mancebo, ni su vestimenta, lenguaje, etcétera. Al no entender, el público hizo su obra: "Peter Pan maricón" y participó activamente con piedras y tomates.
 El fracaso con el entremés cervantino le enseñó muchísimo y a partir de ahí es cuando empezó a escribir teatro. Primera inquisición fue su ópera prima y desde ahí entendió que el teatro era una necesidad social, tan importante como el sueño o alimentación.
IDEOLOGÍA Y TORTURA
Reconocía que sus conflictos con la ideología y la verdad comenzaron durante su pasantía por Petare. Y esa imagen no se le fue nunca de sus neuronas, porque fue torturado por la Digepol tras ser traicionado por un maestro, pero lo salvó el periodista José Vicente Rangel Vale. Tan siniestra experiencia por su ideología política lo hizo más radical y es por eso que su teatro enseña que el acto de vivir es una pelea, un combate, el tránsito de una aventura, un marco social y político donde se contradecían las opiniones y “uno habla mediante el drama”.
Subrayaba que ante su frustración por ser Marco Polo o Cristóbal Colón, accedió a la aventura del espíritu, el cual, según estudiosos que se han dedicado a pesar gente en agonía y después de muerta, el alma pesa diez gramos. “Pero a nivel vital el alma nos conduce y maneja. Somos primariamente reos de un amor que quiere entregarse y no halla los modos”.
OPTIMISTA
Para Santana, en el año 2007, “nuestro pueblo vive un momento estelar, que nos modifica como sociedad por los próximos 100 años. Aprendemos, en días, conceptos, formas de asociación y participación que en 200 años nos fueron negadas. El alma de nuestras gentes se fortalece en la confrontación, la diatriba, la confusión y el sentimiento que corre en las calles. Soy optimista y no creo que naufraguemos”.
Y porque creía en otro mañana es que preparaba un libro con siete obras nuevas que tocan diversos temas como la muerte, los mundos mágico-religiosos de América Latina, los asesinatos múltiples. Sea usted un héroeEl hada azul no tiene celularUn lugar donde nadie nos mire los zapatosEl asesinato múltiple como diversión públicaObra para dormir al público y Cómo matar al Fénix, son algunos de sus títulos.
Él proseguía reescribiendo sus obras anteriores. Las rehacía totalmente cuando detectaba que el lenguaje y los personajes ya no existían en la realidad donde está inmerso. No olvidaba el Petare de su adolescencia y lo que aprendido con sangre, sudor y lágrimas.
DESPEDIDA
La despedida de Santana fue con el espectáculo Rumba caliente sobre el muro de Berlín, creado sobre su obra homónima. Fue el gran estreno del Festival Nacional de Teatro Caracas 2011, en la Sala Anna Julia Rojas de Unearte, durante los días 22 y 23 de noviembre. Ahí, el meritorio director José Gregorio Cabello y su acoplado grupo Manatí, con el respaldo de Fundarte, fueron los oficiantes de un extraño ritual con personajes metafísicos o fantásticos, y además muertos, quienes cantan y bailan a la vida sobre las ruinas de ese algo que el mismo autor ha señalado como “la costumbre, muy humana, de encontrar siempre las leyes y permisos que permiten elevar muros y prohibiciones”.
Santana  no tenía miedo alguno de enfrentarse a un público, anquilosado mentalmente por el cine, la televisión y el teatro realistas, y proponerle un juego intelectual. Un exhaustivo acertijo para obligarlo a pensar sobre asuntos tan básicos como la religión, Dios, la vida, la muerte, la libertad, los gobiernos y hasta el amor, pero usando personajes cotidianos tales como una mujer transformada en ángel, un obrero empeñado en levantar muros, y un militar dedicado a fiscalizarlo y ordenarlo todo, en compañía de unos soldados perrunos, etcétera. ¡El teatro copia a la vida, eso es todo!
En resumen, el Santana de quien conocemos las claves de su cantera teatral, había regresado a dos piezas básicas en su extensa dramaturgia: Nuestro Padre Drácula y La empresa perdona un momento de locura, ambas exhibidas en los años 70, donde los seres humanos se inventan mitos y monstruos para jugar con ellos y aceptar además que lo dominen y lo esclavicen, y además enseña como el hombre explota a sus congéneres sin piedad alguna para lucrar o para jugar con ellos.
Textos, para nuestro entender, existencialistas, en la medida que materializan aquello que nos gusta y que además no hacen daño pero no podemos vivir sin ellos o dominarlos. En ambas piezas el juego de la representación es básico o fundamental, se está actuando o imitando a un ser que ha copiado o creado por otros.
Teatro dentro del teatro, o vivir de acuerdo a las normas y hasta jugar que podemos alzarnos y cambiarlas cuando nos incomodan.
Por supuesto que Santana no hacía ensayos filosóficos complicados o densos, nada de eso, recurría a lo lúdico y lo cómico y, quizás lo más delicado de su propuesta, invoca y personifica a la violencia, al tiempo que pretende explicarla, de darle un sentido para que no sea una fuerza ciega, como lo ha escrito.
“Las violencias soterradas o explicitas duermen en todos los pechos humanos. Son parte de nuestra naturaleza y una de las virtudes de la representación es que puede mostrarla en todo lo que tiene de peligro y liberación”, reiteraba.
Hay, por supuesto otras lecturas posibles sobre este texto y su espectáculo, apreciaciones incluso muy comprometidas, para los tiempos que vivimos, pero que se las dejamos a los espectadores porque todavía el teatro es el único rincón del mundo donde impera la libertad. Solamente quiero recordar a los lectores o eventuales espectadores que el derrumbe del muro de Berlín alemán no fue tan sencillo ni tan inocente, pero para explicarlo Santana escribiría otra pieza de teatro porque las consecuencias así lo ameritaban. Se le terimonó la vida y dejó sus observaciones.
S


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