Sebastiano Salvato |
Carlo Goldoni, dramaturgo italiano del Siglo XVIII, fue un hombre que hizo una acción individual reformista para el teatro, pero nunca de hecho encontró una colocación crítica en el panorama cultural italiano; para lo cual intentaremos analizar, bajo la óptica de teórico de la escena y hombre de la história, algunos razgos de su poética en comparación con algunos aspectos de la literatura latinoamericana del Siglo XX, nos cuemnta el teatrero italiano-venezolano Sebastiano Salvato.
Según la tradicción, la reforma de Goldoni quiso dar un texto escrito a la comedia improvisada. Prácticamente las compañias de la Commedia dell’Arte eran formadas por muy buenos y cultivados actores, pues para nada ignorantes como suele acotar una cierta tradicción; con una preparación y una sensibilidad modernas y una forma de actuar muy a la “italiana” que improvisaban basandose sobre un canovaccio, o sea un cañamazo, historias o aventuras.
Esta forma de hacer teatro duró como un siglo y medio. A lo largo del tiempo, después del fallecimiento de los mejores actores esta improvisación se había convertido en una especie de repetición porque los actores ahora mostraban tendencia a escribir sus parlamentos. Los actores sí improvisaban, pero repitiendo siempre las mismas palabras codificadas desde hace siglo y medio.
A partir de ahí Goldoni empieza su reforma que no quiso ser solamente estructural, sino también y sobretodo moral y política. El teatro de la reforma con su alcanze europeo resolvió realmente un problema cuya lógica se condensa en la creación del primero grande teatro nacional-popular italiano en el sentido moderno del término. Pues sería el concepto gramsciano - de Antonio Gramsci, pensador, crìtico y hombre político italiano (1891-1937) - de la realidad popular de una nación que se torna universal y actual.
Yo creo que el teatro y su mensaje, la comunicación, el sendido de la obra y su disfrute viven en mutua relación dialéctica; sin esta relación dialéctica no hay teatro. Estoy convencido de que exíste una equivocación entorno a la evaluación de la obra goldoniana precisamente porque no se le dió el justo peso a esa relación dialéctica.
Hay un antiguo error consolidado por ejemplo de evaluar la obra de Goldoni como moralizadora, agradable y sonriente, hecha de puro juego cómico siempre al filo de la vana galantería y de una teatralidad encerrada en su convencionalismo. Estas son posiciones erradas si pensamos que en la dedicación de Los Rusticos Goldoni dice “Yo trato de buscar y decir siempre la verdad ”.
Ahora, yo no entiendo porque nunca se quiso aceptar el verdadero significado de esta afirmación que es la única forma para que un artista resulte intelectualmente honesto; la honestidad de un artista es la capacidad de entender la realidad de las cosas y elevarla a sistema de arte; y que el carácter fundamental de la parte creativa nace de la sencillez y de la participación afectuosa para la construcción del destino de los demás, o sea de la sociedad. Goldoni dice que el sentimiento que un artista debería perseguir es:
“[...]aquel que tenemos impreso en el alma, aquel que la razón nos enseña, aquel que a través de la lectura y la observación se perfecciona, aquel que en fin deriva de la verdadera poesía, que consiste en la posibilidad de imaginar, de inventar y vestir las fabulas de alegria y de metáforas misteriosas”.
En este pequeño apartado de confesión estética, Goldoni parece anticipar paradojicamente el «realismo mágico» en el sentido que por una parte dice que es necesario partir de la realidad, pero al mismo tiempo aclara que la realidad no es suficiente; pues se necesita elevarla con fuerza poética hasta llegar a imaginar, inventar, vestir las fabulas que son, al fin y al cabo, histórias, alegorías, metáforas, misterio. Esta aseveración goldoniana me avecina aún más a esa idea personal de que el Señor Giménez queda simbolicamente más cercano al señor Goldoni más de lo que yo pensaba. Hay una curiosa coincidencia entre la poética goldoniana y el realismo mágico del Nuevo Mundo.
El «realismo goldoniano» como el «realismo mágico» por lo que significaron en sus respetivas épocas, hoy los percibo como un capítulo de nuestra historia – tanto la latinoaméricana como la europea – protagonizado por la hegemonía burguesa. El «realismo mágico» nasce como un movimiento literario colectivo de los años Sesenta que involucró también la investigación teatral del continemte latinoamericano; el «realismo goldoniano» es la acción individual de un hombre del Siglo XVIII – Goldoni - que apunta a una reforma del teatro. Sin embargo, las dos poéticas se afincan en los grandes momentos evolutivos de la historia que corresponde al Siglo XX para América latina, y al Siglo XVIII para Europa.
Asimismo, ambos fenómenos culturales cogen vuelo precisamente ahí donde hay una toma de conciencia sobre los nuevos temas políticos y sociales y, en consecuencia, se presenta la necesidad de fundar un nuevo humanismo que halla en el «realismo» su lenguaje más consonante. Claro está, todo lenguaje “realistico” no tiene un sólo modo de expresarse; es más, éste va cobrando distintas connotaciones en función de la situación en la que se encuentra, es decir la nación de proveniencia y las fuentes inspiradoras, tanto en América latina como en Europa.
La metodología del lenguaje “realistico” con respeto a la realidad es común a todas formulaciones y asume “el hombre político” – en el sentido brechtiano del término – como medida de todas las cosas. Pues podemos decir que tanto el «realismo mágico» como el «realismo goldoniano» cobran análogo significado metodológico. Para ambos fenómenos el marco es una sociedad que se halla en un momento de ebullición: a Goldoni le corresponde ese pasaje que va de un ordenamiento aristocrático a un ordenamiento bourgués; a los autores latinoamericanos les corresponde la coyuntura de las dictaduras militares y políticas que han convertido la palabra en una herramienta para manipular a los pueblos, así que los artistas estarían obligados a eligir entre la libertad y la dictadura, cuya modalidad se resolvió, tal cual como historicamente se manifestò.
De ese enjambre social latinoamericano salieron al mundo excelsos hombres de las letras – Borges, Asturias, Garcia Marquéz en las letras; Villa-Lobos, Ginastera, Chávez en la música; Siqueiros, Rivera, Tamayo en las artes plásticas - que dieron vida a un laborioso movimiento empeñado en hallar las raíces de las culturas autóctonas – precolombinas – que la Conquista barrió con un solo gesto en los albores del Siglo XVI.
En Cien Años de Soledad, Macondo, más que un lugar es un estado del alma que se convierte en el marco ideal para un análisis de comportamientos donde el tiempo es circular y concéntrico estableciendo cadencias psicológicas y poéticas unidas a la lógica de las acciones; asímismo, el lugar físico donde se desarrolla la história de El Señor Presidente de Asturias es un elemento aleatorio, y anuque el autor no lo aclara en ningun momento, resulta fácil deducir que se trata de Guatemala, aunque, podria tratarse de algun otro pais de América latina. De manera análoga, en el escenario, Le Baruffe Chiozzotte - Las riñas de Chioggia - la acción se cumple en una atmósfera sin tiempo, aunque estemos en el puerto de Chioggia; ahí no hay estación climatica ni hora sino una luz enrarecida, que corresponde a la luz del teatro; el tiempo es atemporal, es un tiempo destensado que sacude los nervios de los personajes provocando la pereza o la reacción. Esto es el razgo del “no-naturalismo” goldoniano.
El «realismo mágico» como dice la misma palabra, es una poética que se sitúa a mitad de camino entre el elemento mágico y la representación realista con una descripción meticulosa y atenta de la realidad, que no descuida ningún detalle sino que alcanza ese efecto de distanciamiento mediante el uso de elementos mágicos descritos a su vez realisticamente.
En el «realismo goldoniano» - en la realidad concreta del escenario - el elemento poético se halla en el color de la palabra, en el tono de la voz, el fraseo, el carácter del personaje, el ritmo, la mímica, la luz, la imágen, el paisaje geográfico. En fin, se trata de conseguir la celula fundamental del acontesimiento teatral realizado en el escenario con una progresiva propención hacia la teatralidad. Pues, la condición esencial de Macondo como la de Chioggia es la expreción plastica de la vida misma en el sentido más amplio, que son carácteres reales o imaginarios, colores, aromas, sonidos, sentimientos antagónicos, como el amor o el odio.
El antagonista del «realismo mágico» fue la tecnología, vale decir esa discrepancia que nasce entre la cultura incipiente de la tecnología de los años Sesenta y la cultura de la superstición. Para Goldoni en vez, los antagonistas fueron el individualismo de Gozzi, la propención al patrón reiterativo de las máscaras y sobretodo el frívolo estetismo del melodrama de Metastasio, Racine y Corbeille. Las comparaciones entre las dos poéticas introducen ese nexo asombroso del carácter poético del teatro goldoniano y la narrativa latinoamericana de la segunda mitad del Siglo XX.
En lineamientos generales, hay una concordancia ideológica de ambos lenguajes comparados, que van más alla de los módulos estéticos e interpretativos tanto en lo literario como en lo teatral. Esto es la realidad, con sus implicaciones políticas y sociales. Por ello, hay que enfocar la multiforme realidad de la vida para concebir un teatro no como un lugar museístico, sino como un lugar en el que coge vuelo la dinámica histórica que se mueve con personajes totalmente humanos y por ende contradictorios, verdaderos; que brindan al público una suerte de modelo existencial e histórico.
Y nosotros, hacedores de un Teatro de Arte tenemos la responsabilidad de defender todo patrimonio histórico europeo y latinoamericano: nosotros debemos inclinar a un arte humano, para un mundo más humano, más justo, más solidal. Y si acaso esto suena utópico, pues bién, un artista ha de perseguir utopías necesarias para colmar ese vacío nihilista de un Occidente que corre hacia la muerte definitiva de su misma identidad y, de facto, sin un pensamiento utópico, un proyecto ideal, social y cultural. Lo único que queda es, la pasiva esperanza cristiana
Y nosotros, hacedores de un Teatro de Arte tenemos la responsabilidad de defender todo patrimonio histórico europeo y latinoamericano: nosotros debemos inclinar a un arte humano, para un mundo más humano, más justo, más solidal. Y si acaso esto suena utópico, pues bién, un artista ha de perseguir utopías necesarias para colmar ese vacío nihilista de un Occidente que corre hacia la muerte definitiva de su misma identidad y, de facto, sin un pensamiento utópico, un proyecto ideal, social y cultural. Lo único que queda es, la pasiva esperanza cristiana
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