¿Teatro carcelario o pura ficción? |
En una cárcel imaginaria se desarrolla la teatralización criolla
La crema y nata, escrita y dirigida por
Elvis Chaveinte, otra producción del grupo teatral Deus Ex Machina, que cuenta
con las ejemplares actuaciones de Gabriel Agüero Mariño, Theylor Plaza, Abel
García, Ángel Pájaro, Rafael Carrillo, Homero Chávez, Julio César Marcano,
Anthony Castillo, Rossana Hernández y Lismar Ramírez.
La crema y nata, con funciones en la Sala Rajatabla, durante
dos fines de semanas más, es una monumental parodia que exhibe intrigas y crímenes
de dos conjuntos de malandros recluidos en un prisión, donde a su vez juegan a
distribuirse el poder que tienen en ese espacio, además de las riquezas que
pueden adquirir; pero el mecanismo de las negociaciones, entre los bandos enfrentados
para obtener la paz, desemboca en una supuesta
campaña para la Presidencia de la Republica, que ellos recrean en esa
penitenciaria. Aquí la realidad exterior, y no es culpa del escritor, es tan
obvia que no hay ficción, sino reconstrucción de los que sucede allende los
paredes del espacio teatral. Y uno piensa en la fuerza que tiene el sainete
castellano o el grotesco argentino, donde su teatralidad supera siempre la
realidad.
Aquí hay que recordar
obras como Macbeth y Titus Andronicus de Shakespeare y La ópera
de los tres centavos de Brecht donde las parodias que proponen son desproporcionadas,
y a la vez tan imaginativas, que obligan al público a no fantasear con lo que
se muestra sino a buscar, de inmediato, sus equivalentes en la realidad
concreta y no en otros escenarios imaginarios para detectar significados. Eso que
podría llamarse realismo poético, era lo que buscaban aquellos maestros del
teatro, sin complicarse la existencia y admitiendo la inteligencia mínima de
sus auditorios.
La crema y nata carece, pues, de la
poesía de Shakespeare y Brecht, cosa que Chaveinte no busca en ningún momento y
que tampoco pretendemos exigirle. Recrea, eso sí, sin refinamientos, como es la vida semisalvaje en las cárceles
venezolanas, tal como lo han descrito la prensa y algunos novelistas, donde hay
pranes que ejercen su influencia, supuestamente, en connivencia con las autoridades
legales, y para que toda esa vida carcelaria no sea tan aburrida hay hasta
discotecas y otras diversiones. La realidad desplaza al teatro y asume su cruda
denuncia, que siempre será menor a la realidad como tal. ¡Bravo por tal atrevimiento!
El espectáculo es muy
obvio, nada mágico ni cosa parecida. Es una estridente teatralización de alguna
actividad parateatral carcelaria, pero lo interesante, y queremos resaltar aquí,
es el juego actoral logrado, así como el ritmo y el alucinante desfile de situaciones
hiperrealistas, las cuales oscilan hacia el teatro circense, que van desde un
pran semiparalítico que se desplaza en monstruosa bicicleta y el juego de parodia
del otro aspirante al poder. Hay hasta un guiño al racismo, porque uno es
blanco y otro es negro como la noche, en medio de unas coreografías modernas.
No hay un minuto para
aburrirse, sino todo lo contrario y se anhela ver como cuentan y actúan sus patéticas
situaciones con el sonsote malandro. ¿Qué pasó con los regatones y las cumbias?
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