Javier con su esposa Julie y su mayorazgo |
No le pidan o no esperan que el primer actor Javier Vidal Prada milite mañana
en alguna organización política venezolana. Él es, genéticamente hablando, anarcosindicalista,
como lo han sido sus padres y todas las generaciones anteriores. Pero dejemos que
sea el quien explique su claridad ante la política.
¿Cómo ha sido su participación en
la vida política venezolana, desde que tiene uso de razón?
A estas alturas de mi carrera debo confesar
que mi participación política se inicia desde que comienzo mi actividad pública
teatral, es decir, hace ya 45 años, cuando comencé a escribir en la prensa
nacional sobre teatro y cultura. El teatro es el más público de las artes,
incluso más que el cine y la TV (en los cuales tengo aún actividad) porque
estás frente al público con lo público. Cuando hablan de teatro
"privado" no lo termino de entender porque el teatro es netamente
público, por ende: político. Soy político porque soy actor. Porque escribo
teatro, porque dirijo teatro. Porque politizo el teatro. Porque exhibo mis
ideas y mi cuerpo como objeto y sujeto de cultura.
¿Llegó a militar en AD,
Copei, MAS o el PCV?
¡Jamás! En los tiempos democráticos porque
poco me interesaban los partidos. En estos tiempos porque el teatro se
convirtió en una herramienta política de expresión y compromiso explícito y
contextual. En mi caso la estética tira del carro de la política y no al revés.
¿Cuál ha sido su análisis
de todas esas agrupaciones políticas, incluso la chavista?
Yo he sido muy infiel en los procesos
sufragiales. He perdido en todos los comicios y eso me da mucha holgura e
independencia. Me siento muy cómodo y comprometido en la oposición. Siempre he
estado en ella y seguiré hasta el fin de mis tiempos. Siendo hijo, nieto y
bisnieto de "anarcosindicalistas" me tocó despreciar al comunismo.
Para mi familia los comunistas eran unos asesinos que acabaron con los líderes
del anarquismo catalán. Mis padres al llegar a Venezuela me inscribieron en un
colegio de diocesanos franceses, seguí con un bachillerato de claretianos y
terminé mi carrera con los jesuitas donde luego estuve por 25 años como
profesor de la UCAB. Agradezco al padre Olaso s.j. por sus clases de filosofía
contemporánea donde me mamé real y literalmente El Capital de Marx y
palpé de primera mano lo equivocado que andaba ese resentido alsaciano con ese
plomazo bíblico donde tuerce la infinitud de la dialéctica en la perfección de
la anquilosada y pétrea revolución comunista. Todo un disparate. Todo un
fracaso teórico y práctico con el leninismo y demás ismos heterodoxos.
Antifascista por ADN. Asimilado a la democracia cristiana por formación y
aplaudiendo a la socialdemocracia por su pragmatismo en los tiempos de la
globalización económica donde fenecen las banderas del nacionalismo e izan las
de las transnacionales.
¿Podría analizar las
posturas ideológicas de todas esas agrupaciones frente el hecho cultural o
cuál es el balance que puedes hacer de esos gobiernos?
La cultura y las Bellas Artes han encontrado
en los tiempos de la socialdemocracia los mejores momentos de empuje y
solvencia administrativa. Los llamados "Adecos" fueron los primeros
en asimilar que el Estado tiene deberes con la Cultura. Que es un deber de
Estado generar cultura para el país y que la cultura es el continente del
contenido de las demás manifestaciones socio-políticas y económicas. No hablo
de educación. Insisto en Cultura. Los democristianos, con su pacatería opusa y
elitismo mantuano, tendieron a ser paternalistas y la censura se reanimó en
todas las ramas comunicacionales. La TV fue la más afectada. Los
socialdemócratas legislaron la cultura y promovieron el cine y el teatro sin
pasar facturas ideológicas. Tanto así que la gestión siempre iba a parar a
manos los camaradas del socialismo montuno o de los fracasados guerrilleros de
la escisión adeca una vez descendieron tras la pacificación copeyana. La mejor
gestión cultural estuvo en tiempos de CAP II en manos del maestro José Antonio Abreu.
Duélale a quien le duela.
La revolución se debate entre la destrucción y
la indiferencia. Es decir: no hay dialéctica que valga. No hay tesis, no hay
antítesis: cero síntesis. A diferencia de la soviética o la cubana, aquí se
realizó una sistemática y metodológica pulverización de las instituciones
culturales que se iniciaron con la razzia de 2001 y las 40 cabezas degolladas
de la intelligentzia democrática que
Manuel Espinoza ofreció en bandeja de plata al comandante insepulto. Ha habido
una mimetización del militarismo en la administración estatal. Y el militarismo
es la anatema de la cultura y la civilización que viene de civilismo, civil.
Tanto así que la primera actividad que realiza el nuevo Ministro de la Cultura
es crear un "estado mayor" ¿Más claro? La cultura del PSUV: Un cuartel
con el sargento O'Hara y Rin Tin Tin incluido.
¿Qué hacer en estos
momentos? ¿Cómo vislumbra el devenir?
A falta de políticas públicas. Emerger con la
sobrevivencia privada. El porvenir es un cataclismo sino se produce el cambio
que el país le acaba de exigir al corrupto poder. Con votos cambiamos un poder.
Ahora toca cambiar, con el voto revocatorio, el poder ejecutivo y el putrefacto
Palacio de Justicia. Desconocer el necesario clamor de un país es la más
diáfana expresión del fascismo dictatorial y bananero (¿petrolero para
nosotros?). El actual régimen es corrupto, es inoperante, incapaz, es
miserable. Y, ojo, estamos hablando de un 92% de rechazo a la actual situación.
Jamás en la historia de las estadísticas ha aparecido esta cifra en el rechazo
de un régimen y de una situación-país. Habrá porvenir si se produce el cambio
con el debido proceso constitucional. Aquí solo quiere violencia el poder
corrupto que no quiere soltar el hueso. La violencia es propia de los
militares. No de la Cultura. El triunfo del militarismo es la destrucción de la
cultura de un país. Hitler, Franco, Mussolini, Castro... son referencias.
¿Estaría dispuesto a
participar en un proceso electoral para un cargo parlamentario?
No.
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