El actor Manrique en su siniestro personaje.
El teatro
venezolano siempre ha estado a la izquierda del Estado y mantenido relaciones
con el Poder o los Gobiernos de turno porque sus artistas son gente civilizada
y respetuosa de las leyes. Los gobernantes, casi siempre, han respetado la
ideología de los teatreros y no han ido más allá de las formalidades
establecidas, aunque hubo tiempos cuando los teatreros terminaron haciendo sus
comedias en las cárceles o en los cielos, algunos, y otros tantos fueron
desaparecidos, tal como ocurrió en los tiempos del general Marcos Pérez
Jiménez, según lo narra Héctor Rodríguez Bouza en su libro Ida y vuelta de
la utopía, específicamente en el capítulo referido al grupo teatral
Máscaras, fundado por César Rengifo en el año 1952.
Esto es bueno
recordarlo, para tirios y troyanos, porque prosigue en temporada, en el teatro
Trasnocho (todos los jueves, desde el 26 de febrero al de 30 de marzo, a las 7PM), uno de los
espectáculos más desgarrados y controversiales que nunca jamás se haya
representado en esta Tierra de Gracia: Sangre en el diván, gracias al actor y director,
además versionista, Héctor Manrique, donde se aborda una descarnada faceta de
la vida real de Edmundo Chirinos (Churuguara, 12.08.1935/ Caracas, 24.08.2013).
Un unipersonal para entender porque pasan ciertas cosas en nuestra Venezuela y
para pedirle a Dios que nos salve siempre, porque los científicos o los sabios
y las instituciones policiales, en ocasiones, son cómplices. ¿Cuántos como él
hay por ahí, sueltos y además matando? ¿La echonería es otra pandemia? ¿No
podemos ser más un país de cómplices?
AJUSTE DE
CUENTAS
Griselda Gambaro
enseña que toda escritura es teatral o susceptible de ser teatralizada y
siempre generará una confrontación, porque el teatro es arte profundamente imbricado
con lo social. Es acción escénica que, quien la ve, recibe un destello que lo
ilumine, le de placer o ideas o imágenes que lo enriquecen, aunque sea
mínimamente. No es elitista, ni críptico, ni superfluo. A través de la
estética teatral se puede decir no a la corrupción, a las dictaduras, al olvido
de la memoria colectiva, desde lo teatral y lo no teatral. Por eso toda pieza
de teatro es un ajuste de cuentas, un enfrentamiento más o menos inmediato con
la sociedad. Es impredecible lo puede ocurrir con un público tras haber visto
un espectáculo que le pegue en el estómago y lo haga maldecir desde muy
adentro. Por eso el teatro tiene sus enemigos y estos están desvelados, además.
Y citamos a
Gambaro (Buenos Aires, 24 de julio de 1928) porque leímos sobre Edmundo
Chirinos, eminente médico, psiquiatra, psicólogo y político, quien tuvo un
trágico epílogo vital, el cual ni él mismo hubiese deseado. Él, en su avatar
existencial, se topó con una paciente, pero su naturaleza humana lo llevó hasta
el asesinato, quizás para degustar el placer en situaciones extremas. La
justicia venezolana lo condenó a una severa pena pero la muerte lo sacó de
escena; convirtiendo su saga en una desgraciada lección de vida para todos
aquellos que se creen autosuficientes, histriones, seductores y amantes del
peligro. Y, además, su trágico desenlace le recuerda a la sociedad que los
códigos de conducta de todas las profesiones son obligatorios para detectar la
corrupción, terrible cáncer que derrumba imperios, como el romano, para citar a
uno de tantos.
Ahora Chirinos
revive porque desde el 10 de octubre de 2014 (en una sala del BOD) el Grupo
Actoral 80 ha estado escenificando un unipersonal basado en el libro Sangre en el diván: el extraordinario caso
del Dr. Chirinos, de Ibéyise Pacheco, dirigido y actuado
magistralmente por Héctor Manrique. Ahí, el otrora famoso ex rector de la
UCV y miembro de la Asamblea Constituyente y hasta candidato presidencial del
PCV, revive semidesnudo y reposando en un diván blanco en medio de un alba
habitación que puede ser una celda o un consultorio. Se viste parsimoniosamente
para contar, muy convincentemente, lo que ha sido su vida profesional e
íntima, haciendo énfasis en sus relaciones amatorias, causando hilaridad por el
cinismo de sus cuentos o por la ingenuidad de sus juicios de valor sobre sus
coterráneos. Incluso llega a producir conmiseración porque estaba enloqueciendo
y no se sabía ni tampoco la sociedad se enteró hasta que mató a su paciente.
Manrique asumió
tal caracterización tras un acucioso trabajo de estudio del complejo personaje
y además logró una transformación física apuntalada en un preciso maquillaje
actoral, interna y externo. Es un espectáculo ejemplar con su aleccionador y
crítico contenido y por la pulcritud de la producción global. El histrión, sin
juzgar a su siniestro personaje, juega con el público, en el buen sentido del
término, y este, como es obvio, ríe, disfruta, pero queda en estado de shock.
Lo vimos el año pasado. Y lo volvimos a ver, por supuesto, recientemente una
función en el Trasnocho Cultural, y todo aquello es más contundente y
estremecedor en estos tiempos. Por eso es que ya contabiliza más de 200
funciones y puede mostrarse mucho más, pero el artista se va de vacaciones, por
ahora. Ojalá que los jóvenes actores y los veteranos también puedan verlo y
hacerle un foro o pedirle un taller. ¡Gana el teatro entero!
HISTORIA
REAL
En el libro Sangre en el diván:
El extraordinario caso del Dr. Chirinos se cuenta la vida del
polémico psiquiatra, quién fuera hallado culpable del asesinato de la joven
Roxana Vargas (19 años), uno de los casos policiales más sonados de los últimos
tiempos. Ella, estudiante de periodismo fue llevada por su madre, Ana Teresa a
la clínica psiquiátrica de Chirinos. Ahí, él, como médico le dice que tiene
esquizofrenia y le receta cura de sueños. La estudiante tenía problemas por su
físico- estaba pasada de peso -y estaba enamorada de un hombre que la veía como
su amiga. El doctor abusó de forma sexual de ella e inician una relación
amorosa. Ella escribía en su diario y en su blogs en Internet lo que sentía y
le pasaba. Un día no llegó a casa y fue hallada muerta. Chirinos fue condenado
a 20 años de cárcel, pero murió cuando pagaba la condena en su casa. El libro
está dividido en seis partes y una especial entrevista que le hizo Miyó
Vestrini al susodicho personaje. El texto, pues, consta de: Capítulo I El
Crimen, capítulo II La investigación, capítulo III El sospechoso,
capítulo IV El delirio, capítulo V El diagnóstico, capítulo VI
La sentencia y el anexo de la entrevista. Lo que se relata en esas páginas
es una saga triste pero sorprendente ocurrida en Venezuela en el año 2007
donde una familia perdió a una de sus integrantes porque conocía muchos
secretos de un psiquiatra muy importante en el país, quien además atendía a
políticos muy poderosos.
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