La juventud teatral trabaja por su crecimiento artístico. |
El teatro venezolano tiene varias décadas en guerra contra la homofobia,
enfermad psicosocial que afecta a numerosas
personas que sienten rechazo y discriminan a hombres y mujeres definidos como
homosexuales y además manifiestan públicamente su aversión irracional hacia los
gays. Durante la segunda mitad del siglo
XX, y especialmente al calor de algunas empresas culturales como El Nuevo Grupo, Rajatabla y Grupo Theja (Isaac
Chocrón, José Ignacio Cabrujas, Román Chalbaud, José Simón Escalona, Carlos
Giménez, Marco Antonio Ettedgui y Javier Vidal, entre otros) se mostraron
piezas de autoría venezolana o foránea que plasmaron historias reales ficcionadas,
cuyos protagonistas eran homosexuales, para enseñar así que los enfermos no
eran ellos sino quienes les adversaban, seres afectados de psicotismo, un rasgo
de la personalidad que padecen algunas personas con conductas impulsivas,
hostiles, agresivas, iracundas o que tienen “la misma empatía que una botella
de plástico”.
Esa guerra anti homofóbica, con muertos de carne y hueso, ha permitido
conocer aleccionadores espectáculos creados a partir de textos como El pez que fuma, Los ángeles
terribles, Reina pepeada, La revolución, La máxima felicidad ,Escrito
y sellado, La muerte de García Lorca, entre otros. Han combatido
a través del arte teatral el desconocimiento y los prejuicios que están en la
base de esa discriminación que sufren los gays y al mismo tiempo recalca que
los homófobos son frecuentemente homosexuales ocultos, alterados por las religiones y desajustados mentalmente por la hipermasculinidad y la misoginia,
entre otros excesos, además de la ignorancia sobre las conductas sexuales y, por
si fuera poco, con brutal desigualdad socioeconómica y la siniestra violencia
institucionalizada, que son agravantes.
FESTIVAL DE
JOVENES DIRECTORES
El siglo XXI ha estado muy activo teatralmente en Venezuela en
su lucha contra la homofobia y por eso irrumpen varios autores, como Fernando
Azpúrua con Niños lindos (un joven gay engañado por su enamorado se suicida) y
ahora el veterano José Gabriel Núñez (cumple 80 años en octubre próximo) con Casa
de sangre y cenizas (padre homófobo mata a su joven hijo, por ser gay), bajo la
dirección de Johnny Romero, la cual precisamente inauguró el Tercer Festival de
Jóvenes Directores Trasnocho.
Este evento, organizado y presentado por la Fundación Trasnocho Cultural en su sala Espacio Plural,
comenzó el 13 de enero y culminará el 12 de marzo, tras presentar ocho montajes,
puestos en escena por igual número de directores. La institución asume costos de sala, publicidad y promoción. Los gerentes y empleados de Trasnocho prestan así
un servicio al público y en este festival son coproductores. Van a riesgo con
los productores de las obras seleccionadas. “Quisiéramos tener un pulso
económico más fuerte para poderles dar un dinero inicial, pero hoy es muy
difícil conseguir patrocinio”, expresó Solveig Hoogesteijn. Por su parte, los
concursantes que abordan económicamente sus proyectos, han recurrido a sus amistades
y recibido apoyo de grupos teatrales, como el GA80, que ofreció el préstamo de
utilería y otros. Los dos mejores directores tendrán sendas temporadas, de tres
semanas, en el Espacio Plural y en la Sala La Viga del Centro Cultural Chacao
(CCCH). La mitad de las taquillas es para las agrupaciones. Cada boleto cuesta
2 mil bolívares.
Además del montaje de Johnny Romero, completan la lista del
Tercer Festival: Greymar Hernández, quien presentará Adiós a todos, del
español Luis García-Araus; Pedro Indriago dirigirá Recordando con ira, del británico
John Osborne; Carlos Fabián Medina llevará a las tablas Tom en la granja, del
canadiense Michel Bouchard; Axel Valdivieso hará lo propio con El triciclo, del español Fernando Arrabal; Rafael Barazarte, Juan Bautista y
Jesús Navas montarán piezas de los dramaturgos venezolanos Gustavo Ott (Comegato), Elio Palencia (De alta)
y Karin Valecillos (Cría de canguros),
respectivamente. Son comedias y dramas que tocan temas como la familia, la
emigración, el amor o la intolerancia sexual (hay tres piezas de temática gay),
las cuales subirán a escena con talentos emergentes, de edades comprendidas
entre los 24 y 28 años, aunque el límite para participar es 30 años; algunos tienen
experiencia en dirección teatral (profesional o universitaria); la mayoría en
actuación o asistencia de producción. Es, sin lugar a dudas, otra generación
emergente y comprometida.
POLITICA Y SEXO
La lectura política, siempre de denuncia contra
el opresor y a favor de los oprimidos, que José Gabriel Núñez propone en sus
obras de teatro (no menos de 40 textos, la mayoría escenificados) ha sido un
tema de gran interés para el novel director y actor Jhonny Romero, cuya tesis
de grado se encauzó en la tarea de desentrañar los elementos políticos y
sociales que yacían en cinco piezas estudiadas. Cuando leyó Casa de sangre y cenizas se emocionó porque entrevió
lo complicado del trabajo de dirección que exige esa obra que se realiza en dos
tiempos, quedando la posibilidad de representar la casa con una propuesta
hiperrealista, contó Romero, de 24 años. Pero la puesta en escena que
propone el director va más allá. La casa del texto es “una casa de verdad”
(un livingroom que se transforma en burdel), trasladada al escenario, lo cual se
convirtió en el asunto “más escabroso” de la producción, como ha contado Romero.
El autor Núñez usa una criada para narrar, alternadamente
ante un periodista, las historias pasadas
de una casona, ubicada en un pueblo de alguna provincia venezolana, en los
tiempos de una dictadura (desde Castro hasta Perez Jiménez), de la cual no quedan
sino recuerdos del antiguo esplendor de aquel hogar, los cuales se corporizan y
revelan lo ocurrido, años atrás. Es un monumental flashback, como en el cine,
pero que ahí está resuelto con un elenco carente de experiencia, salvo el caso
de esos dos auténticos profesionales, quienes encarnan a la prostituta y el papá
homófobo. Son tres historias de amor: la madre y el padre, la hija y su novio universitario
y el varoncito de la familia enredado con el sirviente. Un trio romántico en
medio de complejas relaciones sociales, de dominación total, hasta que todo se
rompe y el muchacho muere tiroteado en la habitación de un burdel, porque su
papá se entera que no pudo hacer nada con la ramera, ya que es homosexual, como
lo presume su progenitor o se enteró de sus picardías homoeróticas. Este desenlace
no es totalmente convincente escénicamente, pero eso fue lo que vimos y pudimos
ponderar, a lo largo de 90 minutos de duración global del montaje.
Juan Carlos Lira, Naír Borges, Sandra Yajure, Flor Colmenares,
Giancarlo Ferrini, Darlin Durán, Carlos Enrique Pérez, Alfredo Timaure y Maiker
Pereira conforman el aguerrido elenco de este dramón, donde se entrecruzan esas
sagas románticas, desarrolladas en medio de las luchas estudiantiles y la nefasta
intolerancia de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Creemos que el texto
merece saltar al cine, pero ese es otro cantar. Johnny Romero, pues, se propuso
materializar su reto y lo logró, satisfactoriamente. Con un elenco profesional
habría tenido mayor fuerza su trabajo, pero eso era lo que tenía.
¡La lucha contra la homofobia
continua, por supuesto, y con sangre nueva, porque esa enfermedad sigue matando
día a día y en ocasiones con sumo descaro
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