jueves, enero 19, 2017

Homofobia, cenizas y sangre

La juventud teatral trabaja por su crecimiento artístico.
 El teatro venezolano tiene varias décadas en guerra contra la homofobia, enfermad psicosocial que afecta a numerosas personas que sienten rechazo y discriminan a hombres y mujeres definidos como homosexuales y además manifiestan públicamente su aversión irracional hacia los gays. Durante la segunda  mitad del siglo XX, y especialmente al calor de algunas empresas culturales como  El Nuevo Grupo, Rajatabla y Grupo Theja (Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas, Román Chalbaud, José Simón Escalona, Carlos Giménez, Marco Antonio Ettedgui y Javier Vidal, entre otros) se mostraron piezas de autoría venezolana o foránea que plasmaron historias reales ficcionadas, cuyos protagonistas eran homosexuales, para enseñar así que los enfermos no eran ellos sino quienes les adversaban, seres afectados de psicotismo, un rasgo de la personalidad que padecen algunas personas con conductas impulsivas, hostiles, agresivas, iracundas o que tienen “la misma empatía que una botella de plástico”.
Esa guerra anti homofóbica, con muertos de carne y hueso, ha permitido conocer aleccionadores espectáculos creados a partir de  textos como El pez que fuma, Los ángeles terribles, Reina pepeada, La revolución, La máxima felicidad ,Escrito y sellado, La muerte de García Lorca, entre otros. Han combatido a través del arte teatral el desconocimiento y los prejuicios que están en la base de esa discriminación que sufren los gays y al mismo tiempo recalca que los homófobos son frecuentemente homosexuales ocultos, alterados por las religiones y desajustados mentalmente por la hipermasculinidad y la misoginia, entre otros excesos, además  de la  ignorancia sobre las conductas sexuales y, por si fuera poco, con brutal desigualdad socioeconómica y la siniestra violencia institucionalizada, que son agravantes.
FESTIVAL DE JOVENES DIRECTORES
El siglo XXI ha estado muy activo teatralmente en Venezuela en su lucha contra la homofobia y por eso irrumpen varios autores, como Fernando Azpúrua con Niños lindos (un joven gay engañado por su enamorado se suicida) y ahora el veterano José Gabriel Núñez (cumple 80 años en octubre próximo) con Casa de sangre y cenizas (padre homófobo mata a su joven hijo, por ser gay), bajo la dirección de Johnny Romero, la cual precisamente inauguró el Tercer Festival de Jóvenes Directores Trasnocho.
Este evento, organizado y presentado por la Fundación  Trasnocho Cultural en su sala Espacio Plural, comenzó el 13 de enero y culminará el 12 de marzo, tras presentar ocho montajes, puestos en escena por igual número de directores. La institución asume costos de sala, publicidad y promoción.  Los gerentes y empleados de Trasnocho prestan así un servicio al público y en este festival son coproductores. Van a riesgo con los productores de las obras seleccionadas. “Quisiéramos tener un pulso económico más fuerte para poderles dar un dinero inicial, pero hoy es muy difícil conseguir patrocinio”, expresó Solveig Hoogesteijn. Por su parte, los concursantes que abordan económicamente sus proyectos, han recurrido a sus amistades y recibido apoyo de grupos teatrales, como el GA80, que ofreció el préstamo de utilería y otros. Los dos mejores directores tendrán sendas temporadas, de tres semanas, en el Espacio Plural y en la Sala La Viga del Centro Cultural Chacao (CCCH). La mitad de las taquillas es para las agrupaciones. Cada boleto cuesta 2 mil bolívares.
Además del montaje de Johnny Romero, completan la lista del Tercer Festival: Greymar Hernández, quien presentará Adiós a todos, del español Luis García-Araus; Pedro Indriago dirigirá Recordando con ira, del británico John Osborne; Carlos Fabián Medina llevará a las tablas Tom en la granja, del canadiense Michel Bouchard; Axel Valdivieso hará lo propio con El triciclo, del español Fernando Arrabal; Rafael Barazarte, Juan Bautista y Jesús Navas montarán piezas de los dramaturgos venezolanos Gustavo Ott (Comegato), Elio Palencia (De alta) y Karin Valecillos (Cría de canguros), respectivamente. Son comedias y dramas que tocan temas como la familia, la emigración, el amor o la intolerancia sexual (hay tres piezas de temática gay), las cuales subirán a escena con talentos emergentes, de edades comprendidas entre los 24 y 28 años, aunque el límite para participar es 30 años; algunos tienen experiencia en dirección teatral (profesional o universitaria); la mayoría en actuación o asistencia de producción. Es, sin lugar a dudas, otra generación emergente y comprometida.
POLITICA Y SEXO
La lectura política, siempre de denuncia contra el opresor y a favor de los oprimidos, que José Gabriel Núñez propone en sus obras de teatro (no menos de 40 textos, la mayoría escenificados) ha sido un tema de gran interés para el novel director y actor Jhonny Romero, cuya tesis de grado se encauzó en la tarea de desentrañar los elementos políticos y sociales que yacían en cinco   piezas estudiadas. Cuando leyó Casa de sangre y cenizas se emocionó porque entrevió lo complicado del trabajo de dirección que exige esa obra que se realiza en dos tiempos, quedando la posibilidad de representar la casa con una propuesta hiperrealista, contó Romero, de 24 años. Pero la puesta en escena que propone el director va más allá.  La casa del texto es “una casa de verdad” (un livingroom que se transforma en burdel), trasladada al escenario, lo cual se convirtió en el asunto “más escabroso” de la producción, como ha contado Romero.
El autor Núñez usa una criada para narrar, alternadamente ante un periodista, las historias  pasadas de una casona, ubicada en un pueblo de alguna provincia venezolana, en los tiempos de una dictadura (desde Castro hasta Perez Jiménez), de la cual no quedan sino recuerdos del antiguo esplendor de aquel hogar, los cuales se corporizan y revelan lo ocurrido, años atrás. Es un monumental flashback, como en el cine, pero que ahí está resuelto con un elenco carente de experiencia, salvo el caso de esos dos auténticos profesionales, quienes encarnan a la prostituta y el papá homófobo. Son tres historias de amor: la madre y el padre, la hija y su novio universitario y el varoncito de la familia enredado con el sirviente. Un trio romántico en medio de complejas relaciones sociales, de dominación total, hasta que todo se rompe y el muchacho muere tiroteado en la habitación de un burdel, porque su papá se entera que no pudo hacer nada con la ramera, ya que es homosexual, como lo presume su progenitor o se enteró de sus picardías homoeróticas. Este desenlace no es totalmente convincente escénicamente, pero eso fue lo que vimos y pudimos ponderar, a lo largo de 90 minutos de duración global del montaje.
Juan Carlos Lira, Naír Borges, Sandra Yajure, Flor Colmenares, Giancarlo Ferrini, Darlin Durán, Carlos Enrique Pérez, Alfredo Timaure y Maiker Pereira conforman el aguerrido elenco de este dramón, donde se entrecruzan esas sagas románticas, desarrolladas en medio de las luchas estudiantiles y la nefasta intolerancia de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Creemos que el texto merece saltar al cine, pero ese es otro cantar. Johnny Romero, pues, se propuso materializar su reto y lo logró, satisfactoriamente. Con un elenco profesional habría tenido mayor fuerza su trabajo, pero eso era lo que tenía.
¡La lucha contra la homofobia continua, por supuesto, y con sangre nueva, porque esa enfermedad sigue matando día a día y en ocasiones con sumo descaro

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