A 15 años de su estreno obliga a pensar en lo que somos los venezolanos |
Vimos al dramaturgo y director Rodolfo Santana Salas
(1944-2012) abrir fastuosamente la temporada 2001 con el estreno de su comedia
dramática Asalto al viento en el teatro San Martín de
Caracas. Ahí mostró a los actores Pedro Lander (Fermín), David Villegas (Eduardo),
Alfonso Rey (Roberto) y Enrique Mujica (Enrique), quienes dieron vida escénica
a un grupete de amigos que tuvieron mucha suerte
al asaltar un banco en Caracas y llevarse un cuantioso botín hasta su
guarida en Macuto; pero cuando hacían planes para el disfrute de esos millones
de bolívares, la naturaleza los castigó. El deslave de Vargas (1999) se encargó
de quitarles lo robado y dejarlos en la carraplana, para decirlo en criollo; el
mar se les llevó el vehículo donde habían guardado el trofeo de su hazaña.
¿Qué pasó con esos patéticos personajes?
¿Reincidieron Fermín, Eduardo, Roberto y Enrique? El dramaturgo nunca lo dijo,
ni tampoco pergeñó una segunda parte; prosiguió, eso sí, su periplo,
escribiendo para el cine, disciplina que le cambió sus modelos rítmicos, el sentido del tiempo, los modelados de
los personajes y formas estructurales. Sabemos que tenía listos los guiones (literario
y técnico) para rodar Asalto al viento
y alistaba a sus actores, porque además la iba a dirigir, para hacer así su
primera película.
Y fue en ese viaje hacia su Ítaca, o subiendo la escalera
de Jacobo, cuando la muerte lo
sorprendió en Guarenas, mientras devoraba unas empanadas de cazón, a los 68
años. Dejó no menos de 100 piezas teatrales, 13 guiones, un hijo cuarentón y
millones de amigos.
Ahora, en ocasión del V Festival de Teatro de Caracas
(del 3 al 12 de junio), el grupo Sobretablas decidió hacer, en la sala 2 del
Celarg, unas funciones de “calentamiento” con Asalto al viento antes de
exhibirse en la muestra, y es por eso que, de maneras impactantes y convincentes,
Héctor Castro, José Carrizo, Elmer Pinto y Pedro Cambas, bajo la correcta y solvente
dirección de Jennifer Morales, plasmaron a esos venezolanos perdedores. Respetaron
el texto y replantearon sensatas reflexiones sobre la ideología maltrecha de
sus personajes y el legado de la tragedia de Vargas, con sus pérdidas
materiales y los miles de desaparecidos, además del temor que la naturaleza repita.
Más que una clase de sentida actuación, hicieron un mini foro, desde el livingroom desde la guarida de sus
personajes, sobre la vida venezolana antes y despues del trágico deslave.
El público degustó los profesionales performances de esos
criollos que no pudieron triunfar en su acción delincuencial, porque el deslave
les negó la felicidad y es ahí cuando el autor, como lo dice en nuestro libro Rodolfo
como es Santana, predica que “en
Venezuela sería muy bueno que los creadores se dieran un paseo por las veredas
del compromiso. Y más en esta etapa, donde una historia feroz nos arrebata el
derecho a soñar. Nuestros políticos han aniquilado las posibilidades de un
mundo mejor. Los pueblos diseñan sus sueños, el hábitat ideal donde sus
ilusiones fructificarán. Pienso que nuestros sueños colectivos han sido
cercenados. Se nos han constreñido territorios en nuestras aspiraciones de
bienestar y participación y hoy la pesadilla ronda el oxígeno común”.
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