Un Guardia Civil, tres Guardias de Asalto, dos policías
y un exaltado fueron los verdugos del poeta Federico García Lorca, según el
libro de Miguel Caballero, Historia de
una familia. La verdad sobre el asesinato de García Lorca, escrito en
colaboración con Pilar Góngora, donde se descubre la identidad de los hombres
que participaron en su ejecución.
Según el periodista Borja Martínez Gutiérrez, en
extensa crónica publicada en el número 153 de la revista La aventura de la Historia, con el paso de los años, lenta pero
inexorablemente, las muchas incógnitas que velaban el asesinato de Federico García
Lorca han ido quedando despejadas, para lo cual la investigación y el texto de
Caballero es fundamental
Afirma como el escritor Caballero demostró que el trágico
final del poeta fue consecuencia de la rivalidad de su familia con otros dos clanes
de la Vega de Granada, los Roldán y el Alba, en pugna por la preponderancia política
y económica de la comarca.
Caballero
desvela el rol clave desempeñado por Nicolás Velasco Simarro, teniente coronel
retirado de la Guardia Civil, que tras la sublevación militar se convirtió en
la mano derecha del gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán, y que en
ausencia de éste ordeno el mismo día de su detención, el traslado de García
Lorca al lugar donde sería asesinado.
Caballero, afirma
Martínez Gutiérrez, que Caballero recompone el complejo entramado de rencores e
intereses que provocaron su detención y asesinato y, sobre todo, desvela la
identidad de los que formaron el pelotón de fusilamiento que acabó con sus
vidas.
En torno a las 13.30 horas del 16 de agosto de 1936 ya la
cabeza de un numeroso contingente de hombres, Ramón Luis Alonso, Federico Martin
Lagos y Juan Luis Trescastro se presentan en el número 1 de la calle Angulo de
Granada, el domicilio familiar de los Rosales, para conducir la poeta a la sede
del Gobierno Civil. En sus dependencias, y en ausencia del gobernador, se
encontraba al mando el mencionado Velasco Simarro, quien actuó como agente
catalizador de la trama que acabo con la vida del poeta.
Aquel 16 de agosto estaban a sus órdenes los dos inspectores
de policía adscritos al Gobierno Civil de Granada, Francisco Mingorance Jaraba
y Julio Romero Funes. Ellos organizaron el traslado de García Lorca a la
Colonia, un recinto situado en el municipio de Viznar, viejo molino transformado
con el tiempo en fábrica de tejidos y, finalmente, habilitado como residencia
escolar femenina, pero que con la guerra fue transformado en centro
de detenciones de los sublevados. Fue Romero Funes el que comunico al teniente
de la Guardia de Asalto, Rafael Martínez Fajardo, la orden de conducir a García
Lorca a la Colonia, junto con otros tres presos para su confinamiento y
posterior fusilamiento.
500 PESETAS
El poeta llegó a
la Colonia al filo de las once de la noche y allí permaneció confinado en una
habitación hasta que de madrugada fue llevado al lugar de la ejecución, situado
en el campo de instrucción de las tropas, en un lugar muy concreto en el margen
derecho de la carretera que conduce al vecino pueblo de Alfacar.
¿A quién correspondió la misión de ejecutarlo? En la
Colonia actuaban de manera estable un grupo de hombres dedicados a la ejecución
de los detenidos. Ahí estaba el sargento de la Guardia de Asalto, Mariano
Ajenjo Moreno, que era el director de los ejecutores. El trágico rol lo
hicieron: Salvador Baro Leyva, Juan Jiménez Cascales y Fernando Correo
Carrasco, además de Antonio Hernández Marín, Antonio Benavides Benavides y
Salvio Rodríguez García. Siete hombres que se
añaden a la cadena de decisiones y actos que acabaron con García Lorca en el paredón y que
a falta de la localización exacta de los restos del poeta, iluminan casi al
completo el crimen más tristemente
simbólico de la última guerra civil española.
Los verdugos, unos voluntarios y otros forzado, recibieron
un premio en metálico de 500 pesetas y un ascenso en el escalafón del cuerpo de
la Guardia de Asalto y Seguridad, posteriormente Policía Armada y de Trafico.
ÚLTIMAS 13 HORAS
La detención. Hacia las 13.30 del 16 de
agosto de 1936, Lorca es detenido en el domicilio familiar de los Rosales.
La espera. El poeta es conducido al Gobierno Civil de Granada y
de allí a la Colonia, un centro de detención de Viznar.
La muerte. Fue fusilado en la madrugada del 17 de agosto, en un
campo de instrucción de tropas en el margen derecho de la carretera hacia
Alfacar.
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