De nuevo Ibrahim Guerra en la pelea por un mejor teatro para los venezolanos. |
El quinto montaje de la obra El pez que fuma, de Román Chalbaud, con
el cual se relanza a la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de
Ibrahim Guerra, se realizará en el teatro Nacional, producido por el Centro
Nacional de Teatro, que comanda Alfredo Caldera, a mediados del venidero mes de
noviembre, con un elenco seleccionado entre 44 profesionales.
TURBIOS AMORES
El pez que fuma es un próspero bar de copas y prostíbulo,
o burdel, administrado por La Garza, quien confía en su amante de turno, Dimas,
para que deposite las ganancias en el banco; pero este es un dilapidador
del dinero ajeno y además la engaña con otras meretrices. Desde la cárcel,
Tobías, ex amante de La Garza, conspira, y le manda un “Judas” (Juan), quien se
encarga de emponzoñar todo y enamora a la patrona del burdel. Dimas no se deja
sustituir tan fácilmente y mata, sin querer, a la codiciada dama; termina en la
cárcel y deberá resolver su conflicto con Tobías.
Ha dicho Chalbaud que “escribo mis obras a
partir de los personajes que me invento, después los uno y nace toda la obra.
Esos entes teatrales me dictan lo que quieren ser y así los presento. No
intento explicar mis obras teatrales, ni tampoco mis películas, dejo que el
público las vea, las digiera y saque sus propias conclusiones. Los prostíbulos
son sitios donde, especialmente los hombres, se drenan pasiones y se trata de
conseguir por horas ese amor que se sale no solo por la boca. Hay muchos sueños
o anhelos que ahí se forjan o que naufragan. El poder y el amor son las dos
grandes pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy bien marcado o
definido. Además, a todos nos atrae un burdel, porque en esos antros pasan muchísimas
cosas. En estos tiempos hay otros sitios o espacios que han intentado
sustituirlos, pero los lupanares siguen existiendo. El teatro es un espectáculo
y los venezolanos son muy inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo
reitero yo que tengo más de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine,
además de la televisión”.
CUATRO MONTAJES
El estreno de
El pez que fuma se
hizo para la temporada de El Nuevo Grupo, en el teatro Alberto de Paz y Mateos,
en 1968, contó con un elenco maravilloso: Gloria Mirós sustituyó a Hilda
Vera, quien después protagonizó la versión cinematográfica; trabajaron, entre
otros, Herman Vallenilla, Rafael Briceño, José Ignacio Cabrujas, Humberto Buonocore,
Maira Chardiet, José Luis Silva, Hercilia López, Rodolfo Parra, Nirma
Prieto, Alexander Milic, Raúl Medina, William Moreno y debutó José Salas,
quien además diseñó el vestuario y la escenografía. “Yo la dirigí”, dijo
Chalbaud.
Nunca más montó
su burdel, pero sí dejó que otros lo hicieran: en 1994,
Cabrujas lo escenificó en el teatro El Paraíso, y ahí trabajaron, por cierto,
Mimí Lazo como La Garza y Luis Fernández era Juan, quienes hoy son
asombrosos esposos y grandes trabajadores del teatro; en la temporada 2009,
Dairo Piñeres lo montó, en la sala Rajatabla, para la graduación de los alumnos
de Unearte. Y durante la temporada 2013, nada menos que en el teatro Trasnocho,
lo mostró Elba Escobar. “Para mí son tres, de verdad, hasta ahora y el que
firma Elba Escobar”.
CATIA Y NO LA GUAIRA
Chalbaud, para que la historia teatral sea
clara, comenta que nunca visitó ni tampoco sabía la historia del prostíbulo
venezolano “El pez que fuma”. Supo que había existido y hasta tomó notas de
algunos detalles sobre sus administradores y el tipo de clientela que tenía,
porque un taxista, negro y anciano, se lo contó durante una noche del año
1953, tras llevarlo a la plaza Sucre para que se reuniera con sus compañeros de
trabajo de la Televisora Nacional, en el bar “El canario”. Gobernaba el general
Marcos Pérez Jiménez y la Seguridad Nacional, policía política del régimen,
hacia honor al nombre, al menos en Caracas. Ese lupanar, que nunca vio, pero que se lo
describieron o pintaron con muchos detalles, funcionó en las inmediaciones de
la plaza Sucre y fue muy famoso durante la dictadura del general Juan Vicente
Gómez. Le gustó su nombre, resultaba absurdo, poético y visto ahora hasta
resulta garciamarquiano por ese realismo mágico que evoca: un pez fumador o fumón.
Pero fue 15 años después, de tal revelación en Catia, que terminó y estrenó
su obra, a la cual bautizó El pez que fuma, porque además transcurre en
un burdel. Comentó que el
original burdel “El pez que fuma” no
estaba en La Guaira, existió en Catia, y dejó huellas o secuelas; en las
inmediaciones de La Guaira sí existía otra mancebía famosa, “La Pedrera”, “donde
rodaron la versión cinematográfica de El pez que fuma, hacia 1976 y
1977. “Nuestro público tiende a confundir la realidad con el cine, eso hasta es
bueno a veces. Supe, años después, que en Francia hubo, o todavía existe,
un burdel llamado El pez que fuma, en francés por supuesto”, dijo.
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