El espectáculo, con cambios actorales, ha madurado. |
Durante la
temporada teatral 2014 se pudo conocer al periodista y escritor Fernando
Azpúrua (Caracas, 1990), gracias a su ópera prima Niños lindos, la cual mereció el Premio de
Dramaturgia Isaac Chocrón y además fue bien escenificada en La Caja de
Fósforos, conducida por Rossana Hernández y con las pulcras actuaciones de José
Manuel Suárez, Héctor Zerpa y Teo Gutiérrez, y la participación del cantante
Víctor Valdez.
Aquel fue
un impactante espectáculo moralista que culminó derramando la sangre no del
victimario sino no de la víctima: un hombre enamorado de su violador, quien lo
cambió por otros, sin mayores explicaciones. Una historia de homosexualismo
criollo en un núcleo familiar, donde el primo mayor seduce al menor, se hace
público el abuso, viene la huida, pero más temprano que tarde estallan los
reclamos amorosos y se desencadena la tragedia con el suicido del violentado y
a su vez frustrado enamorado.
Niños lindos demostró,
pues, la audaz y moralista visión de un venezolano que pide respeto hacia la
inocencia y exige actitudes racionales en las diversas conductas sexuales para
no dañar a los demás. Plasma en su discurso escénico el desenfadado
comportamiento gay para resolver sus pulsiones eróticas y advierte o subraya
como la Internet es la gran Celestina de este siglo, aunque es también la más
gran biblioteca que la humanidad nunca jamás soñó. No dicta pautas ni propone
cartillas, solo que hay cuidarse del amor, pero nunca olvidarse de tal pulsión,
para no complicarse la existencia, aunque la pasión romántica es incontrolable
y avasalladora. Y tiene un desenlace amargo porque la realidad es más dura que
la ficción.
Este apasionado
y comprometido trio actoral hizo de Niños
Lindos un montaje muy
humano por la ingenuidad de las relaciones amorosas nacidas espontáneamente y
no por intereses crematísticos, aunque sí dejó un amargo sabor de sangre en la
boca, porque Julio (Suárez) se mata por “el canalla” de David (Gutiérrez),
mientras que Zerpa logra a Martín, el erótico gay prototipo. La directora se atrevió
a usar un espacio no convencional, para recrear el mínimo apartamento donde se
desarrolla la singular tragedia, y además logró atmosferas básicas y cuidó de tiempos
y exigencias actorales satisfactoriamente. Así,
pues, debutó Azpúrua con un codiciado galardón y un satisfactorio montaje.
A dos años
de esa positiva irrupción que lo lanzó a una sólida carrera profesional, Azpúrua
aceptó la reposición de su obra, con la misma dirección de Rossana, pero con
Luis Mayer en el rol del disoluto Martín y la participación del vocalista
Eduardo Daza. Suárez y Gutiérrez repitieron en sus roles. Una producción de
Deus ex Machina que hace temporada en el espacio Plural del Trasnocho Cultural.
Volver a
ver el montaje 2016 de Niños lindos nos ha permitido
comprobar fehacientemente que Azpúrua es un dramaturgo, ya que el tiempo ha
sido la prueba de la solidez de su escritura y de la seriedad con que se ha
tomado su oficio. Todo un artista comprometido con lo que piensa, siente y
transmite, a sus 26 años.
Esta reposición
es mucho más rápida o veloz que el anterior trabajo artístico, los comediantes
están más comprometidos y seguros con sus personajes, e incluso la dimensión de
la tragedia es más obvia y hasta más palpable, porque el desamor como la
homofobia siguen matando o destruyendo
las ganas de vivir que deben tener todos los seres humanos y mucho más cuando
se es joven y se vive en Venezuela, porque la pieza incluso ahora es más
caraqueña o contemporizada
El cambio
del espacio escénico, que en La Caja de Fósforos era muy reducido, en el
Trasnocho Cultural luce más generoso, hay mejor iluminación y la sonorización
adecuada. Son detalles de calidad de producción que deben atrapar y estremecer a
los espectadores interesados en degustar a uno de los mejores montajes de la
temporada del 2014.
A manera de
colofón, reitero que entre Edipo y David
o entre Sófocles y Fernando hay una distancia de más de cuatro mil
años, pero tanto los entes teatrales y sus creadores están unidos por las más
antiguas pautas moralistas de la cultura occidental, especialmente
esas que advierten que se pagará, incluso con la vida, todo aquello que
atente contra la inocencia de la niñez y quienes profanen o irrespeten los
sagrados fueros de la hospitalidad, amistad y pureza, esos que reclaman
respeto y pulcritud en las relaciones básicas de la sociedad.
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