sábado, agosto 27, 2011

Petroleros autosuicidas

Utilizar la historia real y concreta venezolana y las leyendas urbanas que pendulan entre la verdad y la fantasía para crear con todo ellas una estremecedora metáfora teatral es un método que no falla nunca o al menos genera polémicas o expectativas, las cuales incrementan la afluencia de espectadores y eso deja pingues ganancias, casi siempre, además de esas satisfacciones egotistas que no se compran ni con millones de doradas onzas troy. Pero no es fácil hacerlo ni es tampoco un cómodo crucigrama, resulta ser una tarea laboriosa y verdaderamente brillante, por lo que hay tan poco teatro con esas condiciones o virtudes. !Lamentablemente!
Eso sí lo hizo ejemplarmente José Ignacio Cabrujas para crear su ya mítica obra El día que me quieras (1979), recientemente lo demuestra habilidosamente Javier Vidal con Diógenes y las camisas voladoras y ahora, a buena hora, lo ha conseguido el escritor Ibsen Martínez (Caracas, 1950) con su texto Petroleros suicidas, estructurado con las sagas oficiales que pululan sobre el paro petrolero de 2002 y una extraoficial ola suicidios de ex empleados de Pdvsa, las cuales ha usado para elaborar una súper ficción centrada en los avatares del malandro caraqueño Alexis “Mayimbe” Esposito y otros tres malandrines (Natalia Vozniak, Cayetano Espinoza y el coronel Arroto Valera), quienes trabajaron en la empresa petrolera del conflicto, la cual se enfrentó al Poder Ejecutivo y propició que lanzaran a la calle o despidieran a unos 20 mil empleados, quienes fueron sustituidos por otros 170 mil, según datos que usa el dramaturgo.
Ibsen venezolano
Estamos reseñando, pues, una sólida, amarga y estremecedora pieza creada por este Ibsen venezolano y su alucinante montaje concebido y obtenido magistralmente por Héctor Manrique con sus actores Fabiola Colmenares, Dimas González y Luis Abreu. Todo un hiperkinético espectáculo, el cual hace temporada de jueves a domingo, en los espacios del Centro Cultural BOD/Corpbanca.
La obra se desarrolla en tiempo presente y comienza en el Aeropuerto JFK de Nueva York, durante una fecha navideña, donde accidentalmente coinciden la bella Vozniak y el arrogante Espinoza, quienes fueron esposos; ambos recuerdan lo malos y los buenos tiempos vividos, antes del paro petrolero y subrayan las fabulas urbanas sobre los suicidios de algunos ex empleados, pero ninguno comprueba la veracidad de tales rumores. Y es ahí, en la Caracas a finales del siglo XX, cuando aparece el trágico y hasta cómico marginal Mayimbe, quien se reencuentra con Espinoza, su amigo de la infancia en el velatorio de un “pana” común. Cunde la borrachera y Mayimbe se convierte en la sombra de Espinoza y se arma un tinglado de asesinato, sicariato y salvación mágica del chantajista Mayimbe, al tiempo, que el matrimonio de la Vozniak se hunde en la laguna de las infidelidades
En síntesis, no hay suicidas, pero si un asesinato, un secuestro express, y al final como telón de fondo, la rebelión de los petroleros, que desencadena una huida hacia adelante del talento profesional de miles de profesionales, especialmente de la ex pareja. Lo que queda es una frustración general, donde el único que logra su mejora o ascenso es el malandro Mayimbe (magistralmente logrado por Hernández), quien muere, al parecer accidentalmente, en un campamento petrolero, mientras el coronel Valera (finamente caracterizado por Abreu) se sumerge en el alcohol, y el sin escrúpulos triunfador Espinoza (encarnado con excelencia por Tamayo) y la cerebral y calculadora Vozniak (buena reaparición de Colmenares) rumian sus desgracias sin dejar de soñar en la pareja ideal.
Audaz propuesta
No es Petroleros suicidas una pieza más de la cartelera teatral caraqueña. Es una audaz propuesta de un puñado de venezolanos preocupados por el devenir de su país, quienes se han atrevido a ir mas allá de las lecturas básicas del texto del Ibsen vernáculo y han llegado incluso hasta propiciar una metáfora sobre el país entero, sobre un nación que se suicida o auto suicida porque hasta ahora no ha sido sembrado el petróleo, como recomendó Arturo Uslar Pietri (1936) al subrayar que en lugar de ser una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, “sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales”.
Talentoso montaje
Hay, pues, mucho que deducir o leer en la simbología de los cuatro desgarrados personajes y de ese desolado escenario donde se acompañan con los informes de gestión abandonados en los estantes, una urna funeraria que a veces es barra de un quejumbroso bar, unas sillas austeras y una mesa, que son los únicos decorados y elementos escenográficos, como las huellas de una debacle que comenzó y aún no ha cesado.
Si el espectáculo es todo un mecanismo de la más suiza relojería es porque el director Manrique se puso lo patines del talento y se movió con las técnicas del distanciamiento brechtiano y el más puro hiperrealismo hasta obtener una ceremonia teatral que no deja duda alguna sobre su creatividad y su precisión para hacer que esos cuatro actores materialicen a una Venezuela en una etapa muy difícil, para no escribir otra cosa.
Recomendación
Petroleros suicidas
debería llamarse Petroleros autosuicidas, aunque no deberíamos insistir en títulos que causen escozor o molestias a los seres de carne y hueso que sí vivieron y protagonizan la huelga petrolera del 2002. Creemos que deben hacer publicas sus reacciones ante lo que Ibsen Martínez les ha mostrado en la escena, están en su derecho a opinar o discrepar de la ficción -pero no se olviden de este detalle- creada por el autor y los teatreros. Están en el deber de complementar la información real que se ha usado en el teatro y hasta es posible que se escriba y se monte una segunda parte, pues Venezuela lleva 100 años como país petrolero y eso no es cualquier cosa, además de que los muertos tienen dolientes y nadie quiere irrespetar a los que se fueron.



Las Bejarano del Bicentenario

El Bicentenario de la Independencia de Venezuela no tuvo por parte de los teatreros la majestuosidad que esperábamos. Faltó planificación y la entrega que esa efeméride exigía. ¿No hubo diálogo o se dio la temida y cretina automarginación?
Las razones, o las sinrazones, son baladíes, pues por encima de lo que significa ser un país soberano y en tránsito hacia otras indispensables y mejores etapas del desarrollo social, no puede haber nada, ni rencillas, ni discusiones bastardas. Cuando llegue el Tricentenario, porque Venezuela no termina en esta centuria, no pasará lo mismo, y serán otros hombres y mujeres los que asuman ese magno festejo.
Pero la honra del teatro vernáculo para este Bicentenario fue salvada por cuatro montajes, tres de ellos producidos por el Estado venezolano, a través de una triple alianza de entes oficiales, y el educativo aporte de la agrupación Kabré Teatro.
Gracias a Fundarte, Distrito Capital y Alcaldía de Caracas, se presentaron en los teatros Municipal, Nacional y Principal los espectáculos Bolívar doméstico de Roberto Azuaje, Joaquina Sánchez y Esa espiga sembrada en Carabobo de César Rengifo, dirigidos acertadamente por Adolfo Nitoli, Ibrahim Guerra y Gustavo Meléndez, respectivamente. Además merecen mención especial todos los intérpretes involucrados en esos montajes. El público disfrutó en masa de esas piezas, las cuales subrayaron, las bases de la nacionalidad.
Kabré Teatro, agrupación con casi diez años de luchas para mostrar sus producciones, tuvo el acierto de escribir, producir y presentar Las Bejarano, por ahora en la sala Rajatabla. Un sainete republicano con sabor a torta de plátano, inspirado en el cuento de Antonio Arráiz. Se trata de una valiosa, además de deliciosa, creación de Wilfredo (Trankylyno) Tortosa, que contó con la colaboración de los actores Jean Manuel Pérez, Albert Smith y Abilio Torres.
Las Bejarano es la saga de tres bellas hermanas morenas: Magdalena, Eduvigis y Belén Bejarano. Ellas estaban de moda en la Caracas de la primera década del siglo XIX. A la luz de las bujías perfumadas en las noches de baile de cotillón, eran motivo de diálogo y críticas. De sus habilidosas manos salían las delicias reposteras que surtía buena parte de la ciudad. Eran maestras en esa artesanía culinaria. Las diferentes clases sociales saborearon los productos que ellas elaboraban. Y entre cotilleos, comentarios y chanzas, ellas nos relatan los acontecimientos del 5 de julio de 1811, mientras elaboran la torta de plátano que las hizo famosas.
El espectáculo muestra al trío de damiselas, finamente encarnadas por actores, en labores cocineriles y haciendo frente a la decisión-del ya depuesto régimen español-de no permitirles usar el titulo de doñas, por no ser puras de linaje, por no ser blancas. La naciente republica venezolana les permitiría eso y muchas cosas más, poco a poco, porque las discriminaciones hispanas siguieron imperando unos años. Un montaje bastante divertido y educativo, ya que el público, al final de la representación pudo probar la exquisita torta Bejarano, cuya receta aparecía en el programa de mano.


sábado, agosto 20, 2011

Un humano y doméstico Bolívar

Su soledad de viudo la resolvió con viajes, lecturas y rocambolescas aventuras románticas e increíbles luchas libertarias que acometió junto a otros jóvenes. Vivía en la Caracas prerevolucionaria y militó en las conspiraciones contra el imperio español hasta llegar a comandar e imponer la empresa libertadora más grande realizada en el continente americano. Era y es Simón Bolívar (Caracas, 24.07.1783/Santa Marta, 30.12. 1830).
Tras hacer una exhaustiva investigación histórica, Roberto Azuaje (Caracas, 1965) se atrevió a escribir una pieza de ficción sobre el romance y la estrujante viudez de Bolívar (desde los 19 años). Lo obtenido es Bolívar doméstico, melodrama de un acto para 70 minutos, el cual mereció el Premio César Rengifo de Fundarte. Ahí se destaca el breve romance y matrimonio de Simón con María Teresa Rodríguez del Toro, donde hay desde un risueño flirteo shakesperiano hasta la alegoría heroica, al tiempo que se subrayan las envidiosas traiciones que amargaron sus últimos años y pretendieron negarle su gloria y su grandeza,
Azuaje no se quedó en la mera saga romántica y la combina con el enojoso desengaño del Libertador por todas sus luchas, tal como lo expresa durante un histórico encuentro peripatético con el general Joaquín Posada en la lejana Popayán, en enero de 1829, cuando carujos y pancistas, además de los áulicos de Santander, conspiraban victoriosos contra la Gran Colombia.
Hay una gran audacia y además talento de este dramaturgo para proponer esas complejas situaciones en un mismo espectáculo, lo cual es logrado, perfectamente, por el director Adolfo Nitoli, apuntalado en ese ambicioso elenco que integraron Fernando Moreno y José Luis Useche (convincentes Simones Bolívares), Adriana Gavini, Giovanny García, César Bencid, Salomón Adames, Elvis Chaveinte, María Alejandra Teliz, María Brito, Argenis Cariaco y Franklin Ron. Ayudados todos por “los técnicos” precisos Alfredo Caldera (iluminación), Héctor Becerra (escenografía) y Rafael Tovar con un vestuario anacrónico para buscar una ruptura espacial e histórica y además recordar la vigencia de la historia bolivariana.
El director Nitoli, quien debutaba en tales complejos avatares de la creación escénica, resolvió muy bien las atmósferas románticas y el paseo de Bolívar por el patio de butacas del teatro Municipal, para materializar su atormentado deambular por la fría Popayán. Pero lo más impactante es el final: todos los personajes regresan a escena y ven partir a Bolívar hacia la inmortalidad de la historia, simbolizada en un ciclorama que se abre y lo arropa con una gran luz.
No nos fueron fáciles los 70 minutos del espectáculo porque conocíamos la historia real y la teatral. Sabíamos, como toda la audiencia también, de la tragedia de María Teresa y Simón y todo lo que vino después. Nuestra satisfacción antes esos breves meses de felicidad se transformó después en un nudo en la garganta al palpar la traición perenne que ha pretendido destruir su sueño de libertad e igualdad. La comedia se convirtió en tragedia.
Ahi esta,pues, Bolivar doméstico recordando la humano que era y es el héroe.

Venezuela repite su historia

No es monedita de oro para que todo el mundo lo quiera. Tiene nombre propio conocido y es envidiado por unos o cuestionado por otros. Es Moisés Guevara (Caracas, 1967), director y actor de teatro, y hasta hace unas pocas semanas era el mandamás del Trasnocho Cultural. Sigue en la palestra de las polémicas porque su más reciente montaje, Diógenes y las camisas voladoras, ha recordado, una vez más, que la historia es cíclica en Venezuela.
No evalúa al teatro que se hace en Caracas y comenta que no es un purista pero si tiene presente las palabras de su compañero de trabajo José Ignacio Cabrujas: “No hable mal de su gremio, eso hablará mal de usted”. Insiste en que “somos el sistema digestivo del país al que pertenecemos, nuestro teatro de hoy intenta traducir lo que somos”.Reconoce que ha dirigido nueve espectáculos y realizado algunos ejercicios académicos y lecturas dramatizadas. Estudia en la UCV y según su “cancerbero académico”, la dramaturga Xiomara Moreno, debe culminar en el 2014. “No tengo apuro, no creo que nadie me de trabajo por tener ahora un título universitario, curso dos o tres materias por semestre, no puedo con más y me place caminar por la UCV y recordar mis tempranas conversaciones con mis maestros Ugo Ulive y Victoria De Stefano”. ¡Está muy satisfecho de lo vivido y quiere más!
Diógenes
Diógenes y las camisas voladoras
es su gran apuesta para el teatro en este momento, una obra que se mueve en las fronteras de la historia y la política, es esencial y aleccionadora, conservando todos los preceptos de la deontología teatral. “Es una pieza que me explica el país donde nací y agradezco continuar entendiéndolo, porque lo amo, sin nacionalismos, me gusta El Ávila, me gusta Caracas, también me gusta París, Roma y Madrid, pero no nací ahí”.
Dice que el trabajo con los actores fue leer, leer y leer. Estudiar, estudiar y estudiar. Probar, probar y probar. “Fue una gran experiencia trabajar con el autor y actor protagónico Javier Vidal Pradas y que los dos pudiésemos entrar en sintonía con la apuesta de trabajar con actores jóvenes, como Jean Vidal Restifo (22) y José Miguel Dao (23), por demás dedicados y respetuosos del oficio. Hicimos más que ensayos, clases de historia donde los cuatro aprendimos, sinergia y dialéctica son las palabras”.

“Logramos un conclave de varones sin miedo a equivocarnos y conversando de frente. Cuando se incorpora Fernando Calzadilla, mi gran mano derecha e izquierda, con su lectura más que estética conceptual, ya no había vuelta atrás, además éramos cinco hombres dirigidos por dos grandes mujeres: la ejecutiva Carmen Jiménez y la productora Margarita Lamas. Creo que la clave es saber lo que dices, por qué y para qué lo dices, mirar al otro, poner el ego en justa medida y trabajar en función del compañero”.
“Este montaje tiene una lectura política, porque nuestro país pasó de lo rural al siglo XXI, el modernismo llegó pero no es esencia nuestra, no está incorporado a nosotros, convive con nosotros. Por ejemplo, la UCV es un icono arquitectónico del modernismo en Caracas y funciona a trancas y barrancas, como decimos nosotros, simplemente porque su arquitectura nos exige ser modernos y nos cuesta a todos poder manejarlo. Y esto no es una crítica, es asumir lo que soy, uno más que come arepas porque me gustan y se sienta en un sofá Le Corbusier porque también me gusta, y también me gustan Píritu y Boca de Uchire, nací en Mariches, el Ávila no ha cambiado desde que nací y me parece que Araya está en el culo del mundo”.
Planes
Su agenda lo lleva a sostener Diógenes y las camisas voladoras e iniciar ensayos de El día que ganó Susana Duijm de Johnny Gavlosky, su tercer montaje este año. “Hacer mi programa de radio junto a Margarita Lamas. Crear un circuito nacional de teatro, porque el teatro debe inundar en buena lid al país. Vuelvo a la actuación, por primera vez como protagonista, en Cofradía de Xiomara Moreno. Y seguir apoyando las producciones independientes”.
Abrir salas es su destino
A punto de celebrar sus 30 años de ejercicio profesional, recuerda Moisés Guevara que se inició como actor, pero las áreas más ricas de su vida son la producción, la gestión de proyectos culturales, la docencia y la dirección. “Las aventuras para abrir salas de teatro son frecuentes y en mi vida casi un destino. Actué en el Teatro Cesar Rengifo de Petare, cuando estaba recién remodelado a principios de los 80 y viví el placer de recorrerlo, antes de reabrir sus puertas, de la mano de mi abuelo que era concejal. Años después estaba en los talleres del Grupo Actoral 80 y presencié la creación del Espacio 80. En el 89, retornaba de una gira a España, era productor de La secreta obscenidad de cada día para el CELCIT y como equipaje traía la petición de grabarla como “Teatro Iberoamericano” para la Televisión Española. “No había salas disponibles y casi nadie creía en ese proyecto. Contacté a Alex Parada, quien controlaba los teatros Las Palmas y Los Ruices, el cual estaba cerrado desde hacía años; con el riesgo que siempre lo caracteriza. él me entrega las llaves de Los Ruices. Lo limpiamos, lo acondicionamos, instalamos equipos y de la mano de Guacaipuro de la Torre logramos reconectar la electricidad, llegó el equipo de TVE y presentamos tres funciones a sala llena que fueron grabadas y después presentadas en televisión, la sala no volvió a cerrarse en mucho tiempo. Nace la propuesta de grabar El día que me quieras de Cabrujas y Los Ruices se había convertido en una sala muy concurrida. Parada me ofrece Las Palmas para presentar El día que me quieras, con elenco original y bajo el slogan “11 años después”. Ahí presentamos, además, Las bicicletas son para el verano, Los hombros de América, El americano Ilustrado y ensayamos Simón de Isaac Chocrón. A finales del 91 hicimos una gira a España con los últimos tres montajes. A mi regreso ocupo la gerencia de producción de la Compañía Nacional de Teatro y había que restaurar el Teatro Nacional y resguardar todos sus activos, me tocó inventariar uno a uno todos los vestuarios y elementos del teatro. Ya en ese momento a petición de Cabrujas había mudado mis neuronas al Teatro del Paraíso, me dedique dos años a gerenciar su restauración, aprendí de todo, desde batir cemento hasta reconectar una consola de iluminación de los años 50. Fue una maravilla y montamos El pez que fuma, La casa de Bernarda Alba, Sonny, diferencias sobre Otelo el Moro de Venecia, El día que me quieras y Acto Cultural. En agosto del 99 termina la aventura del Paraíso, acababa de regresar de Brasil donde produje una exposición sobre Acto Cultural para el Espaco da Scena Latinoamericana dirigido por José Carlos Serroni. Me contacta la Universidad de Carabobo para conformar parte del equipo de restauración del Teatro de Bárbula en Valencia y me pidieron quedarme a dirigir su inauguración. Y aparece el proyecto Trasnocho, le dediqué 12 años, cambié su diseño original y lo convertí a tiempo en una sala polivalente, es mi hijo más grande. Y mi hijo pequeño y consentido es el Espacio Plural. Ya no estoy ahí, pero los hijos deben crecer”.

domingo, agosto 14, 2011

Víctimas inocentes

¿Fue atentado terrorista o conspiración de ultraderecha lo que provocó el derrumbe de las Torres Gemelas o en el World Trade Center de Nueva York durante la mañana del martes 11 de septiembre de 2001? Imposible dar ahora una respuesta convincente para tranquilizar no solo a los familiares de las casi tres mil victimas. Hay que esperar que sea aclarado lo suficiente para pasar la página y cerrar así la historiografía de ese suceso, donde incluso perecieron los venezolanos Howard Boulton, Jenny Low Womg, Natalie La Cruz y Eduardo y Anabel Hernández. Quedan, pues, las dudas, pero ellas se disiparan más temprano que nunca.
Mientras tanto, a escasos 10 años del nefasto atentado contra el World Trade Center de Nueva York, la caraqueña Fundación Teatro Repico ha escenificado en el Espacio Alterno del Trasnocho Cultural, bajo la dirección de Consuelo Trum y con las actrices Lenni Márquez y Valeria Castillo, a Monstruos en el closet, ogros bajo la cama de Gustavo Ott (1963), que es, como este dramaturgo venezolano lo ha comentado,”una pieza sobre las victimas y no sobre los culpables”.
Es un estremecedor homenaje sobre esas edificaciones, las cuales, gracias a la magia del teatro, toman vida y con sus palabras logran revivir sus últimos y fatales momentos. Ellas, la Torre Norte y la Torre Sur se convierten en narradoras de esa mañana trágica que terminó con su destrucción total. Logran sintetizar al que se sentó por última vez detrás de su escritorio, al pasajero del avión que llamó a sus seres queridos para despedirse, al bombero rescatista enfrentado a la muerte y a su propio sacrificio, y también al que preso de la desesperación decidió lanzarse al vacío para no morir entre las llamas. Las Torres y todas las víctimas de ese 11 de septiembre quedarán por siempre grabadas en la historia y en nuestra memoria.
Monstruos en el closet, ogros bajo la cama comenzó a ser escrita por Ott, porqué él conoció a algunas de las victimas, durante una visita que hizo a una oficina de las Torres días antes del atentado o la conspiración y es ahora que se le representa, primero en Caracas y después por sendos elencos en México y Washington.
La directora Trum dice que Ott no le hizo ninguna recomendación, hablaron acerca de la obra y que ella le comentó acerca de quiénes quería poner como Torre Norte y Torre Sur.”Él estuvo siempre pendiente pero nunca quiso meterse en mi trabajo. Sentí siempre muchísima confianza de parte de el, cosa que agradezco enormemente y me hace sentir aún más responsable porque ambos queremos decir las mismas cosas y sentimos lo mismo por este terrible suceso”.
El montaje, en espacio rectangular, sí logra crear, apoyado en una pista sonora con el ruido de los aviones, una atmósfera de expectativa con trágico final anunciado, la cual conmueve al público, quien mira absorto como las Torres relatan su tragedia y a su vez personifican a las victimas. Todo ese ritual no dura 50 minutos, tiempo más que suficiente para sentir el horror de todos aquellos seres humanos condenados sin tener culpa alguna.


Es un importante espectáculo, que gracias a las correctas actrices y la controlada directora, advierte sobre el horror de toda esta civilización.

Teatro sin creatividad

Leonardo, el unigénito de Esaú y María Luisa Giménez de Azparren, cumplió 70 años el pasado 12 de julio. En Caracas, rodeado por su esposa Herminia Gómez, sus hijos Juan Javier y Juana Inés, sus dos nietas y un grupo de amigos, celebró tan crucial fecha con abundante champaña y paté franceses, como se le había prometido hace cierto tiempo, y además festejó la aparición de su libro No.14: Lecturas del teatro venezolano, de 236 páginas editado por la Academia Venezolana de la Lengua. Doble y justo festejo.
Investigador, crítico y profesor
Azparren Giménez reconoce que, aunque es un investigador a tiempo completo de la huellas teatrales venezolanas y latinoamericanas y todo un apasionado del teatro griego, él se considera, fundamentalmente, un crítico de teatro, “porque eso es lo que he hecho la mayor parte de mi vida y mi trabajo como investigador es una consecuencia de mi actividad universitaria y en particular por una coyuntura que se dio en 1988, la cual me permitió dedicarme más a la investigación”.
Revela que era un proyecto de investigación continental, que inició Fernando de Toro, destinado a escribir una historia del teatro de América Latina. “A mi me pidió que me encargara del proyecto Venezuela, trabajo que yo saqué adelante, pero el proyecto general o final se haría en Canadá. Eso me sirvió a mí para dedicarme de lleno a la investigación. El proyecto general no se culminó, pero yo estuve trabajando con Orlando Arocha y Carlos Sánchez Delgado y tuvimos como asistente a Dunia Galindo. Del proyecto Venezuela se hizo el equivalente a dos volúmenes, materiales que nunca se editaron. Ese material me sirvió de punto de arranque para mis investigaciones y lo primero que hice fue un trabajo o un libro sobre el teatro de la Colonia, para el cual se recopilaron todos los documentos del periodo colonial, el cual fue publicado por Monte Ávila en el año 1996. De ahí en adelante si me dedique de lleno al teatro griego que era mi cátedra en la UCV”.
-¿Cómo arranca en la crítica?
-En Barquisimeto, cuando estaba con el Grupo Teatral Lara, dirigido por mi gran maestro Carlos Denis, en 1958, había que escribir en el diario El Impulso para promover nuestras actividades o habilidades artísticas, y como yo conocía a Herman Garmendia, él me apoyó para publicar mis articulitos. Pero la crítica, como ejercicio formal, fue cuando Román Chalbaud estrenó La quema de Judas, en 1964, en el teatro del viejo Ateneo de Caracas, ya desaparecido. Yo hice una critica que gustó mucho y la cual publique en una revista La revista, que yo dirigía en la UCV, de la cual publicamos cuatro o cinco números. En esas circunstancias me fui relacionando con mucha gente y en el año 1966, cuando Isaac Chocrón estaba ensayando Asia y el Lejano Oriente, le hice una entrevista para la revista Expediente y él me dio el número telefónico de su casa y yo le di el mío que era el de una pensión que funcionaba en una casa ubicada en las inmediaciones del viejo edificio de Viasa. Hasta que un día me llamó y me invitó para que hiciera critica de teatro en el diario La República, el cual dirigía Luis Esteban Rey, cuando precisamente iba a comenzar el Tercer Festival de Teatro de Venezuela, en septiembre de 1966. Así fue que comencé oficialmente como critico, precisamente reseñando todo ese importante evento teatral. Hacia 1969, a los pocos meses de haber comenzado el gobierno del presidente Rafael Caldera, desapareció La República, porque era un periódico del partido Acción Democrática, el cual acaba de perder las elecciones y le daba la entrada del partido Copei, y pasé a escribir en las revistas Imagen, del Inciba, y en Kena, que era de la Cadena Capriles, y así estuve hasta 1971, cuando me marché a Europa como diplomático venezolano.
-¿Pero siguió escribiendo y después vinieron los libros?
-Si, así ha sido mi trabajo como crítico, y con respecto a los libros de temática teatral llevo 14, con el texto que me acaba de publicar la Academia Venezolana de la Lengua, de la cual soy miembro de número. Son 11 títulos sobre teatro venezolano y tres sobre teatro griego.
-¿Qué ha pasado con el proyecto Cabrujas?
-Vienen tres libros más. A finales de este año debe salir el tercer tomo de su obra dramática, con ocho textos de diferente calidad. Después hay un libro que reúne entrevistas y conversaciones con Cabrujas y hasta algunos artículos suyos, pero todavía no se que titulo ponerle, y seguro será para el 2012. Este tercer libro me interesa muchísimo porque hay dos Cabrujas: el Cabrujas que le habló al país y el Cabrujas pensador y creador. Y hay un cuatro libro que es mi análisis de todo lo que legó Cabrujas. Pero tengo en mi computador otros dos libros, porque yo continué con la investigación de las fuentes documentales del teatro venezolano.
Inevitable ciclo histórico
Para el critico Leonardo Azparren Giménez, el teatro venezolano actual esta pasando por una grave crisis de creatividad, en sus niveles de dramaturgia y de puesta en escena. “Es la crisis más severa que yo recuerde del teatro venezolano durante los últimos 60 años. Pero la crisis no hay que verla en sentido peyorativo, porque se trata de inevitables ciclos históricos por los que pasan todos los movimientos teatrales del mundo y creo que este es uno de los más graves en buena parte de la historia venezolana. Además, la actual situación sociopolítica ha terminado por agravar esa crisis teatral, ya que el teatro de arte ha sido agredido severamente, cosa que nunca antes había ocurrido. Y es lo que esta sucediendo. Ocurre lo que se dio en España después de Calderón de la Barca, y aquí, en estos tiempos, se le reclama a los dramaturgos contemporáneos que no están en sintonía con lo que esta pasando en el país. Y con respecto a la puesta en escena, hay que reconocer que hay directores muy jóvenes y por ende no tienen la adecuada formación para un trabajo más creativo y verdaderamente profesional. Pero aquí quiero subrayar que esta crisis no es de ahora, esta crisis arrancó a finales de los años 80 y principios de los años 90, como es la desaparición de El Nuevo Grupo en 1988 y la muerte de Carlos Giménez en 1993, porque siempre las he considerado dos heridas mortales para el teatro venezolano. Pero además de esto, nunca el teatro venezolano ha sabido asumir su profesionalización como tal, que no es otra cosa que asumir el teatro como un proyecto de vida. Y aquí es donde yo establezco una diferencia entre el teatro comercial y el teatro de arte, y entre el teatro profesional y el que no lo es. Se puede hacer un teatro comercial de alta calidad profesional y por supuesto un teatro de arte de alta calidad profesional. Yo no amarro lo profesional a lo comercial, porque lo profesional es un alta calidad en la actividad que se adelantada o desempeña.
Guaro en Caracas
Leonardo Azparren Giménez desertó de su natal Barquisimeto para estudiar en la Universidad Central de Venezuela y de ahí egresó en 1966 como Licenciado en Filosofía. Ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1971 y tras fungir como diligente funcionario diplomático a lo largo de 20 años, renunció y se vinculó al cuerpo profesoral de la UCV, especialmente en la Escuela de Artes, hasta jubilarse como profesor titular a dedicación exclusiva, en el 2006, aunque actualmente coordina el posgrado de Teatro Latinoamericano

sábado, agosto 06, 2011

Los soportes de Diógenes Escalante

Tres personajes ocupan la escena y dialogan. El secretario Hugo Orozco, el coleguita Ramón J. Velásquez y el mismo candidato presidencial Diógenes Escalante diseñan la campaña para ocupar el Palacio de Miraflores, durante el lapso 1946-1951, desde un salón del caraqueño hotel Ávila, en la mañana del 2 de septiembre de 1945.
Al día siguiente explota la tragedia: el político no puede acudir a su crucial cita con el presidente Medina, porque ve como sus camisas salen volando por la ventana de su habitación y con ellas se esfuman sus aspiraciones para ser Jefe de Estado y además la posibilidad de llevar a Venezuela hacia un auténtico experimento democrático.
Esos tres caballeros convertidos ahora en entes teatrales no son de ficción, pero sí sus diálogos, y están encarnados por Jan Vidal Restifo (22), José Miguel Dao (23) y Javier Vidal Prada (58). Protagonizan al espectáculo Diógenes y las camisas voladoras, el cual, bajo la precisa dirección de Moisés Guevara, hace temporada en Teatro Trasnocho, y permite a los espectadores palpar un suceso que alteró el rumbo de este país.
Diógenes Escalante es un personaje trágico en una situación cómica. La sencillez del tramado dramático abre el complejo tema del azar y la necesidad. La pretensión del autor-actor es el entretenimiento por encima de cualquier lección de ética, tomando en cuenta que la evasión y el divertimento son dos de los más importantes mandamientos de la deontología teatral.
Vidal Prada es, por supuesto, el teatrero del momento. Ha escrito un conmovedor teatro político y además de ser el protagonista del espectáculo da la replica a su hijo y al otro comediante, en ese ritual que recrea un suceso donde cambió algo más que la agenda política de un país en tránsito hacia una esperanza.
Sobre Vidal Prada se ha dicho todo lo bueno, pero hay que resaltar que cuenta con dos sólidos soportes para la performance global: el habilidoso Dao, signado por una inquebrantable búsqueda de sus posibilidades expresivas, adquiridas en espacios más heterogéneos del quehacer actoral, desde un marcado interés por aprehender las prácticas del clown y la improvisación, hasta un acercamiento académico a las técnicas formales de las artes, todo lo cual le ha permitido experimentar con los más diversos géneros teatrales; mientras Vidal Restifo, estudia comunicación social y anda en los avatares escénicos desde 2005, tiene ahora una responsabilidad más contundente. Sin ellos el espectáculo no seria posible, por supuesto, y así lo asumieron, haciéndose indispensables, como fueron los personajes históricos que han revivido ahora convincentemente.
Recordamos que el descamisado político nunca recuperó la razón y falleció el 13 de noviembre de 1964, en Miami. Orozco hizo carrera diplomática y vivió hasta el 26 de octubre de 2003. Velásquez, a caballo entre el periodismo y la política, sustituyó a un corrupto Presidente de la República y ahora, con sus 95 años, no olvida lo que ocurrió en aquel hotel.

Machete Caníbal en Caracas

Tan mal no anda el teatro caraqueño, aunque algunos lo tilden de subdesarrollado, netamente banal o profundamente comercial porque utiliza intérpretes afamados con sus performances televisivas. Lo cierto es que, en ocasiones, se presentan montajes de características excepcionales o novedosas, los cuales sacuden al chinchorro aburguesado en que espectadores y artistas hacen su siesta digestiva.
Tal es el caso de Machete Caníbal, coproducido por Francisco Denis Boulton y su grupo Río Teatro Caribe, la banda de rock Quinto Aguacate y el Goethe Institut Venezuela. La obra cuenta con las conmovedoras actuaciones de Vera Linares, Pastor Oviedo, Dixon Acosta, Mauricio Gómez, Osleída Pérez y Susana López. Los músicos que los acompañan, dirigidos por Edgar Moreno, son Carlos Almaral, Aarón Estraño, Alejandro Huizi, José Estraño, Mohamed Hussain y la cantante Ana Rosa Rodríguez, son vitales para la atmosfera del montaje. El diseño y realización de vestuario y escenografía es otro aporte creativo de Rafael Sequera, y la dramaturgia adelantada por Arved Schultze y el propio Francisco Denis Boulton, la cual revela un trabajo asombroso de síntesis.
Raro montaje
Francisco Denis Boulton, quien inauguró su abecé teatral con el grupo Malayerba de Ecuador para después estudiar en la escuela de Jacques Lecog y participar en la compañía de Philippe Genty, es uno de los más extraños teatristas criollos. Su rareza consiste en que lleva, más de una década, mostrando un teatro contracorriente, una entretenida mezcla de circo de salón con teatro de texto. Eso gusta o disgusta, pero es imposible ignorarlo si se tiene en cuenta la monótona cartelera caraqueña.
Ahora, después de su espectacular comedia erótica Sexo de René Pollesch, premiada durante la temporada 2010, se dejó atrapar por unas cuantas fabulas europeas y latinoamericanas sobre la leyenda de El Dorado, una fantástica región en America del Sur repleta de minas de oro y de piedras y maderas preciosas, para cuyo descubrimiento y conquista vinieron varias expediciones desde las codiciosas cortes europeas.
Tras leerse todo lo que encontró, además de los puntuales textos de Arturo Uslar Pietri, Miguel Otero Silva y Francisco Herrera Luque, se bebió la historia sobre la intervención de Henry Ford para fundar la población Fordlandia en territorio brasileño, a principios de 1930, a orillas del río Tapajos, afluente del Amazonas, y por si fuera poco Francisco Denis se enamoró del relato Yo soy una peyoma de Helena Valero.
En sìntesis, Machete Caníbal parte del mitológico El Dorado para narrar la historia cruel de la conquista europea en Venezuela, para lo cual se eligieron tres momentos: el primero, entre 1528 y 1546, cuando la corona española cedió la Provincia de Venezuela a los banqueros y armadores alemanes; este acto lo encabeza Felipe Von Hutten, quien cree en El Dorado de los Omaguas y es el conquistador que justifica toda la barbarie de la conquista. En el segundo acto esta Lope de Aguirre, el soldado conquistador que se convierte en el líder de los Marañones, primer movimiento de españoles en tierra Americana que se revela contra la Corona. Y el tercer episodio es Fordlandia, pueblo creado hacia 1920 por Henry Ford, pero con reglas muy distantes a la cultura latinoamericana.
En este contexto o telón teatral de fondo se hilvana un relato casi antropológico con la saga de amor y sumisión de Napeyoma (mujer extranjera en lengua Yanomami) y el indio Akawé, uno de sus maridos. Napeyoma es Helena Valero, campesina criolla que vivía en la frontera brasileñavenezolana en el año 1932, quien fue raptada por una tribu Yanomami durante 24 años.
Hiperkinética y lúdica ceremonia
Pero si la estructura dramática es conmovedora, la puesta en escena, que se realiza en un espacio escénico no convencional, es una extenuante e hiperkinética y lúdica ceremonia, de unos 150 minutos. Ahí hay televisión, teatro puro y hasta ron en pico de botella, para demostrar así el algunas verdades sobre la colonización europea y después el avance del imperialismo estadounidense, mientras los criollos tratan de sobrevivir con los aborígenes. Todo eso se materializa en medio de esas pulsiones físicas y psicológicas que mueven a los seres humanos y lo convierten en esclavos de quienes las manipulen, como son el amor y el sexo.
No hay tiempo para aburrirse en Machete Caníbal, porque la característica del montaje es la violencia de su teatro físico además del juego farsesco de sus actores y, por si fuera poco, su ácida música, un coctel de rock pesado, salsa brava y ritmos afro venezolanos. Con todo aquello no se pueden pegar los ojos ni dormir las espaldas de nadie. Es toda una novedad en esta Caracas la horrible.
A todo este monumental trabajo con teatro, danza y música se le rotuló como “Machete Caníbal porque la historia de este continente está hecha a punta de machete y ser caníbal es una forma de cazar, de comerse al otro”, afirma Francisco Denis.
Río Teatro Caribe
Francisco Denis Boulton (Caracas, 1962) funda la agrupación Río Teatro Caribe en la sucrense población de Río Caribe, hacia 1994, pero en 1999 se traslada a Caracas para inaugurar la Sala Río Teatro Caribe. Ahí, en una quinta de San Bernardino, ha mantenido una programación constante además de talleres de perfeccionamiento y exploración del lenguaje teatral y dancístico. Ha presentado, en su espacio, o en otras salas caraqueñas, montajes como Sexo, Sueño pelele, La dama rota, Toto, Yayo, Tulio y Talía, Terra Nostra, El temblor de la sonrisa y ahora Machete Caníbal. Hace un teatro, raro, extraño, porque no maneja códigos conocidos dentro de la vida cultural capitalina. Para este artista y su gente, la metáfora escénica es asumida siempre en su totalidad. En sus espectáculos, el público se ve obligado a convertirse en creador de una obra, donde, por lo general, las imágenes toman cuerpo y movimiento y se presentan de manera surrealista. Sus performances, a veces complejas en su sintaxis conceptual, se nutren de múltiples universos poéticos, ancestrales, históricos y con imágenes provocadoras, pero ocasiones también poseen un cierto aire absurdo y cómico, con escenas inscritas en una poética sugerente, simple pero profunda. En el terreno de lo simbólico, trata de ser coherente con sus propuestas o verosímil, así la historia tenga que armarla el espectador según su propio mundo referencial, que es la gran posibilidad que da el teatro que elabora la metáfora como ficción.



miércoles, agosto 03, 2011

Teatro violento en Colombia

En su edición del miércoles 3 de agosto de 211, El Tiempo, de Bogota, presenta una crónica general sobre el uso del teatro para explicar lo que han sido las largas siete y ocho décadas de "guerra civil",o conflagraciòn, como la llamamos nosotros.

Afirman los periodistas de El Tiempo, que en Colombia, sus teatreros usan los escenarios para contar y recontar historias de la violencia o el conflicto armado. Hoy. cuando el país intenta saldar su deuda con las víctimas del conflicto armado y está en camino la ley para restituirles sus bienes, el teatro también busca documentar y presentar su mirada sobre esas historias de crueldad.
Retratan realidades como el desplazamiento y las masacres, o hechos que marcaron la vida nacional, como la toma del Palacio de Justicia o el descuartizamiento de José Antonio Galán. De este último habla La insurrección de las hormigas, que se presenta hasta el 4 de agosto en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, de Bogotá.
Desde la Comisión Nacional de Reparación ven esta tendencia como una forma de hacer pedagogía y una interpretación necesaria de la historia reciente.
"El teatro juega un papel fundamental en la mediación estética de esos horrores, que si no se abordan con el lenguaje del arte, resultarían indecibles", dice Iván Orozco Abad, profesor de la Universidad de los Andes y miembro de la Comisión de Memoria Histórica.
Orozco recuerda también que procesos como el de Justicia y Paz parecen en muchos casos escenarios teatrales, "con guiones, actores o con escenas originales y escenas mediáticas que los recrean".
Sin embargo, no es una apuesta fácil. "Son obras costosas, pero tienen 'rating'. Supongo que un productor se acojona y pregunta dónde está la comedia, pero estos son temas que hay que contar y nos tienen que causar más que indignación", dice Nicolás Montero, codirector de El deber de Fenster obra que abordó la masacre de Trujillo, en el Valle.
¿Por qué abordan estos temas? ¿Le interesa al país ver en el teatro esos hechos? ¿Llegan a tiempo a contar esa realidad? Aquí está la voz de algunos directores de obras que abordan estas temáticas.
Así fue la muerte de un prócer
La obra La insurrección de las hormigas, dirigida por Juan Carlos Moyano y Misael Torres, tiene como personaje principal a José Antonio Galán, líder comunero descuartizado por la corona española en 1782. Según Torres, la historia de la obra, a pesar de que ocurrió hace más de dos siglos, todavía se vive en Colombia. "Actualmente, mucha gente no puede enterrar a sus muertos ni regresar a sus tierras. Lo que pasa es que Colombia es un país condenado a repetir su historia", dice.
El deber de Fenster
"Hace rato, el teatro y la sociedad civil estamos en deuda con las víctimas, hemos llegado muy tarde", admite Nicolás Montero, codirector de El deber de Fenster, escrita por Humberto Dorado y Matías Maldonado, y que abordó la masacre de Trujillo.
La obra se basó en documentos de la Comisión de Memoria Histórica y contó, además del asesinato de 342 campesinos de la región, todo el bloqueo de la justicia para que se conociera la verdad del caso, en el que participaron miembros de la Fuerza Pública.
La obra ganó el premio Fanny Mikey 2009 y por eso pudo financiarse, explica Montero, ante la pregunta de si resulta rentable este tipo de temas.
Kilele, retrato de las almas en pena
Este montaje, dirigido por Fernando Montes, refleja la masacre de Bojayá, ocurrida en el 2002 y en la que murieron 119 personas.
Según Montes, el objetivo fue plantear estos hechos desde una perspectiva poética, alejada de cualquier idea política.
"Presentamos la obra en la misma iglesia en la que ocurrió la masacre, y para los habitantes del pueblo era magnífico que se contara esa historia, porque ellos simplemente no podían. El que se pusiera a hablar podía terminar muerto", dice Montes.
Mujeres en la guerra
En el 2001, la intriga de saber qué les pasa a los colombianos que han tenido que dejar sus tierras por la violencia llevó a Carlota Llano a adaptar y protagonizar una obra basada en el libro Mujeres en la guerra, de la escritora Patricia Lara.
La obra sigue el drama de cuatro mujeres que han protagonizado el conflicto y se basa en testimonios reales, hecho que, según Llano, le imprimió un alto grado de verosimilitud. "En todas las partes en que se presenta, genera un fenómeno de catarsis, porque cada testimonio te toca las fibras", comenta Llano.
La siempreviva
Dirigida y escrita por Miguel Torres, esta es una de las obras cumbres del género. Estrenada en 1994, la producción retrata la toma del Palacio de Justicia.
Según Torres, el teatro es quizá la expresión más social que hay en el arte, por ello era completamente necesario que retratara un suceso como este."Se volvió una especie de pieza emblemática de los familiares de los desaparecidos, quienes sentían que, antes de la obra, nadie había hablado por ellos", asegura Torres.
El teatro de las víctimas
"El proceso de investigación de la obra fue muy duro, tuvimos que encontrarnos en las listas de masacres con los nombres de los familiares de los actores". Lo cuenta Marly Carvajal, quien hace parte del grupo La Gotera, integrado por víctimas del conflicto que encontraron en el teatro la forma de rebelarse ante lo que padecieron.
Son 10 jóvenes del municipio de San Carlos, en el oriente antioqueño, y su obra más importante es Asfalto, que recrea escenas como la de las madres en las puertas de las casas esperando a sus hijos desaparecidos por los grupos ilegales.
Desde este blog, le pedimos a Dios y a los colombianos sensatos que usen el teatro para curar las heridas y enseñar que nunca más se deben repetir situaciones como las llevadas a la escena.

Aqui en Venezuela,donde la violencia urbana y campesina no compite jamas con la colombiana, los temas de su teatro son otros, por ahora.