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Miguel Curiel analiza la realidad actual del cine criollo. |
No está bien el cine venezolano, vive otra vez una grave crisis,
y es por eso que el director Miguel Curiel, el dilecto hijo de Nicolas, no
quiso seguir callado ante la crisis que vive tan importante sector de las
industrias culturales venezolanas y optó por responder así este cuestionario,
tras advertir que no pretende ser otro príncipe Hamlet, pero que si hay algo
podrido que huele y además duele en el cine nacional.
¿Cuáles son las características de la crisis
del cine que usted advierte?
En este crucial año 2018, una vez más el éxito de nuestro cine
se encuentra en la encrucijada de una nueva agonía y muerte prematura, lo he
visto crecer y desmoronarse varias veces, varias generaciones de profesionales
se convirtieron a otros quehaceres:
como vendiendo cauchos, taxistas, etcétera, ante la caída estrepitosa de
la producción de nuestras películas. Que es exactamente lo que está sucediendo
de nuevo en estos momentos, a lo que agregamos la migración de productores,
directores, técnicos, actores, guionistas y en general el medio cinematográfico
buscando mejores condiciones de vida, para proteger sus talentos y experiencia
en otros paralelos geográficos. Todo eso implica “la pérdida” de identidad
cultural de nuestro cine y la desolación creciente de las producciones
nacionales, fenómeno contrario a lo esperado con el extraordinario éxito de los
últimos años. Incluso se “sentenció a la nada” al sistema de protección médica
a los cineastas que tanto bien le hacía a nuestros profesionales.
¿Qué hacer ante esa situación?
Hay una obvia falta de visión de los actores de la “industria
cultural cinematográfica”, ya que no se ve en este momento una estrategia macro
económica clara y contundente para sobrellevar “la crisis de muerte anunciada”,
sino parches “inmediatos” que solo alargan la crisis. Si lo llevamos a el
deporte es lo que sucede y equivalente a los boxeadores cuando se abrazan en
medio de la pelea para agarrar un poco de aire (vamos a reunirnos) y comparando con un equipo de fútbol (para
estar a la moda del momento), este debe tener una estrategia para vencer y para
ello cuenta con delanteros, medio campo y defensores, y no se puede ganar el
partido solo con defensores, que es nuestra realidad inmediata y por seguro
termina en penaltis, con defensores y portero cansados de tanto asedio. A lo
que se agrega la migración del público a nuevas formas de ver cine (todas, las
nuestras, las de ellos y las de los otros) y nuestros distribuidores no han
encontrado todavía su nueva estrategia para atraer el público a las salas
(entrada económica única y principal de las producciones venezolanas), así como
no se ha logrado tampoco una positivo acuerdo con las cableras y la Tv. abierta
(sin contar la locura en relación a los DVD y la piratería descarada del cine
en general). El “negocio” del cine (porque es una industria cultural tanto como
las artes gráficas, el teatro, la moda, la literatura, la música, etcétera) en
el mundo obtiene su sustento como tal en un 40% de las salas y en un 60% de
valores agregados como cables, Tv, Dvd’s y derechos sobre productos ligados a
cada film o producciones seriales, y esto no se respeta en nuestro país, lo que
establecería que ese 60% ayudaría a equilibrar las “vacas flacas” como las que
estamos viviendo en nuestro cine y este complemento no existe. En estos
precisos momentos solo se puede producir una película nacional con una
coproducción internacional, y todo lo que esto implica, no existe otra forma de
hacerlo.
¿Qué soluciones propone?
Creo
que el Comité ejecutivo del CNAC debe propiciar rápidamente un “estudio
acucioso” y profesional de cuantas películas deberíamos producir al año para
solidificar nuestra industria. Y no opiniones empíricas y sesgadas de ese
numeral clave e importante. Argentina produce 120 films al año y Mexico entrega
170 films al año, dos países en donde la industria existe realmente y tengo
entendido que Chile va bien encaminada a ese respecto. Nosotros en nuestros
momentos excepcionales no llegamos ni a 20 anuales. Y hay que adecuar un plan a
ese resultado de dicho estudio. Con este estudio se puede determinar un
presupuesto anual y real para Fonprocine, Cnac y colaterales. Se puede definir
cuantas películas debemos producir y estrenar en nuestro territorio nacional
anualmente. Y no a la suerte de “la olla” como lo estamos viviendo.
¿Eso es todo?
Creo
que todo eso determinaría los costos para todos los implicados en la cadena de
producción anual de nuestro cine. Si un técnico o un guionista o un productor
están claros de cuántas películas se van hacer en el tiempo estipulado, los
precios se estabilizan y con ello los de este universo del cine podremos vivir
honestamente de él. No es un secreto, a mayor producción se estabilizan los
costos.
¿Algo más?
Creo
que ante el grito generalizado “no hay dinero suficiente”, con ese estudio que
propongo se podría determinar, al margen de las retribuciones de la ley de
cine, que es lo que hace falta económicamente para que esa implantación de la
industria lo sea definitivamente, y sumadas establecer las prioridades, con las
contribuciones del estado en los distintos períodos de altas y bajas de las
recaudaciones directas e indirectas que se estipulan en la ley. El que exista
una ley no le quita responsabilidades al Estado en la “estabilidad” necesaria
para que esta industria termine de asentarse.
¿Qué cifras maneja usted o que propone en concreto?
Creo
que si el gobierno pone 400 millones de euros para los Juegos Panamericanos, no
veo cuál sería la excusa para no poner un millón de euros y estabilizar la
industria cinematográfica en estos momentos de crisis económica del país, ya
que se trata de una importante industria cultural, mucho más productiva a largo
y mediano plazo para nuestra realidad. No se entienda esto como critica a los
Panamericanos, que también son necesarios, sino como equivalente en el propósito.
¿Hay que cambiar la vigente ley del cine?
No
hay que cambiar la ley existente, como algunos pretenden hacerlo, sino hacerla
cumplir a su cabalidad. Aún hay artículos muy importantes que no están
implementados todavía después de que se aprobó y así probar “de una vez por
todas” su eficacia para así establecer nuestra todavía interminablemente
naciente industria. No es inventando
ahora nuevas leyes que vamos a subsanar lo que aún no está probado y que es
pertinente en lo que esa ley se proponía. Quizás, una vez todo esté funcionando
verdaderamente y a cabalidad, podremos ver si hay “adjetivos” y “mejoras” a la
misma.
¿No está muy claro todo eso que dice?
En la actual ley de cine existe el compromiso
estatutario de compartir entre los gremios y el Estado la conducción del CNAC,
sus costos administrativos y otros serían del Estado, que tengo entendido que
en estos momentos no se cumple, así como pensar que la parte educativa y
cultural del CNAC podría ser asumida por los ministerios de Educación y/o
Cultura, lo cual descargaría a la institución de estos gastos y dirigirlos más
bien hacia la producción para concretizar la industria. Industria que está en
cambio sujeta a los avatares de situaciones y decisiones ajenas a su “desarrollo”.
¿Qué pasa con las cableras?
El
CNAC debe crear un canal cable y/o internet de cine venezolano México,
Argentina y otros paises los tienen. Hay mucho más de 100 films nuestros para
cubrirlo, sin contar que esto podría implicar acuerdos con las cableras
existentes y que por ahora son el principal recurso económico de Fonprocine. Mientras
los “distribuidores” nacionales no se reestructuren son las cableras nuestra
mirada inmediata a soluciones posibles, es decir, es más interesante para ellos
tener films a pasar y/o entrar en la “producción” que solo contribuir a
Fonprocine. Se crea un valor agregado y recetas en divisas que de otra manera
no existirían.
¿Y qué pasa o puede ocurrir con la televisión?
Nuestra
televisión abierta debe tener una “obligación” porcentual de compra y/o
pre-compra y/o coproducción de nuestras películas, en función directa de la
cantidad de películas producidas cada año. No he logrado averiguar si las
televisoras del estado contribuyen o no con Fonprocine, pero ellas y las
cableras deben proteger nuestro cine invirtiendo directa o indirectamente en él,
como sucede en todos lados del mundo.
¿Qué pasa con el gremio, no hay más quijotes que, como usted, hablen
o denuncien?
Organizaciones
como Caveprol, Avepca, Anac y el mismo CNAC son las llamadas a ofrecer a los
productores latinoamericanos, iberoamericanos y muchos otras organizaciones
implicadas en esta defensa de nuestro cine, a censar y promover nuestras coproducciones
posibles por medio de sus conexiones y corresponsabilidades con las demás “industrias”
de otros países ya que bajo nuestra
circunstancia particular permite inversiones pequeñas en moneda o acuerdos, y
de poco riesgo, que permitirían hacer y distribuir nuestros films.
¿Qué ha pasado con sus más recientes producciones?
Tengo
cuatro años proponiendo alternadamente dos proyectos de ficción, Conga de
Dos Lunas y Al son de Don Juan (comedia musical en ritmo latino
adaptada del Don Giovanni de
Mozart). La primera (premio al mejor guión en la Bienal de este rubro en la
UCV) recibió una comunicación de que era rechazada porque su estructura era poética,
y la segunda (pese a haber beneficiado de tutoría confirmada y pagada por el
mismo CNAC) se me informó de su rechazo porque no había música pre-existente,
me imagino que la comisión no conoce la existencia del Don Giovanni de
Mozart. Ambos proyectos tuvieron apoyo económico de Ibermedia, uno de
desarrollo de guión y el otro de montaje de proyecto, en ambos casos los perdí al
no tener el apoyo del CNAC. Y como no se han convertido en producción
definitiva, además los debo económicamente hablando, a esa institución.
No
puedo decir mucho más sin entrar en una discusión que implicaría mi
subjetividad del rechazado. Pero creo son evidencias de que la comisión de “estudio
de proyectos” no está funcionando con la “responsabilidad” pertinente a sus
funciones. El cine es ante todo un proyecto con todo lo que lo implica y no una
“premiación” de literatura o un “me gusta o no me gusta”.
Por
lo que solo pretendo en estos “aciagos” momentos de nuestro cine simplemente
dar mi visión de lo que está sucediendo y plantear reflexiones en esta la mala
hora por un camino que le dé cuerpo al destino de nuestra “posible” industria. “Industria
cultural”, y no me tiembla la voz al afirmarlo. Y como tal hay que analizar el
problema.
¿Cuánto cuesta una película en la actual
Venezuela?
Esta es una pregunta de doble filo, es decir una contradicción,
por una parte si “tienes dólares” es “muy barata”, pero si tienes bolívares
tiene un precio inalcanzable. Lo resultante es que con el aporte del CNAC, en
estos momentos, es imposible producirla. Una comisión de peritos va a dar la
resultante de estos costos. Pero a mi juicio ese análisis está centrado en la
situación catástrofe que vivimos sin tomar en cuenta “un estudio concreto de
cuantas películas deberíamos producir para convertirnos en industria”, ya que
se basan en “la realidad” y no en la perspectiva de “solucionar esa realidad”.
En cifras una producción normal latinoamericana está en el orden de 300 mil dólares
y en Venezuela, al cambio se pueden hacer con 50 a 100 mil dólares (cambio no
oficial). Pero el CNAC no puede, en las condiciones que se encuentra, amortizar
ni el 10% de esta suma en bolívares, ni el mercado (distribución nacional) en
las condiciones actuales puede responder a estos costos. Es como aquel axioma
de “ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario”. De allí la importancia de una
inyección de dinero del Estado para poder restablecer el orden en nuestra
cinematografía. Estrategias que se definirán a partir de esas necesidades
resultantes del estudio y de un consenso con las organizaciones de los gremios
del cine dejando a un lado las parcialidades que subsisten, adecuándose a
establecer una política cinematográfica y no a tendencias de la política
nacional, no perder “la ola” de éxitos y presencia internacional que nos acompañaba
hasta hace poco. Que nos daba una respiración para seguir y de realizaciones,
de un cine que crecía y tenía “un mundo” que contar.
¿Y el mercado internacional cómo participa o
invierte en Venezuela?
En
este momento coproducir con productores fuera de nuestro territorio es imprescindible
para poder producir un film en Venezuela, para poder producir en nuestro propio
país. Para ello Ibermedia no solo no se da abasto, sino que Venezuela le debe
dinero, a pesar de que tengo entendido la “providencia existe” en el CNAC pero
no se ejecuta. Lo que establece que las producciones mayoritariamente
venezolanas no reciben apoyo de ellos, lo que es un “problema” concreto para
muchos productores nacionales e incluso para producciones que ya están en
proceso.
¿Y las producciones independientes?
El
mito de las “producciones independientes”, en su mayoría realizadas con dólares
traídos o negociados aprovechando el proceso inflacionario, fue por causa del “boom”
de nuestro cine en premios y taquilla que permitió esta “ola” de producciones
fuera del universo CNAC, ahora que estamos en las “vacas flacas” habrán de
menos en menos, en función de un público que ahora ya no nos acompaña. A menos
producción institucional será equivalente a menos producción “independiente”.
Una
coproducción se basa en “intereses” comunes de las partes, salvo el de bajos
costos por hiperinflación, en el país no estamos en capacidad de dar
seguridades en dichos intereses a los que podríamos comprometernos mientras no
se establezcan reglas claras de funcionamiento y comportarnos como una
industria, y no como una aventura riesgosa.
¿Qué conclusiones propone?
No
entiendo porque ninguna de estas ideas y otras quizás más atinadas y mejores no
se discuten ninguna en el universo del cine nacional, estamos unas vez más “matando
la gallina de los huevos de oro”, cada vez que nuestro cine conquista éxitos
sobreviene una crisis e incapacidad de seguir. He visto cómo volvemos a
inventarnos para volver a caer en otro foso sin salida, evitando en realidad
hacer las cosas bien, quizás con más compartir un destino, con menos
incomprensión del hecho cinematográfico como industria cultural. No soy el
destinado a concretar estas ideas compartidas, ahora le toca a la generación de
ahora o a los de los millenials que le siguen, pero es una realidad que no se
están buscando soluciones vitales y necesarias para el futuro inmediato de
nuestro cine. El síntoma de “vamos a reunirnos” ya implica que nadie tiene nada
que proponer, ni destino común por el que batirse, solo soluciones personales y
de sobrevivencia es lo único que escucho.