sábado, abril 28, 2012

Un tal Miguel Ruíz


Michel de Montaigne y Porfirio Barba Jacob nos hicieron entender y digerir cómo todos los periplos existenciales de los seres humanos son vanos, variables y ondeantes, cual leves briznas al viento y al azar...porque la vida es clara, undívaga y abierta como un mar. Hasta que hay un día cuando nada ni nadie nos puedes retener y lo arriesgamos o nos lo jugamos todo por la libertad como razón última para existir: vivir y amar.
Sólo evocamos tales inolvidables prédicas cuando nos asaltan desgarradoras historias tamizadas por la poesía teatral, como ocurrió  con el estrujante unipersonal Un hombre, 4 estaciones, escrito y actuado por Luis Carlos Boffill Bordón (La Habana, 1965), con ejemplar puesta en escena de  José Manuel Peña Díaz, el cual hace temporada en la Sala Experimental del Celarg.
Un hombre, 4 estaciones es un asombroso teatro digno de ser llevado al cine por su alucinante y melodramática cadena de sucesos en la vida de un tal Miguel Ruiz, un cubano nacido dentro de la Revolución que se instala en Estados Unidos de América para materializar su amor homosexual, pero lo traicionan, lo enferman de SIDA y finalmente muere aplastado en un accidente automovilístico cuando iba a auxiliar a unos niños enfermos.
Lo  finamente pergeñado e interpretado, dolorosamente, por Boffill Bordón exuda cubanidad,  así lo aprehendimos del célebre escritor  cubano  Abilio Estévez en su unipersonal Josefina, la viajera (2006): “Cuba no es una isla sino un animal inmenso, que nos devora estemos donde estemos”. Memorable montaje, exhibido por respetable agrupación habanera en el Teatro Municipal de Caracas, el pasado 8 de abril.
No pretende ser Boffill Bordón una versión de la maestra cubana Delia Fiallo, pero sí exhibe un impactante estilo de contar y actuar, dentro de un contexto que no deja alternativas sino lagrimas o sangre, todo lo cual impacta por la verosimilitud y la crudeza de sus imágenes. Tiene talento y dominio para la estructura del monólogo como pocas veces hemos visto. Y todo eso en 80 minutos. Más no se puede exigir. Ahí estaba materializada una oda al respeto a la vida ajena y sus decisiones. Cruda invitación a reflexionar en comunidades donde aún imperan esquemas intolerantes en sus fijadas posiciones políticas. ¿Cine en el teatro?
Tenemos que repetir Un hombre, 4 estaciones porque la función del viernes 20 de abril se transformó en catártico acto contra la Parca, esa que se llevó días antes al director Peña Día (40 años), tras estrenar su primer trabajo de director, la semana anterior, una tarea que encontramos ejemplar.
El colofón de aquel inolvidable ritual fue un aplauso unánime y de pie para los padres del ausente y el discreto equipo humano que ha continuado con tan hermoso espectáculo, capaz de hacernos sentir nuevamente cangrejos de ira en el estómago, como cuando mataron en la selva colombiana al padre Camilo Torres, quien nos descubrió la verdad de una nación que no ha salido aún de la Colonia.

Teatro para crisis venezolana


El nazi Adolfo Hitler se suicidó en Berlín el 30 de Abril de 1945, pero tres días antes, en Dongo, era ejecutado el fascista Benito Mussolini. Terminó así esta pareja de dictadores que engañaron a sus pueblos y fueron algunos de los artífices de la Segunda Guerra Mundial, donde perecieron 70 millones de personas.
Es por eso que en Abril, de 1938 -como es la ficción teatral que Luigui Sciamanna ha creado para presentarla con el título de La novia del gigante- un comandante italiano urde una conspiración para retirar y detener a una guía de la Academia de Florencia, que atendía a los turistas interesados en apreciar la monumental escultura “David” de Miguel Ángel Buonarroti, culminada en el año 1504.
Combinando la historia real, de la nefasta alianza entre los nazis y los fascistas,  con una ficción donde está presente la persecución a los judíos, el autor y director Sciamanna hace temporada en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, acompañado por los actores  María Fernanda Ferro, Antonio Delli, Armando Cabrera, Gerardo Soto, Juan Carlos Martínez y Elio Pietrini.
Sciamanna, quien además es un reconocido actor, debuta así como dramaturgo con La novia del gigante, por lo cual lo entrevistamos:
-¿Para qué escribe teatro?
-Escribo para crecer.
-¿De dónde sale su experimentación como dramaturgo?
-Hay un primer paso que viene de mi trabajo como actor, pues se analiza el texto, se trata de descifrar o entender su estructura, sus giros. De allí viene un primer contacto con lo dramatúrgico. Suele suceder en el teatro que si nos gusta trabajar textos clásicos, se termina haciendo la “versión” de los textos con los que se trabajas y para hacer esas “versiones” se necesita ante todo entender cómo está construida la pieza en su forma original. Esto, en lo personal, ocurrió desde mucho antes de entrar al Teatro Universitario de la UCV.
-¿Cuáles son los orígenes de sus otras obras teatrales?
-Santo Di Patria, la primera obra que escribí y publiqué, es un homenaje al mundo de la ópera a través de una mujer, una heroína, o más bien una anti heroína, como lo fue Virginia Oldoini, Condesa de Castiglione.  Cuando descubrí al personaje, de inmediato quise sentarme a escribir algo y comencé con un monólogo porque quería centrarme en un personaje y desarrollarlo. Estaba pensando como actor-dramaturgo. Me parecía que como actor, lo mejor que podía hacer era comenzar escribiendo un personaje para otro actor, en este caso una actriz. Después aparecieron los otros personajes y salí al ruedo con esta pieza de cinco personajes y con esa estructura un tanto sui generis: una obra para dos actrices donde hay unos hombres que orbitan a su alrededor. Habitación con desayuno, mi segunda pieza escrita y publicada, basa su estructura en el mito del héroe; al narrar la historia de alguien que intenta encontrarse con su sexualidad y vencer todos los obstáculos, buscaba una estructura sobre el viaje y qué mejor que la aventura del viaje del héroe; adoro el mundo mitológico, y las lecturas y relecturas de libros como El héroe de las mil caras de Joseph Campbell, La rama dorada de James Frazer y la revisión del Ciclo de los Nibelungos de Richard Wagner, fueron el territorio arado para esta segunda aventura dramática. Llegamos entonces a la tercera obra escrita y publicada que es Primos de sangre; esta tuvo su idea germinal hace más de 20 años y tal como lo digo en el prólogo de la edición, reapareció cuando menos lo esperaba; originalmente no ocurría en la Italia fascista y significa la primera aproximación al asunto del fascismo en Italia visto a través de una familia; es una pieza ambiciosa, es una ópera, al menos eso aspira a ser; tiene música que debe ser interpretada en vivo, tres actos, dos intermedios, quince personajes, y en verdad es una obra que me gustaría ver en escena para saber, no sólo qué sucede en su relación con la audiencia, sino qué sucede dentro de la pieza misma, en su relación de música y texto, en esa estructura en particular. Llegamos entonces a La novia del gigante que ahora felizmente está en cartelera, iniciando su viaje escénico y de la cual estoy preparando su edición. Si en Primos… se trata de una aproximación al fenómeno del fascismo visto a través del contexto de una familia, La novia… ofrece una mirada más cercana y profunda al fenómeno fascista, pero a través de algunas de sus instituciones.
-¿Dónde se siente más cómodo: cómo autor o cómo director o cómo actor? ¿Qué le resulta más  fácil?
-No busco la comodidad ni cuando actúo ni cuando dirijo ni cuando escribo. Las palabras “cómodo” y “fácil” las encuentro peligrosas para un artista.
-¿Qué opina del teatro comercial?
-Shakespeare, Mozart, Verdi, Moliere y  Goldoni, entre otros autores, querían que sus obras fuesen comerciales para poder vivir con dignidad de ellas, que dieran dividendos, así que hablamos de una muy digna aspiración. Lo absurdo de esta discusión en nuestro pequeño país, es que termina atacándose a la comedia como si fuese un género menor y cualquiera en este mundillo del teatro sabe que no es así. El punto es qué haces, qué ofreces; no se trata de no hacer comedias, sino cuál comedia y cómo. Jerzy Grotowski decía que estábamos en la obligación de recabar los aspectos más interesantes ocultos en un texto aparentemente banal y estereotipado, así que incluso tratándose de textos en apariencia menores la excusa parece estar servida. Reducir el esfuerzo teatral a una mera operación mercantilista es una cosa y montar un buen espectáculo de teatro y aspirar a que funcione es otra.  Hay obras, lo sabes cuando las ves, que están montadas bajo el lema del menor esfuerzo posible para la mayor ganancia posible y eso sí me parece triste y en nuestra actual situación, hasta me atrevería a decir que es perjudicial o al menos poco conveniente. Pero por fortuna el teatro sigue siendo un espacio democrático. Tengo una opinión, pero no me interesa decir que no se haga tal cosa y que sí se haga tal otra. Cada uno de nosotros lucha y trabaja por el teatro en el que cree. De todos modos, el florecimiento de un teatro percibido como comercial tiene que ver con otras circunstancias: la crisis política, social, el desespero de la gente, la violencia, la inseguridad y en el caso de los hacedores de teatro tiene que ver con las políticas del estado de cara a las agrupaciones. No es un fenómeno espontáneo producto de la bonanza o del buen vivir o del aburguesamiento de la sociedad, es mucho más complejo. A mi entender, la palabra es “crisis”.
-¿Su origen italiano lo ha llevado al tema del fascismo?
-El tema del fascismo, pero visto a través del contexto de la familia, me ha resultado fascinante  para escribir. Desde niño he escuchado anécdotas sobre la guerra, en particular la post guerra y la pobreza; crecí con una activa sensibilidad hacia ese período. Por supuesto que siendo italiano, porque me considero tan venezolano como italiano, abordar el tema de lo familiar me es muy cercano, querido y doloroso aunque evito la inspiración directa en lo biográfico y personal. No lo evado, pero no es lo fundamental. Me encanta e interesa mucho más lo creativo, investigar, estudiar, imaginar y tomar uno que otro detalle personal y recrearlo, además sé que el inconsciente hace lo suyo, así que para qué forzar la barra.

sábado, abril 21, 2012

Gracias a Cabrujas



Tiempo de evaluar lo que llevamos. Y lo hacemos con un evento el cual desde 1973 ha generado perenne sociología cultural y sana polémica. Se trata de los Festivales Internacionales de Teatro de Caracas (FITC), surgidos  bajo la égida del Ateneo de Caracas (inicialmente con María Teresa Castillo) y la conducción artística (hasta 1992) de Carlos Giménez.
Esos  FITC -el más reciente es  el número 17, realizado entre el 29 de marzo y 8 de abril de 2012, estuvo dedicado a la memoria  del dramaturgo José Ignacio Cabrujas- fueron planificados y realizados por artistas y técnicos criollos. Sirvieron para que diversos sectores de la comunidad  vieran y evaluaran al desarrollo de las más destacadas manifestaciones teatrales del mundo y degustaran las producciones de sus agrupaciones nacionales, al tiempo que acrecentaron el bagaje cultural de una nación y permitieron la aparición de nuevos creadores de la escena, al tiempo que alimentaron la sensibilidad de los espectadores. Hay que recordar que tales eventos han sido auspiciados por el Estado venezolano, con la intermediación de los gobiernos centrales, regionales o municipales, y algunos tímidos aportes del sector privado.
SIN DEUDAS
El 17 FITC, inventado por el tesón de Carmen Ramia, Héctor Manrique, Claudia Urdaneta, Eva Ivanyi y Javier Vidal –directivos de la fundación Festival Internacional de Teatro- mostró a los habitantes de Caracas, Chacao, Sucre, Baruta y Los Teques un total de 10 espectáculos extranjeros y  11 montajes venezolanos, los cuales fueron exhibidos en cuatro salas y en avenidas y plazas públicas. Este evento, cuyo presupuesto general era de 250 mil dólares, como lo declararon los organizadores, contó con el apoyo financiero de las alcaldías de Chacao, Sucre Baruta y la gobernación del estado Miranda, algunas organizaciones privadas y un público entusiasta que pago sus entradas.
Carmen Ramia  reconoció que unas 30 mil personas presenciaron los 21 espectáculos en 70 funciones o representaciones. Sobre los ingresos y los egresos económicos, admitió que el 17FITC cerró sin pérdidas y dejó una base financiera para ir  organizando  el escenario del 18 FITC en el 2013. ”Por primera vez, un FITC no nos deja deudas. Y esperamos continuar así. El público sabía de nuestro esfuerzo y respondió además así al homenaje que hacíamos a la memoria de Cabrujas”, manifestó entusiasmada. Una especie de "Gracias a Cabrujas", decimos nosotros porque el fin último era ese.
LO VISTO
De los 11 montajes venezolanos solo reseñamos El día que me quieras y Acto cultural, piezas de José Ignacio Cabrujas que dirigió Juan Carlos Gené (ya fallecido) y Héctor Manrique, respectivamente, producidas por Carolina Rincón para el grupo GA80; y Cuando quiero llorar no lloro, adaptación y puesta en escena de José Domínguez B. basado en la novela de Miguel Otero Silva, producción de William López para el grupo Rajatabla.
Sobre los montajes de los textos cabrujianos hay que subrayar como se conserva la versión escénica que hizo Gene de El día… para la temporada 2005, la cual incluso tiene mayor intensidad gracias a la madurez del elenco presente. Y hay destacar que un elenco de jóvenes comediantes asumió a fondo las caracterizaciones que exige Acto…, demostrando que pueden ser verdaderos profesionales de las tablas. ¡Son el futuro del GA80!
Rajatabla insiste con montajes espectaculares y en esta ocasión le funcionó la maquinaria actoral integrada mayoritariamente por gente joven y apasionada. Esta agrupación se juega ahora su permanencia en la escena con nueva generación de comediantes.
De los espectáculos foráneos admitimos nuestra sorpresa ante los montajes provenientes de Chile, Ecuador, México y España. Lo que trajo Argentina merece comentario aparte, porque nos resultó el espectáculo perfecto.
Diciembre, escrita y dirigida por Guillermo Calderón, muestra al Chile del año 2014 y en guerra contra un vecino. Una vitriólica descarga contra la manipulación histórica de las naciones por parte de sus clases dirigentes y se asume como un texto que además busca el amor y la paz  entre todos los seres humanos. El protagonista es un soldado que se niega a desertar porque está enamorado de sus compañeros y nos los quiere dejar solos, es un militar gay y más nada.
No sabemos si en Ecuador saben de la grandeza del grupo Malayerba, creado en 1988 por el argentino Arístides Vargas, artista que no cesa de sorprender al continente americano con su ingeniosa creatividad. Lo demuestra con La razón blindada, metáfora sobre El Quijote de La Mancha ambientada en sórdida cárcel para políticos argentinos, donde dos hombres -Gersón Rojas y Arístides- se cuentan y recuentan las aventuras de  Sancho Panza y aquel caballero que embestía a los molinos de viento porque creía que eran peligrosos gigantes. En este montaje, la teatralidad del espectáculo supera la metáfora escénica, pues los comediantes sentados en sillas con rodachines agarran a tres mesas, también con rodachines y manteles, y las hacen girar para intentar superar la reclusión y salir hacia la libertad. ¡Y todos los que ahí estábamos lo deseamos y sufrimos también!
La kafkiana frontera de México con Estados Unidos de América estuvo presente el 17FITC gracias al espectáculo pieza Amarillo de Jorge A. Vargas, alucinante performance con apoyos de videoarte y mucha danza.
Calisto, el más pérfido de los galanes del teatro en lengua hispana, según La Celestina de Fernando de Rojas, vino para  contar sus amores y desamores y hasta ufanarse de ser el bisabuelo de Romeo el amante de la mítica Julieta, los amantes nacidos de William Shakespeare. Durante una memorable larga hora vimos al primerísimo actor Álvaro Lavin dar gran clase de interpretación, gracias al autor Julio  Salvatierra y el director Miguel Seabra.
Tercer cuerpo
El bonaerense Claudio Tolcachir (37 años) ha sido descubierto y aplaudido por intermedio de su fogoso espectáculo Tercer cuerpo que exhibió su grupo Timbre Cuatro. Una pieza con encubierta  o disfrazada proclama  a favor de los homosexuales enclosetados, esos  que en Argentina, donde ya hay matrimonios, o en cualquier lugar del planeta son chuleados porque no pueden o no se atreven a salir de closet ante el pánico del anatema social o la indolencia de la justicia que  nos los protege  porque son parte de una aparato antihomofóbico que mata o arruina las almas de los que se niegan a morir antes de tiempo. Exhibe magistral dirección de actores  para impedir que la  violencia pueda llevarlo todo al caos, pero en especial con los personajes femeninos que impiden las agresiones y bajan la tensión y todo tiende a normalizarse, o a dejar que transcurran los conflictos de los otros seres: una mujer que quiere ser madre pero no tiene novio ni marido, otra que no tiene hogar donde vivir y una tercera que no está definida. En síntesis, son seres que nadan contra corriente y tratan de salvarse en medio de un trabajo que ya abusa de ellos y los tiene como en un pudridero mientras los jubilan o les llega la muerte.


¿Diversos en Venezuela?


No todo es evasión o banalidad en el teatro que se hace y se presenta en Venezuela. Hay espectáculos que plasman metáforas sobre urgentes problemas presentes en la comunidad, los cuales fueron tomados en cuenta por los legisladores tal como se deduce por algunas disposiciones de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, promulgada el 30 de diciembre de 1999. Un texto que debe ser leído por la ciudadanía para cumplir y hacer respetar las pautas ahí indicadas.
Precisamente, en la sala Horacio Peterson de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte), hace temporada el montaje ¿Diversos?, el cual reitera como son todos aquellos seres humanos que por una u otra razón, o por algunas características especiales o condiciones, pasan a ser diferentes del común denominador, y que por algunos detalles no encajan en el patrón general comunitario.
Esta producción de Héctor Becerra para el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela,  es, según nuestra lectura, la feliz teatralización de tres artículos de la Carta Magna venezolana, relacionados con los derechos humanos, pero en especial con el 21,donde  se declara que todas las personas son iguales ante la ley; en consecuencia: no se permitirán discriminaciones fundadas en raza, sexo, credo, condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona. La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser discriminados, marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan.
De ahí el título que identifica este espectáculo sobre la diversidad, sea cual sea la diferencia con el resto. La pieza está integrada por las breves piezas El manchado de Ariel Barchilón y  Océano interior de Walter Sánchez-dramaturgos argentinos, nacidos en 1957 y 1973, respectivamente- versionadas y dirigidas por Jorge Cogollo y Costa Palamides, con las actuaciones de Larry Castellanos, Lismar Ramírez, Vanessa  Morr, Theylor Plaza, Argenis Ciriaco y Sergio Briceño.
¿Diversos? es un entretenido  espectáculo. Dura escasos 45 minutos y en ese lapso vemos como un artista no es comprendido y lo discriminan porque supuestamente tiene una mancha que sus empleadores quieren eliminarle, y también  se muestra el drama del transexual  María José, o José María, cuando pretende participar en unas elecciones y lo discriminan porque su atuendo y su cara no corresponde a lo reseñado en su cedula de identidad, donde luce como varón y ahora es visualmente una mujer.
El ritmo del espectáculo y las acentuadas caracterizaciones hacen divertidos o lúdicos los sendos dramas que viven los protagonistas, ya que se busca una didáctica reflexión sobre lo que no debe ocurrir: la discriminación. Hay que resaltar la talentosa juventud de los comediantes involucrados y del director Cogollo. ¡Hay futuro!

sábado, abril 14, 2012

Fausto Verdial en escena

Fausto Verdial y José Ignacio Cabrujas la conocieron, creyeron en ella y le dieron la oportunidad de exhibir su talento histriónico. Lo que pasó después es parte  importante de la historia de las artes escénicas caraqueñas, especialmente cuando existía El Nuevo Grupo, la mayor y la mejor empresa privada dedicada a la promoción de la dramaturgia criolla durante el siglo XX, entre 1967 y 1988, la cual contó además con los mejores comediantes de esa generación, histriones que aún siguen dando “la pelea”.
 Ella se quedó prácticamente huérfana cuando sus promotores o tutores salieron sin equipaje hacia sus inevitables viajes, pero ya tenía suficientes amigos y un estilo actoral para sobrevivir, llegar al siglo XXI y continuar viviendo. Nos referimos, por supuesto, a Tania Sarabia, la gran característica de los textos de Cabrujas y Verdial, quien, desde el 30 de marzo, se está presentado en la nueva sala experimental del BOD-CorpBanca Centro Cultural con el monólogo La tía Chucha, gracias a  una fina y respetuosa dirección del joven Vladimir Vera y el respaldo de la productora Jorgita Rodríguez, apuntalada por la vestuarista Eva Ivany y el iluminador José Jiménez.
Este espectáculo es fundamentalmente un sentido homenaje para Verdial, autor de ¡Qué me llamen loca!, monólogo cómico que hace 17 años indicó el camino de los grandes éxitos “comerciales” en Venezuela. Un texto escrito especialmente para Tania, esa actriz a la que él vio evolucionar “hacia algo casi milagroso en el arte de actuar”.
SEÑORA CRITICONA
Esta reaparición de Tania es una inspiración que se extrajo de uno de los personajes que conformaron ¡Qué me llamen loca! Y por eso La tía Chucha se nos presenta como una señora criticona y divertida que tiene mucho qué contar: ella no cree ni en besuqueaderas, ni en esos inventos raros de las mujeres de ahora como “la liberación femenina” o “los tratamientos estéticos”. Ella cree que el modernismo y la tecnología han tergiversado el curso de la historia, pues ya nada es como debe ser. Es una dama que piensa que el matrimonio, la educación de los nietos, y los hombres son los temas importantes a tratar y que disfruta mucho más ir a una farmacia o a una consulta médica que a un baile, una fiesta de cumpleaños o una boda.
¿Qué decir de esta reaparición de Tania Sarabia? Que esta mejor que cuando lo hizo  en el siglo XX, porque el tiempo para los buenos actores es como el añejamiento vigilado de los buenos vinos. Que ahora lleva más y mejor experiencia  y que por eso el publico la disfruta de principio a fin, ayudada en escena, tras unos toques técnicos al texto, cuenta además  con una joven debutante con talento para explotar, Paola Villegas, quien materializa a un personaje silente e importante para su performance. Y todo esto sirve para que ahora la tía Chucha convenza al público de cómo el humor es una terapia.
 Y como colofón, Tania Sarabia nos pidió que escribiéramos que ella no abandonara jamás la actuación, porque “es como hacer el amor. Es un placer tan orgánico, tan de piel y  tan ¡ricooo!”, como lo ha dicho un millón  de veces, y  lo repite ahora en este homenaje al amigo que se fue de gira y quien estará muy feliz en donde esté porque su actriz favorita vuelve a las tablas.
MADRILEÑO DE ORO
Lo conocimos inicialmente en los mágicos meandros del teatro caraqueño donde hemos tenido los mejores encuentros culturales y sentimentales de las últimas décadas. Después, con varias tazas de café con leche, de por medio, o con unas cuantas copas en vino tinto en el Centro Comercial Chacaíto o en algún restaurante de esa Sabana Grande que ya se hizo recuerdo, pulverizada por la piqueta del progreso, se fue consolidando una amistad que ha sobrevivido al frio vendaval de los olvidos y es por eso que todavía continuamos disfrutando de su histrionismo y de su proverbial escritura teatral, precisamente cuando los tiempos revueltos pretenden quitarnos el aire de los pulmones o la capacidad para identificar el olor de las maduras guayabas. Sin ningún pacto con Lucifer habría cumplido 79 el pasado 14 de enero, pero ese especialista en enredos del corazón social, ese que nos ayudó a exorcizar sórdidas penumbras existenciales durante largas tres décadas, era “el madrileño de oro” Fausto Verdial, quien, para que no lo olvidaran jamás, dejó una sólida herencia de afectos verdaderos y un legado de consejos destinados a exaltar la utilidad del amor en el fiero combate cotidiano contra la soledad por intermedio de algunas de sus piezas:  Todos los hombres son mortales, ¡Y...las mujeres también!, Los hombros de América y  su unipersonal ¡Qué me llamen loca!
A pesar de ser mortal, Verdial aún no sale de escena porque los venezolanos piden una y otra vez sus obras y las aplauden donde las exhiban. Y ese personaje es La tía Chucha, en ese teatro que nunca olvidaremos de aquel que caminaba por Sabana Grande acompañado de sus amigos y sus amores, y juraba que nunca abandonaría a Caracas, esa que su gran amigo Cabrujas le enseñara, tras su mítico encuentro con Carlos Gardel, en el teatro Principal para cantar, “El día que me quieras” más trascendental de la historia teatral de esta nación latinoamericana.
MODESTO TRONO
Verdial conoció a Tania en sus inicios al compartir escenario con ella por primera vez en Acto cultural (1975), la inolvidable pieza de Cabrujas, y desde entonces los unió una amistad de décadas. En 1995, según sus propias palabras,  le inventó un “modesto trono” para que ella, una reina en el quehacer teatral, se luciera. En aquella oportunidad él dijo: “En este espectáculo ¡Qué me llamen loca! he reeditado para Tania las conversaciones de toda nuestra vida, diálogos que reinventan la realidad de unos seres que nosotros conocemos y que se los ofrecemos en la seguridad que para ustedes serán, así mismo, fácilmente reconocibles. Escribí poniendo mis cinco sentidos en Tania, en dar vida a algunos de los personajes, que entre muchos, ella puede glorificar”.




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Animal inmenso


Para exhibirse en las salas Alberto de Paz y Mateos, Catia y Municipal, del 5 al 8 de abril, vino desde La Habana la agrupación Teatro El Público con el espectáculo Josefina la viajera, texto del cubano Abilio Estévez (7 de enero de 1954) dirigido por Carlos Díaz y con las actuaciones del veterano Oswaldo Doimeadiós y los jóvenes Laura González, Oswaldo Hernández, Ángel Ariel González y Rolando Boet. Y esta Caracas, sumida en el 17 Festival Internacional de Teatro, con 21 agrupaciones foráneas y criollas, proporcionó 1670 espectadores a tan valiosos artistas cubanos, invitados por Fundarte para la programación de su Red Municipal de Teatro.
No logramos un diálogo amplio con los  cubanos para conocer mayores detalles de su experiencia con el texto de Estévez -ahora vive en Barcelona, desde el año 2000- pero el director Díaz bordó pormenores del montaje y características del teatro que actualmente hacen en la tierra del bolivariano poeta José Martí.
La pieza presenta al actor Osvaldo Doimeadiós en un impactante rol de travestido que caracteriza a la dama Josefina Beauharnais, nacida hacia 1885, quien ha vivido en perene peregrinaje desde el oriente cubano hasta la capital para materializar algunos de su sueños, unos de los tantos que, según algunos analistas, han tenido los cubanos desde 1898, o tal vez sería mejor decir, desde 1902, cuando se instauró el poder republicano, el cual terminó por convertir a muchos de los isleños en auténticos trashumantes por los senderos indagatorios de esos  ideales.
Esta pieza, conocida hacia el año 2006, a diferencia de otras creaciones cubanas que hemos degustado, está preñada de metáforas relacionadas con la vida social y política de la isla a todo lo largo del siglo XX, y exige, por lo menos, que el público conozca unos mínimos detalles para digerir bien tal “plato teatral” donde la filosofía es marcadamente existencialista, de tendencia camusina. Eso no impide, como es obvio que el espectáculo avance con los artificios de la  magia  escénica, altamente creativa del director, y la asombrosa entrega actoral de Doimeadiós; bien balanceada con unos coordinados jóvenes comediantes que lo secundan en sus tareas de fastuosa diva de proporciones operáticas, quien expresa, en su extenso  e intenso soliloquio, esto que es memorable: Cuba no es una isla, sino un animal inmenso, que nos devora estemos donde estemos.
En una cacería de referencias sobre el texto de Estévez, encontramos en la web de El Nuevo Herald  este juicio de Antonio O. Rodríguez, que compartimos: “El personaje (de Josefina) es mucho más complejo de lo que parece: si inicialmente nos engaña con una historia patriótica, termina convenciéndonos de que las invenciones con que embellece su vida constituyen una nada desdeñable defensa de la libertad; una suerte de proclamación de independencia sustentada en el derecho a imaginar”.
 Y todo esto nos reafirma que el teatro es temido por ser el único rincón que nos queda a los seres humanos para soñar en libertad.

sábado, abril 07, 2012

Rajatabla III


Aventado por el mágico y rocambolesco transito de los años, además sin buscarlo y sin esperarlo, solo por estar en la redacción del diario La Verdad y recibir una información-invitación de manos del artista argentino Carlos Giménez, he devenido como escribidor de una historiografía crítica de la agrupación teatral Rajatabla (parte vital de su importante legado estético y cultural), la cual desde el 28 de febrero de 1971 ha contribuido con su vigoroso y constante trabajo y creatividad al desarrollo del teatro venezolano, tradición con más de 400 años que día a día crece y refleja los avatares de su pueblo.
Rajatabla, fundada bajo los aleros del Ateneo de Caracas y con la complicidad de María Teresa Castillo, adelantó un proceso altamente creativo en la escena, abordó la formación de nuevos artistas y  trabajó tesoneramente en la consecución y capacitación de  espectadores y teatreros por intermedio de los Festivales Internacionales de Teatro. Pero alteró o cambió de ruta e intensidad, además de calidad estética, tras la muerte de su genial fundador (27 de marzo de 1993) y una lucha intestina, al estilo shakespereano, por el control del poder, hasta que el madrileño gerente y actor Francisco “Paco” Alfaro  asumió esa segunda etapa y la entregó el 26 julio de 2011; fue ese el periplo de Rajatabla II, cuando desesperadamente se remontaron los éxitos  gimenianos y mostraron más montajes, algunos desangelados, y hasta graduaron 25 promociones de actores y actrices  del  Taller Nacional de Teatro (TNT), además de experimentar positivamente con el lanzamiento de nuevos dramaturgos criollos, al tiempo que apareció el fantasma del desalojo de la sede, cuyo dueño es el Estado venezolano.  
Tras el mutis de “Paco”, el vicepresidente de la institución, el publicista William López, inició la etapa Rajatabla III, con unos pocos directores, actores y técnicos que no habían desertado, ciñéndose en parte a los  programas dejados por la anterior gerencia; hasta ahora ha incrementado las labores del TNT y para estar con los tiempos y mostrarse en el 17 FITC produjo el remontaje de Cuando quiero llorar no lloro, espectáculo  que Pepe Domínguez B. exhibió durante la temporada 2009, y el cual ahora ha mostrado con una novedosa, ambiciosa e impactante producción donde participan más de 70 artistas, entre actores, estudiantes del TNT, músicos y cantantes. ¡Hermoso guiño a épocas pretéritas y entusiasta ventana ante los nuevos tiempos!
 Lo que pueda suceder de ahora en adelante con el periplo de la  histórica agrupación está en manos e inteligencia de sus miembros, entre los aplausos del público que logren convocar y en sanas y políticas relaciones con el  Estado o el gobierno de turno. ¡No es fácil hacer teatro no comercial en la Venezuela del siglo XXI¡
MOS EN ESCENA
La novelística de Miguel Otero Silva (MOS) fascinó a Carlos Giménez y este optó por teatralizar con su Rajatabla a Fiebre (1973), después mostró Casas Muertas (1987)  y al escenificar Oficina Número 1 (1992) cerró su saga artística. Él decía que ningún otro escritor criollo había logrado captar las claves de la Venezuela moderna y la esencia de su irredento pueblo.
Pepe Domínguez B., sin pretender cerrar el ciclo de MOS en Rajatabla, escenificó  Cuando quiero llorar no lloro (2009), la virulenta fábula de  tres muchachos venezolanos-Victorino malandro, Victorino guerrillero y Victorino burgués- convertida en la metáfora de un país en construcción donde la continuidad de los procesos sociales siempre se cortan de súbito; la violencia es el arma de los individuos que continuamente tratan de buscar su pasado heroico, el de la independencia, y una constelación de mártires anónimos siempre traicionados por las generaciones siguientes.
 Ese primer montaje de Cuando quiero llorar no lloro no cuajó y fue para llorar de verdad, porque las dificultades con el guión, carente de teatralidad, incrementaron los problemas para el diseño de una puesta dinámica y el contexto extrateatral también conspiró. Una producción pesada y por ende aburrida que dejó enseñanzas, las  cuales ahora, en este bisagra 2012, el director Domínguez P, con esa  valiosa y plausible tozudez  hispana, ha superado de principio a fin las fallas anotadas: hay más y mejores acciones dramáticas, menos narrativa, y la violencia verbal y la física, aunadas a la música y el  baile, se toman la escena de la sede rajatablina para magnificar el discurso escénico y hacer llorar ante la tragedia de esos tres muchachos criollos, quienes son consumidos porque una sociedad que no se apiadó de ellos y los sacrificó.
TRÁGICA TRILOGIA
Cuando quiero llorar no lloro transcurre, en Caracas, entre el 8 de noviembre de 1948 y el mismo día en 1969, fechas de nacimientos y muertes de los protagonistas: Victorino Pérez, Victorino Perdomo y Victorino Peralta. Uno es pobre, el marginal del cerro, condenado por las condiciones sociales a ser un delincuente. El otro es un clase media, estudiante de sociología que se incorpora a la lucha armada de la época. El tercero es un chico de la jailaif, entre cuyos privilegios de clase se encuentra el haberse acostumbrado a ser lo que le da la gana, cosa que lo convierte en patotero y practicante de la violencia gratuita.
Aunque son diferentes y actúan por separado, los Victorinos constituyen un solo personaje-emblema de una juventud condenada a la muerte prematura por la violencia, el alcohol y las drogas,  Este drama colectivo, infortunadamente uno de los grandes que continúan azotando a la Caracas de hoy, cada vez con más crispante frecuencia, explica el título rubendariano,  “cuando quiero llorar no lloro”, a la par que refleja la reacción emotiva y racional del autor ante tan menguados destinos.
El drama de los tres protagonistas es lo que le confiere a Cuando quiero llorar no lloro una unidad recóndita que sólo aflora en el cuadro final, tal vez en las simples frases que describen a las madres enlutadas que se cruzan en el cementerio y se miran inexpresivamente, como si no tuvieran nada en común.
ELENCO DE LUJO
Maravillosa la entrega de todo el elenco artístico ahí involucrado. Todos merecen mis aplausos y felicitaciones, pero aquí dejo testimonio de algunos de esos nombres: Ángel Pájaro, Ernesto Campos, Jean Franco de Marchi, Frank Maneiro, Gerardo Luongo, Dora Farías, Adriana Bustamante, Yurahy Castro, Tatiana Mabio, Pedro Pineda, Vicente Bermúdez, Rufino Dorta, Weidry Meléndez, Heriberto  Garcés y Demis Gutiérrez, entre otros. Hoy cierran el 17 FITC con su presentación en el Teatro Cesar Rengifo de Petare.

Cabrujas y la cultura


Ha finalizado el 17 Festival Internacional de Teatro de Caracas, realizado del 29 de marzo al 8 de abril y el  cual fue dedicado a exaltar al dramaturgo José Ignacio Cabrujas Lofiego (Caracas, 1937 /Porlamar, 1995) por intermedio del montaje de dos de sus 24 obras (El día que me quieras y Acto cultural), ambas producciones de Carolina Rincón para el Grupo Actoral 80, además de una serie de lecturas dramatizadas, foros y conferencias.
El teatro de Cabrujas está preñado de metáforas sociológicas y  filosóficas, porque primero fue un pensador comprometido, formado con un tanto de marxismo y otro poco de existencialismo, y después devino en dramaturgo. Pero su característica importante es que exuda venezolanidad por todos sus lados. Él dirigió casi todas sus piezas y las glosó en complicidad con sus actores, porque escribía para esos talentos, lo cual hizo que sus montajes fuesen antológicos, pero eso no es obstáculo para representaciones con otros intérpretes
Hay que dejar constancia y reseñar como los caraqueños pudieron disfrutar de esa tierna y critica pieza que es Acto cultural, dirigida por Héctor Manrique, quien también actuó al lado de una brillante generación de jóvenes comediantes, como son Samantha Castillo, Melissa Wolf, Angélica Arteaga, Juan Vicente Pérez y Daniel Rodríguez.
Con su teatro, Cabrujas se caracterizó por intentar una interpretación profunda y personal de la realidad venezolana, enfocándose en entender esta tierra, quiénes la habitan y su trayectoria en el tiempo. El humor, su mayor arma, nos permite encontrar personajes que nos retratan como un espejo  vívido del pasado y el presente.
Eso ocurre, especialmente, con Acto cultural, un agridulce acto cultural que montan tres hombres y tres mujeres de diversas edades, quienes viven en el pueblo de San Rafael de Ejido, para festejar los 50 años de su sociedad dedicada a fomentar las artes, las ciencias y las industrias. Han ensayado y exhiben el drama histórico Colón Cristóbal, el genovés alucinado, pero durante la representación se desdoblan y afloran todas sus contradicciones, frustraciones y las perennes derrotas en que han vivido. El cuento sobre el descubridor de un mundo es un pretexto para intentar trascender como artistas antes esa comunidad que los contempla, pero la realidad es que están solos, que siempre estuvieron íngrimos en sus luchas.
¿Alude a la soledad del artista en medio de una sociedad que lo ignora? ¿Cuestiona al país que vive únicamente para efemérides y no afronta los problemas que lastran su desarrollo? “El buen teatro se explica solo y desde la escena” o “Nadie debe temer a lo obvio o lo simple”, podrían haber sido algunos de sus lemas, pero Cabrujas escribió teatro como quiso y ahora espera que la audiencia saque sus propias conclusiones.
Estamos seguros que Venezuela rescatará en esta centuria al dramaturgo que comprendió y amó a su país de tal manera que lo poetizo como nunca antes nadie lo había logrado. Su teatro merece ser el pan de cada día, un sueño que no es irrealizable.



miércoles, abril 04, 2012

Tolcachir con su fuego en Caracas


Tiene cronológicamente 37 años y ya dispone de un prestigio que solo se alcanza a los 80. ¿Por qué tal fenómeno de artista en una nación como Argentina? Porque sus textos teatrales han sido ponderados y elogiados por un público culto, al mismo tiempo que sus técnicas de actuación y representación han atrapado a una audiencia que busca siempre la novedad no engañosa ni manipuladora. Y es también consecuencia de  un movimiento de artes escénicas que es la envidia del mundo occidental, cuyos hacedores se hacen respetar por sus trabajos y luchan para que las leyes los amparen sin mutilarlos o convertirlos en clientela política. ¡El norte pues esta allá abajo,  en el sur!
Nos referimos al teatrero bonaerense Claudio Tolcachir, a quien los espectadores caraqueños han descubierto y aplaudido por intermedio del  fogoso espectáculo Tercer cuerpo que exhibió su grupo Timbre Cuatro, durante tres funciones, en la Sala Trasnocho dentro de la programación del 17 Festival Internacional de Teatro de Caracas.
Este fenómeno del teatro sureño, ya ungido por el unánime reconocimiento internacional, como reseñan en España, hace ya una década, en los momentos más duros de la crisis argentina, fundó en su casa, en el barrio de Boedo, en Buenos Aires, un espacio para el teatro, con escuela y sala para las representaciones en que apenas cabían unas decenas de personas. Para llegar a la sala había que llamar al timbre número cuatro y así bautizó a la compañía con la cual ahora exhibe sus obras en festivales y salas de medio mundo. Un artista que luchó y mantiene un espacio propio para trabajar y mostrarse junto a los que creen en él y en sus búsquedas.
TRILOGIA HUMANA
Y como demostración de su simultaneidad y capacidad de gerencia y organización, mientras aquí en Caracas Tercer cuerpo dejaba absortos y en santa paz  a la inquieta audiencia, en  una sala de Bilbao, otros seis actores de Timbre 4  mostraban El viento de un violín, la tercera pieza de una trilogía que comenzó con La omisión de la familia Coleman—representada en España en 2009— y siguió con Tercer cuerpo. En la primera, se abordó la desestructuración de una familia con problemas de marginación; en la segunda, Tolcachir insiste con las relaciones humanas llevadas a situaciones límite, mientras que en la tercera se ahonda en los vínculos entre madres e hijos. Esos tres espectáculos muestran un teatro sustentado sobre los diálogos y el trabajo de los actores, según criterios de la prensa hispana.
La crítica habla de trilogía, pero Tolcachir no tiene tan claro que lo sea. “Escribí tres obras y no sé si escribiré la cuarta. Es cierto que tienen cosas en común: el tipo de personajes, perdedores que viven en lugares incómodos, tratando de integrarse, aunque distintas por la actitud frente a la vida”.
TERCER CUERPO
 La promoción de prensa del FITC y las mismas charlas con los intérpretes no anunciaron las claves ni los conflictos presentes de Tercer cuerpo. Toda la información evadía las temáticas ahí presentes, como una especie de estrategia para mantener la sana expectativa y obligar a que el publico estuviese atento a todo lo que transcurría en la escena del Trasnocho, o en esa oficina, desorganizada y destartalada, donde tres mujeres y dos hombres le daban vida  a una propuesta escénica que llamó la atención de principio a fin porque los tradicionales esquemas de acción, tiempo, espacio y lugar  se presentan como un caos no solo de existencias sino también de objetos.
Los cinco actores-personajes (Melisa Hermida, Daniela Pal, José María Marcos, Hernán Grinstein y Magdalena Grondona) fueron lanzando las líneas de sus diálogos que se abrían como abanicos hacia múltiples conflictos existenciales, hasta que salta la liebre: el personaje de más edad irrumpe y cuenta los dolores íntimos sufridos por la muerte de su madre y al mismo tiempo va descubriendo sus aristas sexuales que culminan con la visita a la oficina del que ha sido su compañero sentimental, una especie de chulo o chapero que además tiene novia.
Tercer cuerpo, pues, es un pieza con una encubierta  o disfrazada proclama  a favor de los homosexuales enclosetados, esos  que en Argentina, donde ya hay matrimonios, o en cualquier lugar del planeta son chuleados porque no pueden o no se atreven a salir de closet ante el pánico del anatema social o la indolencia de la justicia que  nos los protege  porque son parte de una aparato antihomofóbico que mata o arruina las almas de los que se niegan a morir antes de tiempo.
Tercer cuerpo tiene una magistral dirección de actores  para impedir que la  violencia física pueda llevarlo todo al caos, pero en especial con los personajes femeninos que impiden las agresiones y bajan la tensión y todo tiende a normalizarse, o a dejar que transcurran los conflictos de los otros seres: una mujer que quiere ser madre pero no tiene novio ni marido, otra que no tiene hogar donde vivir y una tercera que no está definida. En síntesis, son seres que nadan contra corriente y tratan de salvarse en medio de un trabajo que ya abusa de ellos y los tiene como en un pudridero mientras los jubilan o les llega la muerte.
Tolcachir no  explica nada fuera de la escena de Tercer cuerpo y solo recuerda que es una oficina destartalada que se resiste a desaparecer, cuyos trabajadores apenas soportan las embestidas del sistema que está a punto de lanzarles al olvido. Unos seres que añoran amar y ser amados, pero que viven amparados en su propia incapacidad, sumidos en un drama que les absorbe hasta dejarlos exhaustos y solos.
Tolcachir  ha expresado que “el teatro son los actores” por encima de todo, incluso de la propia historia escénica. Actores que en esta ocasión caraqueña dieron calidad a un texto que ya de por sí está cargado de fuego, si ese  “fuego sagrado” que solo lo enciende  el buen teatro. Ese que  Melisa, Daniela, José María, Hernán y Magdalena introducen al público poco a poco en la historia con la maestría de un mago que prepara su truco final. Pero no es truco, pues ellos atrapan porque sus lágrimas y risas son reales. Tan verdaderas como puede serlo el drama que asola a cada uno de sus personajes. ¿Son argentinos o venezolanos?