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Colombia presente con nueve obras en Festival caraqueño |
Una de las gratas sorpresas del VI Festival de Teatro de Caracas 2017,
organizado y producido por Fundarte, es un valioso paquete cultural de nueve
espectáculos colombianos, de los cuales hemos visto dos hasta ahora y sobre
ellos es que centramos esta primera reseña: Labio de Liebre y Donde se
descompone las colas de los burros, resueltos por las agrupaciones Teatro
Colón y Teatro Petra y Umbral Teatro, respectivamente,
PROLOGÓMENOS
Antes es conveniente informar que el teatro llegó a Colombia, durante la
colonia española entre 1560 y 1820, pero solo se puede hablar de teatro colombiano, exhibido en Bogotá, en el edificio Coliseo hacia 1830,
con temporadas de variopintos montajes y donde destacan, como curiosidad, que
hombres interpretaban los papeles femeninos. Eso solo cambió hasta que en 1935
se creó la "Compañía mixta". Pero fue en el siglo XX cuando el teatro
se extendió por todo el país llegando a Cali, Medellín, Cartagena y Popayán. En
este momento surgieron otros actores, uno de ellos Luis Enrique Osorio, quien
es considerado el fundador del teatro colombiano. Ya para después de 1950,
surgieron compañías teatrales como el Teatro Escuela de Cali, el Teatro Popular
de Bogotá, La Mamma de Bogotá, La Candelaria, entre otras. Fue justamente de
estas agrupaciones de donde salieron grandes maestros del teatro como Enrique
Buenaventura, Carlos José Reyes, Antonio Montaña y Santiago García. Ahora el
teatro colombiano goza de identidad mundial y sus obras recorren el mundo
entero.
LABIO DE LIEBRE
La
pieza inaugural del VI Festival de Teatro de Caracas 2017 ha sido Labio
de liebre, una impactante producción de los grupos colombianos Teatro Colón
y Teatro Petra, escrita y dirigida por Fabio Rubiano, exhibida el viernes 21 y el sábado 22 en el teatro Municipal. Está
fundamentada en las peripecias de Salvo Castello, un sangriento jefe
paramilitar o líder de sicarios que pudo negociar sus condenas por los crímenes
cometidos y pagar sus penas en el extranjero, pero hasta allá llegan fantasmas
de sus víctimas a pedirle explicaciones y así atormentarlo hasta enloquecerlo.
Uno de esos fantasmas, demasiado
vivos y expresivos, es un hombre con labio leporino, que popularmente se conoce
como "labio de liebre" o "media jeta". Es una
pieza, escrita, dirigida y protagonizada por Fabio Rubiano, el versátil
director del Teatro Petra. El autor considera que su montaje propone una
reflexión sobre el perdón y la venganza, propias de las tragedias: la que se
espera que actúe a través de la conciencia del victimario; la misma que acosa
al tío de Hamlet o al rey Macbeth con la presencia fantasmal de sus
víctimas.
En Labio de liebre hay una familia, los Sosa, de
cuatro campesinos a la que el protagonista ordenó masacrar, una familia
que no está idealizada, pues la intención de Rubiano no es invitar al público a
compadecerse de alguien, sino a que reflexione sobre aquello que se le muestra,
algo que revuelve las entrañas del público colombiano o de todo aquel ser
humano que rechaza la violencia sin son ni ton.
No está de más recordar que la
violencia en Colombia impera desde mucho antes del 9 de abril de 1948, cuando
mataron en la carrera séptima de Bogotá al líder popular Jorge Eliecer Gaitán.
Esa violencia colombiana no es más que una sangrienta teatralización, sin
maquillajes, de la milenaria lucha de clases de los poderosos contra los
oprimidos, pero que en el vecino pais ha sido armada y criminal, sin mayores
explicaciones culturales y aupada por los terratenientes, aunque los urbanos y
cultos partidos políticos, de liberales y de conservadores, la maquillan para
poder gobernar alternándose. El pueblo colombiano generó sus métodos de
autodefensa, las guerrillas, y aunque ellas ahora negocien la paz, son muy
pocos los que creen en tanta belleza o en ese teatro supuestamente culto cuyo
guión es confuso. Otros colombianos cruzaron las fronteras pero miran siempre l
retrovisor para ver cómo cambian o se agudizan las cosas de la patria que quedo
atrás y que se lleva siempre en las suelas de los zapatos,
Analizar la realidad colombiana desde
Venezuela no es fácil ni nada cómoda, especialmente cuando se salió de allá
hace 48 años y se ha comido el pan o la arepa del inmigrante. Pero si conmueve
ver en escena las peripecias de los que se quedaron e hicieron frente a su
destino, a la espera de una redención que no llega ni llegará jamás si los
pueblos no se alzan y toman el poder, por cualquier vía.
Este espectáculo, exhibido con
algunos contratiempos por fallas en el sonido, atrapa al público por la magia
de su presentación, por ese híbrido de teatro realista con teatro fantástico, y
porque sus actores son algo más que profesionales, son colombianos paridos en
esa tierra y que han vivido muchos de los hechos ahí mostrados.
Al final esta apuesta teatral, magnífica en su escenografía, su
iluminación y en sus metáforas visuales (como la de los fantasmas que
vomitan virutas de papel atragantados de injusticia) descubre cómo
representar el dolor de Hécuba de una madre que sabe que van a matar a sus
hijos, a la injusticia de saber que los hayan asesinado como a los animales,
junto con sus animales. Y a aquello que no los deja descansar en paz: que el
asesino los reconozca, los llame por sus nombres y recuerde la sevicia con la
que terminó con sus vidas.
Para Rubiano, como lo ha declarado, es interesante
ver cuál será la reacción del público y estar en Venezuela en este momento
coyuntural y tan álgido que vive el país. “Creo que lo que hace la cultura es
unir, no desunir, aparentemente hay una tensión ahora entre Colombia y
Venezuela, pero uno se pregunta ‘¿qué me han hecho a mí los venezolanos?’ sobre
todo en el ámbito cultural, y yo digo ‘nada’, ha habido las peleas de hermanos
como se dan en cualquier familia”, dice Rubiano.
COLA DE LOS BURROS
Una característica
del teatro colombiano que verá el público venezolano es sus obras tocan siempre
la temática de la violencia, como se materializa en Labios de liebre, y como se
constata en Donde se descomponen la cola
de los burros de Carolina Vivas y dirigida por Ignacio Rodríguez, donde se denuncia
a las ejecuciones extrajudiciales, cometidas siempre con ciudadanos inocentes o
simplemente sospechosos.
La saga teatral, en palabras de Vivas, se centra en Pedro Cangrejo,
campesino desaparecido por el Ejército y cuyos secuaces tratan de hacerlo pasar
por criminal y de la lucha de su madre para rescatar el cadáver y darle una
cristiana sepultura, en medio del terrorífico clima social que crea el nocturno
toque de queda. Es una denuncia concreta sobre los falsos positivos de la nación neogranadina, que han
dejado más de 25.000 desaparecidos.
El hermoso y convincente espectáculo de Rodríguez, presentado en el teatro
Bolívar, los días sábado 22 y domingo 23
de abril, es de carácter multidisciplinario, ya que combina la música
en vivo, elementos multimedia como el mapping y un depurado teatro físico,
hasta obtener una hermosa y patética cantata,
con imágenes poéticas y provocadoras sobre esta “tragedia contemporánea” a la
colombiana, aunque eso de los “falsos positivos”, y hay que decirlo aquí, es
una epidemia en todo el continente americano; donde aún hay autoridades
interesadas únicamente en llenar estadísticas sin importarles si hay justicia
de por medio o si son inocentes o culpables los ciudadanos que eliminan o
desaparecen, porque lo que les interesa no es eso: sino la actividad depurativa
realizada.
“Yo digo que no es la historia de unos padres a los que se les
desaparece el hijo; digo que es la historia de un personaje que no está de
acuerdo con el destino que se ha escrito para él”, ha dicho Vivas. “Nosotros
creemos que la función del teatro es hacerse ese tipo de preguntas frente a una
realidad tan cruda, pero al mismo tiempo poder buscar unos lenguajes y unas
miradas que nos devuelvan puntos de vista distintos sobre el problema”, comenta
Rodríguez.
Es una lástima que solo hayan tenido dos funciones porque la comunidad
teatral venezolana debía de haberla disfrutado mucho más.Además, y me molesta reiterar esto,pero nada hay tan nacional, tan proveniente de las raíces de un pueblo,como su teatro.