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La CNT se puso al día con el teatro clásico,ya era hora. |
El teatro es un espacio conceptual y real perfecto
para soñar, viajar y experimentar nuevas y mejores emociones y fomentar
pensamientos. Fue creado para criticar, analizar o proponer reflexiones sobre
situaciones que atañen a la sociedad o a las comunidades, en lo general o en lo
particular. Por eso y para eso lo inventaron los griegos hace varios miles de
años; a partir de sus poetas o dramaturgos y con sus actores dramatizaron y
llevaron mensajes llenos de sentimientos y cargas emocionales ante sus
audiencias, como ocurrió y todavía sucede al cabo de dos mil largos años, no
solo en la vieja Grecia sino en el mundo entero.
¿Qué pasa con el
teatro en Venezuela al promediar los primeros 17 años de este siglo XXI? Pululan
respuestas, porque sus artistas se encargaron de hacerlo y analizarlo, pero las
mismas deberían ser llevadas ante foros de discusión, precisamente en estos
tiempos de plebiscitos y asambleas constituyentes, para asumirlas y proponer
desde ahí precisas leyes u ordenanzas necesarias para financiar su desarrollo y
sacarlo así de su atraso. El teatro criollo necesita de una ley para su
libertad y que no dependa de las hormonas de los gobiernos de turno.
No debemos olvidar
que un pais sin teatro es un pais sin alma, o, como enseña Federico García
Lorca, el teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para
la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso.
¿Cómo está el teatro de nuestra cara Venezuela? ¿Avanza o se ha comercializado
en el peor de sus significados o los venezolanos esperan todavía que sus
dramaturgos les marquen los caminos? ¿Cuantos Chalbauds, Cabrujas, Santanas, y
Chocrones vienen en camino u otros talentos están esperando turno para saltar a
los escenarios?
POSVERDADES TEATRALES
Mientras se escuchan preguntas y respuestas,
al tiempo que los colectivos teatrales, oficiales o privados, asumen sus
compromisos, hay que subrayar que no es frecuente en las temporadas teatrales
caraqueñas la presentación de selectos textos del teatro clásico griego. Los más
pesimistas afirman que no hay elencos ni directores, ni tampoco recursos
económicos. Esto, por supuesto, es una posverdad.
Hay artistas y los
aportes financieros necesarios, algunos provenientes del sector privado,
embajadas foráneas o el mismo presupuesto nacional. Y para eso está la Compañía
Nacional de Teatro (1984), institución del Estado venezolano creada para aupar
el desarrollo actoral y dramatúrgico, la cual ahora presenta el espectáculo Troyanas nuestras, basado en cuatro
tragedias griegas y creado por Costa Palamides. No es la primera vez que la CNT
se atreve a escenificar un texto griego; durante la temporada de 1996 mostró la
comedia Lisistrata, de Aristófanes (Atenas, 450 a.C. / 385 a.C), dirigida por Orlando Arocha, fantástica poetización
de la primera rebelión sexual de los mujeres contra sus maridos los guerreros
atenientes y destinada lograr sino la paz definitiva al menos la racionalización
de la guerra.
VERSIÓN AMERICANA
A 21 años de ese
montaje las mujeres vuelven a ser las heroínas o el pretexto para reflexionar
sobre las necesidades de un continente y se lo debemos a Costa Palamides.
Ahora en ocasión del estreno de Troyanas nuestras debemos advertir que
se trata de un ambicioso trabajo de versión escénica
adelantado a partir de las tragedias Troyanas
y Hécuba de Eurípides (Salamina, 484-480 a. C.
/Pella, 406 a. C.), Agamenón de Esquilo (Eleusis, 525 a.C. / Gela,
Sicilia, 456 a.C) y Electra de Sófocles (Atenas, 495 a.C/ 406 a.C.).
Una valiente y estética propuesta artística y política que reitera la defensa
de las mujeres americanas enfrentadas al machismo y marginadas por sistemas
sociales de producción que discriminan por el género. Todo un espectáculo con
20 actrices y actores del elenco estable de la CNT que estará no menos dos
meses en temporada en Caracas y después, es posible, que vaya a las ciudades más
cercanas.
Palamides (Caracas,14 de junio de 1959) advierte que su espectáculo
Troyanas nuestras es un contundente cuento
teatral sobre las mujeres de Troya después que perdieron la guerra contra
Grecia y fueron esclavizadas por los vencedores. “Para mí, y la gente que me han
acompañado en este proyecto, es una metáfora sobre lo que pasó en América, continente que
fue conquistado, masacrada su población originaria, invadida y además tuvo que
aceptar a otros pueblos esclavizados y traídos en barcos de vela cual si fuesen
animales. Este crisol de pueblos y sus culturas, que se ha logrado en los últimos
500 años, ya creció y se ha rebelado contra sus antiguos amos o los descendientes.
Es, un espectáculo eminentemente de factura política, utilizando los temas y los
argumentos que nos dan los cuatro grandes maestros griegos”, declara Palamides.
No queda duda alguna que Troyanas nuestras es la bandera de un pueblo que ha sufrido y que
ahora ha logrado tener una identidad propia y trata de diseñar y hacer su vida.
Es lo que propone Palamides con esta contundente recreación escénica de los
personajes que plasmaron Sófocles, Esquilo y Eurípides en sus obras originales.
Una metáfora americana de lo que pasó con los legendarios pueblos griegos y
troyanos como los cantaron sus poetas.
Es una reflexión teatral a partir de la guerra y la
posguerra de Troya que desembocan metafóricamente en el descubrimiento, la conquista
y la colonización de un continente desconocido, llamado después América y todos
los sucesos posteriores, como fueron los procesos de independencia política y
los intentos para instalar sistemas gubernamentales republicanos con regímenes
militares o civiles. El existencialismo acabo con las tragedias, diría
Jean-Marie Domenach.
MONTAJE
El espectáculo es denso e intenso. Los personajes usan atuendos
de época hibridados y utilizan garrotes (no olvidar jamás el tamunangue),
además recitan sus textos y cantan arias precisas sobre el dolor de las mujeres
esclavizadas. Son no menos de 150 minutos de bailes, danzas y movimientos
rituales en medio de atmosferas sórdidas. No es precisamente una fiesta aquello
sino todo lo contrario: es la lucha por la sobrevivencia y para no perder la dignidad
de un pueblo oprimido pero digno. Hay que agarrarse a la silla porque es
estremecedor aquello, gracias al verismo de su puesta y la calidad histriónica
ahí alcanzada. ¡La libertad viene a ser la suma del amor, el llanto y el parto
de una mujer y exige sangre, entre otras cosas!
Costa
Palamides no está solo, por supuesto, lo acompañan, además de un selecto equipo
técnico y la excelente coreógrafa Carmen
Ortiz , un grupo de intérpretes comprometidos como Aura Rivas (Hécuba), Francis
Rueda (Clitemnestra), Ludwig Pineda y Luis Domingo González (Agamenón y Taltibio),
Livia Méndez y Maria Alejandra Tellis (Casandra), Juliana Cuervos (Electra), Marcela
Lunar (Helena, Polixena e Ifigenia), Citlaly Godoy (Andrómaca y Crisótemis), Rosanna
Marín (Andrómaca), Edilsa Montilla (Polixena y Crisótemis), Varinia Arráiz (Polixena
y Crisótemis), Zair Mora (Helena e Ifigenia) ,Jesús Hernández y Jean Manuel Pérez
(Egisto y Polinéstor), Arturo Santoyo (Odiseo, Menelao, Orestes, Polidoro y Pilades),
Francisco Aguana (Orestes y Polidoro), Keudy López (Odiseo, Menelao y Pedagogo),
Alejandro Restrepo (Pedagogo) y Julio García (Pilades). Nuevas y veteranas
generaciones actorales. Todos ellos se lucen no solo por su plasticidad sino
por la pasión que dan a sus textos. Difícil señalar aquí a los mejores, cuya
calidad está marcada por la fuerza dramática de sus personajes.
La escenografía son simples telones que suben
o bajan; además de las caracolas y los garrotes como elementos de utilería que
utilizan, además de unas abstracciones de máscaras de diablos danzantes.
Mención aparte merece la musicalización especial que hace Pantelis Palamides
para todo el espectáculo y la ambiciosa producción general del director de la
CNT, Alfredo Caldera.
Es una demostración que si se puede hacer
teatro griego con contenidos americanos, ya que además hay poetas que dan su
colaboración al texto utilizado, como el chileno Pablo Neruda, el cubano
Virgilio Piñera, el ecuatoriano Peky Andino Moscoso, el chileno Marco Antonio
de la Parra y el venezolano Elio Palencia, quien escribió especialmente para
este montaje el comprometido monólogo final de Clitemnestra (Francis Rueda),
tremenda lanza contra la violencia de género y a favor de la igualdad de
derechos para la mujer americana.
Este montaje nos recuerda que la tragedia griega ha sido transformada en
apología a la libertad lograda después de un gran baño de sangre por las
revoluciones y porque definitivamente el monoteísmo desplazó a los dioses paganos, tema para otros teatros.