Mensaje de Fabio Rubiano
1
Somos un continente, o varios continentes donde pasan cosas tan aterradoras y devastadoras que nos producen risa. Sí, risa. No solo en los teatros.
Somos un continente, o varios continentes donde pasan cosas tan aterradoras y devastadoras que nos producen risa. Sí, risa. No solo en los teatros.
Y cuando nos reímos ante un crimen, cuando no nos detenemos ante
un niño tirado en la calle, cuando bailamos apretados (casi en un ritual de
fertilización) un ritmo tropical en cuya letra dice “mátala, mátala, mátala, no
tiene corazón esa mujer”, cuando toda la izquierda atea apoya la llegada del
Papa, y la ultra derecha católica la rechaza, nadie lo entiende.
Sí, alguien lo entiende: nosotros, aunque antes parecía que otros hablaran mejor de nosotros que nosotros.
Sí, alguien lo entiende: nosotros, aunque antes parecía que otros hablaran mejor de nosotros que nosotros.
Santiago García, maestro del teatro la Candelaria siempre se
preguntó “Cuál es nuestro personaje”. Alejandro González Puche y Ma Zhenghong
docentes y directores teatrales en la Universidad del Valle ponen Chejov en
tierra caliente “Cambiamos la geografía y por supuesto la temperatura de la
hacienda”. Y aun se oyen gritos cuando
nuestros Shakespeare nada tienen que ver con lo isabelino. ¡Traición!, dicen algunos.
Sí. Tuvimos que hacerlo.
Tuvimos que traicionar al Brecht que nos enseñaron en el que la
emoción nublaba la razón, y lo legal era
evitar a toda costa la empatía. ¡Nos pedían renunciar a las emociones!
¿A una sociedad que seduce mientras baila “mátala, mátala”?
¿A una sociedad que seduce mientras baila “mátala, mátala”?
2
El doctor en antropología social Carlos Granés en su libro El puño invisible, en el capítulo dedicado a Kerouac y a la visión de la generación beat sobre América Latina, dice cosas más que antropológicas, literarias o sociológicas, teatrales: Sal Paradise y Dean Moriarty, personajes de En el camino, en su búsqueda de paraísos perdidos fuera de la consumista sociedad norteamericana, llegan a México y al cruzar el desierto mexicano gritan “Qué país tan salvaje”, “Auténticas chozas miserables” ven un mundo que solo existe en sus fantasías y deseos, no en la realidad.
El doctor en antropología social Carlos Granés en su libro El puño invisible, en el capítulo dedicado a Kerouac y a la visión de la generación beat sobre América Latina, dice cosas más que antropológicas, literarias o sociológicas, teatrales: Sal Paradise y Dean Moriarty, personajes de En el camino, en su búsqueda de paraísos perdidos fuera de la consumista sociedad norteamericana, llegan a México y al cruzar el desierto mexicano gritan “Qué país tan salvaje”, “Auténticas chozas miserables” ven un mundo que solo existe en sus fantasías y deseos, no en la realidad.
Añaden: “Nadie desconfía, nadie recela. Todo el mundo está
tranquilo, todos te miran directamente a los ojos y no dicen nada, solo miran
con sus ojos oscuros y en esas miradas hay unas cualidades humanas suaves,
tranquilas, pero que están siempre ahí”.
¿Algún latinoamericano hablará así de otro? ¿Lo infantilizará de esa manera?
Durante un tiempo sí. Hubo épocas en que todos los obreros y los
campesinos tuvieron la razón en las obras. Cuando estos gringos vieron Juárez,
el alcohol y las prostitutas los obligaron a cambiar de posición. Y se fueron
para el otro lado, Juárez era ahora el territorio del mal.
Burroughs mismo en su gira por Latinoamérica decía que en Bogotá
los subalternos de las oficinas llamaban doctor al primero que veían, y todo el
mundo, así estuviera en la miseria llevaba corbata; que los policías eran
incompetentes y feos debido a las radiaciones atómicas; que en Mocoa los brujos
que preparaban el Yagé eran viejos borrachos y de poca vergüenza, que en Puerto
Asís el especialista local en Místers le había cobrado 20 dólares por acostarse
con él, pero que le había robado los calzoncillos; que Ecuador era horrible y
tenía complejo de inferioridad, que Lima le gustaba porque le recordaba a
México, y además encontró jovencitos baratos a los cuales llevarse a la cama. Anota
con toda la ironía el maestro Granés “¡Sorprendente revelación la que tuvo
Burroughs!... El subdesarrollo era excitante y divertido. “Pues no, gringos. No
somos ni lo uno ni lo otro.
3
Nuestro realismo (no mágico, insisto) se encuentra en lugares muy diferentes de los que hemos visto a lo largo de la historia. En algunas partes de nuestro continente pasamos del costumbrismo y el sainete directamente al distanciamiento brechtiano, y lo interpretamos desde Boal, y Buenaventura y García, y Peixoto, y Dragún y Tavira; más (aunque también) que desde Bernard Dort o Adorno o Benjamin. Y tuvimos que traicionar a los maestros, y decidirnos por un pensamiento propio. El primero fue Brecht. Dejamos de pensar que con la emoción se alteraba la comprensión, o la capacidad de crítica. Nos dimos cuenta de que el teatro no es conciencia y mucho menos la correcta, que asumir eso no era hacer teatro, era creernos portadores de la verdad.
Nuestro realismo (no mágico, insisto) se encuentra en lugares muy diferentes de los que hemos visto a lo largo de la historia. En algunas partes de nuestro continente pasamos del costumbrismo y el sainete directamente al distanciamiento brechtiano, y lo interpretamos desde Boal, y Buenaventura y García, y Peixoto, y Dragún y Tavira; más (aunque también) que desde Bernard Dort o Adorno o Benjamin. Y tuvimos que traicionar a los maestros, y decidirnos por un pensamiento propio. El primero fue Brecht. Dejamos de pensar que con la emoción se alteraba la comprensión, o la capacidad de crítica. Nos dimos cuenta de que el teatro no es conciencia y mucho menos la correcta, que asumir eso no era hacer teatro, era creernos portadores de la verdad.
Y nada mejor que equivocarse. Los personajes tenían que
hablar con sus propias voces. Y es cuando nuestro distanciamiento nos da Chejov de
tierra caliente con aristócratas rusos con ropa de aquí, y en vez de cerezos
hay palmeras, y el Tío Vania es el Tío Ivám, y nuestros bosques del sueño de
una noche de verano tienen minas antipersonales, y nuestras peleas con espadas
son evidentemente falsas porque descubrimos que nunca en la vida en ninguna
obra de la historia del teatro universal han sido creíbles.
4
Las utopías siguen, pero no defendemos unos votos de pobreza que quién sabe quién instauró en el imaginario teatral latinoamericano como mecanismo de pureza y creación; nos interesan los teatros llenos de todo tipo de públicos, agradecemos y debemos mucho a los gestores culturales, sabemos lo que es un patrocinio, estamos aprendiendo a cobrar.
Las utopías siguen, pero no defendemos unos votos de pobreza que quién sabe quién instauró en el imaginario teatral latinoamericano como mecanismo de pureza y creación; nos interesan los teatros llenos de todo tipo de públicos, agradecemos y debemos mucho a los gestores culturales, sabemos lo que es un patrocinio, estamos aprendiendo a cobrar.
5
Agradezco el honor de poder hablar en este día tan especial. Hablo en mi nombre, en nombre de Marcela Valencia, con quien fundamos el Teatro Petra, y en nombre del grupo. Aquí nadie ha hecho nada solo.
Agradezco el honor de poder hablar en este día tan especial. Hablo en mi nombre, en nombre de Marcela Valencia, con quien fundamos el Teatro Petra, y en nombre del grupo. Aquí nadie ha hecho nada solo.
Doña Perla, la mamá de Marcela, al salir del estreno de la
segunda obra del grupo le dijo: hija, la obra está muy buena, ¿pero es
necesario que salga sin ropa? Sí, mamá, le respondió Marcela. Es que se le ve
todo, dice doña Perla. No se me ve nada, mamá, solo los pelos.
Era el final de los 80 y el vello púbico aún era un elemento atractivo, no se
había entrado en la exigencia pederasta de los genitales rasurados. No era
fácil salir desnuda delante de un teatro lleno cuando la mamá de tradición
cristiana estaba en platea acompañada de tías y primos.
Así ya lo hubieran hecho hasta el cansancio en los sesentas. No
era fácil. Esto era Colombia, Latinoamérica.
No era fácil, pero lo hicimos. Mientras nosotros lo hacíamos con miedo, grupos de sociedades acomodadas nos mostraban en escena cuerpos revolcándose en sangre de utilería, y se masturbaban sin el menor rasgo de intimidación.
No era fácil, pero lo hicimos. Mientras nosotros lo hacíamos con miedo, grupos de sociedades acomodadas nos mostraban en escena cuerpos revolcándose en sangre de utilería, y se masturbaban sin el menor rasgo de intimidación.
Mientras todo esto pasaba en nuestros países se cortaban cabezas.
Y a nosotros nos daba risa. Las dos cosas.
Así es nuestro teatro.
Así es nuestro teatro.
Fabio Rubiano Orjuela nació en 1963 en Fusagasugá, Colombia. Es
actor, autor y director de teatro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario