martes, octubre 10, 2017

A los 86 años, Chalbaud no cree en brujerías

Bigotes y Cloe con el cineasta Chalbaud en feliz compañía
“El teatro, la magia y la religión son invenciones de los humanos, y especialmente de los artistas o intelectuales o pensadores, quienes se han dedicado a esas tareas desde hace miles de años. Ahora que estamos en este trepidante siglo XXI, gracias al desarrollo del cine, la televisión y la Internet, la utilización de lo mágico religioso, como lo denominan los periodistas, se ha repotenciado mucho más y llega así a millones de personas. Y por eso puedo predecir que nadie escapará de las prédicas religiosas ni las creencias mágicas”.
Así se expresa Román Chalbaud (Mérida, 10 de octubre de 1931), importante dramaturgo y reconocido cineasta, quien puntualiza que  “desde los años 40, cuando vivíamos en San Juan, con mi mamá, mi abuela y mi hermana, y es por eso que en sus páginas encontré, y seguiré, encontrando materiales populares para mis creaciones, y esto lo he dicho siempre, especialmente en sus páginas rojas; como es el caso de mi obra Los ángeles terribles, el ritual mágico de un anciano con unos niños y niñas y una fiesta que organiza con extrañas muñecas, una historia sacada de un noticia ultimeña de sucesos”.
-¿Por qué liga teatro con magia y religión?
- El teatro, la magia y la religión son rituales populares, algunos totalmente lúdicos y otros sacros, porque aquellos seres humanos prehistóricos inventaron los dioses, los crearon y a ellos les ofrecían sacrificios; de ahí nació la magia y después derivo en religión. Y eso, por supuesto ha evolucionado en cada una de esas disciplinas. Y ahora tienen caminos independientes, pero comunicados entre si. Y aquí quiero repetir, lo que encontrarás en alguna página web –maravilloso invento que sustituyó a los diccionarios en papel-, que magia es la capacidad de los magos para modificar la realidad sin medios estrictamente causales. A esos seres humanos extraordinarios también se le llaman brujos o brujas. Y hay múltiples historias sobre esa gente que existió, y todavía existen, para ejercer la magia o la brujería. Y ahora la televisión y el cine los utilizan mucho, como es el caso del maguito Potter, además todo un personaje de la literatura de masas.
-¿Cómo utilizó la religión o la magia y los milagros en sus teatros y en sus películas?
- Todo eso ha estado presente en mis creaciones y también en mi vida personal, como lo contaré más adelante. En mi teatro y en mi cine he utilizado una serie de altares populares, donde están presentes imágenes y esculturas, no solo de santos sino de políticos, médicos y hasta de gobernantes. Yo he encontrado altares donde han colocado efigies del presidente Chávez. La gente cree en ellos y les ponen velas y los invocan, porque necesitan creer en algo y puede ser un cantante o un jugador de pelota o algún político. Así ha sido, y seguirá siendo durante muchos siglos más. La humanidad necesita amar, adorar o creer en alguien todopoderoso, en sus dioses, que son inventos de las sociedades. Los curas dirán otras cosas.
-¿Por qué utiliza altares en sus teatros y sus películas? ¿Son rellenos de utilería o escenografías?
-Nunca son rellenos ni adornos. Son elementos básicos en mis propuestas estéticas. El pueblo, la gente, o el público, creen en eso y se identifica con ellos, porque son símbolos culturales. Por ejemplo, en mi obra teatral Caín adolescente, que después se llevó al cine, utilizo elementos de la Navidad, los Carnavales y la Semana Santa, que son soportes o el contexto donde están los personajes. Eso mismo se repite en mi pieza La quema de Judas y en mi drama Sagrado y Obsceno, después en la película El pez que fuma, donde hay elementos de esas creencias populares, como es la presencia de las prostitutas en un manantial donde son bendecidas Lo mágico religioso también está presente en los guiones o los textos de los personajes. Todo está sumergido en esa magia o esa creencia, esa maravillosa fe popular, porque pueblo no es solo los pobres, si o también los ricos, porque pueblo somos todos.
-¿Cree en esas costumbres populares? ¿Ha estado involucrado en algún milagro o predicción?
- Soy pueblo y nado en esas creencias populares. No puede negarme a sus influencias y hasta podría decir que no creo en las brujerías, ni soy supersticioso…pero de que vuelan, vuelan. En lo personal tengo una historia curiosa, que me comenzó en los años 50, durante la época del general Marcos Pérez Jiménez. Ocurrió que conocí a Beatriz Veit-Tane, maga o bruja, que después se convirtió en sacerdotisa de María Lionza. Ella me inspiró un personaje en La quema de Judas, en teatro y en cine. Ella quiso que le diera ese rol, pero yo opté por Hilda Vera. Con eso lo que conseguí fue que me maldijera y me amenazara con una desgracia apocalíptica. Nada pasó desde entonces, y estamos hablando a más de 40 años de esos acontecimientos.
-¿En Zamora, su película número 24, hay elementos mágico religiosos?
-Totalmente mágico religiosos no hay, aunque si tengo un personaje, encarnado por Antonieta Colón, una especie de bruja que le dice, al “general del pueblo”, que en las guerras no hay nombres, sino muertos.
 Y mientras viva seguirá declarando sobre su arte teatral y cinematográfico.



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