domingo, octubre 15, 2017

Boris Izaguirre: lo banal no existe, todo es importante

Boris, uno de los hijos de Rodolfo y Belén.
El escritor y presentador de televisión acaba de celebrar su cumpleaños 52 en Miami, donde actualmente vive. Se prepara para publicar una novela y para algún día superar el que ha llegado a ser uno de los mayores retos de su vida: aprender a cocinar una tortilla.
·   Boris Izaguirre (Caracas, 1965) no oculta la fascinación que siente por los equilibristas. Cuenta que parte de su niñez transcurrió observando con detenimiento cómo estos artistas desafían la gravedad. Desde su perspectiva, ellos también simbolizan a esas personas que viven en constante riesgo, sobre una cuerda floja. El autor de Villa Diamante, novela finalista del Premio Planeta, asegura además que él también decidió vivir así, como un equilibrista. “Creo que de esa forma se ha desarrollado mi carrera”, reflexiona.
El guionista y presentador de televisión se encuentra en Miami luego de superar los embates del huracán Irma. Las secuelas del desastre natural no impidieron que celebrara a finales de septiembre su cumpleaños. Tampoco que abordara temas que considera “muy personales” en esta entrevista para El Universal.
–Usted es venezolano, pero gran parte de su carrera la consolidó en el exterior. ¿El mercado internacional siempre fue su prioridad?
–No. Me despidieron de RCTV en 1991 y luego me llamaron de Argentina para escribir una serie. Estando allí me plantearon escribir otra en España. Conocí a Rubén (Nogueira, su cónyuge) y fui encadenando trabajos, me mudé a Madrid, y Madrid y yo iniciamos una historia de amor que ha dado extraordinarios frutos y es tan sólida que ahora me permite vivir en Miami y siempre regresar a ella. Me dejé llevar. Para mí esa es la clave de mi éxito, incluso de mi vida sentimental: dejarme llevar. Y se podría decir de mí eso, que soy muy llevadero.
    ¿Por qué no regresó luego? ¿El país no le ofreció suficientes oportunidades?
–No me gusta el rencor. Pero creo que fue un acierto marcharme de Venezuela. Fue un riesgo, una aventura y a mí me atraen mucho los riesgos. Creo que una personalidad fuerte tiene que estar acompañada de riesgo. Y no tengo miedo.
–¿Y qué tan arriesgado ha llegado a ser?
–Recuerdo que renové mi pasaporte venezolano cuando fui a animar un certamen de Miss Venezuela. El tráfico era brutal en la avenida Baralt, así que me bajé del coche de Venevisión y me lancé hacia las torres. A nuestro encargado de seguridad le iba dando algo, pero a mí me encantó ver a la gente que me saludaba. Me entregaron el documento el mismo día y me mostraron una planta de reciclaje de papel para que supiera de dónde venía. Llamé a la Organización Miss Venezuela y les conseguí dos tickets en primera fila a los funcionarios que me atendieron, uno de ellos un caballero realmente atractivo.
–Usted ha mostrado su faceta intelectual y en paralelo ha ocupado un lugar en la industria del entretenimiento, que algunos consideran banal. ¿Cómo se sobrepone a los prejuicios?
–Considero que te hace mejor persona y mejor profesional carecer de prejuicios. Yo he podido hacer solo una carrera como intelectual, tenía toda la formación necesaria, pero me gustaba muchísimo el show y la vida social. Y no quise renunciar ni engañarme. La moda y la farándula son fascinantes, vencen el paso de los siglos, tienen una habilidad innata para reinventarse, autodestruirse y renacer. Yo creo que nada es banal. Todo es muy interesante y profundo. Lo banal no existe. Todo es importante.
–¿Qué ha aprendido de la fama?
–A ser más disciplinado. La fama exige mucho, así que es buena idea ser puntual, llegar aseado a los sitios y demostrar la máxima educación de la que seas capaz. Y termina siendo una demostración de inteligencia. Recientemente he observado una diferencia entre celebridad, que es internacional, y famoso, que es local, al menos en España. No sé lo que soy, pero por lo menos me reconocen en Madrid y en Miami.
–Este año se cumplieron dos décadas del estreno de Crónicas marcianas. ¿Extraña ese tipo de programas?
–¡Oh, Crónicas! No, no lo extraño. Ni mucho menos comparo. He hecho siempre programas con una dosis de riesgo y aventura que es lo que me entusiasma. La Academia de la Televisión Española acaba de premiar la cobertura del Orgullo Gay que hicimos en Telemadrid en julio pasado. Y yo fui el presentador principal. Crónicas empezó como una aventura, me llamaron una noche y me quedé hasta el final, ocho años después. Ese programa es histórico. Un referente que en mi caso personal, no fue sino que siempre es.
–¿Y cómo marcha su faceta de escritor?
–Acabo de terminar de escribir Tiempo de tormentas, una novela que arranca con el terremoto de Caracas de 1967 y concluye con la muerte de mi madre (la bailarina Belén Lobo) en 2014. Rubén se la está leyendo y estoy en un considerable estado de inquietud. Su juicio es el más relevante. Y, entre nosotros, en esta novela, muy autobiográfica, él es uno de los personajes.
–¿Quién la edita y cuándo saldrá al mercado?
–La editará Planeta y se lanzará en España en marzo de 2018.
–Ya que en ella toca el tema de la familia, ¿qué percepción tiene de ella?
–Tengo la mejor percepción porque mis padres nos criaron con estabilidad, sus presencias y una maravillosa felicidad. Me encantaría seguir su ejemplo, pero me he esclavizado mucho con mi carrera. Quizás se me haya pasado el tiempo, quizás no. Admiro mucho a personas como Miguel Bosé que han construido sus familias, sus hijos lo han convertido en alguien todavía más extraordinario. Es un ejemplo que me gustaría seguir, pero necesito estabilidad y el equilibrista que soy, es lo que menos tiene.
–¿Cuán difícil resulta en estos tiempos hacer carrera afuera siendo venezolano?
–Pienso que los venezolanos tenemos, por causa del petróleo y su cultura, una manera de ser un poquito sobrada. Siempre creemos que somos los primeros y en realidad lo primero que aprendes cuando cambias de país y de cultura es que eres el último en llegar. Antes que tú, vinieron otros y están más adaptados que tú. Yo creo mucho en la capacidad de adaptación, que sigue moldeándote toda tu vida. Aprendí a adaptarme muchos años en España y ahora me entusiasma repetir aquí en Estados Unidos. Nunca olvido que soy un recién llegado.
–¿Continúan intactas sus ganas de bajar las escaleras de un Miss Venezuela en el Poliedro de Caracas?
–Con Maite (Delgado) bajaría y subiría todas las escaleras posibles. Me encantaría volver al Miss Venezuela y al Poliedro, nunca olvidaré la ola de afecto con que me recibieron la primera vez que bajé esas escaleras y pisé ese escenario. Y todos los días recuerdo a Joaquín Rivera. Ser dirigido por él es una de mis medallas. Su capacidad para el detalle, la sonrisa con la que te recibía aunque te fuera a regañar… era un genio. Yo tengo una curiosa debilidad por los maestros, he estado rodeado de ellos toda mi vida: Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas, Joaquín, Javier Sarda, siguen y siguen.
–¿Qué faceta quiere explorar a sus 52 años?
–Cocinero y repostero. En realidad todavía estoy intentando hacer una buena tortilla. Es curioso, todo el mundo me dice que es más difícil escribir un libro, pero yo he terminado mi novela número ocho y todavía no consigo ese momento de paciencia o lo que sea para que la tortilla no termine siendo unos huevos revueltos bastante revueltos y hasta histéricos. Frustra mucho pero todos los días me digo a mi mismo: “Mañana será otra tortilla”.
@Eduardoandresmuria , El Universal, 15 de octubre de 2017


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