miércoles, octubre 25, 2017

El vengador Santana

El secuestrado  y su victimario
Ya van cinco años del mutis de Rodolfo Santana Salas (Caracas, 25.10.1944/Guarenas, 21.10.2012) y su teatro sigue vivo porque hay teatreros que lo representan e instituciones que lo exhiben buscando así la deseada catarsis del público. Es el caso de las agrupaciones Teatro Katia con K y la Compañía Regional de Teatro Portuguesa, las cuales escenificaron sendas piezas fundamentales  de su dramaturgiaLa farra (1969) y El animador (1972), en el caraqueño teatro Nacional. 
La presentación de ambas obras se hizo a instancias de Fundarte para evocar al ausente y permitir así que la comunidad reflexionara sobre el legado de Santana Salas, uno de los máximos referentes de la dramaturgia nacional, autor de no menos de 100 obras de teatro y una docena de guiones para cine, entre ellos El caracazo (1989) de Román Chalbaud.  Ojala que esto se repita en años posteriores o se materialice en un majestuoso festival permanente de autores venezolanos comprometidos con la realidad de su nación, precisamente con sus mejores textos, como lo pedía César Rengifo, precursor de una auténtica dramaturgia social.
Rodolfo Santana Salas, así como otros personajes de la literatura universal, está marcado por sus primeras relaciones con el mundo, en este caso la presión familiar posterior y el momento social y político fueron factores decisivos en la configuración de su mundo interior. Venezuela siempre ha producido su gente necesaria.
PODER, CRIMEN Y TELEVISION
Sobre La farra debemos advertir que ahí se plantea la relación entre el poder y el crimen a través de tres personajes que representan la Iglesia, el Poder Político y el Poder Militar, nada menos. Mientras que El animador –el espectáculo que aquí analizamos- es una profunda y estrujante crítica a la televisión (tema que por mucho tiempo fue de gran interés para Santana) a través de dos personajes: Marcelo, dueño de un canal; y Carlos, todo un adicto a la televisión, un hombre enamorado de ese medio a quien no le importa hacer lo que sea para lograr sus propósitos.
Carlos, quien secuestra a Marcelo Ginero, presidente de una planta televisora muy importante, ha planificado y así logra materializar una especie de juego o juicio teatral con final fatal, donde culpa al responsable directo de la programación que ha afectado su vida íntima y personal. Lo somete a una paradójica tortura al convertirlo en comediante improvisado de algunos de sus recuerdos y lo lleva fríamente hasta el precipicio de esa locura compartida.
De esta trama tan especifica como es El animador, Santana Salas se vale para denunciar el daño que han ocasionado algunas de las producciones de televisión local venezolana por intermedio de seriales, telenovelas, comerciales, concursos, etcétera, en la sociedad criolla durante no menos 50 años. El protagonista culpa al presidente del canal, por creer que éste es el responsable de todos los sinsabores vividos, desde la desde su niñez hasta la última relación amorosa.
El director Carlos Arroyo y la Compañía Regional de Portuguesa llevan dos años produciendo y exhibiendo El animador, en Guanare y otras ciudades venezolanas, gracias al excelente trabajo profesional de los actores Aníbal Grunn y Wilfredo Peraza, además del pulcro soporte de los técnicos Carlos Moreno y Kelynson Berrios. Una forma sobria, sin amaneramientos, de cómo hacer un teatro para los venezolanos de estos tiempos, de cómo mostrar un cuento bien echado.
Poder ver y evaluar El Animador  nos remite por su originalidad de inmediato a su creador  Santana Salas, quien precisamente   decía que en Venezuela sería muy bueno que los creadores se dieran un paseo por las veredas del compromiso y conocieron más al pueblo para quien escriben. “Ellos, los dramaturgos, especialmente, elevarían en mucho los niveles creativos. Y más en esta etapa, donde una historia feroz nos arrebata el derecho a soñar. Nuestros conductores políticos han aniquilado las posibilidades de un mundo mejor. Del sueño posible. Los pueblos diseñan sus sueños, el hábitat ideal donde sus ilusiones fructificarán. Pienso que nuestros sueños colectivos han sido cercenados. Se nos han constreñido territorios en nuestras aspiraciones de bienestar y participación y hoy la pesadilla ronda el oxígeno común”, como lo afirma en nuestro libro Como es Rodolfo Santana (1995).
Santana Salas podía lucir impertinente cuando repetía, para aclarar algunos aspectos de sus obras, “que el béisbol y la corrupción son símbolos de la vida venezolana, porque la temporada de béisbol y la corrupción política nos son tan propias como el acudir a Sorte o a un brujo para aliviar males físicos y espirituales”. Definitivamente, la delincuencia actual logra unos tenores de malevolencia que nada tienen que ver con el malandro de los setenta que, a lo más, repartía cachazos a las víctimas que se resistían. Hoy se mata por matar. Las noches son mortíferas y la gente no sale; y si lo hace se pasa el tiempo moviendo la cabeza como un tiovivo, esperando un eventual incidente. Los tiempos han cambiado y por lo regular los premilenarios y los milenarios ofrecen estos cambios desorbitados. 
MONTAJE PORTUGUESEÑO
 La versión escénica de Arroyo con El animador deja a la pieza como una ecuación de primer grado, nada de artificios, nada de trampas coloquiales para que el espectador se evada. Carlos y Marcelo se presentan y luchan: uno con mucha inteligencia y sagacidad y el otro con simpleza y deseo de retaliación. El más fuerte pierde y queda la duda: el burgués cede y gana el pueblo reivindicativo. ¿Es lo correcto? o ¿quizás merecía otra oportunidad? o ¿hay que buscar una segunda oportunidad?
Es una polémica que únicamente el público en un foro podría dilucidar o profundizar, pero hay que recordar que Santana siempre nos recordaba, que, por ejemplo, la noción de compromiso ha variado y seguirá cambiando. “Es de mal tono mencionarlo. A quien se compromete se le mira con sospecha o lástima. Se habla con soltura sobre el talento y la fuerza creadora, a secas, obviando para mí lo esencial: el compromiso al lado de la humanidad ante los que la vejan y engañan”.

En síntesis, hay que seguir exhibiendo a Santana Salas  y a otros autores venezolanos, porque son los poetas teatrales los que forman conciencia y dan una honesta pauta  a los pueblos, como lo hicieron la pléyade de los maestros griegos, o como Shakespeare o Moliere lo manifestaron y cambiaron a sus comunidades.

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