Cinco poemas escogidos dan muestra de algunas destrezas de Job Pim: A Anna Pawlova” ofrece una impresión de la visita a Caracas de la gran bailarina rusa; “La poesía del porvenir” enseña lenguaje telegráfico en diestra versificación; “Rigoletto” y “La bohemia” son guiños a la cultura operática del caraqueño, mientras que “Envío” –escrita en la cárcel de La Rotunda, 1921- alerta acerca de la situación política de su tiempo.
***
A Anna Pavlowa (o Pavlova)
Ya se fue la Pavlowa,
después de una suntuosa temporada
que dejó a Caracas maravillada
y a mucha gente boba.
Y en verdad hay razón
para que aún esté la población
de esta ciudad, absorta:
comparada con esta compañía,
la mejor que hemos visto hasta hoy en día
vale lo que una torta.
Hasta ayer entendíamos, de baile
lo que de tauromaquia entiende un fraile,
pues si vimos, es cierto, a “La Argentina”,
que es una muy notable bailarina,
era, en cambio, ella sola
y no danzaba más que a la española,
en tanto que la tropa de que trato,
la de la Pavlowa sin contar su boato,
en danzas y danzantes era rica…
o dicho de otro modo,
allí había de todo,
como dicen que ocurre en la botica.
Por esto hoy nuestro saber avanza
en materia de danza.
la portentosa rusa
nos ha metido el baile en la “tumusa”:
de fijo, alguna dama,
de noche, o al tirarse en la cama,
y puesta ante el espejo,
ensaya algún minué del tiempo viejo,
se pone como un cisne moribundo
o da catorce vueltas por segundo.
En cuanto a los varones caraqueños,
los hay que hacen inútiles empeños
por echárselas de aéreos bailarines.
En fin, ya se nos fue la diversión
y comienza a sentir la población
un principio de hastío
Que se complica, y mucho,
con el frío…
Y hasta que llegue la divina Sarah… Bernhardt
si es que al fin va a dejarse ver la cara,
ya no habrá más placeres
que ir a las retretas o al cinema
y los que estén en la “limpieza” extrema,
pues como ya es costumbre, tendrán que repetir
la muletilla eterna:
“En esta tierra, ya no se puede vivir”
La poesía del porvenir (sonetín telegráfico)
Fresca mañana primavera,
armada tijeritas plata,
cortar rara rosa escarlata
bajaste jardín escalera.
Hirió dedito flor ingrata
aguda espina traicionera
manchando púrpura ligera
blanquísimos encajes bata.
Vendando minúscula herida
también hiriéronme por vida
ojos tuyos sin compasión:
consolarte díjete quedo:
tú pinchádote sólo dedo,
pinchándome yo corazón.
Rigoletto
Contrahecho, ridículo, maluco e indiscreto
es el bufón del duque de Mantúa, Rigoletto.
Miedo cerval le tienen todos los cortesanos
por sus chismes malévolos, por sus chismes villanos.
El duque, un calavera de la marca tenorio,
rapta todas las vírgenes que hay en su territorio,
y una tarde que va de paseo se fija
en Gilda, linda niña que del bufón es hija;
¡Ay este Duque que enamora a Gilda
diciéndole que es un simple estudiante,
y la rapta, valiéndose del bufón, ignorante
de que la que él empuja a ser una perdida
es su Gilda, lo único que quiere en esta vida.
Llora y suplica luego, descubierto el pastel,
pero los que él burlaba, ahora se burlan de él;
y se consigue entonces un bandido, una fiera,
que le despache al duque de una legartijera.
Más ya veréis que el golpe lo hiere de retruque,
pues Gilda, que se encuentra loquita por su Duque
va donde el asesino de varón disfrazada,
y este que la confunde, le da una puñalada.
En el saco el cadáver da al bufón; entretanto
dentro de la casucha el duque entona un canto…
(La donna e’ mobile…)
Rigoletto abre el saco y halla una horrible cosa:
¡es el fruto del vientre de su querida esposa!
Lo compadece el público, pero yo…! sia zoquete!
¿No fue toda su vida maligno y alcahuete?
La bohemia
La acción pasa en París, cuando aquella epidemia
que los intelectuales llamaban “La bohemia”.
El poeta Rodolfo escribe un grueso drama
que suele de la estufa alimentar la llama;
Marcelo tiene un cuadro que rechaza anualmente
el Salón, y lo envía para el año siguiente;
y Schaunard y Hollín no tienen más oficio
que comer a la gorra: todos carne de hospicio.
Cierta noche Mimí va al cuarto de Rodolfo
a prender una vela, y se prenda del golfo.
La vecinita es una bonita costurera,
suave, sentimental y honrad… a su manera;
pero como su amante no le da una peseta
(lo mismo que el pintor Marcelo a su Museta)
y como la costura no le produce un cuerno,
sale a buscar la vida de noche en pleno invierno.
Con esto y su alimento que es a mínimas dosis,
atrapa Mimí ¡como tantas! una tuberculosis.
La Museta, por su parte, que tiene más curtido el pellejo,
quiere siempre a Marcelo… pero se busca un viejo,
Rodolfo, y que por celos, abandona a Mimí:
¡mire que ser poeta y proceder así!
Pero ella vuelve al cuarto, moribunda, en el hueso,
y él la recibe: claro, si ya va salir de eso…
Para comprarle remedios Musetta empeña todo,
y Collin, el filósofo, un viejo sobretodo,
mas nada de eso impide que la chica se muera:
Rodolfo —a buena hora— llora y se desespera.
Ya lo sabéis muchachas que admiráis la Bohemia:
huidle, preservaos, ¡es peor que la pandemia!…
¡Y ahora si es verdad que… vámonos,
canten todos, que ya nos cierran las puertas…!
Envío (La Rotunda, 1921)
Y bien, ¡oh, mandarín! ¿quién es más fuerte,
tú, magnate, que ansías darme muerte
y me la has azuzado en varias formas,
pero que no te atreves a atreverte,
y a guardarme con vida te conformas,
o yo, que estoy y seguiré cautivo
mientras no te despojen del gobierno
y estas cosas escribo
en medio de las llamas del infierno.
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