Los apasionados amores de una parejita de adolescentes y su trágico desenlace por la irracional oposición de sus familias; la enloquecida venganza de un príncipe que urde el extermino de su madre y su tío padrastro para castigarlos por el asesinato de su progenitor; la locura de un general traidor para apoderarse de la corona de su reino y los desbordados e injustificados celos que desgracian a un todopoderoso señor de la guerra, son parte de los argumentos de cuatro textos teatrales de William Shakespeare que podrán ser degustados en la única sala de la zona suroeste de Caracas.
Para demostrar como algunas de esas metáforas verbales y escénicas creadas por aquel legendario bardo de Avon siguen vigentes en la centuria 21, el dramaturgo y traductor Gustavo Ott (Caracas, 1963), apuntalado en su Textoteatro, grupo residente del Teatro San Martín de Caracas (TSMC), inició ya la temporada 2010 con el espectáculo Romeo y Julieta, y además prometió que durante los meses venideros subirán a escena obras como Hamlet, Macbeth y Otelo hasta redondear su programación “Shakespeare 4x4”. Toda una sobria investigación escénica, actoral y literaria con producciones de tan selectas piezas del autor inglés (1564-1616), a partir de un elenco de sólo cuatro actores.
Ott y su gente saben que cuando las agrupaciones artísticas venezolanas reciben beneficios del Estado y además se comprometen con una comunidad para la cual laboran, deben cumplir lo prometido al público o al menos intentarlo, por eso “picaron adelante” con la lectura escénica de Romeo y Julieta, fiel al original. Ahí sacrifican la rima por las imágenes, pero mantienen un juego verbal que permite crear ritmo, como lo proponía Shakespeare.
“Así, el texto se presenta más cercano al espectador del siglo XXI, como lo fue en su época…Su poesía la hemos traducido con rigurosidad; hemos puesto atención a la belleza de un texto que contiene frases sobre el amor y la muerte que hoy todo el mundo repite, sin saber que vienen de esta obra monumental”.Y eso que revela Ott es verdad, porque, como dice Romeo, “no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor; y lo que el amor puede hacer, aquello que el amor se atreve a intentar”.
Lo novedoso del “prólogo” del Textoteatro-TSMC es como los actores David Villegas Mariana Alviarez y Gabriel Calderón, con el director Luis Domingo González incluido, logran dar vida a Romeo y Julieta, alucinante tragicomedia sobre amores con obstáculos insoslayables, la cual ha culminado por ser la más hermosa metáfora que existe sobre la libertad de los seres humanos. Consiguen plasmarla de forma más que convincente sobre un cuadrado pintado en el piso y con mínimos elementos escenográficos (palos, antifaces, etcétera). Todo eso con ritmo endemoniado y apuntalado en una exquisita selección musical, hasta materializar su versión en escasos 120 minutos, sin agotar a la audiencia que, sin lugar a dudas, queda satisfecha por la hermosura de la pieza y el despliegue escénico, acentuado con la coreografía actoral, el cual remite a las artes marciales orientales, y el vestuario utilizado.
Lo único que no está aún logrado, ya que hacen falta más ensayos, es la totalidad de las caracterizaciones, donde los intérpretes intentan materializar varios personajes. Esto no satisface porque hay agudas diferencias técnicas entre los cómicos y tal batiburrillo afecta la veracidad del espectáculo, ante la carencia de homogeneidad. Creemos que una grabación con cámara de video les ayudaría muchísimo, pues se verían y así decantarían sus respectivos trabajos escénicos. Creemos que lo mejor es usar mascaras y no desplegar un virtuosismo que no se tiene, por ahora.
Y no podíamos culminar este crónica sin citar al teatrero Miguel Guerberof, quien al montar, en Buenos Aires, Timón de Atenas, una de las ultimas obras de Shakespeare, durante al temporada 2003, declaró que estaba sumamente convencido de que hacer Shakespeare resignificando nuestro tiempo es ser mas fiel a Shakespeare que nunca, porque nos coloca también en una época que era tan aciaga o tan tremenda como la nuestra. “El Renacimiento tardío inglés era un tiempo de gran efervescencia intelectual, económica, comercial. Creo que fue el comienzo de un mundo global. Shakespeare advierte sobre los peligros del hombre, de su intención de destruir todo lo que puede y no conservar lo único que tenemos, que es nuestros plantea y que es irrecuperable. Como es posible que la naturaleza -cito al autor isabelino- cansada como debe estar de dar su fruto, pueda seguir fabricando cosas para que el hombres las destruya”.
Alerta con la pava
Y con respecto al montaje de Macbeth para la temporada 2010, hay que recordarle a la buena gente del TSMC que esa obra tiene una fama bien ganada de pavosa o de siniestra por una larga cadena de desgracias que han caído sobre sus intérpretes, desde que se estrenó. Recordamos ese mito, suscitado por los ritos de brujería presentados en la citada pieza, que provocaron la retaliación de los magos de la era isabelina, porque todavía los seres humanos estamos constituidos de la misma materia de los sueños, como diría Shakespeare por boca de Prospero, protagonista de La tempestad. La última vez que se escenificó en Caracas fue en la sala Anna Julia Rojas del Ateneo, en 1984, puesta en escena por Carlos Giménez. Cuentan los fabuladores que el primer siniestro que desencadenó la cuatricentenaria maldición, fue la salida violenta de ese extraordinario artista del seno ateneísta, después de un escandaloso aquelarre en la quinta Macondo, de los Otero Silva; posteriormente murieron hasta familiares de los actores y otros quedaron muy maltrechos, pero aún sobrenada la agrupación productora, Rajatabla, que marcó más tres décadas en la buena historia del mejor teatro criollo, gracias a la resistencia del gerente-actor Francisco Alfaro,porque Giménez fue llamado para resucitar los festivales internacionales y los comandó hasta 1992, ya que murió en 1993; pero las autoridades ateneístas cambiaron de escenario el 4 de agosto de 2009. Por supuesto que esa leyenda puede ser conjurada y lo más seguro es que Ott -quien junto a José Gabriel Núñez (1938) integra la dupla de los dramaturgos criollos más representados en el exterior- tenga algo entre manos. ¡Algún artificio para que las brujas no sigan volando…!
Para demostrar como algunas de esas metáforas verbales y escénicas creadas por aquel legendario bardo de Avon siguen vigentes en la centuria 21, el dramaturgo y traductor Gustavo Ott (Caracas, 1963), apuntalado en su Textoteatro, grupo residente del Teatro San Martín de Caracas (TSMC), inició ya la temporada 2010 con el espectáculo Romeo y Julieta, y además prometió que durante los meses venideros subirán a escena obras como Hamlet, Macbeth y Otelo hasta redondear su programación “Shakespeare 4x4”. Toda una sobria investigación escénica, actoral y literaria con producciones de tan selectas piezas del autor inglés (1564-1616), a partir de un elenco de sólo cuatro actores.
Ott y su gente saben que cuando las agrupaciones artísticas venezolanas reciben beneficios del Estado y además se comprometen con una comunidad para la cual laboran, deben cumplir lo prometido al público o al menos intentarlo, por eso “picaron adelante” con la lectura escénica de Romeo y Julieta, fiel al original. Ahí sacrifican la rima por las imágenes, pero mantienen un juego verbal que permite crear ritmo, como lo proponía Shakespeare.
“Así, el texto se presenta más cercano al espectador del siglo XXI, como lo fue en su época…Su poesía la hemos traducido con rigurosidad; hemos puesto atención a la belleza de un texto que contiene frases sobre el amor y la muerte que hoy todo el mundo repite, sin saber que vienen de esta obra monumental”.Y eso que revela Ott es verdad, porque, como dice Romeo, “no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor; y lo que el amor puede hacer, aquello que el amor se atreve a intentar”.
Lo novedoso del “prólogo” del Textoteatro-TSMC es como los actores David Villegas Mariana Alviarez y Gabriel Calderón, con el director Luis Domingo González incluido, logran dar vida a Romeo y Julieta, alucinante tragicomedia sobre amores con obstáculos insoslayables, la cual ha culminado por ser la más hermosa metáfora que existe sobre la libertad de los seres humanos. Consiguen plasmarla de forma más que convincente sobre un cuadrado pintado en el piso y con mínimos elementos escenográficos (palos, antifaces, etcétera). Todo eso con ritmo endemoniado y apuntalado en una exquisita selección musical, hasta materializar su versión en escasos 120 minutos, sin agotar a la audiencia que, sin lugar a dudas, queda satisfecha por la hermosura de la pieza y el despliegue escénico, acentuado con la coreografía actoral, el cual remite a las artes marciales orientales, y el vestuario utilizado.
Lo único que no está aún logrado, ya que hacen falta más ensayos, es la totalidad de las caracterizaciones, donde los intérpretes intentan materializar varios personajes. Esto no satisface porque hay agudas diferencias técnicas entre los cómicos y tal batiburrillo afecta la veracidad del espectáculo, ante la carencia de homogeneidad. Creemos que una grabación con cámara de video les ayudaría muchísimo, pues se verían y así decantarían sus respectivos trabajos escénicos. Creemos que lo mejor es usar mascaras y no desplegar un virtuosismo que no se tiene, por ahora.
Y no podíamos culminar este crónica sin citar al teatrero Miguel Guerberof, quien al montar, en Buenos Aires, Timón de Atenas, una de las ultimas obras de Shakespeare, durante al temporada 2003, declaró que estaba sumamente convencido de que hacer Shakespeare resignificando nuestro tiempo es ser mas fiel a Shakespeare que nunca, porque nos coloca también en una época que era tan aciaga o tan tremenda como la nuestra. “El Renacimiento tardío inglés era un tiempo de gran efervescencia intelectual, económica, comercial. Creo que fue el comienzo de un mundo global. Shakespeare advierte sobre los peligros del hombre, de su intención de destruir todo lo que puede y no conservar lo único que tenemos, que es nuestros plantea y que es irrecuperable. Como es posible que la naturaleza -cito al autor isabelino- cansada como debe estar de dar su fruto, pueda seguir fabricando cosas para que el hombres las destruya”.
Alerta con la pava
Y con respecto al montaje de Macbeth para la temporada 2010, hay que recordarle a la buena gente del TSMC que esa obra tiene una fama bien ganada de pavosa o de siniestra por una larga cadena de desgracias que han caído sobre sus intérpretes, desde que se estrenó. Recordamos ese mito, suscitado por los ritos de brujería presentados en la citada pieza, que provocaron la retaliación de los magos de la era isabelina, porque todavía los seres humanos estamos constituidos de la misma materia de los sueños, como diría Shakespeare por boca de Prospero, protagonista de La tempestad. La última vez que se escenificó en Caracas fue en la sala Anna Julia Rojas del Ateneo, en 1984, puesta en escena por Carlos Giménez. Cuentan los fabuladores que el primer siniestro que desencadenó la cuatricentenaria maldición, fue la salida violenta de ese extraordinario artista del seno ateneísta, después de un escandaloso aquelarre en la quinta Macondo, de los Otero Silva; posteriormente murieron hasta familiares de los actores y otros quedaron muy maltrechos, pero aún sobrenada la agrupación productora, Rajatabla, que marcó más tres décadas en la buena historia del mejor teatro criollo, gracias a la resistencia del gerente-actor Francisco Alfaro,porque Giménez fue llamado para resucitar los festivales internacionales y los comandó hasta 1992, ya que murió en 1993; pero las autoridades ateneístas cambiaron de escenario el 4 de agosto de 2009. Por supuesto que esa leyenda puede ser conjurada y lo más seguro es que Ott -quien junto a José Gabriel Núñez (1938) integra la dupla de los dramaturgos criollos más representados en el exterior- tenga algo entre manos. ¡Algún artificio para que las brujas no sigan volando…!
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