Murió el maestro
Santiago García y muy pocos podrán despedirlo, hoy 23 de marzo, informa El País, de Madrid.En medio de la pandemia del VID19, hay fronteras cerradas y al referente del teatro colombiano,
la leyenda, el fundador de la compañía La Candelaria, le tocará una despedida
teatral, solitaria.
A lo mejor, fiel a
su humor sarcástico, él haría una broma. O lanzaría uno de sus juegos de
cábala, que tanto le gustaban. Cuando el Teatro La Candelaria cumplió 45 años,
rodeado de sus actores, dijo: “el trece en la cábala puede ser de mala o de
buena suerte. Funciona en el grupo de una manera extraña, porque somos trece
miembros y tenemos una mata en la entrada del patio que todos los semestres
florece y da trece rosas". Ellos hubieran querido verlo por última vez en
la sala del Teatro que fundó con Patricia Ariza, en 1966, abrazarse y “sentir
su cuerpo despidiéndose”, como escribe César Badillo, uno de sus actores.
"Nosotros los candelarios, y me atrevo a decir, que muchos teatreros del
país y del mundo, sabemos que el mejor reconocimiento que le podemos hacer es,
a pesar del dolor que nos estrecha la garganta, fortalecer este barco de la
creación, que como él mismo dijo, “el único lugar donde no se naufraga”, dijo
Badillo en una sentida carta.
García, fallecido a
los 91 años tras sufrir un infarto, también decía que “la imagen que uno tiene
de sí es al revés porque, frente al espejo, lo que está a la izquierda uno lo
ve a la derecha”. A través de su teatro, él puso a Colombia frente al espejo de
la realidad. Obras como Guadalupe infart sin cuenta, De
Caos y de Cacaos o El Paso, obligaban a mirarse en la
historia violenta de Colombia, aunque doliera.
Su gran obra fue la
creación del teatro independiente y contestatario La Candelaria, una
institución que se ha mantenido a pesar de las angustias económicas y
políticas. Como las amenazas que recibían o aquella vez en 1987 cuando la
Policía allanó el escenario para llevarse los fusiles de palo y cascos de
utilería de una obra; o cuando, acorralados por las deudas para pagar el
alquiler de la sede,- una casa de 1630-, cavó huecos junto a los actores
buscando posibles tesoros enterrados.
Representaba, como
ha dicho el también dramaturgo, Miguel Torres, el big bang del
teatro colombiano. Alrededor de su energía y sus ideas filosas, enmarcadas en
la corriente de creación colectiva, orbitaron intelectuales y artistas de
Latinoamérica como el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, el nobel Gabriel
García Márquez y los pintores Fernando Botero o Alejandro Obregón y su hermano
teatral, Eugenio Barba, del Odin Teatret.
Santiago García
comenzó su carrera actoral en 1957 con el director japonés SekiSano, pasando
por la Universidad de Praga, el Actor’s Studio de Nueva York y la Universidad
de Teatro de las Naciones en Vincennes (Francia). En 2012, la Unesco le nombró
Embajador Mundial del Teatro y un tiempo después se retiró de las tablas por
enfermedad. Hasta esa época era común verlo caminando por el centro histórico
de Bogotá y responder un saludo, muy a su estilo. “Maestro, cómo le va”. Él
levantaba la mano desde la otra acera: "Bien, gracias” y acto seguido le
preguntaba fuerte a su acompañante: “¿Y esta quién es?”. Su escenario era el barrio.
Decenas de los
mejores actores de Colombia trabajaron junto a él e hicieron creación
colectiva, el estilo de construcción de las obras, que consistía en tomar un
momento social de la realidad colombiana y, a partir de este discutir,
improvisar y amasar hasta llevar al escenario. Muchos de ellos lo despedirán a
la distancia, recordarán la frase con la que solía saludar en alemán: “soy el
guardián de las puertas del universo, pero se me perdió la llavecita”. Y se
reirán.
"Partió como
un niño inocente. Y aún sufriendo una enfermedad que normalmente ensombrece,
nunca perdió el don del payaso. Se fue sin decirnos dónde estaba “la llavecita
del cagado espíritu de este mundo”, escribió César Badillo.
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