Roberto Santana Rodríguez |
Conocí a su padre, Rodolfo, y fue por
eso que durante cuatro semanas, de lunes viernes, venía desde el apartamento de
Aura Salas, en el edificio El Tejar, atravesaba
ese largo pasillo que lo une al edificio Mohedano, y en mi casa, a cuatro manos
escribimos mi texto Como es Rodolfo Santana,
publicado en marzo de 1995.
Ese exótico texto sobre la vida, obra
y otros milagros de Rodolfo Santana Salas (Caracas, 25 de octubre/21 de octubre
de 2012) me permitió conocer
personalmente su tercer hijo, Roberto, y tener así una entrevista que
ahora transcribimos para los lectores, la cual publicamos el 11 de marzo de 2018:
Así, en un tono cercano al grito,
escuchamos la enfática tarjeta de presentación de un adulto cuarentón, vestido
muy modernamente, todo de negro, identificado como Roberto Santana Rodríguez,
en la tarde lluviosa de un martes en la cafetería de Unearte. El resto de los
asistentes, no menos de 15 personas no se inmutaron, porque seguramente
creyeron que era una expresión más de ese conspicuo grupo o “jauría” ansiosa de
conocimientos que en ese sector pulula. Nosotros, que no dejamos de reír para
dentro, ya conocíamos de trato al personaje que se presentaba así, tan
bulliciosamente. Y tras de los protocolares saludos abrimos nuestra grabadora y
se dio esta entrevista:
¿Cuál es su nombre legal?
Roberto Adolfo, el único hijo
vivo de Rodolfo. Nací en Caracas el 10 de enero de 1970, hacia las tres y
media de la tarde, según me contara mi mamá Gladys, quien se casó,
cuando tenía 23 años con mi padre, de 19 años, el 23 de noviembre de 1963,
precisamente el día que mataron al presidente Kennedy.
¿Su madre, la primera esposa de
Rodolfo Santana, vive?
No, falleció hace dos años
aproximadamente. Ella y mi papá concibieron un primer niño, Rodolfo, que murió
posteriormente. Ellos se divorciaron durante los años 70.
¿Tiene más hermanos?
Sí, tengo un hermano por parte de
madre, que vive en México.
¿A la gente de teatro le preocupa lo
que pasará con las obras y los guiones de cine de su
papá, a los cuales usted tiene derecho por ser su hijo? ¿Algunos
teatreros esperan que usted organice una fundación para proteger ese legado
intelectual?
Yo puedo darte una respuesta muy
larga, parte de la cual no quiero que se publique para no herir
susceptibilidades, lo que sí puedo adelantarte es que mi padre me dijo, en una
ocasión, que me cuidara mucho porque una buena parte de los teatreros,
nacionales e internacionales, son “unos vampiros y hasta guevones”, pero que si
había gente muy correcta y respetuosa de las normas. Apenas mi padre murió,
hacia el 2012, apareció mucha gente ansiosa e interesada en sus obras. Yo deje
que pasara un tiempo para que esa gente se aplacara, porque ya sabía lo que me
tocaría lidiar con algunos de ellos.
¿Usted tiene el control del disco
duro de la computadora de Rodolfo?
Si, conseguí un tanto de dinero y
pude comprar el disco duro externo y todo eso lo tengo a buen recaudo.
¿Usted tiene ya visualizadas las
obras que ahí dejó su papá?
No he tenido la disciplina para
estructurar esos archivos que dejo, los cuales solo los entendía él. Ahí no hay
carpetas, sino una serie documentos en Word, muy desordenados.
¿Qué ha pasado con usted después de
la muerte de su padre?
La situación de nuestro país ha sido
muy difícil desde el año 2012 y cuando murió mi papa yo he tenido que sortear
una situación económica muy compleja e incluso llegue a pesar unos 53 kilos. Yo
no tenía tiempo sino para buscar mi sobrevivencia, no podía pensar sino en cómo
conseguir ocho mil bolívares diarios para mi alimentación y así pase muchos
meses. Recuerdo que me iba para la urbanización Los Palos Grandes para recoger
los mangos y alimentarme con ellos. Fueron tiempos ya superados.
¿Usted tiene hijos?
Sí, tengo una hija ya grande, que
anda por los 18 años.
¿Qué pasado con el legado literario
de su papa?
Junto con algunos amigos hemos
estudiado la posibilidad de relanzar al grupo Cobre, que era el equipo de
batalla de mi papá. E incluso intentamos montar su obra Los criminales,
pero aparecieron las famosas guarimbas y eso nos alteró completamente los
ensayos, porque no podíamos reunirnos como acordábamos. Se paralizó el montaje
porque algunos actores se fueron del país. Mientras tanto, me contactaron unos
cineastas mexicanos porque querían rodar una película basada en su obra El
animador. Y al final de las negociaciones me adelantaron una parte de los respectivos
derechos de autor. Y mi situación económica cambió e incluso hasta me compre un
carrito. Yo vivo entre Maracay y en Guarenas, en el apartamento de mi papá.
Estoy planificando el relanzamiento del grupo Cobre, el cual realizaría varias
actividades culturales y hasta tendríamos una editorial para libros
electrónicos, además de una emisora por Internet. Queremos organizar
foros sobre sus creaciones dramáticas. Eso no es fácil, hay que trabajar mucho.
Pero el grupo Cobre de Santana vuelve a la escena, lo garantizo. Mi padre
seguirá vivo mientras su teatro se represente…porque amaba mucho a su
Venezuela.
¿Cómo es su relación con la
Asociación de Autores y Compositores de Venezuela (Sacven), ya que Rodolfo era
miembro de esa organización?
Si, lo sé, porque tengo contactos con
Karina Cisnero (su apellido es Cisneros), una seria profesional y muy
trabajadora funcionaria de Sacven, que vive en Los Valles del Tuy, ella era una
fiel amiga de mi papá. Mi relación con ellos continúa hasta ahora, porque a
ellos además les interesa. A Sacven hay que contactar todos los que pretendan
montar algunos de los textos de mi padre. Precisamente, estoy muy bien
informado que la Compañía Nacional del Teatro, que ahora dirige Carlos Arroyo, dispuso
el estreno de Baño de damas,
famosa obra de mi padre, según puesta en escena de Aníbal Grunn, para el 23 de
marzo de 2018, en el teatro Alberto de Paz y Mateos, evento al cual espero
asistir.
Nunca más pudimos conversar con el
heredero de Rodolfo Santana Salas y hemos revivido ese encuentro porque los mangos
ya se caen de los arboles caraqueños.
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